Capítulo 157
El colegio de los duendecillos
Nunca vi tan felices a Collins
Micki y Tanger. No querían faltar al colegio un solo día. Su pasión por el
ambiente colegial los llevó a descuidar a Hasán y que estuvo a punto de
ocasionar una desgracia en la familia cuando Libak, convertido en decenas de cuervos
secuestró al pequeño y que probablemente lo hubieran sacrificado al personaje
del noveno círculo. Si Dante me hubiera autorizado remplazar a Judas, Casio y Bruto, yo hubiera
escogido a Mr. Kanter, Carmito y Varkolak quienes habían traicionado los verdaderos
principios de los zooters de San Patricio.
Luego del perdón de Yasmina y toda
la familia, los duendecillos que desataron un mar de lágrimas y promesas, demostraron que el amor es algo inexorable
que afecta hasta los seres mágicos cuando respiran el aire puro de la condición
humana. Antonella dijo que nunca más dejaría a Brissa al cuidado de los elfos. Ese trabajo era para las
haditas Ghara y Harally. En cualquier momento, Sandra viviría con su pareja en
San Patricio y vendría un niño o niña para traer más felicidad a la familia.
Los duendecillos llegaban
impecables a su Centro de estudios. Era uno de los pocos colegios donde la
lectura era fundamental. Para poder ingresar como profesor, el primer requisito
era leer, el segundo, la ortografía, luego la computación y después el idioma
Inglés. Sin duda, tenían que presentar su título en nombre de la Nación, además
de un examen exhaustivo desarrollado por la Universidad más prestigiosa de la
Ciudad… Me comentaba Sandra que los profesores eran muy bien pagados y los
Padres de Familia respetaban a los maestros de sus hijos.
Mis duendecillos comentaban siempre
acerca de sus maestros y los citaban con nombres y apellidos, además de los
cursos. Si no recordaban sus nombres, los describían con prosopografías y
etopeyas o retratos. A veces, mencionaban un apodo con cariño. Lo cierto es que
estos maestros representaban para ellos toda una vida y marcaba un sello en la
Institución. Cómo iban a olvidar al Padre Bustos, su maestro de Literatura
española y universal, que se destaca por su oratoria sagrada. Cuando el Padre
Bustos habla hasta las gaviotas callan.
. Hay otro curita que enseña
Religión y logra que los alumnos se acerquen a Dios. Este religioso lo conocen
como el Padre Baz. Es un hombre de una bondad infinita y muy culto. Siempre
está leyendo. Cuando se enoja, sorprende a propios y extraños. Hace unas
semanas un muchacho intranquilo que gusta de imitar a sus profesores cuando
todavía no llegan al aula, fue sorprendido por el Padre Baz. El chiquillo
quería justificarse por la imitación, nada menos que del Padre Baz. Este le
pidió que se callara, el alumno continuó justificándose; el padrecito molesto
le dijo:
-¡Silencio!-sentenció el Padre Baz.
-Pero Padre-dijo el alumno muy nervioso-yo
no lo he imitado .
-¡Silencio...que te digo una
lisurota!
-¿No me va a casti..gar-rogó el
muchacho arrepentido?
El Padre Baz se puso colorado como
un tomate y lanzó con toda su furia religiosa esta palabra admonitoria:
¡Tonto!
Toda la clase se mataba de risa y
el bueno del Padre Baz se disponía a otra lisurota, pero sonó la alarma de
simulacro de evacuación y los estudiantes salieron del aula y el Padrecito
escribió en la pizarra “REDOXON”.
El “Viejo Benavides” con su infaltable
cigarrillo y sus hojas bajo el brazo que no dejaba los números para nada. Se
dirigía a la cafetería y mientras saboreaba un café negro, planteaba los
problemas de matemática que los alumnos iban a desarrollar en clase. Después de
clases, se entregaba al mundo de los trebejos y jugaba y jugaba con profesores
más jóvenes.
El “Viejo Benavides” siempre tiene
sus anécdotas. Una de ellas tiene que ver con los alumnos del último nivel, quienes
tienen dificultades con el curso. Cada vez que los estudiantes de este nivel no
logran resolver un problema, el profesor Benavides llama a un alumno de Primer
año de secundaria que además de tocar muy bien el piano, es muy bueno en
Matemática.
-¡Llama a Chuquisengo!-decía en voz
alta el profesor al brigadier.
Al cabo de unos minutos, venía el
brigadier con un chiquillo que parecía de primaria. El profesor le daba una
silla. El niño se subía en ella porque era muy pequeño y resolvía el problema.
Después, se bajaba de la silla y regresaba a su sección de Primer año de
secundaria. Quién diría que años después este muchachito se convertiría en uno
de los mejores pianistas de este país.
Otro profesor de Matemática es el ingeniero
Abelardo Rosas que se entrega íntegro a su curso. Muchos años después, uno de
sus alumnos que ocupaba un alto cargo en LA SUNAT, diría con emoción que el
profesor Rosas lo marcó y le estaba muy agradecido.
El profesor de Comunicación,
especialista en Gramática y Literatura peruana es Lindverght Tello. Muy
exigente y amante de los cuentos peruanos. También enseña en la Universidad y
ocupa un cargo en el colegio. Los estudiantes sonríen cuando el profesor los llama por su número de
orden: “El número 13 pase al frente y el 25, recoja los trabajos”.
Cada profesor tiene su característica para ser
recordado por sus alumnos. Uno de ellos que es conocido como “El loco Merino”,
enseña Historia y su especialidad es Don
Nicolás de Piérola. Los estudiantes lo identifican con El Quijote de la Mancha
por su larga figura y su mundo de ensueño. Su mayor descubrimiento fue un
destacado técnico deportivo que también trabaja en el colegio. Su autor
preferido es el historiador Jorge Basadre. Los alumnos lo estiman mucho a pesar
de su costumbre de jugar con los apodos y de visitar el cementerio Presbítero
Maestro.
Entre los profesores de Educación
Física destaca el “Cholo Díaz”. Rebelde, amante del runasimi, deportista y se
identifica con los estudiantes que participan en las pruebas de atletismo. Sus
compañeros le dicen “Cholo”, pero es colorado que a veces, los alumnos , por molestarlo lo identifican
con un gringo de un restaurante americano. Probablemente el dejo que tiene y su
amor por la tierra de sus ancestros lo
presentan como un digno habitante de las alturas. Es un hombre de un corazón
grande. Muchas veces, les compraba gaseosas y sánguches a sus atletas después
de la competencia. Cuando faltaba algo, allí estaba el “Cholo” Díaz para
solucionar el problema con su propio dinero.
Quiero mencionar también al
“huaralino”, el hombre de la puerta de entrada, que conoce a todos los alumnos
y profesores. Ingresó a trabajar cuando recién tenía diecisiete años y aún
sigue en la puerta de entrada a sus sesenta años y pico. Los exalumnos que
tienen sus hijos e hijas en el colegio, lo saludan con cariño y respeto. Les
encargan a sus hijos y recuerdan los buenos momentos que pasaron cuando los
sábados jugaban al fútbol. “El huaralino” era un excelente jugador de fútbol y
dicen los trabajadores de servicio que todavía juega con los muchachos.
Ahora les presento al Padre Isidro,
el religioso extremeño que se encariñó con este pueblo y con la niñez y
juventud del país. Canta, defiende el deporte del colegio, dialoga con sus
profesores, padrino de los trabajadores de servicio, muy querido y estimado por
las promociones salientes. Muchos lo identifican como “El colorado”, por el
color de su piel. Cuando sale el sol, lleva un sombrero para protegerse de los
rayos ultravioletas.
Alguna vez dije que en el colegio
de los duendecillos había profesores de
toda calidad. Esta apreciación es de acuerdo a la información de Micki, Tanger
y Collins, además de los Padres de Familia, exalumnos y amigos. Hay más
profesores de la calidad de los citados, sin duda. Creo firmemente que para
muestra, estos botones de oro y que los alumnos y Padres de familia recordarán
a todos aquellos que faltan mencionar y les doy la razón. Siento como si estos
maestros fueran de toda la vida porque constituyen un ejemplo de trabajo,
esfuerzo, capacidad, cariño por sus estudiantes, a pesar de sus virtudes y
defectos como buenos seres humanos.
Eddy
Gamarra T.
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