lunes, 27 de abril de 2015

Capítulo 56
El pacto

Jorginho había llegado a las diez de la noche a la residencia de Elisabetta. La parte externa de la casa de la bella vampira era fría, con las ventanas cerradas, pero una vez que traspones la enorme puerta metálica, las alfombras persas relucen con sus diseños multicolores. Los espejos decorados y los cuadros de algunos nobles con mirada sedienta adornaban las paredes de la residencia de Elisabetta di Sardegna. La sala de recibo presentaba muebles de cuero de color negro. En una esquina había un violoncello, el atril y un libro de música de Pau Casals. La doncella que abrió la puerta, le pidió a Jorginho que se sirviera unos habanos y que en unos minutos le atendería la condesa. Jorginho observaba la sala de su amiga y sentía un perfume que embriagaba sus sentidos. Elisabetta estaba cerca e ingresó a la sala vestida de un color púrpura y una rosa blanca en el pecho. Sus aretes de oro y esmeraldas brillaban al igual que sus ojos negros y regalaba una sonrisa coqueta al Conde. Sus uñas tenían un color sangre y destellaban ante los ojos encandilados de su invitado. El cabello negro de Elisabetta jugaba de un lado a otro y después de darle un beso en la mejilla a Jorginho se sentó frente a él y fue directamente al asunto. Los licans estaban preparando un ataque contra Yasmina, la hija de Jorginho. Alejandra los había escuchado y Agnezka, también. Jorginho se sintió muy preocupado contra los licans y pidió más datos a Elisabetta. Ella ordenó a la doncella que llamara a las otras vampiras. A los pocos minutos, ingresaron Alejandra, Agnezka, Rowina y Maribella, todas bellas y enigmáticas y se sentaron cerca a Elisabetta. Alejandra que tenía un oído finísimo contó con lujos de detalles la satánica decisión de los malditos licántropos. Las vampiras estaban preparadas para la lucha y sabían que no era solamente Yasmina sino ellas también. Varko había dicho en voz alta que la muerte de Bozzena y la desaparición de Garba no quedaría impune. Ellos serían los nuevos amos de San Patricio y nadie se los iba a impedir. Ni siquiera el Obispo de Canterbury y sus asesores que estaban muy ocupados en reorganizar su Centro Superior de Trámite Documentario.

Elisabetta después de conversar con Jorginho, lo invitó a pasar al Gran Comedor que era una mesa de cedro labrada y en ella las copas de cristal daban la bienvenida al conde, y los finos cubiertos de plata y manteles ricamente bordados con el escudo de la casa de Sardegna,  ofrecían al invitado especial un reconocimiento a su cargo como Jefe Civil de la Comunidad y gestor de la destrucción total de sus enemigos para que la paz regrese a San Patricio Los vinos italianos estuvieron presentes y satisficieron las exigencias del fino paladar del conde. Las copas con agua de San Mateo se servían para acompañar el vino. Un lomo al jugo preparado por Alejandra fue la delicia de la cena y el conde pidió repetición. Alejandra estaba feliz de que el conde apreciara su comida. Ella lo aprendió de su madre y le prometió al conde preparar para otra ocasión otro potaje que sería de su agrado.

Jorginho le dijo a Elisabetta que iba a reunir a los Dinos para planificar la parte medular del combate contra sus enemigos. No iba a permitir que le tocaran un solo dedo o garra a su hija. No se imaginaba Jorginho todo el poder que tenía Yasmina para enfrentarse a los licans. Cuando regresó envió a Maluxa, Janice y Andreínha para que avisaran al conde Nolberto, al Tío Ben que había regresado de Londres, a Lapitt de Sajonia, a Don Juan de Aviraneta, a Nicole, Antonella, Sandra,  para una reunión de urgencia. También fueron invitados, Simonal, Ludwig y el Padre de Marietta. Había que estar preparados para cualquier ataque. Cada uno tenía un poder especial y lo iba a desarrollar, además de las armas que el conde les ofreció, después de mostrarles el arsenal que tenía en su castillo.  


                                                                                                                                 Eddy Gamarra T.

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