Capítulo 63
Tas…tas…tas
Nicole,
Sandra y Antonella fueron informadas por Yasmina que los trasgos habían
ocasionado un desorden total en el colegio donde estudiaban. Nicole que era la
encargada de los estudios de Micki, Tanger y Collins estaba muy molesta con
ellos. Los duendecillos estaban prohibidos de mostrar sus poderes en algún
lugar de la Ciudad de los Reyes, salvo en caso de peligro inminente. No hubo
peligro en absoluto sino el ánimo de burlarse del pobre curita que todavía tenía rezagos de los fantasmas maléficos de su lejana África. Nicole le gritaba a
Miguelito que había violado las leyes de la Comunidad y tenía que ser castigado
severamente. Los otros dos se defendieron
diciéndole a Nicole que ellos no habían sido, Antonella les increpó a
Tanger y Collins que ellos deberían cuidar a Miguelito, que es un mocoso engreído
y malcriado y que les podría meter en problemas a toda la comunidad toda vez que el director
conocía al Obispo y él exigiría el castigo para Micki por violación de la ley
de la Comunidad zooter. Menos mal que el religioso estaba en Bolivia y nadie se
iba a enterar.
Don
Juan de Aviraneta le pidió a las chicas que perdonasen a los duendecillos y
ellos que escucharon la voz que los defendía, se pusieron a llorar como si se
hubieran quedado solos en el mundo, para suavizar el castigo que esperaban. Las
chicas no se dejaron convencer por la representación dramática de los tres y
advirtieron que no se atrevan a desaparecer y que aceptaran su castigo porque
se lo merecían. En ese momento Nicole tomó la correa y castigó a Micki;
Antonella, lo hizo con Tanger y Sandra se encargó de Collins. El llanto era
general, porque no solo lloraban los traviesos duendecillos sino las tres
hermanas, pero “Lex dura lex sed lex” (La ley es dura, pero es la ley).
Una
parte del castigo era quitarles por una semana su ración de higos y aumentar en
una hora diaria sus tareas. No se podía comentar en el colegio de los chicos, lo que hizo Miguelito, ni pedir disculpas al
Director porque se complicarían las cosas y ellos serían expulsados del Centro
de Estudios. Yasmina trajo del castillo una crema para curarle a los “niños” su
salvohonor que estaba rojo por el tas tas que le dieron mis tres hijas. Yasmina
aprovechó para conversar con Antonella sobre su relación con Juan de Aviraneta
y qué planes tenía para este año. Antonella le contó que Aviraneta quería
casarse con ella, pero que ella temía por su vida, en caso de concretarse la
boda, debido a que Juan de Aviraneta se metamorfoseaba en camello. ¿Podría
darse esta relación tan compleja?, preguntaba Antonella. Yasmina le decía que ella
sabía de la unión de una loba con un unicornio. Antonella se reía de lo que le contaba su amiga.
Yasmina levantó la voz y le dijo muy seria: “Yo soy nieta de un unicornio con
una loba. Antonella se quedó callada, al ver tan seria a su amiga y Yasmina empezó
a contarle sobre el unicornio blanco y que el domingo iría conmigo para que el
mismo ser se lo diga y se produzca por primera vez, la metamorfosis que su
abuelo tanto anhelaba.
Eddy
Gamarra T.
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