jueves, 16 de abril de 2015

Capítulo 45
La boda

El matrimonio se celebró en el gran salón del castillo del Conde. El Obispo de Canterbury no estaba en San Patricio. Se fue a Bolivia donde le gustaba estar. Allí vivían la mayoría de sus hermanos religiosos. Entonces, la boda la dirigió el Auditor Mayor del Reino, el Conde Hectorius, en remplazo del Conde Jorginho, Jefe Político de la Comunidad.

Asistieron los amigos más cercanos como El Tío Ben, El Conde Nolberto, Lapitt de Sajonia, Don Juan de Aviraneta, El Marqués Ludwig y Marietta, Simonal de Matto Groso. Entre las damas, además de mis hijas, estaban Lynn de Marec, Irascema do Bahía, la Marquesa de Castelforte, Caterina de Montebianco, Elisabetta di Sardegna  y algunas personas de confianza del Conde, ya sean campesinos o amigos míos. El Gran Salón estaba radiante. Las flores más bellas de este lugar adornaban las mesas. Había rosas y crisantemos, orquídeas,  tulipanes y muchas más. Obviamente, las brujitas, las hadas y mis tres trasgos eran parte de la familia. Ellos y ellas cantaron a la hora del Sí,  aquella bella canción que nos gustaba a Yasmina y a mí: The sound  of music. Esta canción la escuchamos en una película sobre la familia Trapp,  que huía de los nazis.

La música era importante para nosotros, es por eso que invitamos a varios artistas. Uno de ellos era el gran saxofonista de jazz,  Oswald Canal que improvisó una melodía popular al estilo de John Coltrane. Juan de Aviraneta,  cerca de Nella, escuchaba extasiado la interpretación del artista. Todos estaban contentos. La comida fue de esta región, considerada como una de las mejores comidas del mundo. Vino, Whisky y cerveza, además de refrescos,  fueron las principales bebidas que se sirvieron en la boda. El más contento con la comida fue Ludwig, excelente gourmet quien emocionado, solicitó le permitieran cantar una bella melodía  para los novios. Una vez que tuvo el micro en sus manos, se puso nervioso y solo le salió de lo más recóndito de su naturaleza zooter un sentimental kikirikíii. Todos aplaudimos y Ludwig un poco avergonzado degustó un plato con asado, puré y arroz, además de un vaso de cerveza . A los pocos minutos, se quedó dormido en la silla, al lado de la bella Marietta.

Yasmina estaba muy feliz y bailó conmigo, con su padre y sus tíos. Mis hijas se divirtieron como nunca. Juan de Aviraneta bebió abundante cerveza para darse ánimo y decirme que estaba enamorado de mi hija Antonella y si podía visitarla como su novia. Sin embargo, no midió los vasos que bebió y lo postergó para otro momento. Yasmina que también leía el pensamiento,  se reía y le comentaba a Nella que Juan se excedió en copas y postergó su conversación seria conmigo. Nella sonreía y llamaba a su galán para que no siga bebiendo tanto y que la sacara a bailar. Juan era de buen comer y pidió a los mozos le sirvieran un lomo saltado y un vaso de chicha morada heladita. Los duendecillos se reían del apetito de Juan de Aviraneta y lanzaban higos sobre la cabeza de Ludwig para que se despierte. La buena puntería de Collins dirigió el higo sobre la frente de Ludwig, este despertó y le dijo sus palabras mágicas a Marietta: “Dos cosas puntuales”, Marietta reía y su amado también. Collins se escondió debajo de la mesa, como Ludwig no ubicó al duendecillo vivaracho, esta situación le abrió el apetito y fue a la mesa y se sirvió un plato de ají de gallina y una cerveza helada. Antes de ir a disfrutar de ese exquisito potaje, le preguntó al mozo que atendía si había helados. Cuando recibió la respuesta afirmativa, se fue contento dando su pasito tun tun. Marietta gozaba con las ocurrencias de Ludwig. Aunque ella estaba embarazada, el que tenía apetito era su esposo.

El Conde Nolberto no comió mucho porque estaba a dieta. El Tío Ben era muy frugal en el comer, pero un bebedor empedernido cuando se trataba de vino;  y si era francés, mejor. En el caso de Hectorius, su apetito voraz se manifestó a través del cebiche tiradito, una causa rellena con pescado frito, un cabrito con frejol y arroz, cerveza helada para remojar los potajes, una ensalada de fruta con miel y cereales y para cerrar helados y café. Menos mal que el Conde Hectorius era un bailarín de primera y bailaba con Irascema do Bahía y la Marquesa de Castelforte, sus  grandes amigas.

Lapitt de Sajonia bebía cerveza con Jorginho y le contaba de sus últimos viajes de negocios por la selva de Junín. Lamentaba que su hermano no haya sido invitado. Lamentablemente a pesar de ser un buen cristiano,  pertenecía al grupo intermedio que había apoyado a los licans. Lapitt entendió las explicaciones que Jorginho le daba y para olvidar sus penas cantaba canciones andinas que le hacían recordar alguna vicuñita de alta puna. Aunque Lapitt tenía fama de mujeriego, habría que preguntarle a quién le cantaba esa melodía que también la conocía Jorginho.


                                                                                                         Eddy Gamarra T.

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