Capítulo 103
Los gallos de Ludwig
Se
acercaba una fiesta especial para los aldeanos y Ludwig se encargó de la
organización. Marietta vería todo lo que era comida y Chiara, su hermana
reuniría a las doncellas de la aldea para preparar los números de baile. Los
Dinos habían regresado de sus viajes y asistirían a esta fiesta. Además, ellos
siempre colaboraban con alimentos, bebidas y todo aquello que pudiera engalanar
esta hermosa fiesta de medio año.
Sandra
y sus hermanas habían preparado varias danzas e iban a participar en el
festival gastronómico organizado por Ludwig. Sandra, excelente bailarina,
colaboraría con Chiara para que el espectáculo sea de gran calidad. Antonella,
además de recitar un monólogo sobre Charles Chaplin, sería la maestra de
ceremonia y Nicole se encargaría del movimiento financiero de la parte que
correspondía a la participación de los lobos y amigos.
Collins,
Tanger y Micki querían bailar una danza selvícola con Andreínha, Maruxa y
Janice. Esta danza la habían aprendido en el colegio y no pudieron participar
en el festival porque el profesor de danza temía alguna broma pesada de estos
niños extraños. Además, su conducta dejaba mucho que desear, porque donde
estaban estos muchachitos, algo pasaba.
A
pesar de la desconfianza que tenía el profesor de danza hacia ellos y el
incidente del estornudo, ellos recibían la preparación de Sandra, la amenaza de
Antonella y la confianza de Nicole.
El
día anterior había lloviznado bastante. Ludwig y todos los encargados de esta
fiesta estaban resfriados. A pesar de que la estación invernal había pasado,
sin embargo, se sentía frío. El aire era helado y Juan de Aviraneta había
preparado coctel de algarrobina para todos los presentes. Lapitt y sus
cervezas, el tío Ben con sus vinos franceses, Jorginho y las botellas de
whiski, el maravilloso pisco sour preparado por Yasmina y gin con gin para mí.
Para los que no beben, chicha morada y refresco de maracuyá ofrecidos por la
baronesa de Castelforte. El conde Nolberto iba a preparar una caipirinha que le había enseñado su nuera
brasileña.
En cuanto a las comidas, tenían de entrada tamales de
chincha o cebiche de corvina. Para los que le gustaba causa o papa a la huancaína, estaban disponibles
estos potajes. Los platos no se vendían,
se degustaban. Después de las entradas teníamos como segundo plato ají de
gallina, lomo saltado, carapulcra, tacu tacu con salsa de mariscos y el cabrito
con frejoles y arroz preparado por Ludwig con todas las de la ley. Los niños de
la aldea disfrutaban los postres como arroz con leche, mazamorra morada, leche
asada, ranfañote, alfajores de Huaral, en fin, toda una maravilla gastronómica propia
de esta región.
Los músicos de la aldea interpretaron diferentes
piezas que permitieron que el grupo de
danza bailara con mucha gracia y donosura y que fue la delicia de los
asistentes. Cuando les tocó a nuestros duendecillos , quienes iban a bailar con
las brujitas, todos se callaron y Nicole les deseo buena suerte. Sandra estaba
preocupada y Antonella ya les había advertido sobre cualquier broma sobre esta
danza de la selva llamada Anaconda. Cuando empezó la música , ellos y ellas
bailaron con mucha plasticidad, alegría y la coreografía preparada por Sandra
fue genial. Los duendecillos se portaron como gente adulta y responsable y
estuvieron a la altura de las brujitas, excelentes danzarinas. Al final de la
danza de la anaconda, fueron felicitados por el conde Jorginho y todos los
asistentes. Las chicas estaban contentas y Tanger, Micki y Collins, lloraban de
felicidad como tres niñitos de escuela.
El final del espectáculo lo dieron los gallos de Ludwig
quienes se lucieron en la arena que habían preparado los aldeanos y que le
dieron a Ludwig una alegría tan grande que de tanto probar la cerveza de
Lapitt, se quedó profundamente dormido.
Eddy Gamarra T.
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