Capítulo 20
El bosque del silencio
Este bosque queda más allá del
castillo de Elisabetta. Pocos se atreven a visitarlo porque parece que quien
entra, ya no sale. Los álamos y los cipreses son los mudos habitantes del bosque del silencio.
Aquellos que desean buscar las hermosas orquídeas, tienen que ingresar a este
lugar encantado, muchas veces visitado por los malvados licántropos para
preparar sus acciones malévolas y crímenes. Otros que suelen visitar este
bosque son Mick, Tanger y Collins, los simpáticos trasgos que a pesar de ser
frágiles, viven de las bromas y risas, hasta en el peligro. Además, entre los
cipreses y álamos, abundan las higueras y ellos están felices en su edén
particular. Es cierto, que ellos son los guardianes de este bosque del silencio
y tienen la función de espiar a los licans y avisar a los lobos.
Las brujitas visitan también este
bosque. Allí juegan con sus veloces escobas y realizan el aquelarre en los
meses de febrero y octubre. Los carnavales y Halloween son fechas importantes
para Andreinha, Maluxa y Janice. Sé que no son malvadas. Sus conciliábulos no
pasan de ser un juego de niños. Sus
antepasadas eran temidas y fueron quemadas vivas. Eso fue hace mucho tiempo.
Sin embargo, mis tres huéspedes no son hechiceras, solo ejercen la magia como
defensa de sus vidas. Hoy son mis aliadas incondicionales y su fidelidad está
hecha a toda prueba. Además, se constituyeron en maestras de medicina
tradicional para “el señor Conde”-que es cómo lo llamaban. Y también se
convirtieron en discípulas del excelente botánico que era Jorginho. Su profundo
conocimiento de las plantas medicinales, hierbas y el estudio de las flores fue
un gran aliciente para tenerle mucho respeto al señor conde Jorginho.
En este bosque del silencio,
Jorginho buscaba sus hierbas para preparar sus medicinas y sus venenos que los
aplicaba en su laboratorio para fines benéficos y defensa de su entorno.
Justamente, el día de su cumpleaños, Jorginho fue al bosque para traer algunas
orquídeas que adornarían su mesa porque muchos amigos lo iban a visitar. Aquel
día, los duendecillos y las brujitas estaban en los jardines del conde. Quién
iba a creer que Varko y Libak estaban en el bosque y olfatearon a Jorginho. Mi
buen amigo, distraído con las plantas que tanto amaba, no percibió la presencia
de estos engendros que convertidos en cuervos y ratas avanzaban hacia él.
Ghara, que había seguido a Jorginho, porque presentía que algo malo iba a
pasar, se comunicó telepáticamente con Harally y observaron a los licans
metamorfoseados que estaban haciendo un cerco para no permitirle huir. Harally
que cantaba muy bien emitió aquella canción
que escuchábamos cuando éramos
niños: “Juguemos en el bosque, mientras el lobo está…” Jorginho escuchó
claramente y salió de su distraída ocupación. Además olfateó a sus enemigos
encarnizados que en forma de cuervos y ratas lo atacaban. Las dos haditas
despidieron su líquido dorado que los otros no pudieron soportar. Los licans
tomaron su forma animal primigenia y esto dio tiempo al conde para convertirse
en un lobo gris y pedir ayuda a su hija que ya lo había olido y estaba en veloz
camino dirigiéndose hacia el bosque. Varko atacó con toda su furia contra el
lobo gris. Libak destruyó las exóticas orquídeas y mordió una pata del jefe de
los lobos. La sangre manaba del cuerpo de Jorginho. Cojeaba y devolvía el
ataque contra los licans. Los ojos de sangre de estas bestias del averno se
tornaban cada vez más rojos y atacaban
por diferentes lados. Le mordieron el lomo. Jorginho se encogió, las hadas
lanzaron su polvillo dorado para retirar a los viles enemigos del lobo gris.
Los licans a pesar de estornudar y desesperarse, sabían que era el momento preciso de atacar con todas
sus fuerzas para acabar con Jorginho y en el preciso instante, una loba de
grandes dimensiones atacó el cuello de Varko y no lo soltaba y trataba de
destrozarlo. Libak dejó a Jorginho y acudió en ayuda de Varko. La loba no iba a
soltar a este. No le importaba morir en esta empresa. Los lobos no estaban
solos. Janice, Andreínha y Maluxa, juntaron su fuerza mágica, elevaron a los licans en el aire y un troll
gigantesco los cogió con sus manazas y los lanzó lo más lejos posible. Tomó a
su amigo y a su hija Yasmina y se los llevó en unos cuantos trancos hacia el
castillo.
Allí los esperaban mis hijas, los duendes y los amigos más cercanos
del conde a quien tanto querían. Collins, el más travieso de los trasgos, dijo
entre nervioso y contento “Feliz día Conde Jorginho”. El conde esgrimió una
sonrisa de agradecimiento y las tres brujitas se encargaron de curar a Yasmina
y a su padre. Las haditas estaban emitiendo su vocecita de cajita musical,
mientras los duendecillos bailaban contentos porque el Conde Jorginho estaba
sano y salvo.
Eddy Gamarra Tirado
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