lunes, 9 de febrero de 2015

Capítulo 6
Como una loba

Han transcurrido seis meses desde aquella vez en que estuve cerca del amigo de mi padre. No lo puedo evitar, pero cada vez que lo veo, mi sangre se calienta. Necesito verlo, pero tengo un cierto resquemor. Deseo acercarme a él, y tengo miedo. Los celos cubren mi alma. Huelo su cuerpo y respiro todo su entorno familiar. Sé que no me pertenece, pero no puedo dominar mis sentimientos. Él es solo para mí y yo soy únicamente suya. Mi padre comentó que ha tenido varias hijas en diferentes mujeres. Esto ocurrió en Europa. Si no me equivoco, Barcelona, París y Roma. Es él la única persona que mis ojos han mirado y siento amor y odio porque ya posó sus ojos en otras mujeres. Si las viera de cerca, no sé qué  haría con ellas. De repente, las mataría a mordiscos, pero mi otra parte solo atina a darle una cachetada a cada una de ellas.

En estos días, estoy sola. Papá ha viajado a Portugal con unos amigos. Me distraigo leyendo libros. Me gusta la literatura gótica. Sus personajes me encantan. Me siento una de ellas. Cuando leo sobre licántropos, raza maldita que se mezcló con la nuestra, siento deseos de rugir mi ira. Odio a los licans que es una especie deformada de los lobos. También tengo desconfianza de los vampiros que  siempre asisten a las fiestas que suele dar mi padre,  en busca de sangre. Yo pensé que habían desaparecido. Los vampiros hombres a través del tiempo, se volvieron inofensivos y perdieron todo su poder. En cambio, las vampiresas, todavía existen y usan su belleza y sus encantos para atrapar a sus víctimas. Ya me he enfrentado en varias oportunidades con ellas y no les tengo miedo.

Este mundo en el cual vivo está lleno de “zooters”. Son seres humanos y animales a la vez. La mayoría son buenos. No todos los que se transforman me caen bien. Por eso es que no siempre participo directamente de aquellas reuniones. Me fascina la noche, el viento y el mar; a veces, el silencio. Cuando estoy con la adrenalina, salgo del castillo sin que me vean las personas de la servidumbre. Saltó al jardín y me pierdo en el bosque, dejo que el viento acaricie mi cara, mi oído se afina más y más. Me voy transformando poco a poco. No me doy cuenta que estoy desnuda y veo mi cuerpo de marrón claro y plomo. Presiento que no necesito vestido y a veces, las ramas castigan suavemente mis patas y mi cuerpo. Mis ojos se encienden y mi sangre se calienta y quisiera tener cerca a Stephen Wolf, el amigo de mi padre, corriendo a mi lado, revolcarnos en la arena, jugueteando con suaves mordiscos y persiguiéndonos como lo que somos, como dos lobos: el lobo gris y yo, la hembra bicolor de marrón y plomo,  que no se cansa de mirarlo y que siente toda su piel en la mía.

Una vez cerca a la playa, se confunden nuestros aullidos con las olas del mar. Nuestras  patas que corren por la orilla, sienten el frío y la oscuridad como un regalo de la naturaleza. A lo lejos se escucha el grito de los pescadores y la luna,  guardiana de mis noches, sonríe plateada y se pregunta una y otra vez porqué estoy sola; por qué no me atrevo a decirle a Stephen que quiero caminar junto a él en las noches de luna llena. Que ya no siento celos de sus hijas. Que quiero contarle la historia de mis padres y la mía y que debemos ser uno. Quiero que sepa que todos estos días en estos seis meses, he salido al balcón a preguntarle a la noche si lo había visto pasar. Si en verdad existe o solo ha sido uno más de mis sueños en estas horas de soledad, de amor y silencio en los que siempre me comporto… como una loba.


Eddy Gamarra Tirado

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