Capítulo 22
La danza de la mamba negra
La difícil situación económica en
los países europeos no permitió que Antonella, Sandra y Nicole regresaran a
Roma, Barcelona y París. Las chicas se comunicaron con sus madres y ellas me
solicitaron que las tenga todavía en San Patricio. ¡Qué mayor felicidad para
mí! Así podía visitar con mis hijas a Yasmina con mayor frecuencia.
El Conde no sabía nada de nuestra
relación y era mi mayor temor. Yo buscaba cualquier motivo para acercarme a
ella. Uno de estos fue invitar a mi amigo y a su hija a un almuerzo a la casa.
Al conde le gustaba el cebiche y Sandy iba a prepararlo con la ayuda de sus dos
hermanas. Ellas fueron al bosque del silencio donde podían encontrar ají limo para el plato bandera de nuestro país. Le
pidieron a Yasmina para que las acompañe, pero ella se disculpó porque su padre
necesitaba aún de su ayuda. Así que fueron con la ayuda de las brujitas , los
duendecillos Collins, Tanger y , que conocían el bosque como la palma de su
mano. Unas horas antes, Varko le pidió a Lurok, el tejón que vaya y espíe mi
casa o el castillo de Yasmina. Como buen trepador, Lurok estaba en la parte
alta de un sauce y escuchó a una de mis hijas que iban a buscar ají limo en el
bosque del silencio.
Después de informar al jefe de los licans, este llamó a la
vieja y desdentada Anulia, a la bella y enigmática Asteris de Fatma y a la
gigantesca Anacé, para que realizaran un
trabajo de carácter profesional. Las tres lograron pasar por los jardines exteriores de la Gran Comunidad
y se dirigieron reptando, al bosque del silencio. Naturalmente, se convirtieron
en serpientes. Anulia, a pesar de ser vieja, era muy venenosa. Siempre lo fue y
causó mucho daño. Se convirtió en una cobra oscura, arrugada, aunque pequeña;
Asteris era una morena muy agraciada y vivió en Sierra Leona, pero tenía muchos
complejos, además de su típica holgazanería. Su metamorfosis se daba en la
mamba negra, un reptil venenoso y letal, con mucha ponzoña. Antes de atacar a
sus víctimas inyectaba su mirada con sus ojos negros, bailaba y las hipnotizaba. Después, atacaba
con furia. Su idiosincrasia insaciable se mezclaba con su pasión por las gemas
y la muerte. La tercera, Anacé, era una inmensa anaconda que envolvía a sus
enemigos hasta destrozarle los huesos. Ociosa como Asteris, amante de la gula y
el baile.
Las tres serpientes aprovechaban
su capacidad de reptar y trepar los árboles y desde ahí iniciar su ataque
mortal. Estas no sabían nada de Maluxa, Andreinha y Janice, las tres brujitas; mucho
menos, de los duendes, quienes estaban muy cerca de las muchachas. Las tres
brujitas vigilaban desde un lugar estratégico, pero los duendes se dedicaron a
jugar en la higuera y a lanzar versos como estos:
“Anaconda,
anaconda
No
hay quien responda
oronda
.”
Collins había captado a la gigantesca boa, pero como
el juego era prioritario, se olvidó de
avisar y solo atinó a decir versos. Tanger, de la misma naturaleza que su
hermano, olió a la mamba negra que
siempre usaba un perfume floral escandaloso y
dijo:
“Allí
viene la mamba.
Baila
que baila zamba “.
Micki se percató de la presencia
de las serpientes, salió de su juego y
gritó con toda la fuerza de sus pulmones y chillona voz ¡Snakes!...¡Snakes!
Antes de que la cobra atacara, un
enorme círculo verde se formó alrededor de las dos muchachas. La cobra se fue inflando y
el otro ofidio se movía y la fuerte mirada de sus ojos negros se posaron sobre
el rostro de Nicole y empezó a contonearse una y otra vez. La cobra quiso
morder a Sandy, a pesar de sus dientes cariados, pero el círculo verde despedía
un olor tóxico que descontrolaba a las serpientes. Antonella que se había
separado un poco de sus hermanas fue atacada por la anaconda que la envolvió y
trataba de destrozarle sus huesos. Ya las tres hermanas se habían convertido en
lobas y luchaban por sus vidas. Los duendes arrojaban higos a la cabeza de la
vieja cobra y la mamba negra que tenían la piel irritada por el círculo tóxico
que dejó nada menos que el enigmático Sanson von Benjamín a quien conoceremos
como el Tío Ben. Como Micki y sus hermanitos podían desaparecer y volver a ser
vistos, mantenían locas a las serpientes. Quien corría mucho peligro era
Antonella porque fue atacada por Anacé y no había forma de morder a esta boa
moteada con pecas marrones. Cuando Antonella estaba perdiendo todas sus
fuerzas, aparecieron Janice, Maluxa y Andreinha y golpearon con sus escobas que
las habían convertido en guadañas, contra la cabeza de la anaconda. La boa
sangraba y soltó a su presa y huyó por el bosque. Las otras dos con la piel
irritada escaparon y se metieron por el denso follaje del bosque. En ese
preciso instante apareció el Tío Ben que como buen matemático había trazado un
círculo perfecto para defender a mis hijas. Cést fini, mes amies, repetía El
Tío Ben que todavía seguía como rana, y les cantaba la música de su gran amigo
Charles Aznavour . Una vueltecita y desapareció.
Después de este terrible
incidente, Antonella y sus hermanas relataron con lujos de detalles el
enfrentamiento contra las serpientes. invitamos al Tío Ben para que almuerce
con nosotros y después, para que nos contara un capítulo del libro que tanto le
gustaba: El hombre que calculaba.
Vestida
de verde
Con
saco y corbata
Canta
la semana
La
rana croata
Nos
habla del cero
Y
siempre cortés
Nos
dice en francés
Bon
jour, bon soir
Bon nuit Monsieur.
Eddy
Gamarra Tirado
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