Capítulo 56
El pacto
Jorginho
había llegado a las diez de la noche a la residencia de Elisabetta. La parte
externa de la casa de la bella vampira era fría, con las ventanas cerradas,
pero una vez que traspones la enorme puerta metálica, las alfombras persas
relucen con sus diseños multicolores. Los espejos decorados y los cuadros de
algunos nobles con mirada sedienta adornaban las paredes de la residencia de
Elisabetta di Sardegna. La sala de recibo presentaba muebles de cuero de color
negro. En una esquina había un violoncello, el atril y un libro de música de
Pau Casals. La doncella que abrió la puerta, le pidió a Jorginho que se
sirviera unos habanos y que en unos minutos le atendería la condesa. Jorginho
observaba la sala de su amiga y sentía un perfume que embriagaba sus sentidos.
Elisabetta estaba cerca e ingresó a la sala vestida de un color púrpura y una
rosa blanca en el pecho. Sus aretes de oro y esmeraldas brillaban al igual que
sus ojos negros y regalaba una sonrisa coqueta al Conde. Sus uñas tenían un
color sangre y destellaban ante los ojos encandilados de su invitado. El
cabello negro de Elisabetta jugaba de un lado a otro y después de darle un beso
en la mejilla a Jorginho se sentó frente a él y fue directamente al asunto. Los
licans estaban preparando un ataque contra Yasmina, la hija de Jorginho. Alejandra
los había escuchado y Agnezka, también. Jorginho se sintió muy preocupado
contra los licans y pidió más datos a Elisabetta. Ella ordenó a la doncella que
llamara a las otras vampiras. A los pocos minutos, ingresaron Alejandra,
Agnezka, Rowina y Maribella, todas bellas y enigmáticas y se sentaron cerca a
Elisabetta. Alejandra que tenía un oído finísimo contó con lujos de detalles la
satánica decisión de los malditos licántropos. Las vampiras estaban preparadas
para la lucha y sabían que no era solamente Yasmina sino ellas también. Varko
había dicho en voz alta que la muerte de Bozzena y la desaparición de Garba no
quedaría impune. Ellos serían los nuevos amos de San Patricio y nadie se los
iba a impedir. Ni siquiera el Obispo de Canterbury y sus asesores que estaban
muy ocupados en reorganizar su Centro Superior de Trámite Documentario.
Elisabetta
después de conversar con Jorginho, lo invitó a pasar al Gran Comedor que era
una mesa de cedro labrada y en ella las copas de cristal daban la bienvenida al
conde, y los finos cubiertos de plata y manteles ricamente bordados con el
escudo de la casa de Sardegna, ofrecían
al invitado especial un reconocimiento a su cargo como Jefe Civil de la
Comunidad y gestor de la destrucción total de sus enemigos para que la paz
regrese a San Patricio Los vinos italianos estuvieron presentes y satisficieron
las exigencias del fino paladar del conde. Las copas con agua de San Mateo se
servían para acompañar el vino. Un lomo al jugo preparado por Alejandra fue la
delicia de la cena y el conde pidió repetición. Alejandra estaba feliz de que
el conde apreciara su comida. Ella lo aprendió de su madre y le prometió al conde
preparar para otra ocasión otro potaje que sería de su agrado.
Jorginho
le dijo a Elisabetta que iba a reunir a los Dinos para planificar la parte
medular del combate contra sus enemigos. No iba a permitir que le tocaran un
solo dedo o garra a su hija. No se imaginaba Jorginho todo el poder que tenía
Yasmina para enfrentarse a los licans. Cuando regresó envió a Maluxa, Janice y
Andreínha para que avisaran al conde Nolberto, al Tío Ben que había regresado
de Londres, a Lapitt de Sajonia, a Don Juan de Aviraneta, a Nicole, Antonella,
Sandra, para una reunión de urgencia.
También fueron invitados, Simonal, Ludwig y el Padre de Marietta. Había que
estar preparados para cualquier ataque. Cada uno tenía un poder especial y lo
iba a desarrollar, además de las armas que el conde les ofreció, después de
mostrarles el arsenal que tenía en su castillo.
Eddy Gamarra T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario