miércoles, 1 de julio de 2015

Capítulo 102

Bien merecido

Es un día de invierno y nieva como el Huascarán. El verdor de la Comunidad de San Patricio ha cambiado de color y el blanco destaca entre todos los colores. Stephen viajó a Europa para cubrir unas entrevistas de la reunión urgente de los principales jefes de Estado ante la situación delicada del pueblo palestino y la intromisión despiadada de sus vecinos.

Estoy sola. Las chicas se han ido a la Universidad. Los duendecillos juegan con los copos de nieve. Las brujitas preparan su ropa de invierno y las haditas han ido a visitar a mi abuelo. La nostalgia se apodera de mí. Voy a la biblioteca y leo una novela de Imre Kertész. Se siente una calma chicha y hace frío. El viento silba una canción tétrica y me provoca un café cargado. Papá está en Europa. El conde Nolberto se fue al Brasil para celebrar su cumpleaños junto a su hijo que radica allá. Mi hijo ha crecido y está con su nana. Lapitt por la selva y el tío Ben, en Londres. Casi todos los Dinos están fuera y veo por mi terraza al lican Varul que husmea la residencia y simula que se va en dirección a la aldea. Este licántropo sabe que Stephen no está aquí; tampoco los otros y leo sus pensamientos de aprovechar la ocasión para ingresar a la casa y poseerme. Este asqueroso animal se ha convertido en una bandada de murciélagos que han tomado el color de la nieve y se han posado en los árboles que rodean mi hogar. No se imagina Varul de lo que le puedo hacer ante sus siniestras intenciones lúbricas. Su presencia no deja de incordiarme y obligarme a estar preparada. He avisado a Martina, que cuida a mi hijo, que asegure bien la puerta del dormitorio. Mick, Tanger y Collins ya están avisados. Menos mal que es sábado y no han ido al colegio. Preparan sus resorteras y bolas de nieve y están listos ante cualquier ataque del licántropo.

No he querido llamar a Juan de Aviraneta que está ocupado escribiendo un libro sobre la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, Varul no podrá escapar y caerá en la trampa. Ya mi abuelo está enterado y viene para la casa con Ghara y Harally. He prendido el equipo y se escucha música de Atahualpa Yupanqui, el guitarrista, cantante y compositor argentino. Varul cree que todo está saliendo a pedir de boca y cuenta además con Lurok, la vieja cotorra y el cernícalo que casi todos los días espían a mi padre y a nosotros. Cómo les gusta el golpe a los espías de las serpientes y licántropos. Siempre son sorprendidos por mis brujitas o los duendecillos y las hadas.

Decidí convertirme en águila y volar a la parte más alta del álamo que está en la parte externa de la casa y desde allí observo a los murciélagos que se desplazan hacia las terrazas y como no hay enemigo a la vista, se convierten en el gigantesco Varul. Este avanza con cautela y se dirige a mi dormitorio. Ingresa y cierra la puerta con cuidado y cuando se acerca a la cama que está acomodada como si yo descansara y estuviera cubierta por la colcha debido al frío. Se abalanza sobre la cama y al destaparla se encuentra con almohadas y cojines. Para esto yo he regresado al dormitorio y me he convertido en una loba. Sí una loba, tan grande como el licántropo y que está dispuesta a defender su territorio y a su cachorro. Varul hizo lo mismo y al estar convertido en un feroz lican, lo ataqué directamente al cuello y logró evadir mi ataque. De sus fauces brotaba sangre y un líquido lechoso. Volví al ataque y le mordí una pata que provocó un grito fortísimo en el monstruo que fue escuchado por sus espías. Estos decidieron ayudar a Varul pero una ráfaga de bolas de nieve les cayó por todo el cuerpo y cuyos golpes acertaron en el cuerpo regordete del cobarde Lurok quien cayó aparatosamente sobre la pista. Wanda y Carmen cargaron con incomodidad el pesado cuerpo de su camarada y se lo llevaron como sea, lejos de la residencia. Lamentablemente, el cuerpo pesaba mucho y lo soltaron en la piscina de Mr. Kanter. La piscina estaba casi congelada y el pobre Lurok pedía auxilio para que lo saquen de aquel lugar tan frío que lo podría matar de hipotermia.

Varul no se rindió y se hinchó y sus ojos sanguinolentos apuntaban sobre mí. Cuando se disponía a atacarme, la puerta se abrió y un unicornio blanco despidió un rayo de luz y fuego sobre el lican que lo dejó en el primer ataque muerto y calcinado. El abuelo estaba muy irritado contra este licántropo que siempre se jactó de su fuerza y poder y ahora estaba bien muerto y el abuelo lo llevaría al bosque y a la cueva donde él castigaba a los enemigos mortales de la Comunidad de San Patricio y los Dinos.

Lurok y sus compañeras de espionaje no pudieron observar nada de la muerte de Varul y hacia dónde fue enviado. Solo contarían a las serpientes y los jefes de Seguridad que Varul luchaba contra una loba y no sabían más. Los espías prometieron desaparecer a esos malditos duendes que les habían arrojado nieve sobre sus cuerpos. Tuvo que pasar todo el invierno para que volvieran a espiarnos. Mi abuelo transformado en el pacífico jardinero llevaba en su burro un saco grande para trasladarlo al bosque. Las haditas cantaban la canción del mago de Oz y yo me arrullaba al lado de mi hijo mientras mis duendecillos le hacían gracias al pequeño. Afuera nevaba y la calle estaba desierta y blanca y muy cerca se escuchaba las notas del piano de Juan que tocaba la sonata Claro de luna que tanto le gustaba a Stephen.
                

                                                                                                                                       Eddy Gamarra T.

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