viernes, 4 de septiembre de 2015

Capítulo 148
Mischa

Elisabetta tenía vacaciones y decidió viajar sola a Italia. Encargó a Pietro sus amigas y le pidió que por un mes no frecuentara tanto a Irascema do Bahía. Los licans aprovecharían su ausencia y podrían atacarlos. Recomendó al conde Jorginho su residencia y con la confianza que le daban sus amigos, se dirigió a Florencia para realizar una visita de estudio y placer con las obras de arte que ofrecía esta bella ciudad.

Hace mucho tiempo que no visitaba Florencia. Ella vivió con su esposo algunos años, pero las cosas no marchaban bien y se separaron. Después, se enteró de la muerte del marino genovés quien le dejó todos sus bienes y Elisabetta vendió las propiedades y se marchó a América con las obras de arte que ella había adquirido con el marino.

Ahora estaba otra vez en Florencia. Caminaba por sus calles y plazas. Visitó la cúpula de Santa María del Fiore, el Ponte Vecchio, la Basílica de Santa Cruz, el Palazzo Vecchio y museos como los Uffizi, el Bargello o la Galería de la Academia que acoge al David de Miguel Ángel y cuando estaba sentada en una  banca de mármol de una de las plazas, alguien cruzó y le resultó muy familiar. Para estar segura gritó “Mischa” y el hombre volteó. Sí, era él. Se detuvo, se acercó para ver quién era la persona que había pronunciado su nombre, la vio de pies a cabeza y observó sus uñas pintadas de varios colores y sus labios carnosos y provocativos con un rojo intenso, los ojos pardos y la voz sensual. No podía ser otra. El hombre de cabello gris y mirada enigmática, pronunció con cierta duda ¿Elisabetta? Ella lo miró a los ojos y el también. Como dos relojes imantados se abrazaron, se besaron con pasión y como sentían las miradas de los curiosos, se dirigieron al hotel donde ella estaba y en la habitación amplia se amaron con pasión, recordaron sus buenos tiempos y volvían a unirse con desesperación lasciva como si fuera la primera vez que sus cuerpos se encontraban y querían fundirse en uno solo para mezclar sus sudores, sus deseos y el sexo que los llevaba a un orgasmo sagrado que les ponía un sello que no se borró jamás de sus vidas.

No tuvieron tiempo de señalar su situación actual. Elisabetta leyó los pensamientos de culpa de Mischa porque él era casado y tenía en la región de Toscana viñedos y una panadería en Firenze que lo mantenía aferrado a estos lugares. Eran tantos años que habían vivido en Europa a pesar de que Elisabetta estaba casada, pero su marido no era vampiro y envejeció y Elisabetta lo dejó porque ella se mantenía joven y bella como ahora. Mischa fue su amante de mucho tiempo hasta que Elisabetta se fue a América. Mischa estuvo por Rumania, Hungría, Rusia y otros países. Ella era profesora de Arte y él, violinista. El trabajo los condujo a diferentes países. Los vampiros eran perseguidos en Europa a pesar de que habían cambiado. El crimen y los asesinatos no formaban parte de sus vidas, pero fueron varios siglos en que ellos estaban estigmatizados y la historia vampírica los perseguía. Es por eso que huyeron a otros países y cuidaron mucho su vida privada. La violación y muerte que se producían en las noches de las ciudades europeas eran realizadas por los licántropos u hombres lobos, enemigos a ultranza de los vampiros. Llevaban una doble vida. Para que no sospechen de ellos, se acercaron mucho a los religiosos y convivieron muy cerca para evitar sospechas. Un buen número de ellos vivían en San Patricio y aparentaban ser muy cristianos. Iban siempre a misa. Participaban en las procesiones. Llevaban crucifijos para presentar la imagen de santos varones. Usaban cabello corto. Vestían con sobriedad, practicaban deportes, pero en esa imagen sobria de los licans se escondía un mundo abominable que estaba contaminando la vida de quietud y tranquilidad de muchos pueblos como el nuestro.

Ahora se habían encontrado en Firenze y se amaron por todo el tiempo que no se habían visto. Los minutos se hacían interminables que se olvidaron de comer y Mischa la llevó a un restaurante para degustar platos típicos de Firenze y los famosos sánguches que preparaban en uno de aquellos  restaurantes. Un buen vino chianti  para acompañar los potajes y sánguches y una mesa para dos donde la conversación fluía entre ellos y los besos continuaban. Mischa aprovechó todo este tiempo mientras su esposa y familia estaban en Roma y prometió a Elisabetta visitarla en la comunidad de San Patricio.

El garrido y apasionado Mischa lamentaba no viajar a la Ciudad…porque tenía su familia, sus negocios y conciertos tres meses al año, sin embargo, programaría un concierto de carácter benéfico en la Ciudad… y así podría encontrarse con Elisabetta di Sardegna su gran amiga y amante de toda la vida.


                                                                                                  Eddy Gamarra T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario