jueves, 12 de marzo de 2015


Capítulo 24
Los chicos van a la escuela

Había pasado varios meses en que Collins, Tanger y Mick habían descansado lo suficiente y tenían que ir al colegio. Ellos se sentían muy cómodos en su nuevo hogar y a pesar de los tropiezos y travesuras, tenían un corazón noble. A veces se tornaban insoportables, pero se apoyaban entre ellos. Collins, a pesar de su mala ortografía, dibujaba muy bien. Era un experto caricaturista y uno de sus mejores trabajos fue la caricatura de Varko y sus secuaces. Las haditas y las curanderas de la escoba ya los conocían muy bien y estaban advertidas por el viejo lobo gris de lo que tenían que hacer si se acercaban demasiado a nuestras moradas.

Tanger, el gordito,  era el matemático del trío. Admiraba al Tío Ben que cada vez que nos visitaba, se daba un tiempo para enseñarle  la ciencia de los números . Cuando Nicole, Sandra y Antonella iban al supermercado de La Ciudad…, Tanger se encargaba de sacar la cuenta y a la vez, llevarse algunas frutas de su predilección. Sin embargo, un domingo que fueron al mercado de La Ciudad… los tres y las chicas, llegaron a un puesto de frutas que abundaba en higos, Mick le lanzó un higo en la cabeza a  Collins  que casi le rompe los lentes; este, que era cegatón, le devolvió varios higos, pero le cayeron en la cara de la frutera. Esta rugió y pidió auxilio a sus compañeras del mercado. Tanger rodó por los higos y les lanzaba a sus hermanos uno y otro higo en el cuerpo. La vendedora estaba irascible y le reclamaba a la mayor de las hermanas que pague todo lo que habían destruido sus hermanitos. Micki, que era el más pequeño de los tres, quiso continuar con el juego, pero se resbaló y se golpeó la cabeza y empezó a chillar con tal desparpajo que los otros dos se unieron al llanto y acompañaban en tres voces musicales a su hermano. Nicole se apiadó de los tres bulliciosos duendecillos que pagó toda la cuenta. Antonella estaba  irritada por lo que hicieron en el mercado los diablillos, mientras Sandra abrió las puertas del automóvil para llevar a Micki a la clínica para que  lo curen.

Después de llegar a la residencia, para no ser castigados, los tres vivarachos sollozaban y prometían que ya no lo volverían a hacer. Micki leería la historia de los gnomos, un libro  que le obsequió Yasmina. Antonella les espetó que el lunes empezaban las clases y que tenían que estudiar bastante para no salir desaprobados. Si continuaban con sus bromas pesadas,  serían devueltos a la familia del anticuario. Los tres se asustaron y se pusieron pálidos. Cuando Sandra les dijo que era una broma, uno de ellos empezó a versificar:

                                               “Sandra, Sandrita, Sandrona
                                                Esto es solo una broma”.

Los otros repetían los versos y desaparecieron de la casa y se fueron a estudiar a la higuera.



                                                                                                                Eddy Gamarra Tirado

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