lunes, 25 de mayo de 2015


Capítulo 78
El ataque de los cuervos

Aquella mañana, cuando estuvimos en la playa , la presencia de los cuervos y su graznido infernal, provocó en los pescadores del lugar un temor asociado a la sequía que padecían desde hace mucho tiempo. Inmediatamente, mis recuerdos me llevaron a una de las películas de Alfred Hitchcock-Los pájaros- que pude ver en mis años de colegial. Pero, también me puso en guardia con la metamorfosis del malvado Libak. Le pedí a Yasmina que si husmeaba el hedor licantrópico de nuestro enemigo o había otra razón ajena a nuestras sospechas, me avise.

Los más preocupados eran los habitantes,  porque nunca habían tenido la presencia de cuervos en su pueblo. Los ancianos del lugar visitaron la iglesia y prendieron velas a su santo patrón para que los proteja de esos infernales animales que poblaban los cables de la playa.

Los extranjeros que llegaron a la playa no le dieron importancia. Alguien observó que las gaviotas y las otras aves habían desaparecido, de repente por temor a ser atacadas por los cuervos. La gente supersticiosa se persignaba tres veces antes de ingresar al mar. Las beatas de Máncora salieron en procesión y pasearon a la virgen por toda la playa para que purifique su pueblo de los malos espíritus y los nefastos cuervos.

A las seis de la tarde, se retiraron en dirección a los cerros donde abundan los algarrobos y dejaron que las horas corrieran hasta que la noche llegó al pueblo. Las luces de Máncora invitaron a los visitantes a pasearse por el bulevar. Las discotecas animaban a los jóvenes a disfrutar de la música  de moda. Los puestos de los artesanos ofrecían sus trabajos y el amor y el placer estaban a la orden para todos aquellos que buscaban una aventura.

Era viernes y el alcohol  y la droga golpeaban  a un grupo de jóvenes que quería ir más allá de un sano esparcimiento. La noche era de ellos y ellas. La música ruidosa traqueteaba sus oídos y sentían la necesidad de buscar aire y arena. Salieron de una de las discotecas y se fueron a la playa que estaba cerca. Caminaban por la orilla. Se alejaron del lugar. Después de haber caminado media hora, se echaron en la arena. Uno de ellos tenía una botella de ron y a pico de botella se mandó un trago. Sus otros compañeros, hicieron lo mismo y en su borrachera, además de la droga, no sintieron el aleteo de los cuervos que los rodearon en silencio y parece que a la orden de uno de ellos, los demás atacaron a los muchachos que no pudieron defenderse y solo escuchaban en la playa los gritos desesperados de estos,  confundidos con el ruido de las olas del mar de Máncora.

Al día siguiente, un pescador encontró los cuerpos sin vida de cuatro chicos que tenían todo el cuerpo picoteado y ninguno de ellos tenía ojos. Las aves de negro se encargaron de quitárselos. Ya no estaban en la playa como el día anterior. Desaparecieron como por arte de birlibirloque. Todo el pueblo estaba con miedo y no salían de sus casas por las noches durante un buen tiempo. Las calles estaban vacías, mientras en la empresa de ómnibus, un tipo extraño con un crucifijo en el pecho compraba su pasaje y se dirigía a la ciudad de Los Reyes. Este hombre raro leía un poema en Inglés llamado The raven. En su rostro, una mueca diabólica dibujaba una respuesta de ultratumba: Tarea cumplida.


                                                                                                                                 Eddy Gamarra T.

No hay comentarios:

Publicar un comentario