Capítulo 58
La celebración
Varko
había sido ascendido a Jefe de Seguridad del Gran Centro de Trámite
documentario. Uno de los objetivos de aquel lugar era la obsecuencia, la
hipocresía y el espíritu de la etapa esclavista donde a cada momento se decía
que “Unos han nacido para mandar y otros para obedecer”. Los trabajadores, en
su mayoría, era gente humilde y tenían conocimientos de computación, Inglés y
sobre todo del tejemaneje del trámite virtual. No había tiempo para leer,
tampoco para estudiar. Solo había tiempo para obedecer. La sonrisa de sus
integrantes era a medias. La otra parte se la llevaron sus patrones. Los únicos
que reían eran los nefastos licans y esta vez estaban celebrando en la casa de
una de las esposas, la designación del Jefe de Seguridad. El veinte por ciento
de los trabajadores vivían en La Ciudad de los Reyes, todos los demás, en San
Patricio. La razón es obvia. Eran zooters y estaban integrados, además de los
licántropos, por palomas, lornas, cojinovas, gaviotas, asnos, maquisapas,
cernícalos, aves marinas, ardillas, serpientes, tejones, cotorras y otros
animales inofensivos.
Estos
zooters fueron invitados por Varko y sus secuaces. Como iban a estar los jefes,
el temor de ellos y ellas se tradujo en una asistencia casi completa de la
mayoría, porque quienes no vivían en San Patricio, por más esfuerzo que
realizaran los licans y el Obispo, jamás podrían ingresar. Unos estaban en la
realidad cotidiana y los otros, pertenecían a la ficción. Como el fraile “que
tenía un apetito de Gargantúa y Pantagruel” además de juguetón, era buen
diente. Asistió con todo su séquito para disfrutar de esta fiesta. Hubo
abundante comida, música y cerveza. Varul dio el discurso de orden y se
emocionó hasta las lágrimas que Libak le advirtió que no era momento para estas
escenas. Varul le pidió una pierna de cerdo para mitigar sus penas. El inmenso
lican tenía hambre, por eso estaba triste. Libak, que apareció con otro corte
de cabello, le llevó su comida a Varul y en nombre de su jefe le advirtió que
no se vaya a convertir en murciélago, porque era tan feo y horripilante que
podía causar una huida de muchos zooters. Varios de ellos se convertían en animales y no había
problemas. Por lo menos, mientras estuviera presente el Obispo de Canterbury.
En cuanto a los licans, ninguno se metamorfoseó. Guardaron las apariencias y
quisieron ofrecer al bueno del Obispo, que estaba convertido en oso, una imagen
que ellos llamaban en buen cristiano… institucional.
Los
otros miembros de seguridad que habían ingresado a San Patricio con la venia
del Obispo y que eran licans como Varko, bebían de una manera desmedida, a pesar
de las advertencias de Varul. Una vez ebrios, sacaban a bailar a las avecillas
y hacían de las suyas tratando a toda costa de besarlas u obligarlas a tomar
más licor. Lurok estaba detrás de una flamenco y no la dejaba ni respirar. La
pobre avecilla le sonreía al tejón que comía por dos, sobre todo cuando es
gratis. Su madrina, Anulia sonreía con un aire de complicidad cuando Lurok enamoraba
a la espigada ave. Asteris que estaba provocativa y lúbrica bailaba con una
inocente ardilla y lo miraba con un
deseo mortal. ¿Era la danza de la mamba negra? Después de satisfacer sus
instintos, mataría a la ardilla que recién había venido a trabajar al
CENTRADOM. La belleza de la mamba se ofrecía lasciva a los ojos del ingenuo
animal. Su voz sonaba tan dulce y
acaramelada que la ardilla pensaba que había encontrado al amor de su vida.
Mientras los tortolitos de la muerte bailaban pegaditos, Anulia disfrutaba
observando a Lurok que bailaba una salsa con la avecilla. Anacé bailaba sola y
a veces con un correcaminos de color azabache que era tan alto como ella. Ellas
sabían que Asteris era impúdica y obscena. Le habían advertido, pero como
estaban felices por la fiesta que daba la mujer de Varko, y la abundante comida
y bebida que había en las mesas, se
olvidaron de la mamba negra.
El
Obispo le preguntó a Varko por Jorginho, su familia y amigos. El lican no supo
que contestar a su jefe, pero la bella Duval, recurriendo a la mentira, le dijo al fraile que les habían invitado pero
que no sabían las razones de su
inasistencia a tan magno evento. Al único que habían invitado era a Hectorius,
pero él no se atrevió a ir porque temía por su vida, y qué mejor seguridad que
visitar al Conde y beberse una buena taza de café de Chanchamayo que Lapitt de
Sajonia le había traído a su amigo.
El
único de los licántropos que bebía en abundancia era Libak; Varul, tragaba,
Vudko, enamoraba y Varko buscaba una nueva doncella para violarla y matarla.
Pero esta vez, la situación estaba controlada para los licántropos, mas no,
para las serpientes. Fue en el momento que la música se detuvo y el Obispo
tenía que dar, como siempre, sus certificados de felicitación en un sobre, pero
sin dinero. Era más de diez años que no les subía el sueldo a sus trabajadores,
pero con pan y circo, solucionaba las cosas. De pronto, se escuchó un grito
ensordecedor en el jardín. Las muchachas gritaban asustadas que había un muerto
que estaba en una de las ramas del pino . Su rostro era de contento, pero su
color era negruzco. El obispo, enojado amenazó con una investigación
pormenorizada si es que no señalaban al culpable. Todos sabían que una vez que
transcurrían los días, el fraile se iría a Bolivia y se olvidaría de todo.
Muchas chicas se fueron a sus casas atemorizadas; otras ya se habían ido, entre
ellas, las serpientes, en especial, Asteris, la mamba negra.
Varko
reunió a sus secuaces y preguntó a rajatabla quién había sido. Conocía a todos
y sabía de qué pie cojeaban. Preguntó directamente a Vudko si había sido él.
Este estaba sorprendido por la pregunta de su jefe. Después de la muerte de
Frosina, Vudko no se había atrevido a cometer otro crimen, toda vez que la guardia de San Patricio lo
estaba buscando. De ahí las invitaciones restringidas. Solamente los licans y
sus seguidores, las serpientes y sus soplones, los intermedios-que se
acomodaban al mejor postor ya sea por interés o por miedo- y las autoridades
del CENTRADOM. La invitación al Conde Hectorius era por el cargo que tenía y
por su cercanía al Obispo, dueño del CENTRADOM. Libak que era acucioso,
investigó a Varul y a los nuevos integrantes de la secta maldita de los
licántropos. Varko, que no era de mucho bailar, había observado a la ardilla
que estaba detrás de Asteris y sabía que la bella serpiente atraía a sus
víctimas con sus movimientos lúbricos y su mirada de virgen de medianoche.
Llamó a Perceval, biólogo que conocía mucho sobre veneno de serpientes, después
de un curso que llevara en Brasil y le pidió su opinión. El temeroso personaje
de los intermedios, que sabía del nuevo cargo de Varko e intuía la maldad de su
grupo en la institución, le dijo que el color del veneno en el rostro del
occiso lo provocaba la mordedura de una mamba negra. Varko lo tomó de las solapas y le increpó si
en verdad, estaba en lo cierto. Perceval, que era el profesor principal de
Biología en el CENTRADOM, les explicó con lujos de detalles como actuaba el
veneno.
Pocos
sabían de la transformación zooter de Asteris. Los licans la conocían porque
era su aliada. Lurok la amó mucho tiempo, pero siempre temió sus arrebatos.
Jorginho la conoció en Sierra Leona y como sabía que le gustaba las joyas, le
regaló una y ella se entregó. Jorginho era una de las pocas personas en San
Patricio que conocía la naturaleza zooter de todos sus integrantes. Sabía que
era una serpiente y también conocía sus debilidades. Asteris era en el mundo ofídico
lo que la viuda negra, en las arañas. Años atrás, no tenía fama de asesina y
peligrosa, pero después de la muerte de su marido, un comerciante sudafricano,
se volvió muy mala y ambiciosa. Como su naturaleza zooter la destacaba de las
demás, se comunicó con Anulia, la vieja cobra y
viajó desde África hasta América donde un amigo de Anulia, el enigmático
Paritt, le dio trabajo en el CENTRADOM .
Varko
estaba muy enojado porque este crimen le arruinó la fiesta. Tantos preparativos
de Duval y las mujeres de los licans principales, se fueron al tacho. Menos mal, decía Libak,
que el Obispo le había encargado la investigación a él y como tenía que viajar
a La India, Libak le enviaría a su twitter todo el proceso de investigación.
Ya
habían muerto Frosina, la dulce Dalina y esta vez, Roberto, la ardilla. La
responsabilidad mayor estaba en las serpientes. Varko citó a la vieja Anulia
que fue quien trajo a Asteris a esta comunidad. No le importaba que la mamba
haya matado a la ardilla sino que lo había hecho en su fiesta. Asteris que
conocía las correrías de Varko y sus crímenes en el viejo mundo, le ofreció el
diamante que le diera Jorginho para que no continuara la investigación. Este
diamante pasó a Libak que es el que dirigía la investigación de la muerte de Roberto,
la ardilla. Al final, todos se olvidaron del pobre Roberto y la vida continuaba
en el CENTRADOM.
Las
víctimas pertenecían a los intermedios,
quienes en su mayoría, trabajaban en el CENTRADOM (estaba ubicado fuera
de la Comunidad de San Patricio), y que por miedo o interés, se dedicaban a la
sobonería a través de su correo o a golpearse el pecho para cubrir sus errores.
Sin embargo, se notaba que sufrían y se quejaban constantemente. Tenían familia
y bajaban la cabeza para evitar la crítica despiadada de los asesores del
Obispo, quienes no tenían reparo en acosarlos todos los días hasta llevarlos a
la desesperación y la renuncia. Es por eso,
que el paño de lágrimas de los Intermedios era el Auditor Mayor del Reino,
el conde Hectorius, amigo de los Dinos.
Eddy Gamarra T.
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