lunes, 4 de mayo de 2015

Capítulo 59
Papeles…tan solo papeles

Una de las personas más interesadas en la muerte de Roberto, la ardilla, era un sujeto de tez morena, cabello ensortijado y corto. Alto y de lentes, con la sonrisa hipócrita a todas luces. Muy delicado en el hablar, educado y con un aire de no matar una mosca. Siempre vestía camisa blanca y ropa oscura. Daba unos aires de santo moderno,  a ritmo de festejo. Lo más brillante en él eran sus papeles. Hasta para dar los buenos días, empleaba papeles y había escrito en el correo del CENTRADOM, que tenía más del ochenta por ciento de su información personal, que había diseñado un plan de investigación virtual de ciento veinte hojas con trescientas preguntas para todos los que asistieron a la fiesta del nuevo Jefe de Seguridad de la Institución. Estas preguntas serían contestadas con honestidad, luego de “entregar nuestro corazón al Señor”. Después de cada cien preguntas, tendrían que encomendarse al Señor. Al final de las trescientas preguntas, tendrían una lectura sobre la virtud de la obediencia de todo centradomista y elevar las miradas al cielo para pedir perdón por todos los pecados pensados y cometidos antes de la fiesta, en la fiesta y después de la fiesta. Para darle autenticidad a cada hoja, el centradomista firmaría con lapicero tinta negra-su color preferido- cada una de las ciento veinte hojas y enviarlas a su persona, con copia para el Obispo y a la Santa Sede.

La naturaleza de Carmito Enfisemo de la Buena Cruz Farfán-así estaba registrado su nombre en la sacristía de nuestra iglesia- era un pollo grande y de color negro. No le gustaba asistir a las fiestas porque sudaba demasiado. En cambio, le fascinaba el dinero y la comida en abundancia. Todas sus actividades –solía decir- las hacía en el nombre del Señor. Su espíritu obsecuente y rastrero incomodaba a quienes lo conocían de cerca. Su poder a través de los papeles y el absurdo, aumentaba en el CENTRADOM. Carmito de la Buena Cruz no era bien visto por los asesores. Siempre lo hacían a un lado. No lo invitaban a su mesa en los almuerzos que se realizaban con el personal de su Institución… ¿Celos por el poder?... Tal vez, esta situación lo obligaba a no asistir a las cenas de gala que daba el fraile a su personal.

Carmito de la Buena Cruz continuaba con su trabajo subrepticiamente. Trabajaba varias horas al día y fue el artífice para que el Obispo de Canterbury cambiara de giro a su Institución y permitiera que sus trabajadores leyeran menos, hablaran menos y obedecieran más. Este mundo robotizado era el ideal de Carmito, quien sufrió mucho cuando era un niño pobre y tenía que trabajar para pagar sus estudios. Su espíritu servil se acomodó al objetivo del fraile y encajó a las mil maravillas para que nuestro oso mayor pudiera viajar y conocer el mundo para ganar sabiduría y experiencia. Además, el jefe del CENTRADOM, era muy creyente y aceptaba las verdades de sus asesores a ojos cerrados. No había que preocuparse. Contaba con el experto Carmito de la Buena Cruz para lograr sus objetivos propuestos. Total “Unos han nacido para mandar y otros, para obedecer”. ¡Terribles y presagiosas  palabras! Atribuidas al discípulo de Platón.


                                                                                                              Eddy Gamarra Tirado

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