Capítulo 72
La garrapata
Nadie
sabe quien la trajo ni cómo llegó a La Comunidad. Lo cierto es que se fue a
vivir cerca del barrio de las serpientes. Las malas lenguas decían que la había
traído Anulia; otros señalaban a Jurgen de Hannover el enigmático alemán, que necesitaba una espía en el Departamento
de Humanidades. Lo cierto es que ella estaba aquí con todas sus baterías y
chismes para ser enviados lo más pronto posible.
Aunque
su nombre era Dorotea, la gente de la Institución la bautizó como “garrapata”
debido a las funciones personales que tenía. Sin embargo su naturaleza zooter
era doble: serpiente pitón y…garrapata. Ella era pequeña, regordeta, de rostro
pecoso, tez colorada, risa contagiosa, lasciva y cabello ensortijado. Coqueta
como ninguna, desarrolló su papel de seductora hacia todos aquellos que tenían
que ver con la asesoría del CENTRADOM. Envió proyectos de carácter político,
religioso, histórico, literario y matemático para poder demostrar a los demás
que ella era la persona indicada para dirigir los designios de este famoso
Centro de Trámite Documentario. El único que no estaba de acuerdo con este
estilo de reptar y subir de Dorotea, era
Carmito de la Buena Cruz. Cuando Carmito descubrió las malas intenciones de la
garrapata, rezó 20 padrenuestros y cuarenta Avemarías para que el Señor le dé
fuerzas y logre aplastar a este insecto que le estaba poniendo piedras en el
camino. Lo que no sabía Carmito de la Buena Cruz era que la sensual Dorotea que
se jactaba de ser pretendida por muchos habitantes de la Comunidad tenía doble
metamorfosis. ¿Qué haría un pollito gordo, aunque grande, frente a una venenosa pitón de puntos
marrones por todo su cuerpo?
Los
proyectos de la garrapata no fueron aceptados por la Directiva. Entonces cambió
de táctica y en los cursos a los que asistía le decía a los especialistas que
ella leía cincuenta a sesenta libros por mes. Este informe de la susodicha
entristeció hasta la depresión a Jonathan Squirrel, uno de los pocos lectores
que había en aquel instituto de papeles, lástima que defendía en cuerpo y alma
las excentricidades de Mr. Kanter. La concurrencia ingenua e ignorante miraba
con respeto a Dorotea y ella sacaba sus chifles y masticaba con orgullo porque
sentía que los demás no estaban a su nivel.
Otra
forma de ganarse los aplausos de los asesores fue defendiendo los proyectos de
sus jefes ante los trabajadores. El más contento era el nazi Jurgen de
Hannover. Estaba tan contento que su emoción le llevó a devorar en el almuerzo
doble ración de arroz con frejoles y cinco panes, además de dos litros de agua
gaseosa. No importa que sean absurdos y que solo sean papeles y más papeles,
elucubraba la garrapata. Los jefes tenían razón…y punto.
Una
de las integrantes de su equipo que le había dicho en su cara por qué defendía
tanto a los jefes fue mordida al día siguiente, para ser más específico, por una serpiente. La suerte fue que Jorginho
que era un experto en suero antiofídico la atendió gracias a los duendecillos
que la encontraron tirada en un parque cerca al barrio de las gaviotas. Si el
Conde no hubiera estado en la Comunidad de San Patricio, la pobre gaviota que
recién había venido a trabajar, estaría muerta.
¿Quién
podría ser la culpable de esta mordida venenosa?...Dorotea, la garrapata que
empleó sus dos metamorfosis para llegar a su víctima. Primero se convirtió en
una garrapata y viajó prendida en el abrigo de la pobre gaviota llamada
Chateau. Una vez que Chateau estaba cerca a un parque y no había personas cerca,
la maléfica serpiente hizo de las suyas y mordió a la pobre ave.
Yasmina
le dijo a su padre que el ataque lo realizó esa mujercita llamada Dorotea y que
tiene doble naturaleza zooter: garrapata y serpiente. Ahora, Chateau descansa
por unos días en el castillo del Conde hasta que se recupere del todo y pueda
regresar al barrio de las gaviotas donde todas trabajan en el CENTRADOM.
Eddy Gamarra T.
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