Capítulo 7
Salema aleikun…Aleikun salema
Cuando
nació Sandra, una de mis hijas, yo vivía en España y trabajaba en un pequeño
periódico. Se presentó la oportunidad para viajar a Marruecos y cubrir las
noticias sobre el pueblo Saharawi. Pensé que era un trabajo sencillo, pero no
fue así. Se ejercía mucha violencia sobre los habitantes que vivían en carpas,
hacinados. Los niños sufrían demasiado y no había ayuda de otros pueblos. Era
un caos. El ejército marroquí no veía con buenos ojos a los periodistas de
diferentes partes del mundo. No permitían que nosotros estableciéramos diálogo
con la población saharawi. Si un periodista se acercaba demasiado a entrevistar
a las mujeres, los resultados no eran halagüeños. En algunos casos éramos
golpeados por soldados vestidos de civil. Una mañana, mientras filmábamos a los
niños que no tenían qué comer, bajaron de un auto y lanzaron bombas
lacrimógenas. La gente huyó, los periodistas también. Alguien me golpeó con un
palo y después no recordaba nada hasta que cuando abrí los ojos, otros tantos
me observaban. Un par de ojos negros, me miraban en silencio y cuando la miré
me dijo “Salema aleikun”, y me ofrecía té. Parece que había estado varios días
en las carpas de los amigos saharawi. Me lo dijo la buena mujer en un castellano
perfecto. Le agradecía a la mujer de todo corazón. De pronto, sacó una
fotografía y me la mostró. Me quedé sorprendido cuando la fotografía presentaba
a dos personajes: mi amigo Jorginho; el otro era yo. Estábamos en el Cusco, en
la Plaza de Armas. La mujer Saharawi, me contó que conocía al vendedor de
diamantes desde hace varios años, cuando ella vivía con su hermana en Sierra
Leona. Se enamoraron y tuvieron una hija que residía en el Perú con su padre.
Ella no pudo salir de África porque todos sus familiares vivían juntos y tenían
que enfrentarse al enemigo. Sin embargo, permitió que la niña viajara con su
padre porque en aquel lugar no había oportunidad de salir con vida. Ella
debería tener diecisiete años. Si yo pudiera viajar al Perú, me rogó que le
entregara un camafeo, en cuyo interior estaba la fotografía de la madre y la
hija.
Cuando los
cascos azules nos rescataron, me propuse entregar ese camafeo a la hija de
Jorginho. No conocía el nuevo domicilio de mi amigo, pero lo busqué mucho tiempo.
Parecía que la tierra se lo hubiera tragado, hasta que logré ubicarlo. Él vivía
con su joven hija. Su nombre era Yasmina.
Sandra iba
a estudiar en la Universidad complutense Danza contemporánea y Nicole estaba en
París estudiando Literatura francesa. La mayor, Antonella, estudiaba en Roma, Arquitectura
medieval y Simbología. Ellas eran mis hijas, que a pesar de ser hijas de
diferentes madres, se querían mucho. Me hubiera gustado que ellas estuvieran
juntas conmigo, pero las mamás no estaban de acuerdo. Solo esperaba su mayoría
de edad para que pudieran conocer mi país. ¡Aleikun Salema!
Eddy
Gamarra Tirado
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