Capítulo
148
Mischa
Elisabetta
tenía vacaciones y decidió viajar sola a Italia. Encargó a Pietro sus amigas y
le pidió que por un mes no frecuentara tanto a Irascema do Bahía. Los licans
aprovecharían su ausencia y podrían atacarlos. Recomendó al conde Jorginho su
residencia y con la confianza que le daban sus amigos, se dirigió a Florencia
para realizar una visita de estudio y placer con las obras de arte que ofrecía
esta bella ciudad.
Hace mucho
tiempo que no visitaba Florencia. Ella vivió con su esposo algunos años, pero
las cosas no marchaban bien y se separaron. Después, se enteró de la muerte del
marino genovés quien le dejó todos sus bienes y Elisabetta vendió las
propiedades y se marchó a América con las obras de arte que ella había
adquirido con el marino.
Ahora
estaba otra vez en Florencia. Caminaba por sus calles y plazas. Visitó la
cúpula de Santa María del Fiore, el Ponte Vecchio, la Basílica de Santa Cruz,
el Palazzo Vecchio y museos como los Uffizi, el Bargello o la Galería de la
Academia que acoge al David de Miguel Ángel y cuando estaba sentada en una banca de mármol de una de las plazas, alguien
cruzó y le resultó muy familiar. Para estar segura gritó “Mischa” y el hombre
volteó. Sí, era él. Se detuvo, se acercó para ver quién era la persona que
había pronunciado su nombre, la vio de pies a cabeza y observó sus uñas
pintadas de varios colores y sus labios carnosos y provocativos con un rojo
intenso, los ojos pardos y la voz sensual. No podía ser otra. El hombre de
cabello gris y mirada enigmática, pronunció con cierta duda ¿Elisabetta? Ella
lo miró a los ojos y el también. Como dos relojes imantados se abrazaron, se
besaron con pasión y como sentían las miradas de los curiosos, se dirigieron al
hotel donde ella estaba y en la habitación amplia se amaron con pasión,
recordaron sus buenos tiempos y volvían a unirse con desesperación lasciva como
si fuera la primera vez que sus cuerpos se encontraban y querían fundirse en
uno solo para mezclar sus sudores, sus deseos y el sexo que los llevaba a un
orgasmo sagrado que les ponía un sello que no se borró jamás de sus vidas.
No tuvieron
tiempo de señalar su situación actual. Elisabetta leyó los pensamientos de
culpa de Mischa porque él era casado y tenía en la región de Toscana viñedos y
una panadería en Firenze que lo mantenía aferrado a estos lugares. Eran tantos
años que habían vivido en Europa a pesar de que Elisabetta estaba casada, pero
su marido no era vampiro y envejeció y Elisabetta lo dejó porque ella se
mantenía joven y bella como ahora. Mischa fue su amante de mucho tiempo hasta
que Elisabetta se fue a América. Mischa estuvo por Rumania, Hungría, Rusia y
otros países. Ella era profesora de Arte y él, violinista. El trabajo los
condujo a diferentes países. Los vampiros eran perseguidos en Europa a pesar de
que habían cambiado. El crimen y los asesinatos no formaban parte de sus vidas,
pero fueron varios siglos en que ellos estaban estigmatizados y la historia
vampírica los perseguía. Es por eso que huyeron a otros países y cuidaron mucho
su vida privada. La violación y muerte que se producían en las noches de las
ciudades europeas eran realizadas por los licántropos u hombres lobos, enemigos
a ultranza de los vampiros. Llevaban una doble vida. Para que no sospechen de
ellos, se acercaron mucho a los religiosos y convivieron muy cerca para evitar
sospechas. Un buen número de ellos vivían en San Patricio y aparentaban ser muy
cristianos. Iban siempre a misa. Participaban en las procesiones. Llevaban
crucifijos para presentar la imagen de santos varones. Usaban cabello corto.
Vestían con sobriedad, practicaban deportes, pero en esa imagen sobria de los
licans se escondía un mundo abominable que estaba contaminando la vida de
quietud y tranquilidad de muchos pueblos como el nuestro.
Ahora se
habían encontrado en Firenze y se amaron por todo el tiempo que no se habían
visto. Los minutos se hacían interminables que se olvidaron de comer y Mischa
la llevó a un restaurante para degustar platos típicos de Firenze y los famosos
sánguches que preparaban en uno de aquellos
restaurantes. Un buen vino chianti
para acompañar los potajes y sánguches y una mesa para dos donde la
conversación fluía entre ellos y los besos continuaban. Mischa aprovechó todo
este tiempo mientras su esposa y familia estaban en Roma y prometió a
Elisabetta visitarla en la comunidad de San Patricio.
El garrido
y apasionado Mischa lamentaba no viajar a la Ciudad…porque tenía su familia,
sus negocios y conciertos tres meses al año, sin embargo, programaría un
concierto de carácter benéfico en la Ciudad… y así podría encontrarse con
Elisabetta di Sardegna su gran amiga y amante de toda la vida.
Eddy
Gamarra T.
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