Capítulo 8
Jorginho
Después de
mucho tiempo encontré a Jorginho. ÉL era un trotamundos. Por los amigos sabía
que estaba en Holanda, Portugal, por Marruecos, Sierra Leona, Sudáfrica y
Brasil. Cuando era joven, enseñaba Biología, en la Universidad. Era un experto
en disecar animales, sobre todo, sapos, hasta que se dio cuenta que era un “zooter” y se hizo
amigo de una rana, bueno, de un francés que se convertía en rana. En un
principio, pensaba que era croata por las voces que emitía Ben, pero después
aceptó que era un galo que amaba las matemáticas y fanático del autor del libro El hombre que calculaba.
Dejó la
Universidad y se dedicó a la fotografía. Viajó a Europa, África. Como Jorginho
amaba las piedras preciosas, terminó por Sierra Leona dedicándose a la compra y
venta de diamantes. Este negocio le rindió buenos dividendos y en aquel lugar
conoció a varias mujeres y en especial a una de ellas que era diferente a las
demás. Por cierto ella había nacido en el pueblo Saharawi y tenía un rostro que
irradiaba pureza y misterio. Ni qué decir de sus bellos ojos negros que
“hablaban” por ella misma que apenas profería palabras. Esta bellísima mujer
puso de vuelta y media a Jorginho y producto de sus amores, nació una bella
niña con los mismos ojos de la madre y un rostro extraño.
Jorginho no
sabía si la hija africana tenía las mismas características que él. Tuvo la
certeza cuando ella, al año de nacida, mientras su madre se fue al mercado, se
fue transformando en una bella lobita que se acurrucaba al lado de su padre.
Jorginho se preocupó de este hecho. Nunca le contó a su mujer que él era un
“zooter”, es decir, un hombre que se podía convertir en animal. Para Jorginho, no
era ningún peligro. Sin embargo, la madre de la criatura podría pensar
distinto. Él tenía este gran problema con la niña porque era tan pequeña que no
sabía el momento adecuado para convertirse en…una loba.
Había
problemas en Sierra Leona y tuvieron que viajar a Marruecos con la hermana que
trabajaba con ella. Allí las cosas estaban muy difíciles. Jorginho le propuso a
su mujer, que se llamaba Azahar, viajar al Perú, pero ella que estaba
identificada con la liberación de su pueblo, le rogó se llevara a la niña para el Perú y que cuando se produzca la
ansiada liberación, ella viajaría a encontrarse con ellos. Nunca regresó.
Jorginho
había hecho fortuna y mandó construir un castillo en el lugar donde se reunían
los zooters. Siempre realizaba reuniones e invitaba a sus amigos que tenían las
mismas características que él. En aquel palacio vivió con su hija y cuando
viajaba por el mundo, la dejaba a cargo de sus familiares, para que nada le
faltara y se educara en los mejores colegios y universidades.
Fue así que
Yasmina creció, estudió y se interesó por la Educación y la biología, como su
padre, tratando de explicarse su doble vida, de zooter, en la que muchas veces,
en las terrazas, observaba el mar, convertida en una hermosa loba.
Cada vez
que mi amigo viajaba, me traía un regalo. Esta vez, me trajo unos zuecos
holandeses que hasta me daba pena usarlos porque eran bellísimos. En varias
oportunidades, cuando venía de Europa o África, me invitaba a su castillo que
era tan amplio y conversábamos de los buenos tiempos. Me contó que tenía una
hija que había nacido en un lugar de África y que vivía en el castillo, pero
que era muy reservada. Nunca me comentó que él era zooter, porque yo presentía
que todos los que asistían a las reuniones, lo eran. En aquellas conversaciones,
me manifestó que entre los zooters, había un grupo de asesinos que estaban
protegidos por seres influyentes de la comunidad pero que no sabían de sus
maldades. Trabajaban como guardaespaldas. Aparentemente, inofensivos, pero muy
peligrosos. Cada uno de ellos llevaba una cruz, para convencer a sus jefes,
pero no eran religiosos, porque esa cruz que llevaban fuera de la camisa era
para protegerse de las vampiresas, sus enemigas de siempre.
Jorginho
tenía que soportar su presencia, debido a la compañía del Obispo de Canterbury
a quien acompañaban siempre. Sin embargo, uno de estos maléficos personajes,
que aprovechando la cantidad de gentes que estaban en el castillo, subió las
escaleras que daban a los aposentos de su hija. Ben que se había convertido en
una rana, cuidaba aquellos lugares y comunicó rápidamente a los amigos de
Jorginho, que subimos y expulsamos a ese ser que obligó al obispo a retirarse
del castillo con todo su séquito. El religioso era una persona asequible,
bonachona, pero sus múltiples ocupaciones no le permitían darse cuenta de
quiénes estaban a su alrededor y qué daño cometían contra los demás.
Eddy
Gamarra Tirado
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