Capítulo 109
La acusación
Varko realizó una denuncia ante Mr.
Kanter y el Auditor Mayor del Reino contra los Dinos a quienes acusaba de haber
secuestrado y asesinado a un hombre religioso, bueno, honesto y trabajador del
CENTRO. Todos, según Varko, querían a Varul y no se podía permitir que sigan
los crímenes. Ya habían matado a Bozzena, Garba, Vudko y esta vez a un alto
representante del experimentado equipo de Seguridad del CENTRO DE TRÁMITE
DOCUMENTARIO.
El infame Varkolak había omitido
los asesinatos de varias gaviotas, la excéntrica Frosine, la bella Dalina,
Roberto, la ardilla, Nito, la lorna y varias muchachas de La Ciudad…Como la
policía no puede ingresar a la Comunidad de San Patricio, las autoridades eran
Mr. Kanter, autoridad religiosa, el Conde Hectorius, autoridad política y el
Conde Jorginho, autoridad civil. Solo consideraron al religioso y al Auditor
mayor. Pedían la destitución del Conde Jorginho por estar implicado en la
muerte de Varul. De acuerdo a las leyes de San Patricio, solo podían votar la
expulsión de un miembro del Gran Consejo de la Comunidad aquellos que habían
nacido en ella, pero Varko y sus secuaces que habían venido de fuera, querían
dejar sin efecto las Normas del pueblo, porque los Dinos habían nacido en aquel
lugar y la gran mayoría de los aldeanos, quienes apoyaban a sus defensores y a
su representante el Conde Jorginho.
El
fraile llamó a una reunión en el atrio de la iglesia a todos los
moradores de San Patricio, pero solo acudieron los licans, las autoridades del
CENTRADOM y los pobres intermedios que fueron obligados a estar presente e
impetrados a defender a uno de los licántropos más peligrosos de San Patricio.
Pero ellos que en su mayoría venían de la Ciudad de los Reyes y que tenían
estudios de Inglés, computación y trámite documentario, además de su profesión,
solo tenían derecho a voz, mas no de voto. Los Dinos y todos aquellos
habitantes que tenían títulos nobiliarios, no asistieron porque no estaban de
acuerdo con la denuncia realizada por el jefe de los licántropos. Tampoco
asistió Elisabetta y sus vampiros. Los rostros de los compungidos trabajadores
se enmudecieron ante la presencia de Varkolak y sus secuaces. Parece que
estaban amenazados por los licans si mencionaban las muertes perpetradas por
estos monstruos, además de la muerte de
Maribella y del intento de sacrificio
humano contra la gaviota Chateau.
Al momento en que el Reverendo
solicitó de los presentes si conocían de algún crimen realizado por los
integrantes de Seguridad que lo digan en este momento o callen para siempre.
Nadie se atrevió a decir nada. Lo menos que les podía ocurrir era el despido
del trabajo. Ellos tenían que aceptar que unos habían nacido para mandar y
otros para obedecer, de acuerdo a los principios de la sociedad esclavista y
del CENTRO. El trabajo en La Ciudad de los Reyes era difícil y no se podía
correr riesgo porque en su condición de zooters tenían la ventaja de domiciliar
en la Comunidad de San Patricio. Los Intermedios sabían que su profesión era
apenas la cuarta opción, después de
Trámite documentario, Inglés y Computación. La mejor política para ellos era:
No sé, no he visto nada, no he oído. Todo está bien y aquí no pasa nada. Si
hubiera algún trabajador que protestara por los abusos de los licans y por los
bajos salarios, podía ser acusado de
subversivo y enemigo de la Institución.
El Conde Hectorius le manifestó a
Mr. Kanter que no estaban todas las autoridades para discutir la denuncia del
Sr. Varkolak y que esta reunión carecía de sustento legal toda vez que los
artículos de las Leyes de la Comunidad de San Patricio lo decían claramente.
Los licans pitearon, los intermedios guardaron silencio, Anulia y su séquito
ofídico se unieron a la protesta, y en ese momento crucial de la caterva, Mr.
Kanter se puso sus lentes Armani, exhaló un profundo respiro y dio la razón al Auditor
Mayor del Reino. También agregó que se realizaría una investigación exhaustiva
a través de los asesores de la Institución. Estas palabras permitieron que
Carmito de la Buena Cruz se ofreciera a dirigir la investigación por ser el
experto en estos trámites. Una vez que escucharon la intervención de Carmito
Enfisemo, los asesores se pusieron de pie y lanzaron un rotundo ¡Nooooo! , que
obligaron al pobre experto en trámite documentario a sentarse y después de
persignarse, se retiró del atrio en medio de las burlas de Varko y sus
secuaces. Los intermedios miraron con pena al pobre Carmito que salió cabizbajo
y que
escuchaba al peligroso Libak que le decía: ¡Vade retro Satanás!
Todos sabían que Carmito, además de
sus pecadillos de amor al dinero y al poder, era un hombre más cercano a la
iglesia que al diablo. Es cierto que se golpeaba el pecho y si Dios le pudiera
dar una manito, terminaría formando parte de los santos del pueblo como San Martín
de Porres y Santa Rosa de Lima. Él no se explicaba con qué moral Libak, un
asesino de jóvenes pudiera identificarlo con Satanás. Además, Libak era
conocido en los medios del CENTRO como un relapso que alguna vez había abjurado
de su credo religioso y por dinero sería capaz de unirse con el propio diablo
como alguna vez lo dijo un líder de todo
lo que podría hacer por la democracia.
Los pasos de Carmito Enfisemo se
dirigían a su residencia donde vivía solo y aprovechando el silencio del barrio
de los asesores porque todos estaban en el atrio con su familia, ingresó a su
casa y dentro de ella se dirigió a su estudio que en lugar de libros tenía toda
la pared llena de imágenes de santos y beatos. Sacó su manojo de llaves y abrió
una gaveta donde estaban los cilicios que empleaba para mortificarse y pedir a
Dios que lo ayudara a conseguir sus proyectos de documentación sobre la higiene
personal de los trabajadores y el ingreso diario de los mismos a los servicios
higiénicos. Para ello ya había logrado que Mr. Kanter instalara en los baños
cámaras y así poder conseguir con precisión los datos que Carmito había
desarrollado en su proyecto de modernidad documentaria.
A medida que el Señor de la Buena
Cruz Farfán soportaba con estoicismo los cilicios que se había colocado en el
cuerpo y prometió al que todo lo puede,
dejar de comer chicharrón los sábados y salchicha de Huacho los domingos. Para
purificar sus promesas, rezó veinte padrenuestros y treinta avemarías, diez más
que los anteriores rezos y peticiones, así comprobará el Señor que su digno
esclavo entregaba su alma y parte de su cuerpo para que la Divina Providencia
riegue con su manto la buena fe de Carmito por los siglos de los siglos…amén.
Eddy
Gamarra T.
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