lunes, 4 de mayo de 2015

Capítulo 60
Yo te amo, yo tampoco

Los licans trataron a toda costa de mantener en secreto la muerte de Roberto, la ardilla. Amenazaron a todos los asistentes a la fiesta que eran Intermedios. Siguieron escondiendo a Vudko. No sabían de las  virtudes de sus enemigos. Elisabetta vino al día siguiente del crimen y habló con nosotros. No quiso dar la noticia directamente porque sabía que Yasmina y yo estábamos enterados. La preocupación de Elisabetta era manifiesta,  porque Agnezka pudo ser una de las víctimas y no iba a permitir que sucediera algo lamentable. Como Juan de Aviraneta nos trajo de la India tres mangostas. Le obsequié una de ellas para que evitara que las serpientes se acercaran a su casa. La lectura de El libro de la selva, de Rudyard  Kipling, animó a Juan a traer para Antonella, el conde y quedaba una.

Nos enteramos del plan ridículo de Carmito para que los trabajadores de su institución contestaran las trescientas preguntas que les planteaba, además de otras sandeces. Elisabetta conoció a la mamba cuando era recatada y controlaba su naturaleza zooter. No se explicaba por qué había cambiado tanto. Sabía también de sus nuevas amistades como la cobra, la anaconda y el entrometido tejón, quienes por interés sacaban a relucir sus maldades para protegerse del mundo bueno que los rodeaba. La desdentada Anulia envenenó a sus secuaces y ahora la mamba estaba señalada como la asesina de la ardilla. Sin embargo, ella no se preocupaba tanto porque había comprado su silencio. Yasmina le contó a su padre que el diamante que alguna vez le regaló a la mamba, lo llevaba en alguna de sus orejas, el silencioso Libak.

Las personas cambian por muchas razones. Una de ellas era el interés y las ansias de poder, como ocurrió con Wanda amante de Jurgen de Hannover el insólito representante del Obispo en el mundo del trámite documentario. Esta perdió a la mayoría de sus amigas por intrigante, soplona y mejorar y aumentar el poder de su amante. Se unió a las serpientes de Anulia para conseguir sus malhadados intereses. Igual ocurrió con Asteris y varios miembros de los Intermedios. Estos no estaban protegidos. Tenían la muerte cerca y sin defensa alguna. Los mayores,  en el mundo de la jubilación, lograron por méritos propios y por su bondad, ingresar a la colina azul donde vivían en paz cerca del arte, la tierra y el cielo.

Elisabetta agradeció el regalo y recordó al conde que estaban siempre en alerta por algún ataque de los licans o las serpientes. Sabía que la pretendida investigación a cargo de Libak, se iba a archivar como los crímenes contra Frosina y otros más que no fueron registrados pero que las vampiras sabían y que fueron señaladas como si fueran culpables. Que llegaría el momento oportuno de aclarar estas muertes. Aprovechó también para pedir disculpas a Yasmina por aquella noche en que estuve a punto de ser atacado por Rowina, Alejandra y Elisabetta. No volvería a pasar. Las vampiras y la comunidad de los lobos habían sellado el pacto de no agresión y decidieron fortalecerse para enfrentarse a los licántropos y sus aliados oficiales quienes directa o indirectamente avalaban a los miembros de esa nefasta secta que pretendía apoderarse de la Comunidad de San Patricio y con la venia del oso grizzly y su séquito infernal.

Aquel domingo hubo misa para todos los fieles. La hipocresía tendía sus alfombras de risas forzadas, besos en la mejilla y lágrimas de cocodrilo. Por lo menos, era el único lugar donde tirios y troyanos no se atacaban. Las vampiras eran ateas y nunca asistían; pero tampoco fue Vudko, el asesino ni Asteris la tenebrosa mamba negra. El Obispo oficiaba la misa y de acólito estaba nada menos que Libak, el relajado lican con su crucifijo en el pecho. Adelante podía ver al Equipo del CENTRADOM con Jurgen de Hannover, Jonathan Squirrel, el enigmático Paritt, Luis Alberto de Sajonia, Hectorius  y otros más. Carmito de la Buena Cruz estaba una banca más atrás, arrodillado y con la mirada puesta en el Cristo crucificado. Recordaba el hombre de los papeles,  aquella mañana que en la barriada donde vivía, él cargaba la cruz en Semana Santa y soportaba los latigazos para que el curita del lugar lo pudiera traer al CENTRADOM. Era zooter y su metamorfosis en pollo no le permitió nunca llegar a gallo. Ludwig solía decir que el único gallo que cantaba en el corral de San Patricio era él. El fraile lo trajo para que le sirviera de mandadero y realizara los trámites de la Institución. Poco a poco fue subiendo y estaba a punto de pactar con los licans para conseguir adueñarse del CENTRADOM. Con los Licans en San Patricio y él en la Institución, no habrá nadie más poderoso que Carmito de la Buena Cruz.

Anulia y su grupo ofídico se sentaban también adelante,  cerca al tejón malvado, la cotorra de Vilanova y una sobrina suya que la llamaban “Silence”, porque no hablaba con nadie, Wanda y algunas muchachas intermedias que con cierto temor y respeto, se sentaban cerca del cernícalo para evitar su mala influencia. Detrás de las serpientes y sus amigas, estaban Varko, Varul y sus esposas. En la banca siguiente se alineaban los otros licans que habían venido de Rumanía para trabajar en el Departamento de Seguridad que manejaba el vil Varkolak. La mayoría de los intermedios se sentaban en diferentes lugares, por lo general, al centro. Jorginho y los suyos solían sentarse atrás, al margen del cargo que ostentaba, cerca a Lapitt de Sajonia, Nolberto, El Tío Ben, Yasmina, mis hijas , Juan de Aviraneta y yo. Las haditas, mis duendecillos y las doncellas de la Tía Morgana cuidaban el castillo y mi casa. No estaban con nosotros la marquesa de Castelforte, Irascema do Bahía, Caterina de Montebianco y Lynn de Marec, quienes viajaron en un crucero hacia las islas del Mar Egeo. Lynn de Marec tenía una bella casa en Mykonos. Estarían una semana disfrutando de las playas griegas.

Detrás de nosotros estaban los aldeanos con Ludwig y Marietta y el pequeño Hans. Mientras el niño jugaba en el regazo de su madre, Ludwig dormía plácidamente arrullado por las palabras del Obispo de Canterbury, conocido “cariñosamente” como “Mr. Kanter”. Ludwig soñaba que era un caballero de la Edad Media que se iba a batir con el escudo negro, campeón del rey. Ludwig llevaba un escudo rojo y en él estaba la figura arrogante y decidida de un gallo de pelea. Le entregaron una lanza pesada y tocó su espada toledana de fina hoja y mango plateado. Sonaron los clarines y Ludwig le dijo a su amada Marietta,  que estaba vestida como una princesa: “Ich liebe dich” y se lanzó con su caballo pinto a la contienda. Avanzaba el escudo negro y Ludwig sostenía la lanza. Ya estaban muy cerca los caballeros. El escudo negro apuntó la cabeza de Ludwig y cuando estuvieron más cerca, Ludwig se inclinó para atrás y así poder evitar el lanzazo de su oponente. En ese momento, el cuerpo de Ludwig cayó de la banca y sostenía el mango del  limosnero que sostenía Lurok y se cayó el dinero en el suelo junto con Ludwig que al golpearse en la espalda le dijo a Lurok que recibía las limosnas. “Defiéndete miserable”. El pobre Ludwig despertó y las miradas de los fieles fueron duras contra el marido de Marietta. Hans cogió algunas monedas y se puso a jugar, Lurok pretendió quitárselas y el niño lloró y gritó con todas sus fuerzas que Ludwig acordándose de sus buenos tiempos, le propinó una patada en el trasero del tejón que salió huyendo de la iglesia y no regresó por otra. El padre de Marietta continuó la función de Lurok y entregó a Libak las limosnas. Jorginho sonreía de las ocurrencias de Ludwig, el gallo y al final de la misa se retiró con sus amigos en varios carruajes. A pesar de los vehículos modernos que ellos tenían,  usaban carruajes para destacar su alcurnia y respeto en la Comunidad de San Patricio.


                                                                                                                                  Eddy Gamarra T.

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