Capítulo 40
El matrimonio de Ludwig
Había transcurrido tres meses de
la fuga de los licans de San Patricio. Los Dinos estaban organizados en caso de
algún ataque de Varko y sus secuaces. Anulia y las otras serpientes estaban
vigiladas. Lurok, el tejón estaba prohibido de acercarse a sus entrañables
amigas ofídicas, debido a su actividad característica de soplón. Elisabetta y
sus amigas eran las encargadas en la noche y las brujitas, lo hacían de día.
Anacé estaba desesperada y Asteris depresiva. Cuando escuchaban la campanita de
las haditas, rogaban a sus ancestros no permitieran que Ghara y Harally les
lanzaran su polvillo que escocía sus pieles todo el día.
Las visitas de Ludwig a Marietta
eran constantes. Los dos estaban profundamente enamorados y era momento de
hablar con el Auditor Mayor del Reino para que diera permiso para la boda en la
Comunidad. El conde Hectorius aceptó . Jorginho sería el Padrino y la madre de
Marietta, la madrina. El matrimonio sería civil como acordaron los novios y se
realizaría en uno de los amplios ambientes del castillo de Jorginho. Ludwig no
quiso que el Obispo lo casara porque protegió al malvado Varul. No serían
invitados ni el Obispo ni sus asesores. Tampoco las serpientes ni Lurok. Se
redoblaría la guardia con el equipo de seguridad de los simios que estaban
realizando un buen trabajo. La vieja cigüeña y los patos fueron invitados
también. Las jóvenes gaviotas y todas las aves buenas del reino estarían
presentes en el matrimonio. Los invitados especiales como el Tío Ben, el conde
Nolberto, Hectorius, Don Juan de Aviraneta, Simonal, Lapitt de Sajonia y las damas como Lynn de Marec, Doña Irascema
do Bahía, la Marquesa de Castelforte, Caterina de Montebianco y muchas
invitadas de alcurnia que frecuentaban los predios del Conde Jorginho.
Yasmina, Nicole, Sandra y
Antonella y cuatro campesinas amigas de Marietta, serían las damitas de honor.
El marqués Ludwig contrató al coro de Los Gallos Cantores de Sandia para que
interpretaran algunas canciones de amor. Don Juan de Aviraneta ofreció el
buffet para su amigo Ludwig y el Tío Ben traería los vinos que los había estado
guardando para una ocasión especial. Yo contraté una orquesta que me recomendó el conde
Hectorius y Yasmina y mis hijas se encargarían de embellecer el lugar.
Toda la aldea fue invitada y San
Patricio se convirtió en una fiesta de fraternidad y amistad. Mancebos y
doncellas llegaron al castillo cantando y bailando. Ofrecían flores a los
presentes y trajeron al Arcipreste de Colán, amigo entrañable del gallo Ludwig.
Cuando el gallo vio a su amigo que venía con los campesinos, y que hace mucho
tiempo que no lo veía, rompió a llorar. El Reverendo que era muy sentimental,
se contagió y lloraron los dos.
No podía faltar a la fiesta
Elisabetta di Sardegna, que estaba bellísima. Igual sus amigas de sangre,
Rowina, Agnezka y Alessandra del Cuadro. Con su rostro pálido y sus labios
sensuales, las cuatro vampiras llamaron la atención de la mayoría de los
hombres que acudieron al castillo. Sus vestidos fueron traídos de París y el
perfume que tenía cada una de ellas atraía a cualquier mortal que podría
entregarse a sus labios, ofreciendo su cuello para unas gotas de amor…perdón,
quise decir…de sangre.
Mis entrañables huéspedes
estuvieron cerca de Yasmina y las chicas, para cualquier emergencia. Mick,
Tanger y Collins lucían radiantes con una vestimenta de la región de Bavaria
que Yasmina había comprado en una tienda alemana en la Ciudad de los Reyes. De
vez en cuando, estos tres traviesos duendecillos arrojaban bolillas de
chocolate sobre la cabeza de algún campesino. Las tres brujitas estaban cerca
de Irascema de Bahía en agradecimiento a la ayuda que ella les dio en momentos
muy difíciles. Mis haditas cantaron a dos voces el Ave María y muchas doncellas
de la aldea lloraban de emoción. Ghara y Harally tenían una voz maravillosa y angelical y
cantaban en momentos donde la felicidad estaba presente. Yo estaba orgulloso de
tenerlas a ellas como ángeles de luz y de amor.
Eddy Gamarra Tirado
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