domingo, 1 de noviembre de 2015

Hace algunas décadas, en la ciudad de Trujillo,  cuando era estudiante, solía reunirme en la biblioteca de un amigo para conversar durante horas sobre arte y cultura y otros temas de nuestro idioma. Entre estas inquietudes había una que me fascinaba y sigue interesándome: los nombres de las personas, de los animales y las cosas. El tiempo ha transcurrido y entre agendas de bolsillo, cuadernos y hojas sueltas, anotaba seudónimos, apodos, diminutivos, perífrasis, nombres originales de lugares geográficos y mucho más. El material más rico fue a través de preguntas a mis amigos, a mis estudiantes, los libros, principales diarios de nuestro país y posteriormente, Internet.
Este material recogido se convirtió en un libro que estuvo dormido durante varios años y cuyo objetivo es familiarizar a los lectores, grandes y pequeños, con los nombres y sus cambios a través del tiempo. Sé que no basta el nombre que nos pusieron cuando nacimos, porque en el camino recibimos otros o lo cambiamos por alguno que suena mejor, aunque, a veces resulte ridículo.
La gente nos vuelve a bautizar cuando ingresamos al mundo de la fama, ya sea por nuestras virtudes, ya sea por nuestros defectos. En algunos casos es obligatorio, en otros, una costumbre. Se busca el buen sonido, el nombre comercial. ¿Ud. Cree-estimado lector- que hubieras utilizado para tus libros de poesía el nombre de Gaetano Raspagnetta?...probablemente, no. En cambio, si hubieras bautizado tu nombre de poeta con Gabriele D´Annunzio, hubiera sido diferente.
Hoy en día es importante cómo te llamas o como te llaman. En el mundo futbolístico sudamericano, en especial, en el Perú, los nombres de animales están a la orden del día. Los hinchas se encargan de rebautizarte y si eres estudiante o trabajador, recibirás tu nuevo nombre por la gracia de los amigos, enemigos, etc. En el mundo literario y artístico, encontramos también  estos nombres, ya sean seudónimos o apodos. De ahí la importancia de llamarse Juan.
El tiempo ha legalizado estos nombres y los medios de comunicación se han encargado de difundirlos. Nosotros luchamos por arrancarle a los días y las horas el secreto primigenio que nos dieron nuestros padres y los fundadores de los pueblos para convertirlo en Yoknapatawpha, Comala, Macondo, San Patricio o cualquier villorrio de este planeta donde los hombres construyeron con el trabajo y la poesía, un sello personal que Dios les dio.

Todo  ser humano es importante en la tierra, porque las leyes lo dicen y es necesario corroborarlo con hechos. Esto quiere decir que fulano, zutano, mengano o cayo, tizio o Sempronio-como nos señalaba nuestro profesor de latín-valen en este mundo de palabras tanto como Pedro, Miguel, Jorge o Daniel. Es por eso que decidí llamar a este libro de consulta: La importancia de llamarse Juan, porque así se llamaba mi padre.

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