miércoles, 4 de marzo de 2015

Capítulo 20
El bosque del silencio

Este bosque queda más allá del castillo de Elisabetta. Pocos se atreven a visitarlo porque parece que quien entra, ya no sale. Los álamos y los cipreses son los  mudos habitantes del bosque del silencio. Aquellos que desean buscar las hermosas orquídeas, tienen que ingresar a este lugar encantado, muchas veces visitado por los malvados licántropos para preparar sus acciones malévolas y crímenes. Otros que suelen visitar este bosque son Mick, Tanger y Collins, los simpáticos trasgos que a pesar de ser frágiles, viven de las bromas y risas, hasta en el peligro. Además, entre los cipreses y álamos, abundan las higueras y ellos están felices en su edén particular. Es cierto, que ellos son los guardianes de este bosque del silencio y tienen la función de espiar a los licans y avisar a los lobos.

Las brujitas visitan también este bosque. Allí juegan con sus veloces escobas y realizan el aquelarre en los meses de febrero y octubre. Los carnavales y Halloween son fechas importantes para Andreinha, Maluxa y Janice. Sé que no son malvadas. Sus conciliábulos no pasan de ser un juego de niños.  Sus antepasadas eran temidas y fueron quemadas vivas. Eso fue hace mucho tiempo. Sin embargo, mis tres huéspedes no son hechiceras, solo ejercen la magia como defensa de sus vidas. Hoy son mis aliadas incondicionales y su fidelidad está hecha a toda prueba. Además, se constituyeron en maestras de medicina tradicional para “el señor Conde”-que es cómo lo llamaban. Y también se convirtieron en discípulas del excelente botánico que era Jorginho. Su profundo conocimiento de las plantas medicinales, hierbas y el estudio de las flores fue un gran aliciente para tenerle mucho respeto al señor conde Jorginho.


En este bosque del silencio, Jorginho buscaba sus hierbas para preparar sus medicinas y sus venenos que los aplicaba en su laboratorio para fines benéficos y defensa de su entorno. Justamente, el día de su cumpleaños, Jorginho fue al bosque para traer algunas orquídeas que adornarían su mesa porque muchos amigos lo iban a visitar. Aquel día, los duendecillos y las brujitas estaban en los jardines del conde. Quién iba a creer que Varko y Libak estaban en el bosque y olfatearon a Jorginho. Mi buen amigo, distraído con las plantas que tanto amaba, no percibió la presencia de estos engendros que convertidos en cuervos y ratas avanzaban hacia él.

 Ghara, que había seguido a Jorginho, porque presentía que algo malo iba a pasar, se comunicó telepáticamente con Harally y observaron a los licans metamorfoseados que estaban haciendo un cerco para no permitirle huir. Harally que cantaba muy bien emitió aquella canción  que escuchábamos  cuando éramos niños: “Juguemos en el bosque, mientras el lobo está…” Jorginho escuchó claramente y salió de su distraída ocupación. Además olfateó a sus enemigos encarnizados que en forma de cuervos y ratas lo atacaban. Las dos haditas despidieron su líquido dorado que los otros no pudieron soportar. Los licans tomaron su forma animal primigenia y esto dio tiempo al conde para convertirse en un lobo gris y pedir ayuda a su hija que ya lo había olido y estaba en veloz camino dirigiéndose hacia el bosque. Varko atacó con toda su furia contra el lobo gris. Libak destruyó las exóticas orquídeas y mordió una pata del jefe de los lobos. La sangre manaba del cuerpo de Jorginho. Cojeaba y devolvía el ataque contra los licans. Los ojos de sangre de estas bestias del averno se tornaban cada vez más rojos y  atacaban por diferentes lados. Le mordieron el lomo. Jorginho se encogió, las hadas lanzaron su polvillo dorado para retirar a los viles enemigos del lobo gris. Los licans a pesar de estornudar y desesperarse, sabían  que era el momento preciso de atacar con todas sus fuerzas para acabar con Jorginho y en el preciso instante, una loba de grandes dimensiones atacó el cuello de Varko y no lo soltaba y trataba de destrozarlo. Libak dejó a Jorginho y acudió en ayuda de Varko. La loba no iba a soltar a este. No le importaba morir en esta empresa. Los lobos no estaban solos. Janice, Andreínha y Maluxa, juntaron su fuerza mágica,  elevaron a los licans en el aire y un troll gigantesco los cogió con sus manazas y los lanzó lo más lejos posible. Tomó a su amigo y a su hija Yasmina y se los llevó en unos cuantos trancos hacia el castillo.

 Allí los esperaban mis hijas, los duendes y los amigos más cercanos del conde a quien tanto querían. Collins, el más travieso de los trasgos, dijo entre nervioso y contento “Feliz día Conde Jorginho”. El conde esgrimió una sonrisa de agradecimiento y las tres brujitas se encargaron de curar a Yasmina y a su padre. Las haditas estaban emitiendo su vocecita de cajita musical, mientras los duendecillos bailaban contentos porque el Conde Jorginho estaba sano y salvo.

                                                                                                  Eddy Gamarra Tirado

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