martes, 8 de septiembre de 2015

Capítulo 159
¡Lobos a las armas!

Varkolak y Libak se levantaron temprano como nunca y cada uno se desplazó en sus autos al aeropuerto. ¿Viajaban a un lugar?...¡No!...¿Esperaban a alguien?...Sí, pero a varias personas. Para ser más precisos, tres licans. Eran de rostro duro, de tez blanca, altos, parecían lanzadores de martillo o bala. Sus ojos reflejaban maldad, desconfianza. Fueron escogidos en Turquía por la cofradía licántropa de la daga negra. Esta cofradía era considerada como la más cruel en toda Europa y su especialidad era salir de noche para violar y matar a sus víctimas. Ellos procedían de Rumania y vivían en Capadocia con sus mujeres, que eran de extracción humilde. De esa manera, nadie podría sospechar de sus crímenes. Los periódicos turcos culpaban a los vampiros, enemigos acérrimos de los licántropos. Esta información costó mucho dinero a la cofradía de los licans  para ensuciar la vida tranquila de los vampiros en este siglo XXI. Los vampiros y vampiras habían dejado de matar hace mucho tiempo. Se dedicaron a las artes como la pintura, la música; al comercio y a la Educación universitaria. Como vivían varios siglos, esta coyuntura les  permitió aprender varios idiomas y dedicarse a la lectura. Es por eso que Elisabetta, Rowina y Alejandra enseñaban en una Universidad particular y evitaban llevar una vida de escándalo. Escogían algunas noches de la semana, de preferencia viernes, sábado, para salir de cacería. En verdad, no cazaban nada. El término lo acuñaron desde hace varios siglos los vampiros que solían matar a sus víctimas o los convertían como ellos. Esta nueva generación no mataba a sus víctimas, solo les chupaban la sangre en raciones mínimas que ni siquiera se daban cuenta, las “víctimas” que les habían dejado de “souvenir” dos puntitos para marcar la presencia de la familia vampírica. Algunas veces chupaban la sangre de los animales pero no los mataban.

Todos estos datos sobre los nuevos sicarios de los licans fueron proporcionados por Elisabetta que había ido al aeropuerto  para despedir a una colega de la Universidad. Su facilidad para leer el pensamiento la acercó a ese grupo que tomaba un café en uno de los restaurantes del aeropuerto. Ella ingresó a una tienda de ropa y se colocó en un lugar estratégico y se pudo enterar de las malas intenciones de este grupo asesino. Uno de ellos era familia de Varkolak y prometió acabar con todos los lobos de San Patricio. Eran expertos en el uso de cuchillos, espadas, hachas, lanzas y todo tipo de arma blanca. Ya sabían que no se podía ingresar armas de fuego por el arco mágico. El único que tenía su panoplia desde armas del siglo XVI hasta las más sofisticadas de este siglo era el conde Jorginho. Él las ingresó por la entrada de Rapa Nui. Nunca las había usado en San Patricio, pero dijo una vez que si las circunstancias y el peligro inminente de un ataque licantrópico lo requerían, estaría dispuesto a usarlas. Jorginho era un experto en armas de fuego. Había otro zooter que aprendió el uso de armas en el pueblo Saharawi: Juan de Aviraneta, el marido de Antonella. Jorginho había enseñado a Juan el uso de las últimas armas que había adquirido. Los licans nunca habían visto la oploteca del conde. Solo los Dinos y Yasmina sabían de su existencia, porque esta colección de armas estaba detrás de un estante en la biblioteca. Se tomaba un libro de Hobbes llamado Leviatán y automáticamente giraba el estante y daba entrada a una  enorme habitación donde se podía apreciar infinidad de dagas  y armas blancas de diferentes pueblos de Asia y África; arcabuces, fusiles, carabinas, escopetas, pistolas desde las más antiguas hasta las modernas; metralletas, granadas, instalazas y muchas armas más. Todo un arsenal.

Elisabetta invitó a su residencia a los Dinos. Estuvieron Lapitt de Sajonia, Nolberto de Paracatú, Hectorius de Auseville, El Tío Ben, el conde Jorginho, Yasmina y yo. Ella era la única mujer invitada debido a su capacidad de lucha contra el mal y a sus metamorfosis que le permitía desplazarse por el agua, aire y tierra. Elisabetta fue clara. Todos la escuchamos en silencio y después de unos segundos de haber escuchado la información de la condesa Elisabetta di Sardegna , el conde Jorginho di Ipanema dijo en voz alta: ¡Lobos…a las armas! ¡Dinos: Muerte a los licans y a las serpientes! Todos se pusieron de pie y gritaron al unísono: ¡Muerte!

Era el momento propicio para realizar el enfrentamiento contra este estigma que pretendía apoderarse de la comunidad de San Patricio a través de crímenes que formaban parte de su modo de vivir. Trajeron tres asesinos de la peor calaña y saboreaban con anticipación la desaparición total de los lobos y los Dinos de su espacio vital. Sus próximas víctimas serían los intermedios. De esa manera, podrían apoderarse del CENTRADOM y dejaban como postre, la muerte de los asesores y de repente Mr. Kanter si se opone a sus protervos intereses.

El abuelo no estuvo presente pero estaba enterado de todo. Él continuaba con su trabajo de jardinería. Los espías de Anulia lo observaban siempre. El abuelo los miraba y sonreía . Continuaba con su trabajo y Lurok, Wanda y la vieja cotorra avisaban a la vieja maritornes quien visitaba a Varkolak y lo ponía al corriente de todo. También le informaron a Anulia que Elisabetta había tenido una reunión sorpresa con los Dinos y la loba. Algo se está tramando comentó Burú el sapo lascivo que había sido el encargado de espiar a Elisabetta. Cuando Anulia se enteró de los refuerzos de los licans, se atrevió a realizar una pequeña fiestecita en su casa. Invitó a Varkolak, Libak y los rumanos. Les pidió a Dorotea, Tránsito, Anacé, Wanda y la vieja cotorra que se pongan lindas porque además de Varkolak y Libak, tenía tres invitados especiales que acabarían con los lobos y sus amigos. Invitó también a unas intermedias que eran amigas de todas, amantes del chisme y la fotografía y coquetas de principio a fin. El sapo Burú no podía faltar a la reunión. Le gustaba Tránsito y sería una buena razón de seducirla hasta las últimas consecuencias.

Toda la familia de lobos y allegados estaban informados del plan macabro de los licans. El conde Jorginho había lanzado la declaratoria de guerra contra nuestros enemigos. Se redobló la vigilancia del barrio de los Dinos. Las hadas Ghara y Harally se encargarían de Hasán, Brissa y Dana;  las brujitas visitarían a Irascema do Bahía para que preparen el ataque de ellas contra los licans por aire. Los duendecillos vigilarían a Lurok, Wanda y la cotorra vieja, igualmente, a las serpientes. Ludwig reunió a los labradores y después de un discurso kilométrico convenció a los labradores de prepararse  para la lucha contra la mafia despiadada de los licans. A partir de ese día, Ludwig usó el casco prusiano que le regalara Juan de Aviraneta y se autoproclamó General del heroico pueblo de San Patricio. Todavía se escucha en la aldea las palabras finales de Ludwig : ¡A las armas, aldeanos!...¡A las armas!


                                                                                  Eddy Gamarra T.

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