martes, 8 de septiembre de 2015

Capítulo 157
El colegio de los duendecillos

Nunca vi tan felices a Collins Micki y Tanger. No querían faltar al colegio un solo día. Su pasión por el ambiente colegial los llevó a descuidar a Hasán y que estuvo a punto de ocasionar una desgracia en la familia cuando Libak, convertido en decenas de cuervos secuestró al pequeño y que probablemente lo hubieran sacrificado al personaje del noveno círculo. Si Dante me hubiera autorizado  remplazar a Judas, Casio y Bruto, yo hubiera escogido a Mr. Kanter, Carmito y Varkolak quienes habían traicionado los verdaderos principios de los zooters de San Patricio.

Luego del perdón de Yasmina y toda la familia, los duendecillos que desataron un mar de lágrimas y promesas,  demostraron que el amor es algo inexorable que afecta hasta los seres mágicos cuando respiran el aire puro de la condición humana. Antonella dijo que nunca más dejaría a Brissa al cuidado  de los elfos. Ese trabajo era para las haditas Ghara y Harally. En cualquier momento, Sandra viviría con su pareja en San Patricio y vendría un niño o niña para traer más felicidad a la familia.

Los duendecillos llegaban impecables a su Centro de estudios. Era uno de los pocos colegios donde la lectura era fundamental. Para poder ingresar como profesor, el primer requisito era leer, el segundo, la ortografía, luego la computación y después el idioma Inglés. Sin duda, tenían que presentar su título en nombre de la Nación, además de un examen exhaustivo desarrollado por la Universidad más prestigiosa de la Ciudad… Me comentaba Sandra que los profesores eran muy bien pagados y los Padres de Familia respetaban a los maestros de sus hijos.

Mis duendecillos comentaban siempre acerca de sus maestros y los citaban con nombres y apellidos, además de los cursos. Si no recordaban sus nombres, los describían con prosopografías y etopeyas o retratos. A veces, mencionaban un apodo con cariño. Lo cierto es que estos maestros representaban para ellos toda una vida y marcaba un sello en la Institución. Cómo iban a olvidar al Padre Bustos, su maestro de Literatura española y universal, que se destaca por su oratoria sagrada. Cuando el Padre Bustos habla hasta las gaviotas callan.

. Hay otro curita que enseña Religión y logra que los alumnos se acerquen a Dios. Este religioso lo conocen como el Padre Baz. Es un hombre de una bondad infinita y muy culto. Siempre está leyendo. Cuando se enoja, sorprende a propios y extraños. Hace unas semanas un muchacho intranquilo que gusta de imitar a sus profesores cuando todavía no llegan al aula, fue sorprendido por el Padre Baz. El chiquillo quería justificarse por la imitación, nada menos que del Padre Baz. Este le pidió que se callara, el alumno continuó justificándose; el padrecito molesto le dijo:

-¡Silencio!-sentenció el Padre Baz.
-Pero Padre-dijo el alumno muy nervioso-yo no lo he imitado .
-¡Silencio...que te digo una lisurota!
-¿No me va a casti..gar-rogó el muchacho arrepentido?
El Padre Baz se puso colorado como un tomate y lanzó con toda su furia religiosa esta palabra admonitoria:
¡Tonto!

Toda la clase se mataba de risa y el bueno del Padre Baz se disponía a otra lisurota, pero sonó la alarma de simulacro de evacuación y los estudiantes salieron del aula y el Padrecito escribió en la pizarra “REDOXON”.

 El “Viejo Benavides” con su infaltable cigarrillo y sus hojas bajo el brazo que no dejaba los números para nada. Se dirigía a la cafetería y mientras saboreaba un café negro, planteaba los problemas de matemática que los alumnos iban a desarrollar en clase. Después de clases, se entregaba al mundo de los trebejos y jugaba y jugaba con profesores más jóvenes.

El “Viejo Benavides” siempre tiene sus anécdotas. Una de ellas tiene que ver con los alumnos del último nivel, quienes tienen dificultades con el curso. Cada vez que los estudiantes de este nivel no logran resolver un problema, el profesor Benavides llama a un alumno de Primer año de secundaria que además de tocar muy bien el piano, es muy bueno en Matemática.

-¡Llama a Chuquisengo!-decía en voz alta el profesor al brigadier.
Al cabo de unos minutos, venía el brigadier con un chiquillo que parecía de primaria. El profesor le daba una silla. El niño se subía en ella porque era muy pequeño y resolvía el problema. Después, se bajaba de la silla y regresaba a su sección de Primer año de secundaria. Quién diría que años después este muchachito se convertiría en uno de los mejores pianistas de este país.

 Otro profesor de Matemática es el ingeniero Abelardo Rosas que se entrega íntegro a su curso. Muchos años después, uno de sus alumnos que ocupaba un alto cargo en LA SUNAT, diría con emoción que el profesor Rosas lo marcó y le estaba muy agradecido.

El profesor de Comunicación, especialista en Gramática y Literatura peruana es Lindverght Tello. Muy exigente y amante de los cuentos peruanos. También enseña en la Universidad y ocupa un cargo en el colegio. Los estudiantes sonríen  cuando el profesor los llama por su número de orden: “El número 13 pase al frente y el 25, recoja los trabajos”.

 Cada profesor tiene su característica para ser recordado por sus alumnos. Uno de ellos que es conocido como “El loco Merino”, enseña Historia y su especialidad es  Don Nicolás de Piérola. Los estudiantes lo identifican con El Quijote de la Mancha por su larga figura y su mundo de ensueño. Su mayor descubrimiento fue un destacado técnico deportivo que también trabaja en el colegio. Su autor preferido es el historiador Jorge Basadre. Los alumnos lo estiman mucho a pesar de su costumbre de jugar con los apodos y de visitar el cementerio Presbítero Maestro.

Entre los profesores de Educación Física destaca el “Cholo Díaz”. Rebelde, amante del runasimi, deportista y se identifica con los estudiantes que participan en las pruebas de atletismo. Sus compañeros le dicen “Cholo”, pero es colorado que a veces,  los alumnos , por molestarlo lo identifican con un gringo de un restaurante americano. Probablemente el dejo que tiene y su amor por la  tierra de sus ancestros lo presentan como un digno habitante de las alturas. Es un hombre de un corazón grande. Muchas veces, les compraba gaseosas y sánguches a sus atletas después de la competencia. Cuando faltaba algo, allí estaba el “Cholo” Díaz para solucionar el problema con su propio dinero.

Quiero mencionar también al “huaralino”, el hombre de la puerta de entrada, que conoce a todos los alumnos y profesores. Ingresó a trabajar cuando recién tenía diecisiete años y aún sigue en la puerta de entrada a sus sesenta años y pico. Los exalumnos que tienen sus hijos e hijas en el colegio, lo saludan con cariño y respeto. Les encargan a sus hijos y recuerdan los buenos momentos que pasaron cuando los sábados jugaban al fútbol. “El huaralino” era un excelente jugador de fútbol y dicen los trabajadores de servicio que todavía juega con los muchachos.

Ahora les presento al Padre Isidro, el religioso extremeño que se encariñó con este pueblo y con la niñez y juventud del país. Canta, defiende el deporte del colegio, dialoga con sus profesores, padrino de los trabajadores de servicio, muy querido y estimado por las promociones salientes. Muchos lo identifican como “El colorado”, por el color de su piel. Cuando sale el sol, lleva un sombrero para protegerse de los rayos ultravioletas.
Alguna vez dije que en el colegio de los duendecillos había profesores  de toda calidad. Esta apreciación es de acuerdo a la información de Micki, Tanger y Collins, además de los Padres de Familia, exalumnos y amigos. Hay más profesores de la calidad de los citados, sin duda. Creo firmemente que para muestra, estos botones de oro y que los alumnos y Padres de familia recordarán a todos aquellos que faltan mencionar y les doy la razón. Siento como si estos maestros fueran de toda la vida porque constituyen un ejemplo de trabajo, esfuerzo, capacidad, cariño por sus estudiantes, a pesar de sus virtudes y defectos como buenos seres humanos.


                                                                                                   Eddy Gamarra T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario