Capítulo 104
La papelera de plata
Era las siete de la noche y se
reunieron en la oficina principal del CENTRADOM, que estaba situada en la
Ciudad de los Reyes, el equipo asesor de Mr. Kanter. Era una fecha propicia
para dar fuerza al Proyecto piloto de Trámite Documentario que trajo el fraile
para su empresa, la única en su género, y que necesitaba publicidad para que la
gente pudiera estudiar todo lo relacionado a lo que es papeles, desde el papel
higiénico de los baños de la Institución que el genial Carmito había organizado,
hasta los documentos de alto valor
institucional que manejaban con mucho celo los asesores de Mr. Kanter.
Carmito de la Buena Cruz acudía a
la iglesia muy temprano para agradecer a Dios por la inteligencia que le había
dado. Desde las seis de la mañana, esperaba el buen Carmito a que abrieran las
puertas de la capilla para prenderle una velita a San Martín de Porres y otra a
la virgen de las Mercedes. Rezaba varios padrenuestros y avemarías. Sacaba de uno de sus bolsillos una
botellita para llevarse un poco de agua bendita, llenaba este recipiente y con prontitud lo
guardaba antes de que el curita se dé cuenta. Una vez que llegaba a su trabajo,
se encerraba en su oficina y vertía sobre su cabeza el agua bendita y miraba la
cruz que estaba en la pared y rezaba su propia oración:
“
Oh Señor de la Gran luz
Yo
te digo con la ciencia
Por
la señal de la Santa Cruz
Bendice
mi inteligencia
Y
bríndale la anuencia
A
Carmito de la Buena Cruz.”
Después de su rezo, se golpeaba el
pecho y decía para sus adentros: “Yo seré el Jefe…yo seré el Jefe…yo seré el
jefe. Como si dijera: “Por mi culpa…por mi culpa…por mi culpa. Cerraba su
aviesa purificación con una brochita de pétalos de rosa mezclándola con una
colonia cítrica y la echaba como si fuera una bendición de la deidad.
Después de sus jaculatorias
matinales, se vestía con su tradicional camisa blanca, tiesa, el terno gris, los calcetines negros, los zapatos del mismo color y con un gesto de
petimetre decimonónico abría su oficina e iniciaba su saludo a toda persona que
encontrara en los patios extensos del CENTRO.
Carmito había logrado con un esfuerzo
de hormiga, contar las veces que cada
integrante de la Institución iba al baño. Escribió en su diario:
Agosto, 12
Querido diario:
No sabes cuánta felicidad siento al
llegar al término de mi jornada de salud. He podido comprobar que los
trabajadores intermedios, como los llama el conde Jorginho, son los que más
asisten a los servicios higiénicos y emplean incorrectamente el uso del papel
higiénico. Sería conveniente que recen una breve oración por los alimentos que
han recibido y puedan defecar en paz.
No puedo entender hasta ahora por
qué los señores de Seguridad utilizan periódicos a la hora de entrar a los
baños. Si es para leer, pasquines y diarios deportivos, se les puede
justificar. No está permitido que se metamorfoseen en plena hora de trabajo y
menos que se atrevan a leer novelas ni poesía.
Sin embargo, debo aplaudir a
Seguridad por ahorrar el papel higiénico de la Institución y agradecer al
Creador por darme salud, dinero. Solo falta el amor y esto se consigue con el
correr del tiempo. No importa cómo llegue, pero que sea amor.
Nos vemos queridísimo diario por
escucharme en silencio por los siglos de los siglos, amén.
Después de una reunión de la Plana
Mayor, donde no fue invitado el Auditor Mayor del Reino, se llegó a la
conclusión de conceder la Papelera de plata al secretario de trámite
documentario Señor Don Carmito Enfisemo de la Buena Cruz Farfán,
por sus esfuerzos denodados de
llevar el Gran Proyecto de Trámite Documentario a su máxima realización.
Firmaban el documento además del Jefe, sus asesores, que veían con desconfianza el avance de
Carmito en su mundo institucional. Si firmaron es porque el Jefe firmó y no
querían contrariar al hombre que tanto confiaba en ellos. Sin duda que este no
era santo de su devoción y no asistieron al desayuno de trabajo donde se iba a
llamar al bueno de Carmito y entregarle la papelera de plata. Ellos adujeron
que estaban resfriados, después de este invierno que sacudió el cuerpo endeble
de algunos de sus integrantes.
Eddy
Gamarra T.
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