lunes, 11 de mayo de 2015

Capítulo 65
Silence

Nunca vimos tan feliz a la cobra desdentada. Su sobrina ingresó al CENTRADOM. No sé en qué trabajaría. Solo sé que Carmen, la cotorra,  movió sus influencias para darle trabajo a la serpiente shushupe, que es como la llamaban en la región de la Amazonía. Esta era muy veloz, no hablaba con cualquiera. Era de tez blanca, mirada hipócrita. Sus ojos negros despedían odio y era muy venenosa. Su lengua viperina se deslizaba entre la anaconda y la mamba negra. Sus comadres estaban tan alegres que veían un momento propicio para planear un ataque contra la loba y mis hijas .

Las gaviotas, palomas y las otras aves, además de las lornas, cojinovas y corvinas comentaban que ella no las saludaba y apenas realizaba un gesto cuando se cruzaba con algún zooter. En los corrillos del CENTRADOM, la conocían como “la charapa”. Anulia y sus secuaces le decían “Silence”, pero su nombre verdadero era Tránsito. Lo único bueno era su rostro. Atractiva,  para atraer a sus víctimas y después matarlas. Dicen las malas lenguas que había mordido a toda una familia en la selva y como estaba protegida por algún oficial de alta graduación, la enviaron a la Ciudad de los Reyes con una tía un poco lejana y como Tránsito era zooter, podía trabajar en el Centro de Trámite Documentario, gracias a la influencia de Carmen la cotorra..

Anacé se hizo muy amiga de la serpiente shushupe, así que decidieron dar un paseo por la Comunidad de San Patricio, en compañía de Asteris y Anulia. Más adelante se les unió Lurok y caminaban en su forma humana,  muy arrogantes, con cierto afán de provocación. Cerca de mi casa, jugaban Tanger, Collins y Micki. Anulia los miró con un aire despectivo y masculló: ¡Cómo los odio a estos mocosos de mierda! En ese momento, se transformaron en serpientes las cuatro y Lurok, en tejón. Mis duendecillos que se divertían distraídos no se percataron de la presencia ofídica y maléfica que estuvieron a punto de ser mordidos por Anulia y su gente. Menos mal que Yasmina las había olfateado y se hizo invisible y cuando menos lo pensaron apareció frente a ellas un enorme y plateado unicornio que lanzó de su cuerno fuego contra las serpientes que terminaron con la piel quemada y huyeron a toda prisa para no ser carbonizadas por este bello animal. Lurok fue el primer en huir y se olvidó de sus amigas. Detrás de él corría Tránsito, y más atrás, Anacé, Asteris y la cobra desdentada. Esta última estaba muy agitada y tenía todo el trasero quemado que no se sentaría por un mes y tendría que esperar el cambio de piel para llegar a su normalidad.

Los duendes después de la ayuda del unicornio plateado, se arrodillaron ante su salvadora y creían que era una diosa que había venido a salvarlos porque, según ellos, eran unos niños muy buenos, casi santos. Yasmina  tomó nuevamente su forma humana y les dijo que  no eran tan santos y que estaba enterada de lo que hicieron en su colegio Micki, Tanger y Collins. Ellos se sorprendieron del cambio del unicornio plateado a Yasmina y dijeron al unísono: “ Tengo fiebre”. Yasmina sonrió y les pidió que se calmaran y que tendrían que acostumbrarse a su segunda metamorfosis. No te vimos llegar dijo el “ciego” Collins,  que siempre usaba sus lentes. Ellos y muchos más no sabían que Yasmina también podía desaparecer al igual que el Tío Ben. Los duendecillos le prometieron a Yasmina que nunca más lo volverían a hacer. Antonella que vio el cambio de Yasmina y escuchó la mentira de los duendes, se les acercó y les jaló las orejas. Después abrazó a su amiga y le dio las gracias por todo lo que había hecho. Además le pidió que le contara ese cambio maravilloso que había ocurrido en ella. Yasmina le invitó además de sus hermanas, a almorzar en el castillo. Tenía que contarle a su padre y a ellas sobre su abuelo y muchas cosas más.

 Tránsito, la malvada serpiente, después de curarse de las quemaduras que el unicornio plateado le ocasiónó, no se explicaba la presencia de ese ser. Nunca le habían hablado de quién era. Ninguna de las serpientes,  ni siquiera Lurok, lo sabía. Estaban asustados por lo que les pasó. Anulia, que era la más vieja de ellas, escuchó del enigmático Paritt, uno de los antiguos asesores del Obispo, que un unicornio poderoso venció a los centauros negros que pretendieron apoderarse de la Comunidad de San Patricio. Después de esa historia, no sabían más del mágico ser que pertenecía a la realidad y la ficción y que les iba mostrando a Varko y sus aliadas el poder del bien en este mundo mágico que era habitado en su mayoría por una comunidad zooter y otros personajes afines al conde Jorginho, padre de este ser maravilloso que se llamaba Yasmina.

Tránsito visitó al malvado Varko y le contó con lujo de detalles la aparición del unicornio plateado justo en el momento en que sus hermanas de piel y ella,  iban a matar a aquellos trasgos del demonio,  que la tía Anulia odiaba de muerte. Varko no se podía explicar cómo ocurrió, hasta puso en tela de juicio la información que la temible shushupe le dio a él. El jefe de los licans ordenó a Lurok que mandase llamar a la cobra y las otras serpientes. Una vez que se reunieron, estas relataron con cierto temor la presencia de aquel monstruo que les quemó la piel y si no hubieran huido, probablemente estuvieran muertas. La cernícalo les comentó que el unicornio plateado no era otra que la hija del Conde Jorginho. Ella con su potente vista observó que después de quemar a las pobres serpientes, recuperó su forma humana y era Yasmina. Varkolak le dijo a Wanda, la cernícalo,  que Yasmina era una loba, no un unicornio. A pesar de que Wanda quería colaborar con los licans, ellos no le creyeron. La mujer de Varko le pidió que descansara, porque la veía agotada. Desconcertada y furiosa, Wanda se retiró de la casa del jefe de los licans y se fue volando a su casa para contarle al señor Hannover, lo que ella vio y los demás no le creyeron. Nadie le creía a Wanda. Parecía aquella sacerdotisa troyana que cada vez que decía la verdad, nadie le creía…ni su protector y amante.

 Tránsito regresó con Asteris, Anacé y la vieja Anulia a su condominio, donde vivían las serpientes. La shushupe le había clavado su mirada lasciva a Libak y buscaría la manera de atraerlo; para ello, pediría a Anacé sus consejos. Aunque Anacé estaba sola porque su marido la abandonó, tenía mucha experiencia de sus relaciones amorosas con varios licans. Tienes que hablar le decía a la shushupe. Además le tienes que regalar un perfume porque le gusta mucho los perfumes. Eso sí, cuídate de su mujer que es muy celosa. No la vayas a matar. Cítalo en la Ciudad de los Reyes. Allí  nadie te conoce y él como todos los licans,  es lujurioso, tiene la lengua viperina como tú  y se va a comer un rico pescadito. Después me lo pasas, porque le tengo hambre. La charapa no entendía mucho las palabras de su amiga Anacé, pero le agradeció y prometió ayudarla.


                                                                                                                         Eddy Gamarra T.

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