lunes, 25 de mayo de 2015

Capítulo 76
Caterina de Montebianco

Ella fue la dama que me animó a dedicarme al periodismo. Era muy fuerte. Ni gorda ni flaca. De rostro blanco y cabellos negros. Bella y de voz sensual. Sin embargo, pertenecía a los intermedios. Tenía familia y evitaba a toda costa inmiscuirse en la guerra que enfrentaba a los licans y a los Dinos y toda la manada. Le fascinaba los deportes como vóleibol, atletismo, baloncesto, halterofilia, tenis de mesa y natación. Por esta razón estaba muy cerca de los licans aunque no participaba de sus objetivos protervos; tampoco apoyaba al conde Jorginho y los suyos. Evitaba participar  en esta parafernalia de sangre. No tenía más de quince años en la Comunidad de San Patricio. Su metamorfosis en osa grizzly  hizo que Mr. Kanter la trajera del Norte. De ahí su fuerza descomunal, su amor a la gastronomía y su posición de mantenerse intermedia. No era familia del religioso, porque ambos eran osos, pero tenía amistad con los unos y con los otros. Muy servicial y alegre, bailarina y amante de la fotografía. A pesar de tener un título nobiliario, su condición humilde la identificaba con las gaviotas, lornas, corvinas y cojinovas. Vivía feliz haciendo el bien. Nunca decía no, cuando alguien le solicitaba ayuda. Se mantenía al margen de las luchas intestinas y rogaba a su Dios para que el fraile les aumentara de sueldo. Había transcurrido tantos años y los trabajadores del CENTRADOM no tenían aumentos, solo más trabajo por obra y gracia de los asesores y del ubicuo Carmito de la buena Cruz.

Caterina de Montebianco nació en estas tierras pero su abuelo nació en Nápoles y ella heredó el carácter alegre del abuelo quien llegó hace muchos años a la Ciudad de los Reyes y le gustaba el mar y el canto. Tenía pasión por la halterofilia y el buen comer. La gastronomía de nuestras tierras convenció al napolitano que este mundo es maravilloso y que “se come rico”. Se casó con una linda provinciana de la región de la selva y se quedó para siempre. Su título de Vizconde de Montebianco pasó a su hijo y después a la bella Caterina que por humildad nunca lo usó.

El Conde Jorginho que fue amigo de Don Giuseppe Francesco di Montebianco, abuelo de Caterina, la estimaba mucho no solo por la amistad con su abuelo sino porque Caterina representaba para los Dinos una hermana menor que de repente, más tarde,  sería de vital ayuda para la manada. El tío Ben solía visitar a Don Giuseppe que vivía en El Callao para degustar un buen vino italiano o francés. Ambos cantaban melodías  napolitanas que el hermano del tío Ben, que era tenor, le había enseñado.
Caterina  supo desde pequeña  que su metamorfosis era de una osa. La primera vez que se transformó sucedió en un barrio difícil de su pueblo, cuando ella visitó a una amiga de la escuela. Era perseguida por unos tres tipos de mal vivir que habían planeado atacarla y violarla. Caterina se dio cuenta y empezó a correr pero fue alcanzada por estos delincuentes. Su miedo cerval mezclado con la ira,  hizo que fuera transformándose en una enorme osa grizzly que con unos cuantos manotazos y mordidas dejó al borde de la muerte a estos miserables que fueron encontrados muy heridos y sobre todo con la cara de haber visto al mismo diablo.

No fue tan fácil aceptar esta condición zooter. Guardó silencio y cuando visitó a su abuelo le contó con lujos de detalles esta transformación. Don Giuseppe abrazó a su nieta y le explicó este cambio. Caterina se quedó sorprendida cuando ante sus propios ojos, el abuelo se transformó en un enorme oso grizzly  y ella hizo lo mismo. Años más tarde, Don Giuseppe habló con el Conde y el tío Ben y así la vizcondesa Caterina de Montebianco llegó a la Comunidad de San Patricio.


                                                                                                                                    Eddy Gamarra T.

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