Capítulo 59
Papeles…tan solo papeles
Una
de las personas más interesadas en la muerte de Roberto, la ardilla, era un
sujeto de tez morena, cabello ensortijado y corto. Alto y de lentes, con la
sonrisa hipócrita a todas luces. Muy delicado en el hablar, educado y con un
aire de no matar una mosca. Siempre vestía camisa blanca y ropa oscura. Daba
unos aires de santo moderno, a ritmo de
festejo. Lo más brillante en él eran sus papeles. Hasta para dar los buenos
días, empleaba papeles y había escrito en el correo del CENTRADOM, que tenía
más del ochenta por ciento de su información personal, que había diseñado un
plan de investigación virtual de ciento veinte hojas con trescientas preguntas
para todos los que asistieron a la fiesta del nuevo Jefe de Seguridad de la
Institución. Estas preguntas serían contestadas con honestidad, luego de “entregar
nuestro corazón al Señor”. Después de cada cien preguntas, tendrían que
encomendarse al Señor. Al final de las trescientas preguntas, tendrían una
lectura sobre la virtud de la obediencia de todo centradomista y elevar las
miradas al cielo para pedir perdón por todos los pecados pensados y cometidos
antes de la fiesta, en la fiesta y después de la fiesta. Para darle
autenticidad a cada hoja, el centradomista firmaría con lapicero tinta negra-su
color preferido- cada una de las ciento veinte hojas y enviarlas a su persona,
con copia para el Obispo y a la Santa Sede.
La
naturaleza de Carmito Enfisemo de la Buena Cruz Farfán-así estaba registrado su
nombre en la sacristía de nuestra iglesia- era un pollo grande y de color
negro. No le gustaba asistir a las fiestas porque sudaba demasiado. En cambio,
le fascinaba el dinero y la comida en abundancia. Todas sus actividades –solía
decir- las hacía en el nombre del Señor. Su espíritu obsecuente y rastrero
incomodaba a quienes lo conocían de cerca. Su poder a través de los papeles y
el absurdo, aumentaba en el CENTRADOM. Carmito de la Buena Cruz no era bien
visto por los asesores. Siempre lo hacían a un lado. No lo invitaban a su mesa
en los almuerzos que se realizaban con el personal de su Institución… ¿Celos
por el poder?... Tal vez, esta situación lo obligaba a no asistir a las cenas
de gala que daba el fraile a su personal.
Carmito
de la Buena Cruz continuaba con su trabajo subrepticiamente. Trabajaba varias
horas al día y fue el artífice para que el Obispo de Canterbury cambiara de
giro a su Institución y permitiera que sus trabajadores leyeran menos, hablaran
menos y obedecieran más. Este mundo robotizado era el ideal de Carmito, quien
sufrió mucho cuando era un niño pobre y tenía que trabajar para pagar sus
estudios. Su espíritu servil se acomodó al objetivo del fraile y encajó a las
mil maravillas para que nuestro oso mayor pudiera viajar y conocer el mundo
para ganar sabiduría y experiencia. Además, el jefe del CENTRADOM, era muy
creyente y aceptaba las verdades de sus asesores a ojos cerrados. No había que
preocuparse. Contaba con el experto Carmito de la Buena Cruz para lograr sus
objetivos propuestos. Total “Unos han nacido para mandar y otros, para
obedecer”. ¡Terribles y presagiosas
palabras! Atribuidas al discípulo de Platón.
Eddy
Gamarra Tirado
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