(13)
En el mundo de Tatán
Cuantas veces leemos en los diarios
acerca de las fechorías de los delincuentes. Allí nos enteramos sobre los
nombres, chapas, motes o alias de estas personas. S i no tienen alias, la
policía “los bautiza”. Es la página policial la que se encarga de darles
“fama”.
También escuchamos estos nombres en la televisión.Uno de los apodos
preferidos por ellos es “loco”, y entre ellos se hicieron muy conocidos en el
mundo delictivo el “loco” Cánepa, el “loco” Perochena, quien se ha dedicado a
predicar la palabra de Dios, según los diarios y la televisión. El “loco” Darwin
que ha introducido como tantos otros, el sicariato y el mundo de los “Marcas”
También se está usando el término de “Cholo” como el tristemente célebre
“Cholo” Jacinto.
Las páginas policiales se ocupaban
de algunos personajes abominables como el tal “Pichuzo” o “Chalaquito”. Algunos
fueron llevados al cine como “El monstruo de Armendáriz”, cuya culpabilidad
todavía es materia de discusión y estudio. Otro de estos personajes es “La
Gringa”, etc.
En la literatura, tenemos un cuento
escrito por Ciro Alegría, el autor de El
mundo es ancho y ajeno. Alegría estuvo en prisión en la penitenciaría de
Lima por causas políticas. Allí conoció
a un mulato de Malambo que por ser hombre de pelea, recibía el nombre de
“Faite” (del inglés fighter, que significa peleador) . “Carita” era su
nombre, uno de los protagonistas del
famoso duelo protagonizado entre Carita
y Tirifilo, dos personajes del hampa limeña. Ambos pertenecían al barrio de
Malambo. El duelo fue a la criolla, es decir, usaron chavetas, “con la cual se
dan tajos los pelanderos del pueblo costeño del Perú”. Esta historia narrada
por el único sobreviviente inspiró al escritor liberteño el cuento Duelo de caballeros. Dejemos a Ciro
Alegría, que lo conoció personalmente,
para que nos describa a este peleador: Era más alto que bajo, de
contextura recia; usaba zapatos de tacón alto, a la andaluza…en su cara cetrina
y alargada, un tanto caballuna, la boca prominente lucía una gran cicatriz. La
nariz era ancha y de trazo enérgico; los ojos oscuros se movían ágiles, pero a
ratos adquirían la fijeza de los de una fiera en acecho…Corría el año 32 y
“Carita” hacía gestiones para el indulto ofreciendo a cambio, “sus servicios”
como guardaespaldas de Sánchez Cerro. Era respetado por los guardas y admirado
por los delincuentes.
En el barrio de Malambo, un negro
llamado “Tirifilo”, el más temido de todos, cuyo oficio de ladrón iba
acompañado con el hábil manejo de la chaveta, además de sus condiciones
físicas. Medía como dos metros y era flaco, ágil y de brazos largos. Era el amo
del hampa negra y mulata de Malambo. Los chaveteros lo respetaban y él quería
realizar un negocio con” carita” quien era llamado así por la expresión juvenil
de su rostro. Este tenía aproximadamente 21 años y era bueno con los puños y el
manejo de la filuda chaveta, además de guitarrista, chupacaña, burdelero y
cantor. Los faites jóvenes era partidarios de “Carita” y se comentaba que este
era capaz de enfrentarse al temible “Tirifilo”, aunque pocos, se atreverían a
afirmar que lo vencería.
La ocasión llegó cuando ”Tirifilo”
buscaba a “Carita” para un robo. La madre del muchacho se opuso. “Tirifilo” la
insultó en tal forma que todos se enteraran. Cuando “Carita” supo lo del
insulto a su madre, fue a retarlo para pelear en la noche en el “Jato del
tajamar”. Cada uno llevó a su barra. La pelea fue difícil, sangrienta, por los
cortes recibidos por ambos adversarios, pero solo uno quedó vivo”.
Valses, marineras, cantaron la
hazaña. “Carita” se lo contó a Ciro Alegría y él nos invita a leer este cuento
de la vida real. No sé cuál fue el nombre de los dos. Solo sé que se llamaban
“Carita “ y “Tirifilo” .Después que “Carita” salió de prisión, fue atropellado
por un camión que le ocasionó la muerte.
Hace algunas décadas escuchamos
contar sobre “La Rayo”, “el Guta”, “La Gringa” y “Tatán”. Ernesto Jaramillo
Arteaga, es decir, “El Guta”, era un moreno rumboso que manejaba las patadas y
los cabezazos como ninguno. Incursionaba en las cantinas chalacas donde “Nadie
la paraba el pleito”. Este delincuente fue quien inicia a “Tatán” en los
primeros ”trabajos” con singular éxito.
“Tatán”, cuyo verdadero nombre era
Luis D´Unián Dulanto, hijo de un descendiente de inmigrantes franceses y una
bella limeña, nació y vivió en la segunda cuadra del jirón de Las Carrozas, en
Barrios Altos. Alternaba el fútbol, que lo jugaba muy bien con los primeros
delitos. Hábil para pelear y ágil para
trepar y robar. Escalaba residencias. Vestía elegantemente. Dicen que no bebía
ni fumaba. No usaba drogas. Se convirtió en el delincuente más famoso de Lima.
Era diferente a los demás. A los tres años de edad, mientras jugaba con su palo
de escoba decía “Yo soy Tatán…soy Tatán” mientras se golpeaba el pecho imitando
a Tarzán, el protagonista de las más famosas novelas de Edgar Rice Burroughs.
El apodo le fue impuesto por su familia. Este nombre lo acompañó hasta aquel
día en que fue muerto de una cuchillada por un asesino llamado “La China”.
Antes de cumplirse un año de la muerte de “Tatán”, su lugarteniente, “El
Gavilán”, vengó la muerte de su jefe, asestándole dieciocho cuchilladas a “La
China”.
En estos años la delincuencia ha
crecido. Cuando se realizan las peleas entre delincuentes, ya no existen
peleas “a la antigua” donde el oponente
que estaba en el suelo podía levantarse porque no iba a ser atacado. La canción
latinoamericana que dice “Cómo cambian los tiempos Venancio, qué te parece”,
refleja muchas cosas. Ya no existen las chavetas ni los puños. Las pandillas
integradas por jóvenes y adolescentes usan palos, piedras, machetes, y a veces
pistolas. Los secuestradores tienen metralletas, granadas, armas de guerra que
las consiguen en el mercado negro. Los apodos van cambiando. Ahora se habla de
“Marcas” y hasta los pandilleros jóvenes empiezan a imitar a los temibles
“Maras” de El Salvador.
Los narcotraficantes llevan también
sus apodos que los diarios o la televisión se encargan de hacerlos más
conocidos. Dos de los más famosos son “Mosca loca” y “El padrino” , quienes
tuvieron mucho poder que llegó a inmiscuirse hasta en las instituciones
policiales, pero ninguno de ellos alcanzó la fama del “DOC”, Vladimiro
Montesinos, quien se “compraba”, periodistas, políticos, militares, jueces, empresarios de radio y televisión y
muchos otros para que cumplan sus órdenes. En el caso del terrorismo, también
se usaba los sobrenombres como “El camarada Artemio”, entre los últimos
atrapados. Igualmente, los nombres de “combate” de policías y militares en la
guerra antiterrorista como el famoso comandante “Camión”.
Los escritores han dejado testimonio
literario sobre la realidad carcelaria que la vivieron en carne propia. Así tenemos El sexto de José
María Arguedas Altamirano; La prisión de
Gustavo Valcárcel; Hombres y rejas
de Juan Seoane; Complot de Genaro
Ledesma Izquieta; Lurigancho del Dr.
Estremadoyro. Estos libros en el Perú, pero hay otros libros escritos en otros
países como La casa de los muertos
de Fedor Dostoievski, el escritor ruso; La
isla de los hombres solos del escritor costarricense José León Sánchez; Papillon- que en francés significa
“mariposa”- del escritor Henri Charriere; Archipiélago
Gulag del escritor ruso Alexsandr Solzhenitsyn; Mis prisiones de Silvio Pellico.
En otros países encontramos
personajes que colaboraron con los nazis. Algunos de ellos fueron juzgados porque
en transmisiones radiales buscaban desmoralizar a las tropas. Así tenemos al
inglés ”Lord Haw Haw”, cuyo nombre era William Joyce; Toguri d´A quino,
conocida como “Rosa de Tokio”; Mildred Gillas, llamada “Sally del eje”.
Es todo un mundo el de los nombres
dados por circunstancias malvadas, bondadosas, religiosas, artísticas,
deportistas, delincuenciales, etc. Uno
de los más repugnantes maniaco sexuales, el alemán Peter Kurten, conocido como
“ El vampiro de Dusseldorf”; la pareja formada por Raymond Fernández y Martha
Beck conocidos como “Corazones solitarios”, quienes mataban a mujeres sin
compañía. La fama nefasta de estos personajes se extendió por toda la tierra a
través de los medios de comunicación.
En el mundo de los procesos
polémicos, ocupa los primeros lugares “El bandido de la luz roja”, nombre con
el que conocían a Caryl Chessman como culpable de una serie de delitos.
Chessman se hizo famoso por su defensa ante los tribunales y por sus novelas.
Condenado a muerte en julio de 1948 por los tribunales de California bajo
acusación de diecisiete delitos de robo, violación y rapto.
Fue ejecutado en la silla eléctrica
de la prisión de San Quintín. La razón de su fama radica en la lucha que libró
para salvar su vida. Estudió en la cárcel y se hizo experto en Derecho. Él
mismo preparó sus alegatos. Aprendió francés y castellano y uno de sus libros Celda 2455 se convirtió en best seller mundial. Pocas dudas caben si fue o no el
bandido de la luz roja .La condena a muerte estuvo basada en la “Ley Lindbergh” que estableció la pena de
muerte para los autores de rapto, a raíz del secuestro y asesinato del pequeño
hijo del aviador norteamericano. Caryl
Chessman nunca mató.
En el mundo de los pistoleros
americanos, tuvimos a “Billy the Kid” (1859-1881)-Billy el niño-Cuatro años
fueron suficientes para convertirse en Lincoln, su tierra adoptiva, en uno de
los más temidos pistoleros del oeste. Solo tenía 21 años, cuando murió. Su primera muerte la realizó a
los catorce años. Su verdadero nombre era WILLIAM HENRY BONNEY, y nació en
Nueva York. Fue su amigo Pat Garret,
Sherif de Lincoln County, quien lo mató. Doce horas yacía Billy The Kid
en una polvorienta calleja de aquel pueblo moribundo, y sin ayuda de nadie,
para curarlo o terminar con su larga agonía. Fue enterrado en una fosa sin
nombre en el cementerio de la localidad.
KEVIN MITNICK, 31 años y experto
hacker informático, es decir, pirata cibernético, quien a los dieciséis años
entraba en la computadora de su institución. Después, se introdujo en la computadora
de la Universidad. Le dieron medio año
de condena. Cuando salió de prisión, se convirtió en la pesadilla de la
Compañía Telefónica Bell Labs.
Fue capturado por Tsumoto
Shimomura. En la Internet se le conoce como EL CÓNDOR. Según los que lo bautizaron
con ese nombre, fue por su vista certera para quebrantar las claves de acceso
más difíciles. Los peruanos sabemos que esa característica corresponde más al
águila que al cóndor. Aquí le llamamos “Cóndor” a una persona porque es
afroamericana o tiene la nariz pronunciada, que recuerda al simpático personaje
de los chistes chilenos , llamado
CONDORITO o porque es valiente, majestuoso o tiene la vista torcida como la de
un futbolista que le llamaban “Cóndor” y que alguna vez integró la selección
peruana de fútbol. Cuando estaba frente al arco, su vista apuntaba fuera del
arco, pateaba y…nada.
que buena informacion, muy buen trabajo.
ResponderEliminar