jueves, 16 de julio de 2015


Capítulo 112
Una nueva visita…

Una tarde de agosto y de vientos acompañé a Yasmina a visitar la casa del abuelo. Teníamos una pregunta importante que hacerle y solo él, que era considerado el sabio de la Comunidad de San Patricio podría resolver esta pregunta referente a una posible relación entre un vampiro y Nicole que tenía la metamorfosis de loba  como sus hermanas y yo.

El abuelo vivía cerca a la aldea y su cabaña estaba en la entrada del bosque mágico que ya habíamos visitado en otra ocasión. Aparentemente, la cabañita representaba la casita del abuelo, pero no era cierto. En ella atendía con frecuencia a los aldeanos y su familia. Siempre brindaba ayuda médica y consejos a todos aquellos que le solicitaban. Según las palabras de los aldeanos, el jardinero Daniel era un hombre bondadoso y sabio. Es más, no les cobraba nada; los campesinos le traían frutas y verduras porque sabían que su alimentación era vegetariana.

El conocimiento que tenía sobre flores, plantas, árboles y hierbas medicinales solo era comparable al del Conde Jorginho, biólogo reconocido mundialmente. Ambos se encargaron de embellecer los paisajes de San Patricio, la colina azul, los barrios,  tanto de los amigos, cuanto de los enemigos, los intermedios, la zona costera de la playa y la hermosa aldea donde vivía mi amigo Ludwig y su familia. La aldea era la parte más poblada, donde vivían descendientes de italianos y alemanes. Después de la aldea, el lugar más poblado era el barrio de los intermedios, la mayoría, descendientes de habitantes de diferentes regiones de nuestro país. Los jardines y árboles de cualquiera de estos lugares constituían el sello característico del jardinero Daniel que era el hombre que ya estaba en San Patricio cuando llegó Jorginho, los Dinos, Mr. Kanter y todos los demás.

Cuando ingresamos a la cabañita del abuelo, su interior mostraba una salita sencilla con un cuadro de un poeta pintado por un artista indigenista y que el abuelo apreciaba mucho. El sofá y los sillones reflejaban el paso del tiempo. En ellos se observaba periódicos y algunos libros forrados de una manera tan original que llamaba la atención. La mesa del comedor estaba cubierta de artículos de hace años con información sobre un gran poeta que no había recibido aún el reconocimiento del país. En las paredes, los estantes llenos de libros de literatura, arte e historia engalanaban el comedor. En una esquina tenía un equipo de música y muchos discos compactos, la mayoría de música clásica. Era uno de los pocos lugares donde podía funcionar un equipo electrónico. El abuelo sabía por qué y disfrutaba al máximo de esta música.

Cuando ingresamos a la cabaña, nos recibió el abuelo y la música. Siempre sería así. Él sabía que veníamos a visitarlo y a pedirle su opinión sobre el caso de mi pequeña Nicole. Nos contestó que si era posible el amor entre un vampiro y una loba pero la felicidad no sería completa porque no podrían tener hijos. Era  prácticamente imposible que haya descendencia entre ellos. No se puede ir contra los dictados de la sabia naturaleza. Sabíamos que el espíritu pertinaz de Nicole iba a chocar contra la cruda realidad y pensamos enviarla a Francia por un tiempo para que estudiara un año en La Sorbona. La comunidad zooter francesa era poderosa y el padre de Yasmina tenía muchos amigos allí. De repente, encontraría un alma gemela, tierna, estudiosa, responsable como era mi Nicole.

El abuelo se acercó a uno de los estantes y tocó un botón que estaba detrás de algún diccionario y el estante giró y nos encontramos con una puerta secreta que conducía a otras habitaciones donde había más estantes y más libros no solo de literatura, arte e historia sino de temas diversos como filosofía, sicología, biología, turismo, ciencia política y muchas biografías y otros temas. Yo siempre pensé que mi biblioteca era la más amplia de San Patricio, pero me di cuenta que no podía competir con la del Gran Unicornio Blanco, abuelo de Yasmina. La vida del abuelo hacía recordar al hijo del carpintero que trajo una filosofía de amor para el mundo y que era un ejemplo para todos los habitantes de la tierra.

Después de observar los libros del abuelo, su dormitorio era sencillo: una cama de una plaza, una mesa de noche y siempre algunos libros sobre ella. No tenía mucha ropa. Le bastaba con lo que poseía y era feliz ahora que se había convertido en bisabuelo del pequeño Hans. Nos pidió que en otra oportunidad lo visitáramos para que aprecien el bosque mágico y todas sus maravillas. La mayoría de los habitantes de la Comunidad no conocían el bosque. Le tenían pánico porque pensaban que quien ingresara al bosque ya no regresaría jamás. Lo que pasa, decía el abuelo, que para poder ingresar al bosque, se necesita de la bondad, el amor y el trabajo. Sin estos tres elementos, sería imposible que el bosque abra sus puertas a los demás. Ya se imaginan, queridos lectores, que los licans y las serpientes no tenían la capacidad suficiente para el ingreso. Igual ocurría con la Colina azul que era más restringida su entrada. En aquel maravilloso lugar habitaba la gente que lo dio todo en su trabajo y que necesitaba en el otoño de su existencia, vivir en paz y amor.


                                                                                                                Eddy Gamarra T.

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