martes, 24 de febrero de 2015

Capítulo 16
Una noche en la laguna azul

El diario donde yo trabajaba,  me envió a una ciudad de la selva peruana. Tenía que cubrir toda la información sobre un famoso Director de cine italiano,  que estaba interesado en realizar una película fantástica sobre los demonios de la selva. Los habitantes  de aquel lugar afirmaban haber visto a maléficos demonios que se llevaban a las personas cuando estaban solas. Es por eso, que los nativos caminaban de a dos o en grupos. Un tema interesante para escribir un guion apropiado y planificar la película.

Todo el equipo del italiano alquiló el hotel cinco estrellas del lugar. La laguna azul estaba cerca del hotel y los periodistas nos ubicamos en una hostal cerca a la laguna. Fuimos invitados a una cena que daba el cineasta a las ocho de la noche. Era las siete y faltaba una hora para asistir a la cena. A pesar de las advertencias de los lugareños de no acercarnos solos a la laguna, me atreví a pasearme por el pequeño muelle y mirar el reflejo de la luna. En verdad, el paisaje estaba  simple y llanamente maravilloso. Un lugar de ensueño que sentía que no lo iba a olvidar jamás.

La noche estaba fresca. No había nadie. Solo la laguna y yo. Bueno, eso pensé. De pronto vi dos lucecitas como si fuera de bengala, aquellas luces que los niños suelen encender en noches de navidad. Estas lucecitas se acercaban cada vez más y parecía que hubieran salido del fondo de la laguna azul y venían en dirección. A mis oídos, llegaba  el sonido de una cajita musical que era agradable. Cuando estuvieron más cerca, observé sorprendido y maravillado que cada lucecita rodeaba a un ser pequeñito. Los rostros de estas dos haditas reflejaban alegría, bondad, belleza y amistad. Ambas jugueteaban por mi cabeza y se alejaban o desaparecían y volvían a aparecer. ¡Era un espectáculo maravilloso!...No sé si estaba soñando o estaba ebrio. No había tomado una sola copa de licor. Allí estaban las hadas de mi buena suerte. Las veía tan dulces, tan frágiles. Y eran reales en este mundo de ficción donde yo me desarrollaba. Me sentía tan feliz y recordaba mi niñez donde había visto a Peter Pan y el hada campanita a través de la ventana de mi casa, a pesar de la lluvia, a pesar del silencio.

Esta alegría no iba a durar mucho porque de un momento a otro, las haditas quedaron suspendidas en el aire, con un rostro de terror, que yo no podía entender. Sentía como si un ser maléfico las hubiera detenido con sus poderes y nada su pudiera hacer. Eso no es todo. Yo no podía explicar que estaba sucediendo. Estas luces mágicas estaban petrificadas. Yo empezaba a dudar si en verdad estaba soñando o estaba despierto. Lo cierto es que de las aguas de aquella laguna encantada, apareció una boa gigantesca como la anaconda de la película y me dijo:

-        -  ¿Cómo te atreves a violar el espacio de mis dominios?
-       -  La laguna es libre- le contesté un poco asustado.
-        - Nadie camina por estos lugares porque el castigo es la muerte.
-      -   ¿Quién eres?-le pregunté osado mientras trataba de sacar fuerzas de mi espíritu de lobo.
-        - Yo soy el guardián de la laguna y estas hadas son mis esclavas,  como todos los seres que habitan esta selva.
-       -  Nadie es esclavo de nadie-le espeté con furia.
-         -Tú serás también mi esclavo si no contestas una pregunta.

Estaba asustado, pero no iba a permitir que dañara a estas haditas.
-        - Si resuelvo tus preguntas, me llevo a las hadas-le advertí muy decidido.
-      -Todos los humanos que intentaron resolver mi pregunta, se equivocaron y  murieron bajo mis fauces-me contestó con un dejo de burla y abrió sus fauces.

Solo me quedaba una salida. O me convertía en lobo y huía de aquel lugar,  o tenía que contestar esa pregunta que no tenía idea de qué se trataba. Miré el cielo que estaba rojizo y pedía a San Patricio que me ayudara a salir de esta situación. Mi oído se aguzó. Leí la mente de este monstruo del averno y antes de que me preguntara ya sabía la respuesta. Seguro que lo leí en algún libro de mi biblioteca y todavía recordaba los otros nombres de Satanás. Cuando pronuncié el último nombre, la boa gigantesca desapareció y de un momento a otro, las dos haditas, empezaron a moverse y se acercaron a mí con su sonido de cajita musical. Ghara y Harally eran sus nombres.

Vivieron mucho tiempo en la laguna azul desde que murieron sus padres, quienes fueron muertos por este demonio de la laguna,  que fue creciendo a medida que crece la maldad de las personas. Como nadie se acercaba a la laguna de noche por temor a ser devoradas por el demonio que habitaba allí, ellas salían a juguetear y alimentarse del polen de las flores y el aire. Después de algunas horas, regresaban al fondo de la laguna para servir al malvado guardián. Sin embargo, me contaron que yo había resuelto la pregunta y ellas ya no serían más sus esclavas. Me rogaron que las llevara lejos de aquel lugar bello y de muerte.

Yo no sabía si era necesario que vivieran en otra laguna, porque donde yo vivía, no había ninguna laguna cercana. Solamente el mar, y los árboles y jardines que abundaban en la Comunidad de San Patricio. Les bastaba el aire y las flores para poder vivir. Sus armas de defensa era un polvillo amarillo que los enemigos o personas malvadas no pueden soportar. Además desaparecen con facilidad.

Ellas se convirtieron en mis mejores guardianas. Mis hijas estaban enteradas y se dedicaron a cultivar hermosas flores para mantener contentas a estas dos lucecitas que el cielo me regaló.


                                                                                                        Eddy Gamarra Tirado

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