lunes, 23 de marzo de 2015

Capítulo 33
La captura del monstruo

Una campesina que trabajaba en la sacristía había sido abordada por un tipo joven que le ofreció llevarla al campo donde vivía con sus padres. Ella, desconfiada, no aceptó la invitación. El joven galante no la presionó y solo le dijo que será para otra vez. Le advirtió que tenga cuidado porque en el camino hay gente mala que le puede ocasionar daño. La cándida campesina que siempre se iba a pie a su casa, le creyó y como lo vio tan guapo, le dijo que para otra ocasión. Ella salía de la iglesia a las seis y media de la tarde, cuando y quea empezaba a oscurecer y llegaba a su cabaña después de una hora.

Al día siguiente, a la misma hora, después de haber salido del centro de la comunidad, caminó unos diez minutos y se encontró con el mismo joven que para darle confianza le contó que trabajaba para el obispo y que realizaba un trabajo de ayuda para la gente más necesitada. Le rogó encarecidamente que no divulgara esta información por ser de carácter interno. La campesina vio que era un hombre bueno y lo felicitó por hacer obra de caridad. Él no la invitó, solo le dijo que iba por el camino a su casa y que esperaba verla otro día. Ella le pidió que la llevara en su auto cerca a su casa. Así lo hizo y la dejó cerca y le dio un beso en la mejilla. La muchacha no comentó con sus padres sobre este joven galante y soñó toda la noche con él. Ella sentía que este extraño personaje que apareció en su vida era su príncipe azul y no le contaría a nadie este mundo de ensueño que-según ella- se estaba haciendo realidad.

La tercera noche, la joven enamorada salió de la iglesia y caminó un buen trecho esperando que se apareciera el esbelto personaje. A veces, pensaba que era un sueño. No era un sueño, porque a diez metros de ella estaba él.La bella muchacha subió al auto. El joven le dijo que quería conversar con ella unos minutos. Le cogió las dos manos y se las besó. La muchacha, emocionada, aceptó. Entonces el hombre desvió el camino y llevó el coche por el bosque del silencio donde Elisabetta y sus amigas estaban de cacería. El auto pasó cerca a los árboles donde ellas estaban disfrutando un opíparo festín. Elisabetta leyó la mente enferma del tipo que esperaba el momento propicio para matar a “esa vulgar mocosa”. Avisó a Rowina, Agnezka y Alejandra, quienes siguieron de cerca a este asesino que no era otro que Vudko, el joven licántropo que después de haber asesinado a Frosina, estaba escondido de la gente de la Comunidad e iba a cometer otro crimen.

Una vez que Vudko llevó a la doncella lejos de la carretera, empezó a besar a la joven y ella se entregó totalmente al hombre que mientras la besaba se iba convirtiendo en el horrendo monstruo que iba a violarla y después, matarla. Cuando la campesina se percató de la transformación, trató de gritar, el lican quiso golpearla, en ese momento apareció aparecieron Elisabetta y Rowina, quienes atacaron al lican. Ellas con movimientos raudos separaron a la chica de Vudko y la llevaron a la parte más alta del álamo donde estaba Agnezka quien cuidó de ella. Alejandra se desplazó velozmente y avisó a los lobos sobre lo sucedido. Yasmina y todos nosotros fuimos rápidamente al lugar y rodeamos a Vudko, quien se defendía convirtiéndose en cientas de cucarachas, pero volvía a su forma normal porque Andreínha y sus hermanas rociaban el cuerpo de estos insectos con el jugo de un preparado que el Conde les había enseñado. Era insoportable para estas cucarachas este cocimiento original de hierbas que fueron debilitando a Vudko. Las tres brujitas le lanzaron sogas y amarraron de prisa al monstruo que fue llevado a la comunidad y encerrado en una de las mazmorras del castillo del conde Jorginho. Vudko pagaría por todos sus crímenes cometidos.
Agnezka llevó a la atribulada muchacha, que no cesaba de llorar, a su casa. Los campesinos agradecieron a Doña Elisabetta di Sardegna y a sus dignas amigas por haber salvado la vida de la bella campesina que trabajaba en la sacristía. Los licans tuvieron reunión de emergencia en la casa de Varko, aprovechando que sus mujeres no estaban presentes.


                                                                       Eddy Gamarra Tirado

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