martes, 8 de septiembre de 2015


Capítulo 158
Las lecturas de Pietro

Uno de los pasatiempos favoritos de los habitantes de San Patricio que no tiene nada que ver con el CENTRADOM es la lectura. El conde Jorginho prefiere autores como Niccolo Macchiavello, Thomas Hobbes, John Locke, Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Jean Jacques Rousseau, Max Weber, John Maynard Keynes y otros; Yasmina lee obras clásicas como El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, La Ilíada y La Odisea; Fausto; La vida de Gargantúa y Pantagruel, las tragedias de Shakespeare y libros sobre vampiros, licántropos y otros personajes de ciencia ficción con autores como H.G.Wells, Ray Bradbury, George R.R. Martin, Ken Follett, Isaac Asimov y sigue la lista.

Al tío Ben le interesa la poesía francesa; a Nolberto, los cuentos de hadas y ogros. Mi amigo Lapitt de Sajonia gusta de autores como los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Charles Perrault y los cuentos peruanos de Ciro Alegría, José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro.

Yo no puedo soslayar mis preferencias por los libros sobre el mar con brillantes autores como Joseph Conrad, Herman Melville, R.L. Stevenson, Jack London, Emilio Salgari, Arturo Pérez Reverte. Confieso que los leí tardíamente, pero los disfruté como si estuviera en la adolescencia. Es cierto que los términos marinos me enviaban constantemente al diccionario y me acostumbré a leer acompañado de un lápiz y un diccionario. Otros autores de mi preferencia son Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Tengo la colección completa de sus obras y me jacto de tener muchos libros, no tanto como el abuelo. Cuando viví en Italia, la madre de Antonella-Lidia Gazzati-, no me dejaba leer ni escribir. Odiaba mis libros y desaparecieron una buena cantidad de ellos. También odiaba mis películas, música e instrumentos musicales. Cuando destruyó el piano, decidí irme lejos de ella y viajé a España, donde nació Sandra para terminar dos años después en París, la tierra de Nicole.

Sería larga la lista de libros leídos por mis amigos y familiares de San Patricio, pero siempre quise saber qué libros leía Pietro di Siracusa, el primo de Elisabetta. Para ello, fue necesaria una visita a la casa de Elisabetta. Fui con Yasmina. El abuelo se quedó en la casa con Hasán y caminamos un poco porque la residencia de la bella vampira queda muy cerca del castillo. Como era de noche, podía encontrar a Pietro a quien Elisabetta había avisado sobre nuestra visita. Pietro tenía en la Plaza San Miguel una hermosa librería donde había un excelente stock de libros contemporáneos y también de obras raras, en diferentes idiomas. Desde que abrió su librería, mucha gente visita este lugar que él llama Firenze. Pietro habla además de Italiano, su idioma nativo, Inglés, Francés, Alemán, Español y Portugués. Su espíritu políglota permitía la visita de muchos extranjeros. Pietro es un joven culto, sin embargo, sus autores preferidos de la noche en que suele leer son Michel Houellebecq, Boccaccio, Francois Villon, Cleland, Casanova, Lawrence, Diderot y Las joyas indiscretas, José María Vargas Vila y Mario Vargas Llosa el autor de Conversación en la catedral.

Cuando Pietro no veía a la vizcondesa, recordaba aquellos versos: “Ansío salvajemente tu boca de fresa, grité hasta herir mis pulmones por tu blanco cuerpo, oh mujer”. Eran los primeros versos de Balada para una muchacha llamada Ysabeau, de Villon. Pietro vivía con intensidad a sus personajes y se consideraba  como el hombre que fue muchos personajes de la literatura universal. También se sentía Oliver Mellors, el guardabosque de la novela El amante de Lady Chatterley, cuando visitaba a Irascema la poderosa bruja que solía convertirse en un conejito negro, le  hacía recordar a Circe. Ella era  amiga de los Dinos, las brujitas de Mato Grosso y los duendecillos; enemiga de los licans por siempre.

En sus momentos de lectura, releía a Boccaccio y se confundía con algunos personajes como aquel pirata que secuestró a una mujer casada con un marido debilucho. También quería ser Masetto, el jardinero en un convento o el mozo de cuadra que se disfraza de rey o tal vez un monje o un abad del siglo XIV cuando la peste devastaba Florencia.
Pietro solía decir a los amigos que conoció en la Ciudad… que leía a Dionisio Diderot, pero solo leyó un libro de él: Las joyas indiscretas. Diderot, director de la famosa Enciclopedia, se disculpaba cuando le mencionaban esta obra, diciendo: “Era joven y necesitaba dinero”. Pietro di Siracusa no había viajado como Giacomo Girolamo Casanova, pero había leído los doce tomos de sus Memorias y estaba pensando leer las obras del autor inglés Samuel Richardson para poder entender a través de Pamela, Clarissa, sus novelas, las virtudes e idiosincrasia de Justine, la heroína de un sicópata como el Marqués de Sade.

Después de conversar con Pietro, pudimos entender la concepción del mundo de este florentino joven, alegre, encantador, valiente y rico que se había enamorado de San Patricio y la Ciudad…Nos decía que no solamente amaba sus bellas mujeres,  sino la maravillosa comida que brindaba esta parte del mundo a su exquisito paladar. Ellas  lo habían fascinado de tal forma  que no se le ocurría regresar a su patria. Es más, de repente se casaba con una linda damita de la sociedad que sea una excelente cocinera como lo fue Angeline, gran amante como Irascema, culta como su prima Elisabetta, trabajadora como Marietta, de buen carácter como la baronesa de Castelforte y fuerte como Caterina de Montebianco, la vecina de Lynn de Marec. ¡Qué más le podría pedir a la vida!

Si Pietro se alimentaba discretamente del bello cuello de sus amantes, las vampiras lo hacían con los jovencitos de sociedad que se creían bellos, fuertes e irresistibles con hermosas mujeres mayores que ellos como Alejandra, Rowina, Agnezka y Elisabetta , que en el fondo solo necesitaban el cuello de sus víctimas para provocar un pequeño mordisco con la delicadeza de aquellos especialistas de laboratorio de primera cuando sacan sangre a los pacientes para analizarlos. Mis amigas, las vampiras, se alimentan de la sangre de estos cándidos personajes que les tratan de robar algún beso a las bellas vampiras y se dejan besar el cuello con lúbrico deseo y ternura para ser marcados con pasión por los filudos dientes de las descendientes del Conde Drácula.


                                                                                                Eddy Gamarra T.

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