Capítulo 6
Como una loba
Han transcurrido seis meses desde
aquella vez en que estuve cerca del amigo de mi padre. No lo puedo evitar, pero
cada vez que lo veo, mi sangre se calienta. Necesito verlo, pero tengo un
cierto resquemor. Deseo acercarme a él, y tengo miedo. Los celos cubren mi
alma. Huelo su cuerpo y respiro todo su entorno familiar. Sé que no me
pertenece, pero no puedo dominar mis sentimientos. Él es solo para mí y yo soy
únicamente suya. Mi padre comentó que ha tenido varias hijas en diferentes
mujeres. Esto ocurrió en Europa. Si no me equivoco, Barcelona, París y Roma. Es
él la única persona que mis ojos han mirado y siento amor y odio porque ya posó
sus ojos en otras mujeres. Si las viera de cerca, no sé qué haría con ellas. De repente, las mataría a
mordiscos, pero mi otra parte solo atina a darle una cachetada a cada una de
ellas.
En estos días, estoy sola. Papá ha
viajado a Portugal con unos amigos. Me distraigo leyendo libros. Me gusta la
literatura gótica. Sus personajes me encantan. Me siento una de ellas. Cuando
leo sobre licántropos, raza maldita que se mezcló con la nuestra, siento deseos
de rugir mi ira. Odio a los licans que es una especie deformada de los lobos.
También tengo desconfianza de los vampiros que
siempre asisten a las fiestas que suele dar mi padre, en busca de sangre. Yo pensé que habían
desaparecido. Los vampiros hombres a través del tiempo, se volvieron
inofensivos y perdieron todo su poder. En cambio, las vampiresas, todavía
existen y usan su belleza y sus encantos para atrapar a sus víctimas. Ya me he
enfrentado en varias oportunidades con ellas y no les tengo miedo.
Este mundo en el cual vivo está lleno
de “zooters”. Son seres humanos y animales a la vez. La mayoría son buenos. No
todos los que se transforman me caen bien. Por eso es que no siempre participo
directamente de aquellas reuniones. Me fascina la noche, el viento y el mar; a
veces, el silencio. Cuando estoy con la adrenalina, salgo del castillo sin que
me vean las personas de la servidumbre. Saltó al jardín y me pierdo en el
bosque, dejo que el viento acaricie mi cara, mi oído se afina más y más. Me voy
transformando poco a poco. No me doy cuenta que estoy desnuda y veo mi cuerpo
de marrón claro y plomo. Presiento que no necesito vestido y a veces, las ramas
castigan suavemente mis patas y mi cuerpo. Mis ojos se encienden y mi sangre se
calienta y quisiera tener cerca a Stephen Wolf, el amigo de mi padre, corriendo
a mi lado, revolcarnos en la arena, jugueteando con suaves mordiscos y
persiguiéndonos como lo que somos, como dos lobos: el lobo gris y yo, la hembra
bicolor de marrón y plomo, que no se
cansa de mirarlo y que siente toda su piel en la mía.
Una vez cerca a la playa, se
confunden nuestros aullidos con las olas del mar. Nuestras patas que corren por la orilla, sienten el
frío y la oscuridad como un regalo de la naturaleza. A lo lejos se escucha el
grito de los pescadores y la luna, guardiana de mis noches, sonríe plateada y se
pregunta una y otra vez porqué estoy sola; por qué no me atrevo a decirle a
Stephen que quiero caminar junto a él en las noches de luna llena. Que ya no
siento celos de sus hijas. Que quiero contarle la historia de mis padres y la
mía y que debemos ser uno. Quiero que sepa que todos estos días en estos seis
meses, he salido al balcón a preguntarle a la noche si lo había visto pasar. Si
en verdad existe o solo ha sido uno más de mis sueños en estas horas de
soledad, de amor y silencio en los que siempre me comporto… como una loba.
Eddy Gamarra Tirado
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