Capítulo 34
La hora de la venganza
Vudko estaba encerrado en las
mazmorras del castillo del conde. Los amigos de Jorginho vigilaban aquel lugar y esperaban el momento
en que Varko y todos sus secuaces atacaran. Las brujitas volaban con sus
escobas alrededor de la zona del
castillo donde estaba el monstruo. Los duendecillos jugaban en el jardín
cercano y también vigilaban. Ghara y Harally estaban cerca a las casas de los
licántropos para observar si algo raro ocurría. Jorginho preparaba en su
laboratorio un brebaje que adormecía a este tipo de monstruos. Era agradable y
a la vez adormecedor. Esta poción se le administró a Vudko y lo tomó con
agrado. No sintió nada raro hasta después de media hora.
Es una lástima que la policía de
la Ciudad de los Reyes no pueda investigar este caso, porque San Patricio es una jurisdicción mágica y la policía no
podría investigar en nuestra comarca. Lamentablemente se tendría que formar una
Corte integrada por el Jefe religioso, el Jefe político, El auditor Mayor del
reino, un representante de los asesores del Obispo que identificaría a los
intermedios y obsecuentes , un representante de los campesinos y el abogado de
los licans, nada más y nada menos que el siniestro Garba, que estaba registrado
como José de Marrakesh.
El juicio tendría lugar en el
atrio de la Iglesia de San Patricio. Allí se formó un hemiciclo y la mayoría de
los habitantes se sentaron de acuerdo a grado de amistad, situación política,
económica y metamorfosis. En una parte estaban El Tío Ben, El Conde Nolberto,
Don Juan de Aviraneta, Lapitt de Sajonia, Lynn de Marec, Irascema do Bahía,
Simonal de Matto Grosso y otros nobles. Por otro lado estaban Varkolak, Varul,
Libak, Anulia, Asteris, Anacé, Lurok y Carmen de Vilanova, una cotorra
parlanchina italiana, que tenía amistad
con una de las serpientes.
Entre uno y otro grupo, estaban
Luis de Sajonia, Jonathan Squirrel, Roberto Chang, Charles Paritt, asesores del
Obispo y un buen grupo de zooters entre palomas, gaviotas, monos, lornas,
corvinas y cojinovas.
El grupo mayor estaba integrado
por los pobres campesinos quienes pedían justicia y amenazaban con no vender
sus productos si no se le condenaba a muerte al monstruo. Los campesinos me
pidieron que los representara y acepté de buena gana y me había preparado para
este momento. Yasmina, Sandra, Antonella y Nicole estaban en la parte alta de
la iglesia, cerca al campanario y cuidaban de que algo malo ocurriera. El
Obispo de Canterbury había prohibido terminantemente que algún integrante de la
Comunidad de San Patricio se metamorfoseara en el juicio, porque en caso
contrario, se aplicaría las normas reales que eran muy severas.
Cuando trajeron al licántropo a
la Sala de Juicio, este ingresó con su abogado y Yasmina olió a Garba, el
capitán que ordenó la matanza de una población saharawi donde murió abaleada su
madre. Le leyó el pensamiento y quiso lanzarse contra ese nefasto personaje. Su
cuerpo empezó a llenarse de pelos y yo capté ese cambio y le transmití que no
lo hiciera porque sería castigada severamente. Su padre estaba muy preocupado y
el juicio iba a empezar. Yasmina de un salto se retiró de la torre de la
iglesia y se dirigió al bosque del silencio. En aquel lugar emitió un grito
lastimero y desgarrado tan fuerte que las palomas y gaviotas empezaron a
temblar y que los campesinos jamás olvidarían. Observé que Jorginho tenía el
rostro lleno de lágrimas por lo que le sucedía a su hija. Yo sabía la verdad,
pero tenía que superar este momento y le pedí a mis hijas que la buscaran en el
bosque del silencio y la acompañaran.
También fueron los tres
duendecillos que esta vez, estaban muy serios y dispuestos a todo. El juicio
iba a empezar con las palabras del Obispo y en ese momento toda la parte del
atrio de la iglesia se oscureció y una mancha formada por murciélagos envolvió
al reo. La sala del juicio se llenó de ratas y el colmo del momento,
aparecieron los cuervos que con su ruido ensordecedor obligaron a las palomas,
gaviotas, lornas, corvinas y cojinovas a salir despavoridas del atrio. El miedo
se apoderó de ellas y olvidaron las normas de la Comunidad de San Patricio y se
convirtieron en los animales propios de su metamorfosis. Los campesinos,
supersticiosos, se convirtieron en corderos, conejos, gaviotas y otros
animalitos que desaparecieron de la Sala en un tris. El Obispo de Canterbury
reclamaba silencio, el conde Hectorius no pudo mantener su habitual cordura y
se fue convirtiendo en un enorme cuy y se mantuvo a la expectativa. La manada
del Conde, muy disciplinada, no se metamorfoseó, pero tampoco bajaron la
guardia. El Tío Ben desapareció para averiguar qué pasaba. Las cuatro vampiras
principales cambiaron el color de sus ojos y se tornaron amarillentos.
Elisabetta di Sardegna advirtió que los licans usaron magia negra y que al
descomponerse en su conjunto matriz, sacaron a Vudko del juzgado y se lo
llevaron fuera del atrio de la iglesia de San Patricio, y rompieron las reglas
que nadie en siglos enteros se había atrevido a violarlas.
Otro que se metamorfoseó fue el
conde Nolberto y se dirigió al bosque del silencio para proteger a las lobas de
un posible ataque de los licántropos. Era fácil identificarlos porque todos
eran de color negro y ojos inyectados de sangre. Su pelaje era de cerdas y su
olor mefítico se extendía a kilómetros, sobre todo cuando estaban furiosos,
hambrientos o asustados.
Lo más triste y lamentable eran
las esposas de los licans. Lloraban avergonzadas y no sabían cómo justificar a sus maridos. Anulia y sus
secuaces estaban avergonzadas y temerosas de ser acusadas de colaboración le
dijeron al Obispo que ellas no tenían nada que ver con lo ocurrido. Que ellas
eran temerosas de Dios y que siempre cumplían con los mandamientos. Anacé
rompió en llanto para que el clérigo les creyera y Asteris sacó su rosario y se
puso a rezar en voz alta…¡Hipócritas! El Obispo se dio cuenta de la falsedad de
las serpientes y no les hizo caso. Más bien, llamó a sus asesores para analizar
lo difícil de la situación y postergó el juicio hasta otra oportunidad.
Jorginho organizó la cacería de los licans que desaparecieron por arte de
birlibirloque y se temía que la sangre llegara al río.
Eddy Gamarra Tirado
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