Capítulo 158
Las lecturas de Pietro
Uno de los pasatiempos favoritos de
los habitantes de San Patricio que no tiene nada que ver con el CENTRADOM es la
lectura. El conde Jorginho prefiere autores como Niccolo Macchiavello, Thomas
Hobbes, John Locke, Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Jean Jacques
Rousseau, Max Weber, John Maynard Keynes y otros; Yasmina lee obras clásicas
como El ingenioso Hidalgo don Quijote de
la Mancha, La Ilíada y La Odisea; Fausto; La vida de Gargantúa y Pantagruel,
las tragedias de Shakespeare y libros sobre vampiros, licántropos y otros personajes
de ciencia ficción con autores como H.G.Wells, Ray Bradbury, George R.R.
Martin, Ken Follett, Isaac Asimov y sigue la lista.
Al tío Ben le interesa la poesía
francesa; a Nolberto, los cuentos de hadas y ogros. Mi amigo Lapitt de Sajonia
gusta de autores como los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Charles
Perrault y los cuentos peruanos de Ciro Alegría, José María Arguedas y Julio
Ramón Ribeyro.
Yo no puedo soslayar mis
preferencias por los libros sobre el mar con brillantes autores como Joseph
Conrad, Herman Melville, R.L. Stevenson, Jack London, Emilio Salgari, Arturo
Pérez Reverte. Confieso que los leí tardíamente, pero los disfruté como si
estuviera en la adolescencia. Es cierto que los términos marinos me enviaban
constantemente al diccionario y me acostumbré a leer acompañado de un lápiz y
un diccionario. Otros autores de mi preferencia son Gabriel García Márquez y
Mario Vargas Llosa. Tengo la colección completa de sus obras y me jacto de
tener muchos libros, no tanto como el abuelo. Cuando viví en Italia, la madre
de Antonella-Lidia Gazzati-, no me dejaba leer ni escribir. Odiaba mis libros y
desaparecieron una buena cantidad de ellos. También odiaba mis películas,
música e instrumentos musicales. Cuando destruyó el piano, decidí irme lejos de
ella y viajé a España, donde nació Sandra para terminar dos años después en
París, la tierra de Nicole.
Sería larga la lista de libros
leídos por mis amigos y familiares de San Patricio, pero siempre quise saber
qué libros leía Pietro di Siracusa, el primo de Elisabetta. Para ello, fue
necesaria una visita a la casa de Elisabetta. Fui con Yasmina. El abuelo se
quedó en la casa con Hasán y caminamos un poco porque la residencia de la bella
vampira queda muy cerca del castillo. Como era de noche, podía encontrar a
Pietro a quien Elisabetta había avisado sobre nuestra visita. Pietro tenía en
la Plaza San Miguel una hermosa librería donde había un excelente stock de
libros contemporáneos y también de obras raras, en diferentes idiomas. Desde
que abrió su librería, mucha gente visita este lugar que él llama Firenze.
Pietro habla además de Italiano, su idioma nativo, Inglés, Francés, Alemán,
Español y Portugués. Su espíritu políglota permitía la visita de muchos
extranjeros. Pietro es un joven culto, sin embargo, sus autores preferidos de
la noche en que suele leer son Michel Houellebecq, Boccaccio, Francois Villon,
Cleland, Casanova, Lawrence, Diderot y Las joyas indiscretas, José María Vargas
Vila y Mario Vargas Llosa el autor de Conversación
en la catedral.
Cuando Pietro no veía a la
vizcondesa, recordaba aquellos versos: “Ansío salvajemente tu boca de fresa,
grité hasta herir mis pulmones por tu blanco cuerpo, oh mujer”. Eran los
primeros versos de Balada para una muchacha llamada Ysabeau, de Villon. Pietro
vivía con intensidad a sus personajes y se consideraba como el hombre que fue muchos personajes de la
literatura universal. También se sentía Oliver Mellors, el guardabosque de la
novela El amante de Lady Chatterley,
cuando visitaba a Irascema la poderosa bruja que solía convertirse en un
conejito negro, le hacía recordar a
Circe. Ella era amiga de los Dinos, las
brujitas de Mato Grosso y los duendecillos; enemiga de los licans por siempre.
En sus momentos de lectura, releía
a Boccaccio y se confundía con algunos personajes como aquel pirata que
secuestró a una mujer casada con un marido debilucho. También quería ser
Masetto, el jardinero en un convento o el mozo de cuadra que se disfraza de rey
o tal vez un monje o un abad del siglo XIV cuando la peste devastaba Florencia.
Pietro solía decir a los amigos que
conoció en la Ciudad… que leía a Dionisio Diderot, pero solo leyó un libro de
él: Las joyas indiscretas. Diderot,
director de la famosa Enciclopedia, se disculpaba cuando le mencionaban esta
obra, diciendo: “Era joven y necesitaba dinero”. Pietro di Siracusa no había
viajado como Giacomo Girolamo Casanova, pero había leído los doce tomos de sus Memorias y estaba pensando leer las
obras del autor inglés Samuel Richardson para poder entender a través de Pamela, Clarissa, sus novelas, las
virtudes e idiosincrasia de Justine, la heroína de un sicópata como el Marqués
de Sade.
Después de conversar con Pietro,
pudimos entender la concepción del mundo de este florentino joven, alegre,
encantador, valiente y rico que se había enamorado de San Patricio y la
Ciudad…Nos decía que no solamente amaba sus bellas mujeres, sino la maravillosa comida que brindaba esta
parte del mundo a su exquisito paladar. Ellas lo habían fascinado de tal forma que no se le ocurría regresar a su patria. Es
más, de repente se casaba con una linda damita de la sociedad que sea una
excelente cocinera como lo fue Angeline, gran amante como Irascema, culta como
su prima Elisabetta, trabajadora como Marietta, de buen carácter como la
baronesa de Castelforte y fuerte como Caterina de Montebianco, la vecina de
Lynn de Marec. ¡Qué más le podría pedir a la vida!
Si Pietro se alimentaba
discretamente del bello cuello de sus amantes, las vampiras lo hacían con los
jovencitos de sociedad que se creían bellos, fuertes e irresistibles con
hermosas mujeres mayores que ellos como Alejandra, Rowina, Agnezka y Elisabetta
, que en el fondo solo necesitaban el cuello de sus víctimas para provocar un
pequeño mordisco con la delicadeza de aquellos especialistas de laboratorio de
primera cuando sacan sangre a los pacientes para analizarlos. Mis amigas, las
vampiras, se alimentan de la sangre de estos cándidos personajes que les tratan
de robar algún beso a las bellas vampiras y se dejan besar el cuello con
lúbrico deseo y ternura para ser marcados con pasión por los filudos dientes de
las descendientes del Conde Drácula.
Eddy Gamarra T.
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