sábado, 28 de marzo de 2015


Capítulo 34
La hora de la venganza

Vudko estaba encerrado en las mazmorras del castillo del conde. Los amigos de Jorginho  vigilaban aquel lugar y esperaban el momento en que Varko y todos sus secuaces atacaran. Las brujitas volaban con sus escobas  alrededor de la zona del castillo donde estaba el monstruo. Los duendecillos jugaban en el jardín cercano y también vigilaban. Ghara y Harally estaban cerca a las casas de los licántropos para observar si algo raro ocurría. Jorginho preparaba en su laboratorio un brebaje que adormecía a este tipo de monstruos. Era agradable y a la vez adormecedor. Esta poción se le administró a Vudko y lo tomó con agrado. No sintió nada raro hasta después de media hora.

Es una lástima que la policía de la Ciudad de los Reyes no pueda investigar este caso, porque San Patricio  es una jurisdicción mágica y la policía no podría investigar en nuestra comarca. Lamentablemente se tendría que formar una Corte integrada por el Jefe religioso, el Jefe político, El auditor Mayor del reino, un representante de los asesores del Obispo que identificaría a los intermedios y obsecuentes , un representante de los campesinos y el abogado de los licans, nada más y nada menos que el siniestro Garba, que estaba registrado como José de Marrakesh.

El juicio tendría lugar en el atrio de la Iglesia de San Patricio. Allí se formó un hemiciclo y la mayoría de los habitantes se sentaron de acuerdo a grado de amistad, situación política, económica y metamorfosis. En una parte estaban El Tío Ben, El Conde Nolberto, Don Juan de Aviraneta, Lapitt de Sajonia, Lynn de Marec, Irascema do Bahía, Simonal de Matto Grosso y otros nobles. Por otro lado estaban Varkolak, Varul, Libak, Anulia, Asteris, Anacé, Lurok y Carmen de Vilanova, una cotorra parlanchina italiana,  que tenía amistad con una de las serpientes.

Entre uno y otro grupo, estaban Luis de Sajonia, Jonathan Squirrel, Roberto Chang, Charles Paritt, asesores del Obispo y un buen grupo de zooters entre palomas, gaviotas, monos, lornas, corvinas y  cojinovas.

El grupo mayor estaba integrado por los pobres campesinos quienes pedían justicia y amenazaban con no vender sus productos si no se le condenaba a muerte al monstruo. Los campesinos me pidieron que los representara y acepté de buena gana y me había preparado para este momento. Yasmina, Sandra, Antonella y Nicole estaban en la parte alta de la iglesia, cerca al campanario y cuidaban de que algo malo ocurriera. El Obispo de Canterbury había prohibido terminantemente que algún integrante de la Comunidad de San Patricio se metamorfoseara en el juicio, porque en caso contrario, se aplicaría las normas reales que eran muy severas.

Cuando trajeron al licántropo a la Sala de Juicio, este ingresó con su abogado y Yasmina olió a Garba, el capitán que ordenó la matanza de una población saharawi donde murió abaleada su madre. Le leyó el pensamiento y quiso lanzarse contra ese nefasto personaje. Su cuerpo empezó a llenarse de pelos y yo capté ese cambio y le transmití que no lo hiciera porque sería castigada severamente. Su padre estaba muy preocupado y el juicio iba a empezar. Yasmina de un salto se retiró de la torre de la iglesia y se dirigió al bosque del silencio. En aquel lugar emitió un grito lastimero y desgarrado tan fuerte que las palomas y gaviotas empezaron a temblar y que los campesinos jamás olvidarían. Observé que Jorginho tenía el rostro lleno de lágrimas por lo que le sucedía a su hija. Yo sabía la verdad, pero tenía que superar este momento y le pedí a mis hijas que la buscaran en el bosque del silencio y la acompañaran.

También fueron los tres duendecillos que esta vez, estaban muy serios y dispuestos a todo. El juicio iba a empezar con las palabras del Obispo y en ese momento toda la parte del atrio de la iglesia se oscureció y una mancha formada por murciélagos envolvió al reo. La sala del juicio se llenó de ratas y el colmo del momento, aparecieron los cuervos que con su ruido ensordecedor obligaron a las palomas, gaviotas, lornas, corvinas y cojinovas a salir despavoridas del atrio. El miedo se apoderó de ellas y olvidaron las normas de la Comunidad de San Patricio y se convirtieron en los animales propios de su metamorfosis. Los campesinos, supersticiosos, se convirtieron en corderos, conejos, gaviotas y otros animalitos que desaparecieron de la Sala en un tris. El Obispo de Canterbury reclamaba silencio, el conde Hectorius no pudo mantener su habitual cordura y se fue convirtiendo en un enorme cuy y se mantuvo a la expectativa. La manada del Conde, muy disciplinada, no se metamorfoseó, pero tampoco bajaron la guardia. El Tío Ben desapareció para averiguar qué pasaba. Las cuatro vampiras principales cambiaron el color de sus ojos y se tornaron amarillentos. Elisabetta di Sardegna advirtió que los licans usaron magia negra y que al descomponerse en su conjunto matriz, sacaron a Vudko del juzgado y se lo llevaron fuera del atrio de la iglesia de San Patricio, y rompieron las reglas que nadie en siglos enteros se había atrevido a violarlas.

Otro que se metamorfoseó fue el conde Nolberto y se dirigió al bosque del silencio para proteger a las lobas de un posible ataque de los licántropos. Era fácil identificarlos porque todos eran de color negro y ojos inyectados de sangre. Su pelaje era de cerdas y su olor mefítico se extendía a kilómetros, sobre todo cuando estaban furiosos, hambrientos o asustados.

Lo más triste y lamentable eran las esposas de los licans. Lloraban avergonzadas y no sabían cómo  justificar a sus maridos. Anulia y sus secuaces estaban avergonzadas y temerosas de ser acusadas de colaboración le dijeron al Obispo que ellas no tenían nada que ver con lo ocurrido. Que ellas eran temerosas de Dios y que siempre cumplían con los mandamientos. Anacé rompió en llanto para que el clérigo les creyera y Asteris sacó su rosario y se puso a rezar en voz alta…¡Hipócritas! El Obispo se dio cuenta de la falsedad de las serpientes y no les hizo caso. Más bien, llamó a sus asesores para analizar lo difícil de la situación y postergó el juicio hasta otra oportunidad. Jorginho organizó la cacería de los licans que desaparecieron por arte de birlibirloque y se temía que la sangre llegara al río.


                                                                                                                          Eddy Gamarra Tirado

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