miércoles, 4 de marzo de 2015


Capítulo 22
La danza de la mamba negra

La difícil situación económica en los países europeos no permitió que Antonella, Sandra y Nicole regresaran a Roma, Barcelona y París. Las chicas se comunicaron con sus madres y ellas me solicitaron que las tenga todavía en San Patricio. ¡Qué mayor felicidad para mí! Así podía visitar con mis hijas a Yasmina con mayor frecuencia.

El Conde no sabía nada de nuestra relación y era mi mayor temor. Yo buscaba cualquier motivo para acercarme a ella. Uno de estos fue invitar a mi amigo y a su hija a un almuerzo a la casa. Al conde le gustaba el cebiche y Sandy iba a prepararlo con la ayuda de sus dos hermanas. Ellas fueron al bosque del silencio donde podían encontrar ají  limo para el plato bandera de nuestro país. Le pidieron a Yasmina para que las acompañe, pero ella se disculpó porque su padre necesitaba aún de su ayuda. Así que fueron con la ayuda de las brujitas , los duendecillos Collins, Tanger y , que conocían el bosque como la palma de su mano. Unas horas antes, Varko le pidió a Lurok, el tejón que vaya y espíe mi casa o el castillo de Yasmina. Como buen trepador, Lurok estaba en la parte alta de un sauce y escuchó a una de mis hijas que iban a buscar ají limo en el bosque del silencio.

 Después de informar al jefe de los licans, este llamó a la vieja y desdentada Anulia, a la bella y enigmática Asteris de Fatma y a la gigantesca Anacé,  para que realizaran un trabajo de carácter profesional. Las tres lograron pasar  por los jardines exteriores de la Gran Comunidad y se dirigieron reptando, al bosque del silencio. Naturalmente, se convirtieron en serpientes. Anulia, a pesar de ser vieja, era muy venenosa. Siempre lo fue y causó mucho daño. Se convirtió en una cobra oscura, arrugada, aunque pequeña; Asteris  era una morena muy agraciada y  vivió en Sierra Leona, pero tenía muchos complejos, además de su típica holgazanería. Su metamorfosis se daba en la mamba negra, un reptil venenoso y letal, con mucha ponzoña. Antes de atacar a sus víctimas inyectaba su mirada con sus ojos negros,  bailaba y las hipnotizaba. Después, atacaba con furia. Su idiosincrasia insaciable se mezclaba con su pasión por las gemas y la muerte. La tercera, Anacé, era una inmensa anaconda que envolvía a sus enemigos hasta destrozarle los huesos. Ociosa como Asteris, amante de la gula y el baile.

Las tres serpientes aprovechaban su capacidad de reptar y trepar los árboles y desde ahí iniciar su ataque mortal. Estas no sabían nada de Maluxa, Andreinha y Janice, las tres brujitas; mucho menos, de los duendes, quienes estaban muy cerca de las muchachas. Las tres brujitas vigilaban desde un lugar estratégico, pero los duendes se dedicaron a jugar en la higuera y a lanzar versos como estos:

                                               “Anaconda, anaconda
                                               No hay quien responda
                                               oronda .”

Collins  había captado a la gigantesca boa, pero como el juego era prioritario, se olvidó  de avisar y solo atinó a decir versos. Tanger, de la misma naturaleza que su hermano,  olió a la mamba negra que siempre usaba un perfume floral escandaloso y  dijo:

                                                               “Allí viene la mamba.
                                                               Baila que baila zamba “.

Micki se percató de la presencia de las serpientes,  salió de su juego y gritó con toda la fuerza de sus pulmones y chillona voz ¡Snakes!...¡Snakes!

Antes de que la cobra atacara, un enorme círculo verde se formó alrededor de  las dos muchachas. La cobra se fue inflando y el otro ofidio se movía y la fuerte mirada de sus ojos negros se posaron sobre el rostro de Nicole y empezó a contonearse una y otra vez. La cobra quiso morder a Sandy, a pesar de sus dientes cariados, pero el círculo verde despedía un olor tóxico que descontrolaba a las serpientes. Antonella que se había separado un poco de sus hermanas fue atacada por la anaconda que la envolvió y trataba de destrozarle sus huesos. Ya las tres hermanas se habían convertido en lobas y luchaban por sus vidas. Los duendes arrojaban higos a la cabeza de la vieja cobra y la mamba negra que tenían la piel irritada por el círculo tóxico que dejó nada menos que el enigmático Sanson von Benjamín a quien conoceremos como el Tío Ben. Como Micki y sus hermanitos podían desaparecer y volver a ser vistos, mantenían locas a las serpientes. Quien corría mucho peligro era Antonella porque fue atacada por Anacé y no había forma de morder a esta boa moteada con pecas marrones. Cuando Antonella estaba perdiendo todas sus fuerzas, aparecieron Janice, Maluxa y Andreinha y golpearon con sus escobas que las  habían convertido en guadañas,  contra la cabeza de la anaconda. La boa sangraba y soltó a su presa y huyó por el bosque. Las otras dos con la piel irritada escaparon y se metieron por el denso follaje del bosque. En ese preciso instante apareció el Tío Ben que como buen matemático había trazado un círculo perfecto para defender a mis hijas. Cést fini, mes amies, repetía El Tío Ben que todavía seguía como rana, y les cantaba la música de su gran amigo Charles Aznavour . Una vueltecita y desapareció.

Después de este terrible incidente, Antonella y sus hermanas relataron con lujos de detalles el enfrentamiento contra las serpientes. invitamos al Tío Ben para que almuerce con nosotros y después, para que nos contara un capítulo del libro que tanto le gustaba: El hombre que calculaba.

                                                               Vestida de verde
                                                               Con saco y corbata
                                                               Canta la semana
                                                               La rana croata
                                                               Nos habla del cero
                                                               Y siempre cortés
                                                               Nos dice en francés
                                                               Bon jour, bon soir
                                                               Bon nuit Monsieur.
                                                                                                             

                                                                                                                             Eddy Gamarra Tirado

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