jueves, 16 de abril de 2015


Capítulo 48
La mudanza

Estaba en una encrucijada que no podía resolver. Jorginho me pedía que me mudara al castillo para vivir con Yasmina. El castillo era demasiado grande para dos personas y él no podría vivir solo. Me rogaba que viviera con su hija. En mi casa vivían mis tres hijas, además de las brujitas, los duendecillos y las haditas. La casa estaba cerca al castillo. Al final, nos pusimos de acuerdo. Construiríamos un túnel que comunicara el castillo con la casa. Y así fue. El túnel comunicaba mi biblioteca y Sala de música con la biblioteca de Jorginho. Solo mi familia, Yasmina y su padre tenían el secreto. Creo que el más contento era Jorginho y los duendecillos. A estos les fascinaba los vericuetos, la oscuridad y el misterio, pero el túnel tenía luz que se prendía cuando alguien ingresaba. Maluxa, Andreinha y Janice protegerían junto con las haditas a Nicole, Sandra y Antonella. Además Juan de Aviraneta quería vivir cerca de Antonella. Ambos estaban muy enamorados y el historiador fue contratado para dictar clases en la Universidad de la Ciudad de los Reyes, además de sus negocios de venta de carros de lujo para toda Latinoamérica. Es verdad que él estaba escribiendo un libro sobre la historia económica de La Ciudad de los Reyes y se entendía con Antonella que también tenía pasión por la historia, además de las Ciencias esotéricas.

Aviraneta compró la casa que colindaba con la nuestra. Era una vieja casona que fue modernizada por un arquitecto amigo,  que había construido la casa de playa del Conde Nolberto y la nueva residencia de Hectorius, El Auditor Mayor del reino. Esta casa tenía como diez habitaciones, además de la Sala, comedor, cocina, patio y piscina. Tengo que destacar la sala de música de Aviraneta que era hermosa y confortable. Un bello piano de cola steinway destacaba en la sala. Aviraneta aprendió música con su madre. Ella además de costurera, enseñaba piano. Se había formado musicalmente en España pero la situación difícil de su pueblo la obligó a dedicarse a la costura. Sacrificó el arte por el amor al pueblo saharawi de donde procedía. Todas las mañanas enseñaba a su hijo piano. Tanto la madre como Juan preferían a Chopin y a Grieg.

La primera vez que Antonella escuchó a Juan tocar el piano fue en un restaurante donde se combinaba la buena comida con excelente música. El pianista que tocaba allí, se retiró unos minutos para servirse un plato de comida que le ofrecía el dueño del local. Fue en ese momento que Juan que estaba en una mesa con Antonella, se puso de pie y se dirigió donde estaba el piano. Se sentó, se acomodó y tocó una bella sonata de Ludwig van Beethoven que dejó a toda la concurrencia sorprendida. La más maravillada fue Antonella quien nunca lo había escuchado, ni siquiera sabía que Juan tocaba maravillosamente el piano. Mientras los circunstantes aplaudían a rabiar, Antonella se puso de pie y se dirigió con los brazos abiertos para abrazar y besar al hombre que le había dedicado Claro de luna, con la misma belleza que Paderewski interpretaba para sus amigos.

Antonella no podía ni hablar, solo abrazaba al hombre que tanto la amaba y que deseaba casarse con ella. Después, Juan  interpretó un nocturno de Chopin y cerró con una versión pianística del concierto para piano y orquesta de Edward Grieg, el músico noruego. Fue una noche maravillosa y Antonella comprobó una vez más que no se había equivocado de pareja y que Juan de Aviraneta, historiador, comerciante y músico era el hombre de su vida.

                                                                                                                Eddy Gamarra T.

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