Capítulo 16
Una noche en la laguna azul
El diario donde yo trabajaba, me envió a una ciudad de la selva peruana.
Tenía que cubrir toda la información sobre un famoso Director de cine
italiano, que estaba interesado en
realizar una película fantástica sobre los demonios de la selva. Los habitantes de aquel lugar afirmaban haber visto a
maléficos demonios que se llevaban a las personas cuando estaban solas. Es por
eso, que los nativos caminaban de a dos o en grupos. Un tema interesante para
escribir un guion apropiado y planificar la película.
Todo el equipo del italiano alquiló
el hotel cinco estrellas del lugar. La laguna azul estaba cerca del hotel y los
periodistas nos ubicamos en una hostal cerca a la laguna. Fuimos invitados a
una cena que daba el cineasta a las ocho de la noche. Era las siete y faltaba
una hora para asistir a la cena. A pesar de las advertencias de los lugareños
de no acercarnos solos a la laguna, me atreví a pasearme por el pequeño muelle
y mirar el reflejo de la luna. En verdad, el paisaje estaba simple y llanamente maravilloso. Un lugar de
ensueño que sentía que no lo iba a olvidar jamás.
La noche estaba fresca. No había
nadie. Solo la laguna y yo. Bueno, eso pensé. De pronto vi dos lucecitas como
si fuera de bengala, aquellas luces que los niños suelen encender en noches de
navidad. Estas lucecitas se acercaban cada vez más y parecía que hubieran
salido del fondo de la laguna azul y venían en dirección. A mis oídos,
llegaba el sonido de una cajita musical
que era agradable. Cuando estuvieron más cerca, observé sorprendido y
maravillado que cada lucecita rodeaba a un ser pequeñito. Los rostros de estas
dos haditas reflejaban alegría, bondad, belleza y amistad. Ambas jugueteaban
por mi cabeza y se alejaban o desaparecían y volvían a aparecer. ¡Era un
espectáculo maravilloso!...No sé si estaba soñando o estaba ebrio. No había
tomado una sola copa de licor. Allí estaban las hadas de mi buena suerte. Las
veía tan dulces, tan frágiles. Y eran reales en este mundo de ficción donde yo
me desarrollaba. Me sentía tan feliz y recordaba mi niñez donde había visto a
Peter Pan y el hada campanita a través de la ventana de mi casa, a pesar de la
lluvia, a pesar del silencio.
Esta alegría no iba a durar mucho
porque de un momento a otro, las haditas quedaron suspendidas en el aire, con un
rostro de terror, que yo no podía entender. Sentía como si un ser maléfico las
hubiera detenido con sus poderes y nada su pudiera hacer. Eso no es todo. Yo no
podía explicar que estaba sucediendo. Estas luces mágicas estaban petrificadas.
Yo empezaba a dudar si en verdad estaba soñando o estaba despierto. Lo cierto
es que de las aguas de aquella laguna encantada, apareció una boa gigantesca
como la anaconda de la película y me dijo:
- - ¿Cómo te atreves a violar el espacio de mis dominios?
- - La laguna es libre- le contesté un poco asustado.
- - Nadie camina por estos lugares porque el castigo es la
muerte.
- - ¿Quién eres?-le pregunté osado mientras trataba de
sacar fuerzas de mi espíritu de lobo.
- - Yo soy el guardián de la laguna y estas hadas son mis
esclavas, como todos los seres que
habitan esta selva.
- - Nadie es esclavo de nadie-le espeté con furia.
- -Tú serás también mi esclavo si no contestas una
pregunta.
Estaba
asustado, pero no iba a permitir que dañara a estas haditas.
- - Si resuelvo tus preguntas, me llevo a las hadas-le
advertí muy decidido.
- -Todos los humanos que intentaron resolver mi pregunta,
se equivocaron y murieron bajo mis
fauces-me contestó con un dejo de burla y abrió sus fauces.
Solo me
quedaba una salida. O me convertía en lobo y huía de aquel lugar, o tenía que contestar esa pregunta que no
tenía idea de qué se trataba. Miré el cielo que estaba rojizo y pedía a San
Patricio que me ayudara a salir de esta situación. Mi oído se aguzó. Leí la
mente de este monstruo del averno y antes de que me preguntara ya sabía la
respuesta. Seguro que lo leí en algún libro de mi biblioteca y todavía
recordaba los otros nombres de Satanás. Cuando pronuncié el último nombre, la
boa gigantesca desapareció y de un momento a otro, las dos haditas, empezaron a
moverse y se acercaron a mí con su sonido de cajita musical. Ghara y Harally eran sus nombres.
Vivieron mucho tiempo en la laguna
azul desde que murieron sus padres, quienes fueron muertos por este demonio de
la laguna, que fue creciendo a medida
que crece la maldad de las personas. Como nadie se acercaba a la laguna de
noche por temor a ser devoradas por el demonio que habitaba allí, ellas salían
a juguetear y alimentarse del polen de las flores y el aire. Después de algunas
horas, regresaban al fondo de la laguna para servir al malvado guardián. Sin
embargo, me contaron que yo había resuelto la pregunta y ellas ya no serían más
sus esclavas. Me rogaron que las llevara lejos de aquel lugar bello y de
muerte.
Yo no sabía si era necesario que
vivieran en otra laguna, porque donde yo vivía, no había ninguna laguna
cercana. Solamente el mar, y los árboles y jardines que abundaban en la
Comunidad de San Patricio. Les bastaba el aire y las flores para poder vivir.
Sus armas de defensa era un polvillo amarillo que los enemigos o personas
malvadas no pueden soportar. Además desaparecen con facilidad.
Ellas se convirtieron en mis
mejores guardianas. Mis hijas estaban enteradas y se dedicaron a cultivar hermosas
flores para mantener contentas a estas dos lucecitas que el cielo me regaló.
Eddy Gamarra Tirado
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