martes, 8 de septiembre de 2015

Capítulo 163
Un día en perfecta paz

El más contento con la desaparición de los licans fue Carmito Enfisemo. Ellos siempre fueron un escollo para él. Ahora que están muertos, la mano de Dios-decía el gazmoño personaje-ha actuado sobre estos seres insepultos. Se arrodilló delante de la mayoría de los trabajadores, abrió sus brazos y mirando al cielo dijo con voz estentórea y bañado en lágrimas: “Gracias Padre Dios”. Una mitad de los trabajadores se reía a mandíbula batiente; la otra mitad emocionada, asustada, no sabía si se trataba de un ángel o demonio. Desde un segundo piso, los asesores miraban con recelo a este beato sin aureola cuya mayor virtud era su capacidad histriónica. Los trabajadores de servicio que pensaban que era una obra teatral por el mes del Señor de los Milagros, ya que Carmito estaba vestido con su hábito morado, prorrumpieron en sonoros aplausos que contagió a los estudiantes de trámite documentario que entre gritos y rechiflas levantaron en peso a Carmito Enfisemo y empezaron a corear: “Carmito Presidente…Carmito Presidente” hasta que lo dejaron en el jardín junto a los caracoles.

Elisabetta estaba muy contenta porque Mischa iba a dar varios conciertos en la Ciudad…Mischa fue invitado a la residencia de Elisabetta. El tío de la bella vampira pagó el viaje de ida y vuelta de este notable violinista gitano. Pietro se encargó de organizar los conciertos en los principales teatros de la Ciudad…y cada noche, Elisabetta esperaba con ansias a su amado de toda la vida. Escuchaba un disco de Jascha Heifetz y soñaba con Mischa en su completa desnudez.

Jorginho contento con Hasán y Yasmina había proyectado un viaje de familia,  por diversas ciudades de Europa donde tenía una cadena de joyerías. Invitó a mis hijas, sus maridos y mis nietas. Además de joyero, su pasión por la biología lo llevó a conocer variedad de plantas de aquellos países. Era tiempo de descansar después de varios años de lucha contra los enemigos de San Patricio.

El abuelo siempre con perfil bajo visitaba la aldea y dictaba sus charlas tanto para jóvenes como para adultos en el Instituto. Los domingos era visitado por Ludwig, Marietta y el pequeño Hans. Mientras Marietta y su niño paseaban por el bosque sagrado, el abuelo le contaba a Ludwig todo lo referente al gobierno prusiano, de donde procedía el casco que Juan de Aviraneta, mi yerno, le había regalado a su amigo,  y que lo había llevado a la victoria.
Ghara y Harally, las haditas, cuidaban el castillo y las casas de mis hijas siempre con su carácter angelical y alimentándose como las abejas del polen de las flores. En las tarde, antes de que las estrellas ofrezcan su belleza a los habitantes de San Patricio, las haditas cantaban en español, inglés, alemán e italiano. Las personas que transitaban cerca al castillo, se sentaban en el césped para escuchar las maravillosas voces de Harally y Ghara, mis haditas.

Maluxa, Andreínha y Janice, seductoras, enigmáticas, coquetas y juguetonas, desataban sus cabellos negros y tomando sus escobas, trazaban corazones y escribían palabras de amor para los  enamorados que pululaban por aquellos lares. Solían visitar a la hermosa Irascema do Bahía para jugar por los aires y cantar alguna canción en portugués de compositores como Chico Buarque, Vinicio de Moraes, Dorival Cainmi o Ary Barroso y otros. Eran tiempos de paz y había que disfrutarlos como se debe. Ellas también tenían derecho a amar e irían en el próximo viaje que yo haga con Yasmina, al Brasil, vestidas como señoritas, como si fueran mis propias hijas.

Collins, Micki y Tanger, siempre bromistas, visitaban a sus enamoradas y tenían que regresar temprano. Nolberto de Paracatú remplazaba a Yasmina y ya les había dicho que no estén escondiendo sus zapatos porque si no se iba a enojar con ellos. Los elfos entregaban los zapatones al tío Nolberto y trataban de llegar temprano a San Patricio. Los duendecillos llevados por el espíritu cultural que les enseñó la señora Elisabetta, irían un viernes a una exposición numismática sobre el rey Vereticus de Gales y que escucharían la exposición de Monsieur Delacroix, coleccionista de monedas, billetes, medallas y fichas.  Elisabetta di Sardegna orientaba a los duendecillos por los temas culturales y asistirían la próxima semana a la presentación de la novela de la escritora Prima Boulanger,  sobre su vida escolar.

El mono Rebatta se ganó el cariño de los aldeanos y apoyaba a Caterina de Montebianco en el Instituto de Cultura, Cibernética y biblioteca de la Comunidad. Cuando los muchachos de la aldea veían de lejos al popular personaje, decían con cariño y picardía: “A portarse bien muchachos, porque al que no obedece, le pongo chero, chero”. Rafo Rebatta, encendía su cigarrillo y caminaba orondo y contento de vivir en este lugar de ensueño que sus amigos, los Dinos le habían conseguido, cuando ya no le encontraba  sentido a la vida. Les perdonaba a los muchachos la tomada de pelo porque él, en los momentos gratos de su vida fue un palomilla redomado. Estaba tan identificado con su naturaleza zooter que cuando lo llamaban por su nombre, no contestaba; pero si le decían “Mono Rebatta”, contestaba con alegría y satisfacción.

Lapitt de Sajonia con su fábrica de cerveza,  vivía contento viajando siempre de San Patricio al Pozuzo y viceversa. Un amigo le había pedido que se encargue de la distribución de cigarrillos en todo el Perú y Lapitt aceptó feliz, con tal de no fumárselos todos. Estaba en su salsa. Mejoró su situación económica y cuando estaba en su residencia, exteriorizaba su alegría con un sonoro relincho que se oía por todo el barrio de los Dinos.
Jorginho le había traído varios pares de zapatos para el conde Nolberto. Aquí no se podía conseguir y a veces, los duendecillos le escondían sus zapatos. El bueno de Paracatú los amenazaba con darles perejil, como si fueran cuyes. Siempre tenía presente a Hectorius de Auseville, su amigo. Con Hectorius se bromeaban constantemente y formaban parte del gran grupo de la comunidad de San Patricio que todos conocían como los Dinos.

El tío Ben que siempre estaba con nosotros y que solía aparecer en el momento justo y preciso, se recuperaba en la Ciudad… junto a su familia. Estaba delicado de salud y nosotros estábamos preocupados. El tío Ben era un magnífico guerrero que defendía a la comunidad cada vez que se requería de sus servicios. Cuando había alguna reunión, nos deleitaba con canciones francesas con temas de Juliette Grecó, Edith Piaf y Gilbert Becaud . Y si se trataba de Frank Sinatra, su canción preferida era My way. Además, traía de su cava exquisitas botellas de vino y les narraba a los duendecillos un capítulo más de El hombre que calculaba.

Mi vida había transcurrido entre los conflictos bélicos donde acudía como corresponsal de guerra, los libros y la música. Esto me permitió colaborar con diversos periódicos americanos y europeos. Me salvé de morir en varias ocasiones y me prometía retirar de aquellas contiendas, pero volvía a cubrir las noticias. La última vez escapé del Estado Islámico y hubiera sido degollado como otros arriesgados periodistas que dieron su vida por los demás. Era hora de retirarme para vivir con Yasmina y Hasán, mi hijo. Trabajaría con el conde Jorginho, mi suegro,  en el mundo de las piedras preciosas por países como Colombia, Brasil, Estados Unidos de Norteamérica y los principales países europeos. Los excelentes artistas en joyas de este maravilloso país trabajaban con ahínco las piedras preciosas con oro y plata  para entregar las bellísimas joyas que eran diseñadas por Yasmina.

Ella no hablaba mucho pero era una mujer extraordinaria que tenía muchas virtudes y un defecto, los celos. Había demostrado en la guerra contra los licans que era una luchadora perfecta. Ella fue designada por su abuelo como la zooter encargada de enfrentarse al malvado Varkolak, que estaba considerado como el más fuerte de los licántropos. Lo demostró cuando se transformó en un bello unicornio que acabó con el perverso Varkolak.

La paz que se respiraba en San Patricio nos permitía pasear por las calles y parques de la Comunidad con nuestros hijos. Lo mismo ocurría con los campesinos del general Ludwig que salieron de las fronteras de su aldea para caminar con libertad, sin temor a encontrarse con algún monstruo. Cuando le preguntaron a Ludwig por qué se hacía llamar general, contestaba que se lo había ganado en buena lid. Su negocio creció porque también era visitado por los aldeanos y cualquier habitante de la Comunidad.

Hay que reconocer que esta paz la conseguimos con esfuerzo, sacrificio donde destacó Yasmina como una loba que estaba dispuesta a todo, incluso a dejar su vida por el bien de la comunidad de San Patricio que fue forjada por dos personas allegadas a ella: Su abuelo y su padre.

La paz se extendía hasta la Colina Azul habitada por personas que dieron su vida por la Educación y que amaban la naturaleza a toda prueba. Los nuevos vientos permitieron que la Colina Azul sea visitada con más frecuencia por los habitantes de San Patricio y por los estudiantes zooters para encontrar en ella la leyenda viva de la cultura y la formación de profesionales que aprendieron a reconocer a sus maestros. Es más, las aguas de la laguna en aquel lugar eran como las del bosque sagrado donde vivía el abuelo. Curaban el reumatismo, cualquier escozor del cuerpo, las manchas y pecas de los jóvenes expuestos al sol y fortalecían los músculos y huesos. La laguna de los tulipanes negros era el lugar preferido de Lucho, la morsa, leyenda viviente de la Colina Azul. Cada persona tenía una historia valiosa enriquecida con una vida de trabajo, sacrificio, aventura y amor.

El jefe del CENTRADOM reunió a sus asesores y les dio la orden de no comentar nada sobre la desaparición del equipo de seguridad. Nadie hablaba en el CENTRO pero todos sabían qué ocurrió en aquel club donde los licans celebraban la fiesta de Halloween y fueron exterminados en un enfrentamiento sangriento  por una loba y sus amigos.

Aún faltaba luchar contra los programas obsoletos y cargados de mera información documentaria de los “centradomes” o lugares de papeleos absurdos, trasnochados y certificados por obra y gracia de la ignorancia y que tenían como objetivo máximo acabar con los libros. Ya habían cerrado la biblioteca y usaban la casa de los libros como los judíos usaron la casa de Dios. Hacía falta un látigo para desterrar a los exterminadores de los libros. Se requería toda una revolución que cambiara la mentalidad de los intermedios que desprovistos de ellos, los  cambiaron por sus juguetes celulares donde mataban el tiempo como una venganza para purificar su alma que alguna vez les puso un libro en la mano.

Los niños crecen y nosotros seguimos construyendo este mundo zooter que la providencia nos dio y que tenemos que mantenerla ya sea en la realidad o en los sueños porque el mundo verdadero está poblado de realidades y sueños confundidos en un soplo de vida y existencia que a veces no sabemos si es un sueño que se hace realidad o una realidad que parece un sueño.

San Miguel, 08 de setiembre de 2015


                                                                                                    Eddy Gamarra

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