Capítulo 160
Las pretensiones de Burú
La casa de Anulia, la vieja y
desdentada cobra se puso de gala. Lurok, Wanda y su comadre limpiaron,
arreglaron los ambientes de la casa; las serpientes se encargaron de los
bocadillos y la comida y uno de sus amigos, entre los asesores, le prometió enviar
un conjunto entre los músicos de confianza que trabajaban con ellos en el
CENTRO. Burú y Tránsito irían a la Ciudad…para comprar “el trago”, que es la
referencia popular al licor. El sapito se había propuesto conseguir a la libidinosa
shushupe y desde un principio, cuando la vio, le lanzó su saludo lujurioso:
“¡Hola ñata bandida!”. Tránsito sonrió con un movimiento de labios seductores.
El sapito la abrazó con efusividad y sintió todo su cuerpo. Dijo para sus
adentros “Ya cayó”. En verdad, no conocía a Tránsito. Él se consideraba
irresistible y confiaba en sus dotes de gran seductor. Como Burú no tenía
carro, se fueron en el auto que su padre le regaló a esta charapita . Antes de
comprar la cerveza y los “tragos cortos”, Burú le invitó a Tránsito unos anticuchos
con papa, choclo y ají del mono. Todo lo que tenía ají, le fascinaba a la shushupe porque la inducía
al placer y el crimen. El pobre sapito no se imaginaba el error de invitarle comida con ají. Él estaba contento y después
de comer, le dijo que todavía tenían
tiempo para ir a una discoteca y bailar un rato. Tránsito le dijo que sí y le
dio un beso en el cuello. Le gustó a Burú y estaba a punto y le tocó el
trasero. “¡Ay qué rico! ”, le susurró La coqueta shushupe. Esta se reía y lo
miraba con pasión lasciva.
A Burú le gustaba la salsa y pidió
al mozo que le pusieran salsa dura como a él le gustaba. La shushupe era una
gran bailarina y cuando salió al ring de baile, se contorneaba y lo miraba como
nunca lo habían mirado en su vida al lúbrico sapito.
-¡Eres mía!-le decía el sapito al
oído.
-¡Toda la noche! Le susurraba,
coqueta, Tránsito.
-¡Te voy a hacer feliz! Deslizaba
con voz obscena en sus oídos, Burú.
-¡Hasta la muerte!-le contestaba la
shushupe.
Burú le mordió los labios con
lascivia y le decía :
¡Vamos a una hostal que te voy a
dar tu regalito!
-Yo también quiero darte un
regalito que nunca lo vas a olvidar hablaba la bella Tránsito.
-¿Cuál es?-preguntaba con voz
lujuriosa, el sapito.
-¡Vamos a sentarnos!-le sugirió la
shushupe- recuerda que soy tuya hasta la muerte. Le tomó de la mano y el sapito
obedeció como un manso corderito.
Cuando se fueron a sentar, la
shushupe le dijo al oído:
-¿Quieres que te bese en el cuello?-el
sapo acezaba de placer.
-El sapito repetía con su voz
libidinosa y vulgar- Sí, porque estoy arrecho.
-Yo también-dijo la serpiente, con
voz libidinosa.
Cuando Burú le ofreció el cuello
lúbrico e insensato, la shushupe convertida en una serpiente, le inoculó su mortal veneno y el seductor
audaz solo atinó a repetir su frase cabalística que esta vez no le dio suerte:
-¡Hola ñata bandida!
Y cayó fulminado.
La shushupe huyó en la oscuridad y
salió de la discoteca por la parte posterior del edificio. Se dirigió en su
carro a una tienda de licores, donde
conocía al dueño y compró los licores y se fue a la comunidad de San Patricio.
Regresó sola y le dijo a Anulia que
Burú iba a llegar más tarde porque tenía “un plancito con un pescadito” y no lo
podía perder. La vieja cobra le creyó y después llegaron los invitados y la
fiesta se desarrolló con normalidad. Anacé le advirtió a Tránsito que no se
vaya a exceder con ningún invitado especial porque tendrían problemas con
Varko. Tránsito le contestó que estaba satisfecha y no tenía ni hambre ni sed.
Aquella noche bailaron y bebieron hasta el cansancio. Burú nunca regresó.
Yasmina leyó el pensamiento de
Tránsito, la shushupe y supo que ella mató al seductor. Lo comentó con
Elisabetta y también dialogaron sobre la fiesta que ofreció Anulia para los
invitados de Varkolak. Elisabetta comentó con Yasmina que ellas también estaban
preparadas para cualquier sorpresa. Le decía a su amiga que era necesario
atacar antes que defenderse. Una vez más se escuchaba decir esa táctica de los
trebejos: “La mejor defensa es el ataque”. Los licans nos veían demasiado
pasivos. Habría que demostrarles que no es así. Pronto lo sabrían.
Uno de los primeros que preguntó
por Burú fue Varkolak, su amigo. Igualmente, uno de los intermedios de apellido
Bejart, preguntó por Burú. Nadie le dio razón. Había faltado tres días al
trabajo y podría ser despedido, comentaba su amigo. Varkolak se puso en
contacto con Anulia y esta le manifestó que Burú se fue con Tránsito a La
Ciudad… para comprar el licor y después le comentó a Tránsito que tenía una
reunión con una amiga. Varkolak presionó a su comadre para que investigue a
fondo sobre la muerte de Burú. Le recordó que hace poco había desaparecido del
mapa la bella Asteris y esto se hacía muy sospechoso ahora que estaban
preparando un ataque despiadado contra su enemiga la loba y los Dinos. Tránsito
conversó con Anacé, la anaconda, su amiga de confianza y le contó toda su
verdad. ¿Y cuál era esa verdad?...”Burú quiso violarme”, le dijo la shushupe, por
eso, lo maté. No sería la primera vez que ella mataba a sus enamorados y
seductores. Le gustaba la sangre, más que los vampiros, y su mayor placer era
la muerte de sus víctimas. Anacé no le creyó, y le advirtió que no cometa más
errores con su propia gente porque los licans se podrían enojar y su cólera
terminaría con la muerte de todo el grupo ofídico. Ya habían muerto Bozzena y
Asteris. Ella estimaba su vida , por eso es que le llamaba la atención a la
joven y terrible shushupe que estaba provocando a Varkolak y el jefe de los
licans no perdona. Es un salvaje y terminaría con ellas. Por lo tanto, de vez
en cuando, debe descargar su veneno letal en un frasco y guardarlo para una
ocasión especial cuando le busquen tres pies al gato, sabiendo que tiene
cuatro.
Eddy
Gamarra T.
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