jueves, 16 de julio de 2015


Capítulo 109
La acusación

Varko realizó una denuncia ante Mr. Kanter y el Auditor Mayor del Reino contra los Dinos a quienes acusaba de haber secuestrado y asesinado a un hombre religioso, bueno, honesto y trabajador del CENTRO. Todos, según Varko, querían a Varul y no se podía permitir que sigan los crímenes. Ya habían matado a Bozzena, Garba, Vudko y esta vez a un alto representante del experimentado equipo de Seguridad del CENTRO DE TRÁMITE DOCUMENTARIO.

El infame Varkolak había omitido los asesinatos de varias gaviotas, la excéntrica Frosine, la bella Dalina, Roberto, la ardilla, Nito, la lorna y varias muchachas de La Ciudad…Como la policía no puede ingresar a la Comunidad de San Patricio, las autoridades eran Mr. Kanter, autoridad religiosa, el Conde Hectorius, autoridad política y el Conde Jorginho, autoridad civil. Solo consideraron al religioso y al Auditor mayor. Pedían la destitución del Conde Jorginho por estar implicado en la muerte de Varul. De acuerdo a las leyes de San Patricio, solo podían votar la expulsión de un miembro del Gran Consejo de la Comunidad aquellos que habían nacido en ella, pero Varko y sus secuaces que habían venido de fuera, querían dejar sin efecto las Normas del pueblo, porque los Dinos habían nacido en aquel lugar y la gran mayoría de los aldeanos, quienes apoyaban a sus defensores y a su representante el Conde Jorginho.

El  fraile llamó a una reunión en el atrio de la iglesia a todos los moradores de San Patricio, pero solo acudieron los licans, las autoridades del CENTRADOM y los pobres intermedios que fueron obligados a estar presente e impetrados a defender a uno de los licántropos más peligrosos de San Patricio. Pero ellos que en su mayoría venían de la Ciudad de los Reyes y que tenían estudios de Inglés, computación y trámite documentario, además de su profesión, solo tenían derecho a voz, mas no de voto. Los Dinos y todos aquellos habitantes que tenían títulos nobiliarios, no asistieron porque no estaban de acuerdo con la denuncia realizada por el jefe de los licántropos. Tampoco asistió Elisabetta y sus vampiros. Los rostros de los compungidos trabajadores se enmudecieron ante la presencia de Varkolak y sus secuaces. Parece que estaban amenazados por los licans si mencionaban las muertes perpetradas por estos monstruos,  además de la muerte de Maribella y  del intento de sacrificio humano contra la gaviota Chateau.

Al momento en que el Reverendo solicitó de los presentes si conocían de algún crimen realizado por los integrantes de Seguridad que lo digan en este momento o callen para siempre. Nadie se atrevió a decir nada. Lo menos que les podía ocurrir era el despido del trabajo. Ellos tenían que aceptar que unos habían nacido para mandar y otros para obedecer, de acuerdo a los principios de la sociedad esclavista y del CENTRO. El trabajo en La Ciudad de los Reyes era difícil y no se podía correr riesgo porque en su condición de zooters tenían la ventaja de domiciliar en la Comunidad de San Patricio. Los Intermedios sabían que su profesión era apenas la cuarta opción,  después de Trámite documentario, Inglés y Computación. La mejor política para ellos era: No sé, no he visto nada, no he oído. Todo está bien y aquí no pasa nada. Si hubiera algún trabajador que protestara por los abusos de los licans y por los bajos salarios,  podía ser acusado de subversivo y enemigo de la Institución.

El Conde Hectorius le manifestó a Mr. Kanter que no estaban todas las autoridades para discutir la denuncia del Sr. Varkolak y que esta reunión carecía de sustento legal toda vez que los artículos de las Leyes de la Comunidad de San Patricio lo decían claramente. Los licans pitearon, los intermedios guardaron silencio, Anulia y su séquito ofídico se unieron a la protesta, y en ese momento crucial de la caterva, Mr. Kanter se puso sus lentes Armani, exhaló  un profundo respiro y dio la razón al Auditor Mayor del Reino. También agregó que se realizaría una investigación exhaustiva a través de los asesores de la Institución. Estas palabras permitieron que Carmito de la Buena Cruz se ofreciera a dirigir la investigación por ser el experto en estos trámites. Una vez que escucharon la intervención de Carmito Enfisemo, los asesores se pusieron de pie y lanzaron un rotundo ¡Nooooo! , que obligaron al pobre experto en trámite documentario a sentarse y después de persignarse, se retiró del atrio en medio de las burlas de Varko y sus secuaces. Los intermedios miraron con pena al pobre Carmito que salió cabizbajo  y que  escuchaba al peligroso Libak que le decía: ¡Vade retro Satanás!

Todos sabían que Carmito, además de sus pecadillos de amor al dinero y al poder, era un hombre más cercano a la iglesia que al diablo. Es cierto que se golpeaba el pecho y si Dios le pudiera dar una manito, terminaría formando parte de los santos del pueblo como San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima. Él no se explicaba con qué moral Libak, un asesino de jóvenes pudiera identificarlo con Satanás. Además, Libak era conocido en los medios del CENTRO como un relapso que alguna vez había abjurado de su credo religioso y por dinero sería capaz de unirse con el propio diablo como alguna vez lo dijo un líder de  todo lo que podría hacer por la democracia.

Los pasos de Carmito Enfisemo se dirigían a su residencia donde vivía solo y aprovechando el silencio del barrio de los asesores porque todos estaban en el atrio con su familia, ingresó a su casa y dentro de ella se dirigió a su estudio que en lugar de libros tenía toda la pared llena de imágenes de santos y beatos. Sacó su manojo de llaves y abrió una gaveta donde estaban los cilicios que empleaba para mortificarse y pedir a Dios que lo ayudara a conseguir sus proyectos de documentación sobre la higiene personal de los trabajadores y el ingreso diario de los mismos a los servicios higiénicos. Para ello ya había logrado que Mr. Kanter instalara en los baños cámaras y así poder conseguir con precisión los datos que Carmito había desarrollado en su proyecto de modernidad documentaria.

A medida que el Señor de la Buena Cruz Farfán soportaba con estoicismo los cilicios que se había colocado en el cuerpo  y prometió al que todo lo puede, dejar de comer chicharrón los sábados y salchicha de Huacho los domingos. Para purificar sus promesas, rezó veinte padrenuestros y treinta avemarías, diez más que los anteriores rezos y peticiones, así comprobará el Señor que su digno esclavo entregaba su alma y parte de su cuerpo para que la Divina Providencia riegue con su manto la buena fe de Carmito por los siglos de los siglos…amén.


                                                                                                           Eddy Gamarra T.

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