sábado, 28 de marzo de 2015

Capítulo 38
Las tribulaciones de Ludwig

El marqués de Ludwig llegó a la comunidad hace algunas décadas, invitado por Luis Alberto de Sajonia. Después de acreditar su condición de zooter ante las autoridades de San Patricio, trabajó en un proyecto social para la Comunidad. Una vez terminado su trabajo, iba a regresar a su comunidad zooter en una población alemana, pero Ludwig se enamoró de una bella campesina y no regresó más. No le gustaba que le llamaran por su título nobiliario. Bastaba que le trataran como Ludwig y era suficiente. Hizo amistad con Juan de Aviraneta y siempre discutían de política. Nunca se alteraban. Ambos eran “cuchara brava” y disfrutaban de las maravillas culinarias que ofrecía este maravilloso país. Ludwig había subido de peso e intentaba bajar algunos kilos a base de maíz y agua de manzana, pero parece que aumentaba más. Su amigo camello le propuso desarrollar sus discusiones, pero caminando. Le pareció una buena idea. Así fue que caminaron, caminaron y caminaron hasta que llegaron a la zona campesina. Ambos se metamorfosearon y allí el camello se enteró que su amigo de polendas era un gallo giro y recordó alguna canción que escuchó en algún barrio de La Ciudad de los reyes: “ Cuidado con el gallo giro que el ajiseco lo mata”. Aviraneta recordó también aquel cuento de Abraham Valdelomar que Antonella le prestó y que cuenta la historia del Caballero Carmelo, un gallo valiente y luchador.

En aquel lugar observaron a varias gallinas de colores encendidos que cacareaban cuando los observaron. Para no asustarlas, regresaron a su forma humana. Las gallinas hicieron lo mismo. Eran bellas campesinas de cabello castaño que pretendieron huir, pero Aviraneta les dijo que no temieran que no eran licans y pertenecían como ellas a la Comunidad. Ludwig miraba a una de las muchachas que tenía un lunarcito cerca a los labios y se prendó de ella. La bella campesina le sonrió y bajó la cabeza. La mayor de ellas les preguntó qué buscaban por estos lares y el gallo le contestó: “dos cosas puntuales…”y continuó el rollo con un discurso para unas cuantas personas. Las chicas, que no entendían de estas cosas, al final del discurso, aplaudieron al marqués. Este estaba satisfecho con los aplausos y más contento aún con la chica del lunar que le hacía latir su corazón con más fuerza.

A partir de ese día, el gallo no dejaba de visitar a la doncella. Cuando estaban lejos de su casa, ambos se convertían en gallo y gallina y buscaban el alimento entre cantos y cacareos . Es más, a Ludwig se le dio por cantar, de acuerdo a su naturaleza animal y ella se sentía muy feliz con las melodías germanas que Ludwig sabía de memoria. Había química entre Ludwig y Marietta, la campesina. Una tarde en que ellos paseaban por el campo, una nube de murciélagos se dirigía a la aldea. Ludwig pronunció un nombre que hizo temblar a Marietta: Varul. Sí, este engendro demoníaco estaba en la aldea y había que avisar a los campesinos.

 A pesar de la dificultad que tenía para caminar, Ludwig corría junto a su amada. Soportó el sobrepeso, y a pesar de ello, avanzó hacia la casa del representante de los campesinos y alertó de la presencia de Varul . Una gaviota decidió volar a la casa del conde Jorginho para denunciar la presencia del lican. Yasmina captó la desesperación de la avecilla y pidió al tío Nolberto que estaba de visita, los acompañase. En unos cuantos trancos, el amigo troll llegó a la aldea, después, llegamos nosotros, las brujitas y los duendes y ubicamos al malvado Varul que estaba a punto de raptar a un corderito de dieciséis años y que era prima de Marietta. Varul negó querer hacerle daño a la doncella, pero Ludwig le increpó su conducta arrabalera y solicitó permiso para colgar “in situ” a ese miserable. Que sea desde el árbol más alto, increpó Agnezka que estaba de paseo por la aldehuela de los campesinos. Pese a su tamaño, el gallo estaba decidido a todo, pero la presencia de Luis Alberto de Sajonia que venía en nombre del Obispo de Canterbury, salvó al maldito licántropo que aprovechando la discusión entre el gallo y el caballo, huyó como lo que era, un cobarde de la peor ralea. Las brujas al mensaje de Yasmina, siguieron a Varul y el gallo fue ovacionado por los campesinos que pifiaron al representante del Obispo. Los jóvenes campesinos sacaron sus instrumentos musicales y el padre de Marietta sirvió un chopp de cerveza que ellos preparaban en forma artesanal.  Ludwig quiso mandarse otro discurso, pero Marietta lo sacó a bailar y todos aplaudieron. Tanger recitó unos versos en honor a Ludwig.

                                               Tenor pregonero
                                               Hábil parlanchín
                                               Orondo, mujeriego
                                               El gallo machín.

                                               Siempre saca pecho
                                               Luciendo la cresta
                                               Muy de madrugada
                                               Levantarse cuesta.
                                               Vienen las apuestas
                                               En el coliseo.
                                               ¿Quién dijo yo?
                                               Hombre bravo, hombre feo
                                               ¿Acaso eres tú?
                                               ¿Giro o Carmelo?
                                               Dos cosas puntuales
                                               Señor jugador,
                                               Quiero despedirme
                                               Como un gran Señor
                                               De esa damisela
                                               Que me encandila
                                               Desde la cocina:
                                               Señora gallina
                                               Con su cacareo
                                               Mi mayor deseo
                                               Es tenerla aquí
                                               Oyendo mi canto
                                               Del quiquiriquí.

Los duendecillos bailaron también con Ludwig. El padre de Marietta les regaló muchos higos y ellos se subieron en los hombros del troll, que los llevó a casa. En cuanto al gallo, fue declarado huésped ilustre de la aldea y defensor de la libertad. En un un arranque de emoción, Ludwig lanzó un exabrupto que se escuchó en toda la población: “¡Quiquiriquiiií!”….


                                                                                                                             Eddy Gamarra Tirado

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