miércoles, 1 de julio de 2015


Capítulo 103

Los gallos de Ludwig

Se acercaba una fiesta especial para los aldeanos y Ludwig se encargó de la organización. Marietta vería todo lo que era comida y Chiara, su hermana reuniría a las doncellas de la aldea para preparar los números de baile. Los Dinos habían regresado de sus viajes y asistirían a esta fiesta. Además, ellos siempre colaboraban con alimentos, bebidas y todo aquello que pudiera engalanar esta hermosa fiesta de medio año.

Sandra y sus hermanas habían preparado varias danzas e iban a participar en el festival gastronómico organizado por Ludwig. Sandra, excelente bailarina, colaboraría con Chiara para que el espectáculo sea de gran calidad. Antonella, además de recitar un monólogo sobre Charles Chaplin, sería la maestra de ceremonia y Nicole se encargaría del movimiento financiero de la parte que correspondía a la participación de los lobos y amigos.

Collins, Tanger y Micki querían bailar una danza selvícola con Andreínha, Maruxa y Janice. Esta danza la habían aprendido en el colegio y no pudieron participar en el festival porque el profesor de danza temía alguna broma pesada de estos niños extraños. Además, su conducta dejaba mucho que desear, porque donde estaban estos muchachitos, algo pasaba.

A pesar de la desconfianza que tenía el profesor de danza hacia ellos y el incidente del estornudo, ellos recibían la preparación de Sandra, la amenaza de Antonella  y la confianza de Nicole.
El día anterior había lloviznado bastante. Ludwig y todos los encargados de esta fiesta estaban resfriados. A pesar de que la estación invernal había pasado, sin embargo, se sentía frío. El aire era helado y Juan de Aviraneta había preparado coctel de algarrobina para todos los presentes. Lapitt y sus cervezas, el tío Ben con sus vinos franceses, Jorginho y las botellas de whiski, el maravilloso pisco sour preparado por Yasmina y gin con gin para mí. Para los que no beben, chicha morada y refresco de maracuyá ofrecidos por la baronesa de Castelforte. El conde Nolberto iba a preparar una  caipirinha que le había enseñado su nuera brasileña.
En cuanto a las comidas, tenían de entrada tamales de chincha o cebiche de corvina. Para los que le gustaba causa  o papa a la huancaína, estaban disponibles estos potajes.  Los platos no se vendían, se degustaban. Después de las entradas teníamos como segundo plato ají de gallina, lomo saltado, carapulcra, tacu tacu con salsa de mariscos y el cabrito con frejoles y arroz preparado por Ludwig con todas las de la ley. Los niños de la aldea disfrutaban los postres como arroz con leche, mazamorra morada, leche asada, ranfañote, alfajores de Huaral, en fin, toda una maravilla gastronómica propia de esta región.

Los músicos de la aldea interpretaron diferentes piezas  que permitieron que el grupo de danza bailara con mucha gracia y donosura y que fue la delicia de los asistentes. Cuando les tocó a nuestros duendecillos , quienes iban a bailar con las brujitas, todos se callaron y Nicole les deseo buena suerte. Sandra estaba preocupada y Antonella ya les había advertido sobre cualquier broma sobre esta danza de la selva llamada Anaconda. Cuando empezó la música , ellos y ellas bailaron con mucha plasticidad, alegría y la coreografía preparada por Sandra fue genial. Los duendecillos se portaron como gente adulta y responsable y estuvieron a la altura de las brujitas, excelentes danzarinas. Al final de la danza de la anaconda, fueron felicitados por el conde Jorginho y todos los asistentes. Las chicas estaban contentas y Tanger, Micki y Collins, lloraban de felicidad  como tres niñitos de escuela.

El final del espectáculo lo dieron los gallos de Ludwig quienes se lucieron en la arena que habían preparado los aldeanos y que le dieron a Ludwig una alegría tan grande que de tanto probar la cerveza de Lapitt, se quedó profundamente dormido.



                                                                                                                     Eddy Gamarra T.

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