sábado, 28 de marzo de 2015


  Capítulo 37
La purificación

Una de las fiestas que se celebraba en la Comunidad de San Patricio era La Purificación. Todos los años, la gran mayoría de los habitantes de esta comunidad mágica se dirigía en una caminata larga hasta la playa de las gaviotas. Los primitivos habitantes agradecieron a su dios por haberlos traído a este maravilloso lugar que los separaba de La Ciudad de los Reyes. Solamente ellos que se convertían en animales,  y otros personajes,  podían ingresar al arco lupino y regresar a la Ciudad…

Los primeros habitantes fueron los lobos y ellos construyeron el arco que separaba la ficción de la realidad. Resonaban las palabras de Dante Alighieri para todos aquellos que se atrevieran a ingresar sin tener la naturaleza zooter o vampiresca o algún personaje de la mitología nórdica, como señalan los estatutos que fueron hallados en las arenas de la playa de las gaviotas.

Es por eso que el Obispo de Canterbury inicia la caminata hacia la maravillosa playa donde fueron hallados los estatutos de la Comunidad de San Patricio. Allí, todos los habitantes se arrodillaban con la mirada hacia las olas y hacia el faro que estaba en un islote y a la vista de todos. Compartían la comida y la bebida mientras las olas, celosas,  rugían por la presencia de bellas mujeres que mojaban sus pies en la orilla. Ellas cantaban y bailaban en ronda, mientras el Obispo rociaba agua bendita al este, oeste, norte y al sur. La coexistencia pacífica se daba entre tirios y troyanos. Allí estaba el Conde Jorginho y toda la manada. El troll protector que jugaba con el cuy y lo “amenazaba con darle perejil”. Cada vez que el cuy le ponía un apodo, el troll lo ”amenazaba” pero también le agradecía por todas las cosas buenas que le hizo a su familia. Ambos parecían dos niñitos, a pesar de ser gigantes en su naturaleza zooter. Cualquier escritor de fábulas hubiera robado a estos personajes para construir una narración que alegre a todos los corazones, en especial, a los niños.

El tío Ben estaba muy contento. Recién había viajado a Londres a visitar a uno de sus hijos, hoy disfrutaba en la playa y nadaba en uno de los charcos que formaba la playa de las gaviotas. Cerca a él estaba un sapito que miraba a las lornitas que jugaban en el campo de Tetis y coqueteaban con él. Este sapito, emocionado les decía: “ ¡Hola,ñatas bandidas!” y se daba un chapuzón en la orilla.
Micki y sus hermanos que observaron esta escena recitaron juntos…

                                               Un sapito
                                               En el jardín
                                               Dice la negra
                                               Que vio
                                               Tan chiquito
                                               Y saltarín
                                               Salta, que salta
                                               Al fin.

Las cojinovas, corvinas y lornas,  reían en conjunto por las ocurrencias de los tres duendecillos y huían veloces entre las olas de las frías aguas de la playa.

Las aves, sean palomas, gaviotas, patillos y alondras, además de un pajarito de porte señorial, disfrutaban del aire puro de este lugar y observaban a un oso que en sus hombros llevaba a una avecilla y que habían recorrido varios kilómetros a pie. Este grizzli, de buen carácter y glotón saboreaba con gusto un pan con miel y de vez en cuando le daba al pajarito una migaja y continuaban caminando por la orilla y comentaban la fuga de los licans, que eran los únicos que no habían asistido a la ceremonia de la Purificación.

Los buenos campesinos estuvieron presentes en esta caminata. Aves de campo, aves marinas, gallos y gallinas,  conejos, cuyes, ardillas, toros, vacas, carneros y ovejas, cabras y asnos, agradecían al cielo por darles la vida y tenerlos en la Comunidad de San Patricio desde que el primer lobo trajo a sus abuelos para que sembraran la tierra y embellecieran de árboles y flores, todo tipo de arbustos y plantas medicinales, además del alimento que todos los habitantes de la Comunidad se servían y estaban muy agradecidos. Ahora entenderán por qué la indignación de los descendientes de los primitivos lobos contra los licántropos que rompieron la paz y la concordia en este lugar de realidad y de ficción.

Era el único día en que soportábamos a las serpientes y las saludábamos en nombre de nuestro santo protector. Asteris, la más atractiva de estas, miraba con sus ojos negros e invitaba a bailar a los asistentes, porque el baile era su mejor arma para la sensualidad y para la muerte. Me crucé con ella y me miró. Trató de hipnotizarme y hacía que yo la viera desnuda. Le leí el pensamiento. Era procaz. Yasmina se percató de lo que pretendía Asteris y mentalmente me envió un mensaje: “¡Cuidado!” y salí de mi estado cuasi hipnótico para dejarla y acercarme a mi hermosa saharawi que sonreía y me ofrecía sus labios para sellarlos con un beso.


                                                                                                                           Eddy Gamarra Tirado

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