Capítulo 71
Ulrico
Caminaba
por una de las calles de la Ciudad de los Reyes y vi a una figura conocida. Era
Ulrico que vivía en la Colina azul y que había pedido permiso para comprar unas
medicinas para Mariana de Portobello, que se hallaba delicada de salud. Se le
veía rejuvenecido y siempre con su buen carácter que terminaba en una sonora
carcajada. Cuando dejó el CENTRADOM tuvo la oportunidad de viajar fuera del
país donde tenía un familiar y después tratar de vivir con la mísera pensión
que le habían asignado.
La
ventaja de ser zooter le permitió llegar a la Comunidad de San Patricio en la
zona de la Colina azul destinada para zooters jubilados, delicados de salud,
que no tenían familia o que estaban en la senectud. No era un asilo, era un
edén con un paisaje maravilloso lleno de árboles frutales, plantas medicinales
y una fuente mágica donde crecían los tulipanes negros y el viento acariciaba
constantemente en el rostro de los habitantes. Ulrico que se transformaba en
cóndor, vigilaba celosamente el espacio que correspondía a la Colina azul.
Aunque era un lugar muy seguro y que se necesitaba de unas palabras mágicas
para entrar y salir, siempre había una desconfianza hacia los licans, las
serpientes y los obsecuentes dirigentes del CENTRADOM y su camarilla.
Ulrico
no estaba solo. Había una cierva que lo esperaba y que lo cuidaba, lo engreía y
le ofrecía las frutas más exquisitas de la Colina para que Ulrico se sienta
feliz. Mariana de Portobello le contaba al juguetón Ulrico sus anécdotas en los
siete mares junto a su padre, un famoso pirata, descendiente de Morgan.
Mientras Ulrico degustaba sus frutas, Mariana le traía agua pura de la fuente
de los tulipanes. Ulrico estaba contento de formar parte de aquel maravilloso
paraíso sin pecado, donde los zooters purificaban sus vidas y seguían las normas
impuestas por la más hábil de los habitantes de la Colina azul: María Rosa
quien consiguió elaborar un proyecto
para habitar en este espacio de paz y felicidad. Cualquiera no podía pertenecer
a este lugar. Los documentos no se presentaban en ninguna oficina, ni daban
examen. Bastaba pensarlo y demostrar en la Comunidad que uno era buena persona
y que estaba arrepentido de sus maldades hacia los demás. Algunas personas
tuvieron “las puertas cerradas” para vivir en la Colina azul. Una de ellas fue
Anulia, la cobra desdentada que pese a las influencias de uno de los asesores
del CENTRADOM, la negación fue al cien por ciento porque por más que lo pensó y
se acercó al Muro de entrada, no se abrieron las puertas. Intentó con palabras
cabalísticas desde el “Ábrete sésamo” hasta el “Abracadabra, pata de cabra”…y
nada. Fue a la iglesia de San Patricio y con la ayuda de Lurok que a veces
oficiaba de sacristán, trajo una botella de agua bautismal, se roció con ella,
puso la Biblia al pie del Muro…y nada. No le quedó otra cosa que llorar y
llorar hasta que se la llevó su séquito ofídico y su fiel Lurok.
Una
vez que Ulrico compró las medicinas para Mariana, regresó a la Colina azul y
dio gracias al Maestro de la Comunidad que le había dado el permiso. Los licans
no sabían quién era el Maestro de esta Comunidad. Wanda trató de averiguar por
los aires pero se encontró con una veloz águila que le salió al paso y estuvo a
punto de ser atrapada que tuvo que huir asustada y preocupada por este nuevo
animal que le salió al encuentro y que
no estaba para juegos.
Eddy Gamarra T.
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