Capítulo 29
Agnezka de los Milagros
El Obispo de Canterbury invitó a
la Comunidad de San Patricio a una reunión en el Salón Mayor del Reino que era
administrado por el Conde Hectorius. Con la intención de unir a tirios y
troyanos en busca de la paz. Se sugirió que los diferentes grupos preparasen algo especial que tenga como tema
principal la amistad. Para ello, se formaron varios grupos y el día señalado el
espectáculo fue agradable. No hubo agresión alguna. La coexistencia pacífica
reinó en El Salón Mayor del Reino. Hectorius me dio la llave para preparar el
espectáculo.
Muchas avecillas del sector intermedio participaron Un bello cisne
de color blanco, fue maestra de ceremonias. Se usó la tecnología de punta. Nos
invitaron helados y confites. Diferentes grupos cantaron y destacaron la
amistad, en especial el sector intermedio integrado por palomas, cotorras,
monas, lornas y cojinovas que daban lo mejor de cada una. Sin embargo, lo mejor
fue la comparsa. Un grupo integrado por seres de diferente especie, quienes
emplearon instrumentos musicales diversos, Era el día de la creación donde los
animales o zooters estaban juntos y no se atacaban unos a otros. Había
vampiros, palomas, lobos, tejones, lornas y cojinovas y muchas aves más quienes
rendían culto a la amistad. Entre el público presente, los licántropos observaban
de reojo a las aves tiernas, a las lornitas y cojinovas para convertirlas en un
rico manjar para sus apetitos nefastos. Rowina, que era la más “tragona” de las
vampiras y la más callada, le había
echado el ojo a una lornita de piel blanca que recién había venido a la
Comunidad y que era una exreligiosa muy tímida, dulce y débil. Su amiga,
Elisabetta era de comida frugal y no bebía mucha sangre. Se cuidaba de mantener
la línea, el poder y el tiempo. La tercera de las tres, era sobria en el comer
y voraz en el chismear. Cada una de ellas, con características diversas solían llevar la misa en paz.
Las vampiras decidieron tener una
conversación con el Conde Jorginho para enfrentarse a los peligrosos licans.
Elisabetta, la más sensual y convincente le habló al Tío Ben para que buscara
esa reunión que se realizaría en el castillo del conde a las doce de la noche,
una hora ideal para las vampiras. Esta vez irían con otra vampira de su
categoría: Agnezka de los Milagros, de voz suave, cuyo timbre de voz era bajo.
Sus labios carnosos y rojizos; el cabello de color púrpura y las manos pálidas.
Antes de ser convertida por las tres, bebía mucha leche; ahora necesitaba mucha
sangre porque estaba débil. Agnezka de los milagros, no realizaba milagro
alguno. Bióloga que administraba un laboratorio, donde una de las actividades
de este laboratorio era el análisis de sangre. Tan cerca de la sangre y con un
olfato desarrollado, pensaba siempre en ese olor, color, que la emocionaba, y la ponía nerviosa como
si estuviera cometiendo un pecado. Elisabetta le leyó el pensamiento y comentó
con sus amigas sobre Agnezka de los Milagros. Era el mejor milagro que ella les
daba a las tres vampiras. Ese nombre
estaba en su partida de nacimiento. A pesar de su timidez, una vez que atrapaba
a sus víctimas, le sacaba demasiada sangre que tenía que ser controlada por
Elisabetta. Estas descendientes del Conde Drácula, no mataban a sus víctimas,
solo bebían un poco de sangre, para no perder la costumbre. Agnezka tenía que
aprender esta lección. A pesar de que en el rito de conversión, las tres
vampiras bebieron de la sangre de Agnezka y casi se les pasa la mano. Hoy, Agnezka pertenecía al grupo de Elisabetta y
estaba lista para enfrentarse a los licans. Obtuvo el poder de volar como las
brujas, debido a su poco peso. Es cierto que no podía superar su altura de
vuelo más arriba de los álamos, pero sería de mucha ayuda para el grupo de
Elisabetta di Sardegna.
Eddy Gamarra Tirado
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