Capítulo 61
Las ocurrencias de Miguelito
Mick,
Tanger y Collins iban temprano al colegio que estaba situado cerca de la
Comunidad. Nicole los llevaba siempre para que no se distraigan y se les ocurra
irse al zoológico para molestar a los monos. Los duendecillos iban impecables.
A los ojos de sus maestros, no mataban una mosca. La carita de los tres era
angelical, pero dentro de su cabecita mágica estaban tramando algo contra un
religioso que había venido de África. Como llegaban temprano, jugaban con sus
amigos a la pelota y sudaban bastante, pero no se secaban el sudor. Tocó la
campana y los niños se fueron a formar. Después de unos minutos, la escolta
marchó y se ubicó en el centro. El curita tenía preparado la lectura y en el
momento que el auxiliar le pasó el micro, antes de que el religioso pudiera
tomarlo, el micro se elevó varios centímetros y los alumnos y alumnas se
burlaron de este hecho. Saltó el curita para poder atrapar el micro y este se
elevó más y el curita cayó. Las autoridades que estaban en el segundo piso
intentaron atrapar a este engendro de Satanás, pero no pudieron. El micro se
desplazó cerca de la radio y el botón del volumen se movió y la música que
pasaban era un Harlem shake. Los más pequeños gritaban como locos “Harlem
shake, Harlem shake” y todo el mundo se puso a bailar y desde el segundo piso,
el curita africano gritaba en su lengua nativa ¡Qué Dios nos ayude! , pero Dios
estaba muy ocupado y contento de ver a los niños que desbordaban su alegría.
Los profesores no sabían qué hacer. Las más cucufatas se persignaban tres veces
, los otros, disimuladamente, se movían un poco al ritmo del Harlem shake. El
Director pidió urgente a un profesor de religión, que trajera agua bendita para alejar a los
malos espíritus. El volumen subió más y
más. Tanger y Collins eran los más contentos y bailaban el nuevo ritmo, pero
también se dieron cuenta que Micki no estaba con ellos. Cuando miraron el lugar
donde estaba el micro, vieron a su travieso hermanito que había provocado toda
la parafernalia juvenil. Los demás no lo podían ver, pero ellos, sí. De un
momento a otro, desaparecieron y se dirigieron al segundo piso para rescatar al
bueno de Micki que estaba atrapado entre el Harlem shake y los vituperios del
asustado curita. Cuando le quitaron el micro a Micki, este cayó sobre la cabeza
del religioso africano que se desmayó, no tanto por el miedo sino por el golpe
de la cabeza de mickí que dejó noqueado al pobre hijo de Dios.
Después
que el profesor trajo el agua bendita, el Director roció a todos con esta agua
que olía mal porque estaba dentro de unas flores marchitas, pero ya no
escuchaban el Harlem shake, porque Tanger apagó el radio y se llevaron a Micki
de las orejas al baño. Allí recuperaron su forma habitual y se dirigieron a la
formación justo cuando el Director les echaba agua bendita. Los tres miraron
con unos ojitos de angelitos y le pidieron al padrecito, la bendición. Después
de la bendición, Micki dijo que ya estaba salvado. Sin embargo, el curita
africano maldecía en su lengua nativa a los demonios que habían causado esto.
El Director ordenó un recreo para los alumnos y una reunión urgente con el
profesorado.
Los
tres hermanos sacaron de su lonchera sus higos y la exquisita chicha morada que
parecía la bebida de los dioses. Eran los únicos que comían higos y mientras lo
hacían, Micki pidió a sus hermanitos que no le dijeran nada a Nicole porque le
contaría a Yasmina sobre la broma que le hizo al curita africano y que no se
iba a repetir en este bimestre. De repente, son retirados del colegio por mala
conducta. En la Sala de profesores, se reunieron las autoridades con el
personal y rezaron tres padrenuestros y tres Avemarías para alejar a las almas
malas del colegio porque no solo se comían el refrigerio de su personal y se
llevaban los libros y discos, sino que
tentaban a los niños y adolescentes con canciones demoníacas. Algunos de los
integrantes sonreían y miraban al asustado curita africano con unas ganas de
retirarse y volver a su país en el primer avión que encontrara. El Director le
dijo a su personal de trabajo que estas cosas ocurrían porque faltaba orar y
rezaron el rosario acompañado de algunas lágrimas de las viejas y algunas
bizcotelas regadas con un vinito de misa-que había bastante- y que les vendía
el “Cholo” Tasayco, de Chincha.
Eddy Gamarra T.
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