lunes, 23 de marzo de 2015

Capítulo 29
Agnezka de los Milagros

El Obispo de Canterbury invitó a la Comunidad de San Patricio a una reunión en el Salón Mayor del Reino que era administrado por el Conde Hectorius. Con la intención de unir a tirios y troyanos en busca de la paz. Se sugirió que los diferentes grupos  preparasen algo especial que tenga como tema principal la amistad. Para ello, se formaron varios grupos y el día señalado el espectáculo fue agradable. No hubo agresión alguna. La coexistencia pacífica reinó en El Salón Mayor del Reino. Hectorius me dio la llave para preparar el espectáculo. 
Muchas avecillas del sector intermedio participaron Un bello cisne de color blanco, fue maestra de ceremonias. Se usó la tecnología de punta. Nos invitaron helados y confites. Diferentes grupos cantaron y destacaron la amistad, en especial el sector intermedio integrado por palomas, cotorras, monas, lornas y cojinovas que daban lo mejor de cada una. Sin embargo, lo mejor fue la comparsa. Un grupo integrado por seres de diferente especie, quienes emplearon instrumentos musicales diversos, Era el día de la creación donde los animales o zooters estaban juntos y no se atacaban unos a otros. Había vampiros, palomas, lobos, tejones, lornas y cojinovas y muchas aves más quienes rendían culto a la amistad. Entre el público presente, los licántropos observaban de reojo a las aves tiernas, a las lornitas y cojinovas para convertirlas en un rico manjar para sus apetitos nefastos. Rowina, que era la más “tragona” de las vampiras y la más callada,  le había echado el ojo a una lornita de piel blanca que recién había venido a la Comunidad y que era una exreligiosa muy tímida, dulce y débil. Su amiga, Elisabetta era de comida frugal y no bebía mucha sangre. Se cuidaba de mantener la línea, el poder y el tiempo. La tercera de las tres, era sobria en el comer y voraz en el chismear. Cada una de ellas, con características diversas  solían llevar la misa en paz.

Las vampiras decidieron tener una conversación con el Conde Jorginho para enfrentarse a los peligrosos licans. Elisabetta, la más sensual y convincente le habló al Tío Ben para que buscara esa reunión que se realizaría en el castillo del conde a las doce de la noche, una hora ideal para las vampiras. Esta vez irían con otra vampira de su categoría: Agnezka de los Milagros, de voz suave, cuyo timbre de voz era bajo. Sus labios carnosos y rojizos; el cabello de color púrpura y las manos pálidas. Antes de ser convertida por las tres, bebía mucha leche; ahora necesitaba mucha sangre porque estaba débil. Agnezka de los milagros, no realizaba milagro alguno. Bióloga que administraba un laboratorio, donde una de las actividades de este laboratorio era el análisis de sangre. Tan cerca de la sangre y con un olfato desarrollado, pensaba siempre en ese olor, color,  que la emocionaba, y la ponía nerviosa como si estuviera cometiendo un pecado. Elisabetta le leyó el pensamiento y comentó con sus amigas sobre Agnezka de los Milagros. Era el mejor milagro que ella les daba a las tres vampiras.  Ese nombre estaba en su partida de nacimiento. A pesar de su timidez, una vez que atrapaba a sus víctimas, le sacaba demasiada sangre que tenía que ser controlada por Elisabetta. Estas descendientes del Conde Drácula, no mataban a sus víctimas, solo bebían un poco de sangre, para no perder la costumbre. Agnezka tenía que aprender esta lección. A pesar de que en el rito de conversión, las tres vampiras bebieron de la sangre de Agnezka y casi se les pasa la mano. Hoy,  Agnezka pertenecía al grupo de Elisabetta y estaba lista para enfrentarse a los licans. Obtuvo el poder de volar como las brujas, debido a su poco peso. Es cierto que no podía superar su altura de vuelo más arriba de los álamos, pero sería de mucha ayuda para el grupo de Elisabetta di Sardegna.



                                                                                                                             Eddy Gamarra Tirado

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