miércoles, 1 de julio de 2015

Capítulo 104
La papelera de plata

Era las siete de la noche y se reunieron en la oficina principal del CENTRADOM, que estaba situada en la Ciudad de los Reyes, el equipo asesor de Mr. Kanter. Era una fecha propicia para dar fuerza al Proyecto piloto de Trámite Documentario que trajo el fraile para su empresa, la única en su género, y que necesitaba publicidad para que la gente pudiera estudiar todo lo relacionado a lo que es papeles, desde el papel higiénico de los baños de la Institución que el genial Carmito había organizado,  hasta los documentos de alto valor institucional que manejaban con mucho celo los asesores de Mr. Kanter.

Carmito de la Buena Cruz acudía a la iglesia muy temprano para agradecer a Dios por la inteligencia que le había dado. Desde las seis de la mañana, esperaba el buen Carmito a que abrieran las puertas de la capilla para prenderle una velita a San Martín de Porres y otra a la virgen de las Mercedes. Rezaba varios padrenuestros y  avemarías. Sacaba de uno de sus bolsillos una botellita para llevarse un poco de agua bendita,  llenaba este recipiente y con prontitud lo guardaba antes de que el curita se dé cuenta. Una vez que llegaba a su trabajo, se encerraba en su oficina y vertía sobre su cabeza el agua bendita y miraba la cruz que estaba en la pared y rezaba su propia oración:

                                   “ Oh Señor de la Gran luz
                                   Yo te digo con la ciencia
                                   Por la señal de la Santa Cruz
                                   Bendice mi inteligencia
                                   Y bríndale la anuencia
                                   A Carmito de la Buena Cruz.”

Después de su rezo, se golpeaba el pecho y decía para sus adentros: “Yo seré el Jefe…yo seré el Jefe…yo seré el jefe. Como si dijera: “Por mi culpa…por mi culpa…por mi culpa. Cerraba su aviesa purificación con una brochita de pétalos de rosa mezclándola con una colonia cítrica y la echaba como si fuera una bendición de la deidad.

Después de sus jaculatorias matinales, se vestía con su tradicional camisa blanca,  tiesa, el terno gris, los calcetines negros,  los zapatos del mismo color y con un gesto de petimetre decimonónico abría su oficina e iniciaba su saludo a toda persona que encontrara en los patios extensos del CENTRO.

Carmito había logrado con un esfuerzo de hormiga,  contar las veces que cada integrante de la Institución iba al baño. Escribió en su diario:

Agosto,  12
Querido diario:
No sabes cuánta felicidad siento al llegar al término de mi jornada de salud. He podido comprobar que los trabajadores intermedios, como los llama el conde Jorginho, son los que más asisten a los servicios higiénicos y emplean incorrectamente el uso del papel higiénico. Sería conveniente que recen una breve oración por los alimentos que han recibido y puedan defecar en paz.

No puedo entender hasta ahora por qué los señores de Seguridad utilizan periódicos a la hora de entrar a los baños. Si es para leer, pasquines y diarios deportivos, se les puede justificar. No está permitido que se metamorfoseen en plena hora de trabajo y menos que se atrevan a leer novelas ni poesía.

Sin embargo, debo aplaudir a Seguridad por ahorrar el papel higiénico de la Institución y agradecer al Creador por darme salud, dinero. Solo falta el amor y esto se consigue con el correr del tiempo. No importa cómo llegue, pero que sea amor.
Nos vemos queridísimo diario por escucharme en silencio por los siglos de los siglos, amén.

Después de una reunión de la Plana Mayor, donde no fue invitado el Auditor Mayor del Reino, se llegó a la conclusión de conceder la Papelera de plata al secretario de trámite documentario Señor Don Carmito Enfisemo de la Buena Cruz  Farfán,  por sus esfuerzos denodados de  llevar el Gran Proyecto de Trámite Documentario a su máxima realización. Firmaban el documento además del Jefe, sus asesores,  que veían con desconfianza el avance de Carmito en su mundo institucional. Si firmaron es porque el Jefe firmó y no querían contrariar al hombre que tanto confiaba en ellos. Sin duda que este no era santo de su devoción y no asistieron al desayuno de trabajo donde se iba a llamar al bueno de Carmito y entregarle la papelera de plata. Ellos adujeron que estaban resfriados, después de este invierno que sacudió el cuerpo endeble de algunos de sus integrantes.


                                                                                                    Eddy Gamarra T.

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