Capítulo 145
Una mala noticia
Cuando la hermana Visitación tuvo
que decidir entre la religión y la repostería, ella fue al CENTRO y le dijo al
curita que podía realizar las dos funciones. El curita llevado por la envidia o
los celos le impetró y exigió que escogiera una de las dos y su decisión sería
irrevocable. Visitación escogió la repostería y recuperó su nombre verdadero,
Angeline. Ella estaba segura que no dejaría a Dios, pero no satisfaría los
caprichos verticales de Mr. Kanter. Siempre apoyaría a los niños de San
Patricio que iban a hacer su primera comunión, en una iglesia de la Ciudad… de
igual manera los chicos que iban a realizar su confirmación. Los niños y
jóvenes de la aldea estaban con Angeline y esperaban los primeros días de
diciembre para la ceremonia religiosa.
Alguna vez, el fraile comentó con
sus asesores que los niños y jóvenes de San Patricio no harían su Primera
comunión y Confirmación en su parroquia y que la española que se dedicaba a preparar
dulces y pensar en comer, necesitaba un
castigo ejemplar. Una vez enterado de las decisiones de Angeline, la despidió
del trabajo y pretendió una vez más retirarla de la Comunidad como si él fuera
el dueño de San Patricio. Jorginho y los Dinos le dieron todo su apoyo y un
ambiente cerca al negocio de Ludwig para que pueda vender sus dulces, tortas y
empanadas. Angeline no había perdido su buen humor. Es más, tenía el apoyo de
toda la aldea, los Dinos y muchos intermedios. Hasta las serpientes compraban
en su tienda. Era inevitable.
Varkolak, Libak y sus esbirros
tomaron al pie de la letra las palabras del fraile acerca de un castigo
ejemplar para la religiosa española. Ya lo habían conversado en casa del
primero. Su esposa no estaba de acuerdo y se lo dijo, recibió como respuesta
una cachetada que le reventó los labios y no iba a decir palabra alguna que
contradiga las órdenes de su marido. La mujer de Libak miraba a Varkolak. No
decía nada, pero su mirada era de fastidio, cólera e impotencia. En aquella
reunión estaban las serpientes y sus espías. Burú pidió a los licans que
dejaran salir a sus esposas para que no haya controversias. Antes que hablara
Varkolak, las esposas se retiraron y los acuerdos de la mala leche se redujeron
a una sola palabra ¡Muerte!...ellos y las serpientes condenaron a la pena
máxima a la pobre Angeline. Los licans y las secuaces de Anulia se convirtieron
en este aquelarre en jueces absolutos de la vida de Angeline. Su delito o
pecado había sido marcado indirectamente por las palabras de su patrón: “…un
castigo ejemplar”. Bebieron en abundancia y bailaban una danza satánica
acompañada de las palabras: “¡Muerte a nuestros enemigos!...¡No quedará ninguno
en San Patricio!...¡Muerte a Yasmina y los Dinos!”.
Después se produjo un silencio
sepulcral y cada uno se retiró a sus casas. Transcurrieron algunos días y un
lunes que Angeline se dirigía temprano a la aldea para visitar a Chiara y
enseñarle otras recetas, fue interceptado por Burú que transformado en sapito
no se le veía y le preguntó si conocía algún charco donde pueda refrescarse,
ella muy amable se desvió unos metros donde crecían las poncianas, las cucardas
y los pinos. Lurok que estaba en uno de los árboles saltó y empujó a la
religiosa, la garrapata le picó en el pie, la mamba negra que estaba en una de
las ramas saltó sobre su cuello y le clavó sus agudos dientes. Los lentes de
Angeline cayeron al césped y ella sintió un mareo y dolor que la fulminó y cayó
sin vida en el charco donde Burú simulaba refrescarse. La vieja cobra,
escondida entre las ramas de un sauce saboreó con aire de victoria la muerte de
Angeline. Esta criatura angelical no le hizo mal a nadie. Su único pecado era
mantener contentos a los habitantes de San Patricio con sus tortas y pasteles
que el pueblo en su mayoría disfrutaba con alegría.
Una vez que el grupo ofídico y sus
secuaces cometieron el asesinato, huyeron con prisa antes de que algún enemigo
hostil se les cruzara en el camino. El barrio de las serpientes y los licans
sordamente caldeado entraba en ebullición. Los insensatos se salieron con la
suya y cuando llegaron a sus casas se escuchaba la algazara en medio de las
acacias y los jazmines que parecía que miraban sorprendidos la fiesta de las
serpientes y los licans antes de irse a trabajar.
Después que el Dr. Soiral realizó
la autopsia, llevó algunas partes del cuerpo para que sean analizados en un
laboratorio de la Ciudad y constatar si había veneno u otra sustancia. Jorginho
que estudió en Brasil los venenos de una infinidad de serpientes apoyó al Dr.
Soiral y después que culminaron los exámenes, corroboraron lo que dijeron
Yasmina, su abuelo y Elisabetta. El veneno de la mamba negra fulminó a
Angeline. No se podía realizar un juicio imparcial en la Comunidad porque las
otras fuerzas serían avaladas por Mr. Kanter que había perdido fuerzas en la
Comunidad y estaba resuelto a recuperar
su prestigio a cualquier precio. Una vez más venía a la mente de Mr. Kanter lo
que dijo un viejo político sobre la democracia: “ Por la democracia soy capaz
de unirme hasta con el diablo”. Mr. Kanter pensaba lo mismo. “Por el poder en
San Patricio era capaz de unirse con el mismo Varkolak”. Ya lo estaba haciendo
y no se daba cuenta o simulaba que no lo sabía.
La muerte de Angeline por obra y
gracia de Anulia y sus malvadas serpientes reunió a los Dinos y decidieron
darle un fuerte escarmiento a la mamba negra que cada vez que mataba a sus
víctimas, bailaba con frenesí y lúbrica pasión. Dejarían que se produzca una
calma chicha y buscarían la ocasión propicia para vengar la muerte de Angeline.
Chiara, La discípula más destacada de la religiosa española administraría la dulcería. Con la ayuda del
conde Jorginho averiguaría si Angeline tenía algún familiar para entregarle su
dinero y objetos personales que guardaba con mucho cariño. Sus restos fueron
incinerados y arrojados al mar de San Patricio donde solía ir para recordar las
playas de su tierra Santa María del Mar.
Eddy Gamarra
T.
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