lunes, 9 de febrero de 2015

Capítulo 8
Jorginho

Después de mucho tiempo encontré a Jorginho. ÉL era un trotamundos. Por los amigos sabía que estaba en Holanda, Portugal, por Marruecos, Sierra Leona, Sudáfrica y Brasil. Cuando era joven, enseñaba Biología, en la Universidad. Era un experto en disecar animales, sobre todo, sapos, hasta que  se dio cuenta que era un “zooter” y se hizo amigo de una rana, bueno, de un francés que se convertía en rana. En un principio, pensaba que era croata por las voces que emitía Ben, pero después aceptó que era un galo que amaba las matemáticas y fanático del autor del libro El hombre que calculaba.

Dejó la Universidad y se dedicó a la fotografía. Viajó a Europa, África. Como Jorginho amaba las piedras preciosas, terminó por Sierra Leona dedicándose a la compra y venta de diamantes. Este negocio le rindió buenos dividendos y en aquel lugar conoció a varias mujeres y en especial a una de ellas que era diferente a las demás. Por cierto ella había nacido en el pueblo Saharawi y tenía un rostro que irradiaba pureza y misterio. Ni qué decir de sus bellos ojos negros que “hablaban” por ella misma que apenas profería palabras. Esta bellísima mujer puso de vuelta y media a Jorginho y producto de sus amores, nació una bella niña con los mismos ojos de la madre y un rostro extraño.

Jorginho no sabía si la hija africana tenía las mismas características que él. Tuvo la certeza cuando ella, al año de nacida, mientras su madre se fue al mercado, se fue transformando en una bella lobita que se acurrucaba al lado de su padre. Jorginho se preocupó de este hecho. Nunca le contó a su mujer que él era un “zooter”, es decir, un hombre que se podía convertir en animal. Para Jorginho, no era ningún peligro. Sin embargo, la madre de la criatura podría pensar distinto. Él tenía este gran problema con la niña porque era tan pequeña que no sabía el momento adecuado para convertirse en…una loba.
Había problemas en Sierra Leona y tuvieron que viajar a Marruecos con la hermana que trabajaba con ella. Allí las cosas estaban muy difíciles. Jorginho le propuso a su mujer, que se llamaba Azahar, viajar al Perú, pero ella que estaba identificada con la liberación de su pueblo, le rogó se llevara a la niña  para el Perú y que cuando se produzca la ansiada liberación, ella viajaría a encontrarse con ellos. Nunca regresó.

Jorginho había hecho fortuna y mandó construir un castillo en el lugar donde se reunían los zooters. Siempre realizaba reuniones e invitaba a sus amigos que tenían las mismas características que él. En aquel palacio vivió con su hija y cuando viajaba por el mundo, la dejaba a cargo de sus familiares, para que nada le faltara y se educara en los mejores colegios y universidades.

Fue así que Yasmina creció, estudió y se interesó por la Educación y la biología, como su padre, tratando de explicarse su doble vida, de zooter, en la que muchas veces, en las terrazas, observaba el mar, convertida en una hermosa loba.

Cada vez que mi amigo viajaba, me traía un regalo. Esta vez, me trajo unos zuecos holandeses que hasta me daba pena usarlos porque eran bellísimos. En varias oportunidades, cuando venía de Europa o África, me invitaba a su castillo que era tan amplio y conversábamos de los buenos tiempos. Me contó que tenía una hija que había nacido en un lugar de África y que vivía en el castillo, pero que era muy reservada. Nunca me comentó que él era zooter, porque yo presentía que todos los que asistían a las reuniones, lo eran. En aquellas conversaciones, me manifestó que entre los zooters, había un grupo de asesinos que estaban protegidos por seres influyentes de la comunidad pero que no sabían de sus maldades. Trabajaban como guardaespaldas. Aparentemente, inofensivos, pero muy peligrosos. Cada uno de ellos llevaba una cruz, para convencer a sus jefes, pero no eran religiosos, porque esa cruz que llevaban fuera de la camisa era para protegerse de las vampiresas, sus enemigas de siempre.

Jorginho tenía que soportar su presencia, debido a la compañía del Obispo de Canterbury a quien acompañaban siempre. Sin embargo, uno de estos maléficos personajes, que aprovechando la cantidad de gentes que estaban en el castillo, subió las escaleras que daban a los aposentos de su hija. Ben que se había convertido en una rana, cuidaba aquellos lugares y comunicó rápidamente a los amigos de Jorginho, que subimos y expulsamos a ese ser que obligó al obispo a retirarse del castillo con todo su séquito. El religioso era una persona asequible, bonachona, pero sus múltiples ocupaciones no le permitían darse cuenta de quiénes estaban a su alrededor y qué daño cometían contra los demás.


Eddy Gamarra Tirado

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