Hace algunas décadas, en la ciudad
de Trujillo, cuando era estudiante,
solía reunirme en la biblioteca de un amigo para conversar durante horas sobre
arte y cultura y otros temas de nuestro idioma. Entre estas inquietudes había
una que me fascinaba y sigue interesándome: los nombres de las personas, de los
animales y las cosas. El tiempo ha transcurrido y entre agendas de bolsillo,
cuadernos y hojas sueltas, anotaba seudónimos, apodos, diminutivos, perífrasis,
nombres originales de lugares geográficos y mucho más. El material más rico fue
a través de preguntas a mis amigos, a mis estudiantes, los libros, principales
diarios de nuestro país y posteriormente, Internet.
Este material recogido se convirtió
en un libro que estuvo dormido durante varios años y cuyo objetivo es
familiarizar a los lectores, grandes y pequeños, con los nombres y sus cambios
a través del tiempo. Sé que no basta el nombre que nos pusieron cuando nacimos,
porque en el camino recibimos otros o lo cambiamos por alguno que suena mejor,
aunque, a veces resulte ridículo.
La gente nos vuelve a bautizar
cuando ingresamos al mundo de la fama, ya sea por nuestras virtudes, ya sea por
nuestros defectos. En algunos casos es obligatorio, en otros, una costumbre. Se
busca el buen sonido, el nombre comercial. ¿Ud. Cree-estimado lector- que
hubieras utilizado para tus libros de poesía el nombre de Gaetano
Raspagnetta?...probablemente, no. En cambio, si hubieras bautizado tu nombre de
poeta con Gabriele D´Annunzio, hubiera sido diferente.
Hoy en día es importante cómo te
llamas o como te llaman. En el mundo futbolístico sudamericano, en especial, en
el Perú, los nombres de animales están a la orden del día. Los hinchas se
encargan de rebautizarte y si eres estudiante o trabajador, recibirás tu nuevo
nombre por la gracia de los amigos, enemigos, etc. En el mundo literario y
artístico, encontramos también estos
nombres, ya sean seudónimos o apodos. De ahí la importancia de llamarse Juan.
El tiempo ha legalizado estos
nombres y los medios de comunicación se han encargado de difundirlos. Nosotros
luchamos por arrancarle a los días y las horas el secreto primigenio que nos
dieron nuestros padres y los fundadores de los pueblos para convertirlo en
Yoknapatawpha, Comala, Macondo, San Patricio o cualquier villorrio de este
planeta donde los hombres construyeron con el trabajo y la poesía, un sello
personal que Dios les dio.
Todo ser humano es importante en la tierra, porque
las leyes lo dicen y es necesario corroborarlo con hechos. Esto quiere decir
que fulano, zutano, mengano o cayo, tizio o Sempronio-como nos señalaba nuestro
profesor de latín-valen en este mundo de palabras tanto como Pedro, Miguel,
Jorge o Daniel. Es por eso que decidí llamar a este libro de consulta: La
importancia de llamarse Juan, porque así se llamaba mi padre.
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