martes, 23 de junio de 2015

Capítulo 100


Las comadres

Tránsito llegó a su casa con la frescura de siempre y descansó varias horas para cargar su veneno. Cuando despertó, encontró un papel debajo de su puerta. Era una invitación de Anulia para tomar el té. Fueron invitadas todo el séquito ofídico además de Lurok, Wanda y Carmen de Vilanova. Esta última trajo a la casa de Anulia una docena de tamales que le habían enviado del norte. Anacé trajo los panes; Dorotea, el queso y Asteris los últimos chismes del CENTRADOM. Carmen realizaba los comentarios sobre la muerte de Nito, el lorna,  en el invernadero. Anulia explicaba un plan de venganza contra la hija de Jorginho; Anacé y Asteris comían con apetito desmedido los tamales, mientras Dorotea y Tránsito degustaban una taza de té con la mayor frescura posible como si la muerte del lorna fuera de lo más común. Lurok lanzó a la más joven la pregunta de rigor:

-   ¿Tú mataste al lorna?
-    Sí-contestó Tránsito- le apestaba la boca. La mayoría se reía y aplaudía a Tránsito.

La vieja cobra les pidió silencio y exhortó a sus camaradas a no perder el tiempo matando intermedios. La concentración debe dirigirse primero a los familiares de los Dinos y después a los Dinos mismos para que ellas puedan vivir en paz. Igualmente tendrían que preparar un plan de ataque contra las vampiras que hoy tenían a un nuevo defensor. Asteris,  que se había terminado el tercer tamal, pidió la palabra y sugirió el plan del sexo que podría traer buenos resultados. Ella y Tránsito se encargarían de ejecutar este plan debido a su gran experiencia en estas artes amatorias. Las demás apoyarían con su fuerza y experiencia de lucha en estos menesteres. En cuanto a Lurok, Wanda y la vieja cotorra, su función sería la de siempre: espionaje constante pero sin errores.

La ocasión se presentó cuando Mr. Kanter invitó a todos los habitantes de la Comunidad a una eucaristía y después, tendrían un almuerzo que se realizaría en los amplios jardines del CENTRADOM. Los habitantes de la Comunidad de San Patricio eran religiosos en su mayoría y acudirían con sus mejores galas a la invitación del religioso. El objetivo de la celebración eucarística y el almuerzo de camaradería eran las constantes muertes y desapariciones de personas en la Comunidad que aparentemente vivía en paz y concordia. El fraile invitó también a las vampiras que no acudirían  a la iglesia,  pero confirmaron su participación para el almuerzo.

El día sábado estaba un poco nublado, pero no hacía frío. Los aldeanos acudieron temprano a la iglesia para ganar sitio. Entre ellos estaba Ludwig, Marietta y su hijo Hans. Todos ellos venían caminando porque según el padre de Marietta, caminar era bueno para la salud. A Ludwig le incomodaba caminar por cierto accidente que tuvo en Europa. Hubiera preferido llegar cabalgando con su brioso caballo que lo compró en Huaral, pero valía la pena el sacrificio porque los campesinos querían demostrar que eran muy honestos y enemigos de la violencia que se desparramaba subrepticiamente por los diferentes rincones de San Patricio y sus barrios.

Ni bien se acomodaron en la bella iglesia de estilo barroco, Ludwig miró la imagen del Cristo y en menos de un minuto se quedó profundamente dormido.

Después de los campesinos, llegaron los intermedios entre lornas, cojinovas, corvinas y aves. Además estuvieron presentes otros zooters que no eran peces ni aves. Todos ellos y ellas muy bien vestidos. Los varones solteros miraban a las bellas campesinas que al ser observadas, se sonrojaban pero que no dejaban de mirar de soslayo a los jóvenes intermedios. En cuanto a Ludwig que era muy celoso con las chicas de la aldea, seguía en brazos de morfeo soñando con las eternas discusiones con su amigo Juan de Aviraneta que todavía no había llegado. El pequeño Hans miraba a su padre y a su madre mientras Chiara rezaba en silencio y pedía al Señor que los licans no ataquen la aldea porque ellos eran buenos cristianos y nunca faltaban a misa.

A los pocos minutos llegaron Anulia y su séquito infernal. También ingresaron Varkolak, Libak, Varul, la familia de los jefes de seguridad  y los otros licans,  que observaban a todos lados y que estaban muy serios y  con cara de pocos amigos.
Una vez que llegaron los intermedios de la playa, las autoridades del CENTRADOM, los Dinos y su familia, ingresó, al final, el jardinero,  quien en silencio se sentó cerca a Yasmina. Cuando el sacerdote ingresa acompañado de sus acólitos, las personas se ponen de pie, pero Ludwig seguía durmiendo, entonces Hans pincha a su padre con un alfiler y Ludwig se despierta y levanta la voz diciendo “Dos cosas puntuales mi querido Juan”. Los intermedios se ríen del exabrupto, Marietta se pone roja de vergüenza y pellizca a su esposo querido y en ese momento Paritt, Squirrel y sus compañeros voltean y le lanzan una mirada de pocos amigos al infortunado Ludwig. Este pide disculpas a su mujer y guarda silencio. La misa continúa y los licans murmuran mirando a los Dinos y su familia. Anulia agradece a su comadre Carmen de Vilanova por ser tan fiel a los principios de las serpientes donde ella es la jefa. La vieja cotorra agradece a su comadre y la anima a ser optimista en la lucha contra los lobos. Promete que será más eficiente en el espionaje contra la familia del conde Jorginho. Yasmina escucha el diálogo de las viejas comadres desde lejos y me comenta en silencio la cháchara de las comadres. El viejo jardinero mira a su nieta y ella voltea y le devuelve la mirada tierna y con un gesto de los ojos le narra las maquinaciones de Anulia y la vieja cotorra. Daniel sonríe y mira con ternura a la nieta de sus amores.

Mientras la eucaristía se desarrolla, en el castillo y las residencias aledañas están las haditas, Janice y sus hermanas y los duendecillos juguetones  que recorren todos esos lugares vigilando si se presenta alguna incursión de los licántropos o las serpientes. Todo está tranquilo, sin novedad. Los duendecillos ya han sido perdonados y disfrutan de unos higos rellenos que Nicole les ha preparado siempre y cuando se comporten como unos chicos buenos y responsables. De repente, Collins recordó que en su colegio había sido sacristán y convence a sus hermanos darle una visita a la vieja iglesia de San Patricio para rezarle a San Martín de Porres y a Santa Rosa de Lima. Cuando llegan a la iglesia que no estaba tan lejos de su casa, desaparecen y aparecen vestidos de acólitos y por una puerta llaman a los niños que estaban ayudando en la misa. La curiosidad de los niños es tan grande que abandonan el lugar y los gnomos les quitan la campana y se van por la calle saltando y tocando la campanilla. Los sacristanes regresan al altar mayor y cuando el curita voltea para indicar que toquen la campanita, los niños le dicen que no tienen la campana y el religioso no sabe qué hacer. Antonella se da cuenta y sale un momento de la iglesia  con Juan y ubica a los duendecillos que lanzan la campanilla al aire y la hacen tocar entre un tris  y tras de sus dedos. Antonella recupera la campanilla y le pide a Juan de Aviraneta que por favor le entregue la campanilla a los acólitos. Aviraneta le advierte a su esposa que no puede quedarse sola, así que los dos se van a entregar la campanita y los duendecillos se retiran llorando a mares y pidiéndole que no los castigue porque ellos son buenos hijos de la naturaleza y siempre están en paz con Dios.

Después de la misa, los campesinos salieron de la comunidad y tomaron colectivos para dirigirse al CENTRO. Ludwig que ya había despertado fue con su familia cerca al arco mágico donde estaba su viejo Mercedes Benz y se dirigieron  al CENTRO. Todos los demás se movilizaron con sus vehículos o en ómnibus. Era las tres de la tarde y estaban casi todos en los jardines del CENTRO. Cerca de nuestra mesa estaba la que correspondía a Elisabetta y sus amigas. Fueron las últimas en llegar y después de saludar a Mr. Kanter se acercaron para saludarnos y me presentaron a Pietro, el primo de Elisabetta, un joven de cabellos rubios y ojos muy azules quien nos saludó con respeto y se sentó al lado de Agnezka. Ella le prometió enseñarle bien el español para que se pueda comunicar con los demás. Pietro, además de tener una librería, era pintor y trabajaría en la Escuela de Arte como profesor. Ya había trabajado en Roma durante años y ahora, por invitación de Elisabetta,  estaría en la comunidad de San Patricio para proteger a su gente y estar cerca de Agnezka de los Milagros a quien conoció en Europa. Además le habían comentado de la maravillosa gastronomía de nuestro país.

Pietro era observado no solamente por las chicas de los Intermedios sino por Tránsito y Asteris. Qué guapo que es decía la shushupe. Yo lo vi primero, afirmaba la mamba negra y se imaginaba acostada con él, haciéndole el amor hasta dejarlo exhausto y al final de la jornada amorosa entregárselo a la malvada amiga para que haga de él lo que quisiera.

Elisabetta captó los intereses lúbricos de las dos serpientes y advirtió a su primo sobre Tránsito y Anacé. Esta advertencia la hacía debido a la fama de casanova que tenía Pietro y que podía causarle algunos problemas. A pesar de que Pietro se destacaba por su velocidad y fuerza en su lucha contra los licans, sin embargo,  su interés por las bellas mujeres lo debilitaba y era menester estar en guardia contra la mamba negra y la shushupe. Para olvidar un poco las advertencias de la vampira, Pietro degustó un tacu tacu con salsa de mariscos que lo devoró con pasión y le dijo a su amiga Agnezka si podía repetir el plato. Ella sabía que no había repetición, así que le brindó lo que quedaba de su tacu tacu-que era bastante- porque la bella vampira no comía mucho y siempre cuidaba la línea. Recibió a cambio un beso en la mejilla que fue el mejor maquillaje para su rostro porque la puso colorada y los ojos lascivos de Tránsito miraban con un apetito viperino al Señor di Siracusa. Él captó el interés de la letal mujer, pero sabía cómo domarla, y le  rogó a Santa Lucía y le dirigió una mirada impúdica y guiñó los ojos a la serpiente. Tránsito se mordía los labios de placer y la boca se le hacía agua. A partir de entonces, la shushupe suspiraba constantemente por el galán italiano Don Pietro di Siracusa, primo hermano de Elisabetta di Sardegna.

La vieja cobra y su comadre se habían percatado de las miradas de la joven serpiente hacia aquel nuevo personaje que tenía encandilado no solo a Tránsito y Asteris, sino también a Anacé y muchas gaviotas y lornas del grupo intermedio. La Vilanova como la zorra y las uvas dijo que el tal Pietro no era tan guapo. Que estaba verde para los gustos exquisitos de una mujer como ellas. A pesar de sus típicas combinaciones en la ropa, la pobre cotorra, que en verdad no era tan pobre, pero le fascinaba comprar muchos vestidos y zapatos y a pesar de su mal gusto trataba de convencer a las intermedias que ella era muy elegante y ninguna como la vieja cotorra para vestir de acuerdo a la moda. Lo que no sabía la cotorra era que las gaviotas y muchas personas se reían de su presentación y sus condecoraciones que aumentaban cada día más a mérito de nada. Su comadre alababa la ropa de la Vilanova y esta se sentía muy bien y le traía comida porque Anulia,  si bien es cierto,  no vestía bien pero en cosas de comida, su apetito era tan voraz como el hambre de Asteris. Lo bueno de las serpientes era que su voracidad gastronómica no se notaba en su cuerpo, pero lograban evacuarlo a través de un insoportable hedor que las obligaba a salir de las reuniones y buscar aire para que puedan expulsar los deshechos de su apetitosa deglución.

Anulia estaba orgullosa de la compañía de su comadre y se jactaba de ser su amiga. La vejez de ambas la llevaban con orgullo y su maldita costumbre de figurar y mandar no la habían dejado de lado. Las serpientes sabían de los defectos de las comadres y las ponderaban constantemente para tener siempre buena comida, frutas, bebidas de parte de la vieja cotorra que solía alabarse a cada momento y la vieja cobra y su séquito le reventaban cohetes de día, tarde y noche. De ahí que Carmen, que así se llamaba, se sentía feliz de estar cerca de este grupo ofídico y solía ayudarlas en calidad de espía en su lucha contra los Dinos. Lamentablemente, siempre eran descubiertos por los duendecillos, las brujitas y las maravillosas haditas, grupo sagrado y de seguridad de Yasmina y los suyos.


                                                                                                                                Eddy Gamarra T.

Capítulo 99


El beso de la muerte

Tránsito era la más joven de las serpientes y tal vez la más bonita. Su engreimiento hizo que buscara protección en la vieja y desdentada cobra, quien se sentía como la madre de todas las serpientes, no sé si era por su avanzada edad, por su rostro vetusto o por su fealdad. Lo cierto es que Anulia le daba la razón a “la shushupe” que en el fondo era tan peligrosa como la Mamba negra.

Una tarde lluviosa de invierno, Tránsito salió de su guarida sin más protección que el mortal veneno que llevaba entre sus fauces. Iba vestida como una muchachita coqueta y seductora al CENTRADOM. Alguno de los lornas la vio tan atractiva y se acercó a ella. Inició una conversación tan galante que la bella serpiente sintió un tufillo de placer y le pidió que la llevara al invernadero del Centro porque le fascinaba las plantas. Nito, que así se llamaba el profesor, la condujo al invernadero donde él le iba a dar una clase sobre cierto tipo de plantas que él cultivaba con pasión.

La verdad de las cosas era que Tránsito necesitaba estar lejos de los trabajadores y en un lugar alejado para satisfacer sus bajos instintos. Nito se sentía un conquistador y rodeó con palabras halagüeñas a la bella mujercita que sonreía de placer. Nunca le había ocurrido al lorna esta situación. Recordaba que en el distrito donde él nació, las muchachas le decían que era muy guapo. Siempre llevó esa idea, sin embargo, tenía mala suerte con las mujeres. Era muy tímido y no se acercaba a ellas por temor a ser rechazado. Ahora se daban las condiciones necesarias para una conquista y en poco tiempo. Sin duda, Nito se consideraba un hombre  irresistible, a pesar de su naturaleza de lorna que le había permitido residir con los intermedios y trabajar en el Centro donde se desempeñaba como biólogo y jefe del invernadero.

En honor a la verdad, Tránsito era bella, blanca, de ojos pardos que hacían juego con sus cabellos y con una mirada rijosa que a cualquier hombre lo podía encandilar. Su permanencia en Iquitos  y sus constantes viajes al interior de la selva la hicieron también un personaje enigmático que se salía con la suya. El lugar donde vivió, los hombres desaparecían y se tejían leyendas sobre una mujer bellísima que atraía a los hombres a un lugar donde abundaban las flores exóticas y donde los hombres se enamoraban de esta mujer, pero luego desaparecían y se encontraba su cuerpo días después en una laguna que los nativos del lugar decían que estaba encantada porque los hombres que se bañaban en ella eran atraídos por las ninfas de la laguna y arrastrados hasta el fondo y salían muertos con una picadura mortal en su cuello.

La policía y las mujeres del pueblo decidieron investigar a fondo y llegaron a sospechar de Tránsito que a decir verdad, era la más bella del pueblo, pero no había nacido allí. Desde que ella vivió en el pueblo los hombres desaparecían. Todos sabían que esta extraña mujer realizaba sus incursiones al interior de la selva y no regresaba hasta una semana después. Cuando las sospechas sobre ella se hicieron más fuertes, el pueblo quemó su casa y Tránsito decidió huir antes de que la furia e indignación de la población se hiciera mayor. Los viejos habitantes que fueron los primeros que iniciaron la investigación solo veían a una shushupe entre los árboles, cada vez que buscaban a sus hijos desaparecidos como por arte de birlibirloque. De ahí que ellos la apodaron “la shushupe”.

Pasaron los días, los meses y algunos años y desde que Tránsito huyó, nunca más desaparecieron los hombres y solo quedó en el recuerdo de los jóvenes que les hubiera gustado hacer el amor con aquella mujer de labios sensuales y mirada provocativa.

Después de que Nito le mostrara una bella orquídea de color violeta en varios matices, Tránsito le miró a los ojos y le acercó sus labios a los suyos. Nito cerró los ojos y la abrazó, empezó a morderle los labios con lujuria. Su lengua buscaba la lengua concupiscente de la mujer que en el paroxismo de la impudicia, el pobre Nito no captó los cambios de la mujer que le brindaba placer y esa lengua jugosa se convirtió en una áspera cuchilla que al abrir sus fauces, mordió al lorna y lo envolvió con su cuerpo, dejándolo muerto al lado de la orquídea que él le brindó con placer.

El animal reptó por todo el invernadero y se alejó del lugar tomando otro rumbo. El guardián, en su visita nocturna al invernadero, encontró el cuerpo del infortunado Nito. En su pecho yacía una flor exótica. Cuando la noticia llegó a la oficina del Jefe de seguridad del Centro, este dijo que el lorna que estaba muerto pertenecía a los intermedios y que no tenía mayor valor posible para la Institución. Redactó un documento en la que se indicaba que el finado había fallecido de un ataque cardiaco. Como ninguno de los intermedios reclamó por temor a que se genere una persecución contra ellos, se consideró el caso cerrado y nunca más se habló de él. Se declaró la vacancia del puesto y a la semana siguiente vino el nuevo encargado del invernadero.


                                                                                                                                 Eddy Gamarra T.

Capítulo 98


La procesión

Durante una semana Micki, Tanger y Collins exigían a sus tías protectoras para acudir a la procesión en el mes de la Virgen. Todo el colegio se estaba preparando y habían dado su cuota para comprar flores, globos y velas. Antonella, Sandra y Nicole no querían dar la autorización desde aquella vez en que Micki hizo de las suyas y provocó la risa del alumnado y profesores cuando elevó al curita como si fuera un milagro. Micki no se daba cuenta que podían descubrir los poderes de él y sus hermanos. Los duendecillos lloraban cada vez que las chicas decían ¡No!...Don Juan de Aviraneta salía en defensa de estos granujas al afirmar que era su último año y que los duendecillos formaban parte de la Promoción. Nicole que era muy emotiva, lloraba junto a los trasgos. Al final, las tres autorizaron que Micki, Tanger y Collins asistieran a la procesión. Les prometí que iba a ir para vigilar a mis pequeños gnomos. El día esperado contaba con un sol radiante. Los chicos y chicas de la Promoción estaban felices con sus polos turquesas y su polera blanca. Los tutores y las Madres de Familia habían trabajado para que la procesión de la virgen María sea del agrado de todos. La participación era de todos los profesores y el personal administrativo y de servicio. El Padre Director pidió a los profesores de religión que escogieran entre los alumnos de la Promoción a tres muchachos que tengan cara de angelitos y que no sean muy altos. Jamás pensé que escogieran a mis tres pequeños. Aunque Micki estaba más alto que sus hermanitos, los tres fueron escogidos. Yo rezaba a San Patricio que no ocurra nada que tenga que lamentar. Allí estaban los tres con su vestimenta roja y blanca de sacristanes. Cuando los Padres de familia los miraban, ellos ponían una cara de criaturas angelicales que solo faltaba su aureola. Se me ocurrió mirar con profundidad a Collins que él no pudo resistir, miró a la virgen y a los demás y arrancó en un llanto que conmovió a Tanger y a Micki y los tres lloraban mientras los estudiantes cantaban: ¡Ave…Ave…Ave María!...¡Ave…Ave…Ave María!

A la hora en que un curita echó incienso, Micki, Tanger y Collins levantaron sus manos izquierdas y dijeron al unísono: “estornudo, estornudo para el cara de embudo.” El curita invitado estornudaba, los chicos y chicas que cargaban el anda, estornudaban. Las mamás que llevaban las flores, estornudaban. Los muchachos de la banda, estornudaban y no podían tocar. El jefe de la banda estornudaba tanto que le dio hambre y sacó un pan con camote de su bolsillo para curar el estornudo. Las autoridades estornudaban y los demás estudiantes que veían la procesión, reían a mandíbula batiente. Yo sabía de dónde venía el problema, así que me acerqué a los acólitos y les hice una seña de amenaza. Los tres angelitos de mi responsabilidad volvieron a levantar las manos y dijeron : “Brikití, brikitá, brikitabe…que el estornudo se acabe”,  y todos cesaron de estornudar y reír. Mientras tanto el jefe de la banda de música terminó su pan con camote y continuó la procesión: ¡Ave…Ave…Ave María! …¡Ave…Ave…Ave María!

Era difícil pedirles a los duendecillos que se portaran bien. Por más que les rogara y amenazara. No iban a cumplir su promesa. Menos mal que todos culparon al incienso que echó el fraile y que lo habían comprado en La Parada. Decían que el incienso era de mala calidad y que algún hereje vendedor de incienso les había mezclado semillas de ají, rocoto y pimienta para que esto ocurriera. En cuanto a los sacristanes escogidos terminaron el recorrido de las estaciones con su carita de “yo no fui” y los alumnos y alumnas de la Promoción obsequiaron a la virgen una hermosa corona y bellos mantos tejidos por las Madres de Familia. Como broche de oro, los estudiantes de la Promoción se tomaron muchas fotos con los profesores y sus familiares. Micki, Tanger y Collins que fueron los que más se divirtieron recibieron un castigo ejemplar de Sandra, Nicole y Antonella. No comerían higos durante un mes. Todavía se escuchaba en los corazones de los duendecillos la canción de la virgen: “ ¡Ave…Ave…Ave María!¡Ave…Ave…Ave María!


                                                                                                                             Eddy Gamarra T.

Capítulo 97


Pietro di Siracusa

Agnezka estaba contenta de haber participado en la expulsión de Libak de la aldea. Si bien es cierto que ella dio el último golpe al feroz licántropo, pero también es cierto que al sacarlo de la casa, el belitre monstruo chocó contra unas  herramientas de labranza que le ocasionaron heridas en el rostro que él tanto cuidaba.

Elisabetta llamó la atención de Agnezka por haber permitido que el badulaque integrante del equipo asesor huyera, a pesar de las heridas que le ocasionaron las vampiras. Agnezka se sintió culpable, sin embargo Elisabetta la animó y le hizo recordar a la bella Maribella que fue asesinada por los licans y que deberían cuidarse todas porque uno de los estilos execrables de estos facinerosos es la venganza.
Transcurrió un mes. Los aldeanos después de enterarse de la malévola incursión del asesino, tuvieron una reunión de emergencia dirigida por el yerno del jefe de la aldea. Reforzaron su sistema de seguridad y solicitaron ayuda del jefe civil de la Comunidad. Aquel día, Ludwig fue convincente. Empezó con un estilo sobrio y estas famosas palabras: “ Dos cosas puntuales.”  Cada vez que empezaba con estas palabras, el número dos se multiplicaba, el tiempo, también y Marietta le tenía que pasar la voz para que no sea tan largo su discurso y porque debían ir a la tienda y había mucho trabajo. Ludwig no le podía decir que no a la bella Marietta. Lo que sucedía era que él había sido un gran orador en la Universidad de Berlín y quería recordar sus buenos momentos. Marietta le tomó de las manos y le dijo “Ti amo”, Ludwig, adoptó la pose de un joven Werther y le contestó “Ich liebe dich”.

La dulce Agnezka tenía que salir de la Comunidad para visitar las boticas de la Ciudad…y comprar sus cosméticos que ya se le habían acabado. Tenía el rostro muy pálido. Hacía mucho tiempo que no salía en sus correrías nocturnas para darle color a su piel. Las cosas habían cambiado para las vampiras. Estas eran intelectuales y trabajaban en la Universidad. Su belleza atraía a los jóvenes y de vez en cuando tenían un romance que acababa con una porción de sangre para darle ánimo a  su vida. No terminaban en desangrar a sus sutiles víctimas. Sus antecesoras europeas arrastraban una historia negra de crímenes y persecuciones que tuvieron que huir a América del Sur y llevar una vida distinta de las anteriores. Elisabetta y sus amigas vivían en residencias con grandes comodidades y entregadas al mundo intelectual, lejos del odio de sus más encarnizados enemigos, los licans, quienes fueron sus esclavos durante varios siglos en la Edad Media y Moderna, pero la persecución que sufrieron los vampiros en los siglos últimos, le dio razones a los licans para conseguir su libertad y desatar una ola de asesinatos por toda Europa.

Agnezka que sabía de memoria la persecución y juicios que soportaron las vampiras, al igual que las brujas, siempre solía estar en guardia para cualquier ataque. A pesar de las recomendaciones de Elisabetta,  Agnezka olvidó los principios básicos de la seguridad vampírica. Su pasión por los cosméticos distrajo las normas esenciales del código vampírico, así que paseó por las grandes tiendas de la Ciudad de los Reyes, y el tiempo transcurrió rápidamente que la dulce Agnezka parecía una niñita que paseaba por la ciudad en busca de su muñeca.

Lloviznaba y el viento era fuerte. La humedad hizo que ella sintiera frío. Ingresó a una cafetería y bebió un exquisito café de chocolate del pueblo de Villa rica. Después de visitar decenas de tiendas, compró sus cosméticos y se dirigió a la playa de estacionamiento. Este lugar era oscuro, pero ella no tenía temor. La penumbra era su luz, sin embargo, no había gente como en las tiendas y allí fue atacada por la vieja cobra y sus secuaces. La rodearon convertidas en serpientes y Agnezka se transformó en una vampira que a pesar de su velocidad, tuvo dificultades para enfrentarse a Dorotea, Asteris, Tránsito,  Anacé y sus amigos Lurok, Wanda y la Vilanova, quienes estaban enterados de las quejas de Libak y esta vez, se iban a cobrar revancha por todas las heridas que le ocasionaron al hacker del equipo de seguridad. La primera en atacar fue la mamba negra, después la garrapata que como era tan chiquita, se dirigió a los pies de la vampira y la mordió con el hambre de una semana.  Tránsito o “La shushupe” solo se deslizaba de un lado a otro, pero no atacaba. La anaconda  envolvió a la vampira y la estaba asfixiando y las aves malditas la llenaban de picotazos y la tuvieron desarmada y lista para que Anulia le diera la mordedura con su letal veneno. En esos instantes algo veloz tomó a la vieja cobra y la lanzó por los aires. La Vilanova voló y atrapó a la cobra que por su peso cayó sobre el techo de un vehículo y aplastó a su comadre. La mamba negra se lanzó contra ese intruso y pretendió morderle pero fue esquivada con rapidez y un mordisco le arrancó parte de la piel que cayó malherida. Anacé soltó a la vampira y se escondió para ver de quien se trataba. Agnezka culpaba de su mala suerte al uso indiscriminado de cosméticos. De nada le sirvió a Anacé esconderse porque aquel ser vestido de negro y con una capa  del mismo color, la ubicó y atacó con furia. Anacé se enroscó para soportar los golpes y la garrapata se transformó en serpiente y cuando cogió de un pie al intruso, Agnezka que había reconocido a su salvador, tomó fuerzas y cogió a Dorotea y la lanzó de la misma manera que lo había hecho con Libak. Lurok ya había huido de la playa de estacionamiento. En el camino estaba preparando las disculpas de siempre y Anulia emitió un grito perceptible solamente por sus secuaces y huyeron del lugar.

Cuando la paz llegó a la playa, Agnezka vio a su héroe quien se acercó a ella y le dio un abrazo y un largo beso. Agnezka casi se desmaya y con la emoción de una cándida muchacha le preguntó al hombre apuesto vestido de negro, ¿Quién era? Él le contestó : Pietro di Siracusa para servirte y le dio otro beso. Agnezka que recordó su viaje por Italia, recordó al primo de Elisabetta y se sintió la vampira más dichosa de toda la tierra. Pietro la acompañó a la Comunidad. Antes de ingresar, Agnezka le preguntó  con temor y tristeza si era zooter. No, pero soy vampiro, le dijo Pietro, el nuevo personaje de la Comunidad de San Patricio e ingresaron por el arco mágico, sin dificultades.


                                                                                                                             Eddy Gamarra T.
Capítulo 96

                                                                     Ir por lana


Elisabetta y sus amigas solían reunirse en el bosque no solo por la abundancia de frutas sino porque sus árboles eran muy altos y a ellas les fascinaba la altura. Siempre lo habían hecho y se sentían renovadas y satisfechas por el aire puro y la exquisitez de las chirimoyas, lúcumas y guayabas que tanto les gustaba.

El bosque quedaba cerca a la aldea de los campesinos y donde habitaba Ludwig y su familia. Aquella mañana, Ludwig y Marietta salieron temprano de la aldea para dirigirse a su tienda en la plazuela de la Primavera. Chiara, la hermana de Marietta no los acompañó porque Yasmina le había pedido que no vaya esa mañana porque iba a salir conmigo a la Ciudad para visitar al Dr. Soiral y realizarse el chequeo médico respectivo. Chiara se quedó con su sobrino y la mayoría de los campesinos se fueron al campo para sus labores agrícolas. Pocas personas se quedaron en la aldea y el lúgubre y macabro Libak lo sabía. Había estado escondido durante mucho tiempo después del crimen en la playa de Máncora y había observado a Chiara y pretendía hacerla suya a toda costa. Aquella mañana fue ideal. Las condiciones estaban dadas y se desplazó convertido en una bandada de cuervos que graznaban por San Patricio. Cruzaron la avenida principal y se dirigieron a la aldea y se posaron en uno de los árboles cercanos a la casa de Chiara. Elisabetta que estaba en la cima de un álamo, oteó la aldea y el campo y captó los obscenos intereses de Libak en los cuervos que estaban en la aldea. Chiara no tenía ni idea de la presencia del lican asesino, pero Elisabetta, sí. Esta avisó a Rowina, Alejandra y Agnezka. Ellas recordaron la muerte de Maribella y decidieron atrapar al impúdico licántropo.

De un momento a otro, los cuervos desaparecieron y al pie del olmo estaba Libak. Observó que la bella Chiara cantaba una canción de cuna para que se durmiera su sobrinito. Su voz era dulce y angelical. La bella campesina además de su tez sonrosada, tenía unos ojos verdes encantadores y la mayoría de los jóvenes aldeanos suspiraban por ella. Una vez que el niñito se durmió, Chiara miraba por la ventana y vio al malévolo Libak que se acercaba a ella con una sonrisa falsa. A pesar de haber sido advertida por Ludwig y Marietta, la joven saludó con una sonrisa al malvado galán que pidió un vaso de agua y ella con el principio de “un vaso de agua no se le niega a nadie”, cometió la torpeza de brindarle el vaso de agua. Una vez que el lican bebió el agua, al momento de entregarle el vaso, hipnotizó a la cándida muchacha, empezó a romperle el vestido y cuando estuvo a punto de violarla, ingresaron Elisabetta y sus amigas por la puerta, ventana, el patio y cayeron sobre el lican y no le permitieron que se convirtiera en el monstruo para satisfacer sus apetitos inmundos. Fue atacado por todas partes de su cuerpo. Las vampiras son muy veloces lanzaban a Libak de un lugar a otro. Agnezka lo lanzó fuera de la casa de la doncella y en eso, aprovechó Libak para iniciar su metamorfosis que le salvó la vida: cuervos y más cuervos que se elevaron y pudieron huir de la aldea ante la mirada infortunada de las valientes vampiras que salvaron la vida a la bella Chiara. La llegada de Libak a la casa de Anulia fue traumática para la cobra desdentada, quien al ver al licántropo sangrando y con el rostro casi desfigurado, empezó a chillar con desesperación y pidió ayuda a sus ofídicas amigas para que puedan curar al lican que fue por lana … y salió trasquilado.


                                                                                                                            Eddy Gamarra T.
Capítulo 95

                                                                       Las aflicciones de Carmito

Carmito estaba muy preocupado por el ascenso de Jonathan Squirrel. Mr. Kanter había prescindido de Alberto de Sajonia como Director adjunto del CENTRADOM y había encargado la Dirección al señor Squirrel. El pobre de Carmito se levantó temprano y se dirigió a una iglesia en la Ciudad de los Reyes para pedirle a su santo preferido explicaciones sobre la actitud del fraile por no haberlo considerado. De qué sirvió sus penitencias y todas las estaciones que visitó en Semana Santa representando a Cristo crucificado. Había recibido azotes en esta representación y los había soportado y todo por ser considerado como el próximo responsable del cargo de Monsieur Paritt. Sin embargo, nada bueno ocurrió. San Martín lo miraba desde su altar y no le decía nada. Carmito lloraba a mares y se preguntaba en que había fallado, si hasta había vestido el hábito en las fiestas de su santo favorito. En un arranque de ira, amenazó con cambiar al Santo de la escoba con la virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos-como dice la canción popular. Parece que el santo se molestó con él, porque de un momento a otro, Carmito empezó a sudar por todo el cuerpo, sobre todo en las manos.

 Carmito se lamentó de sus exabruptos y rezó veinte padrenuestros y avemarías y pidió perdón a su santo por atreverse a cambiarlo por la patrona de los reclusos. Se prometió a sí mismo aumentar el trabajo de presentación de  documentos a los trabajadores a su cargo y pedirle a Mr. Kanter que se haga penitencia con los aumentos hasta que logren la certificación requerida.

Los trabajadores estaban muy molestos cuando se enteraron por boca del mismo Carmito de la Buena Cruz que el trabajo de documentos iba a aumentar porque estaba incompleto y que había que demostrar al mundo que no había ninguna institución como la que ellos manejaban a base de papeles…papeles…papeles. La sudoración del bueno de Carmito continuaba. Él sentía que su Sanmartincito lo estaba castigando por tránsfuga e intrépido. Cuando cruzaba el patio del Centro con la sonrisa farisaica y su mirada de santón, los trabajadores no se le acercaban y comentaban en los corrillos que Carmito no lograría llegar al cargo de Monsieur Paritt porque ellos no lo apoyarían. Aunque, a decir verdad, los trabajadores no tenían vela en ese entierro. Los pobres solo estaban facultados para trabajar, trabajar, trabajar. Lo más triste del asunto es que los asesores de Mr. Kanter no lo querían. Cuando se realizaban los almuerzos y las cenas, no lo invitaban a su mesa. Era difícil para Carmito,  buscar una mesa apropiada para sentarse con comodidad y tranquilidad. La mayoría de las veces, el beato artífice de la documentación no asistía a las fiestas y visitaba a su santo preferido para contarle sus cuitas y problemas con la gente que no quería trabajar con el revolucionario sistema de documentación que él había avalado y se sentía un precursor de este sistema que había matado la lectura de sus integrantes en mayoría.

Una de las tardes que estuvo en la iglesia, le pidió permiso a su santo para visitar a San Cristóbal y pedirle un pequeño favor. Su hija estaba aún soltera y quería casarla cuanto antes. Así que le solicitó a través de unos versos que aprendiera en la escuela y que decía:

                                                               “San Cristobalito
                                                               Manitas, patitas
                                                               Carita de rosa
                                                               Dame un novio
                                                               Para mi hija
                                                               Que la tengo
                                                               Moza…
Dicen las malas lenguas que su bella hija no tuvo suerte con el marido que le tocó. El hombre era bueno, pero …recordemos los versos que siguen, porque Carmito visitó otra vez a San Cristóbal-según las beatas de la iglesia- y le reclamó de la siguiente manera, como lo aprendió en la escuela:
                                                               San Cristobalón
                                                               Manazas, patazas
                                                               Cara de cuerno
                                                               Como tienes la cara
                                                               Me diste el yerno.”


                                                                                                                             Eddy Gamarra T.
Capítulo 94
                                                                     La idiosincrasia de Hectorius

Pequeño y siempre sonriente. El cabello hirsuto y corto, siempre peinado como un niño bueno, la mirada amigable y sus palabras listas para tomar el pelo a algunos de sus amigos. Zooter como la mayoría de los habitantes de San Patricio. Su metamorfosis correspondía al cuy, pero era un animal grande que infundía respeto a sus amigos y enemigos. Era muy cercano a los Dinos por su amistad con el conde Nolberto y su don de gente. Recibió el Cargo de Auditor Mayor del Reino, aunque no había ningún reino,  pero así se llamaba el cargo y lo ostentaba con mucho orgullo. En algunas oportunidades, el conde Jorginho lo invitaba a sus fiestas o reuniones sobre la seguridad de la Comunidad. Hectorius siempre opinaba sobre estos temas porque conocía bastante. Además, el cargo que ostentaba lo tenía entre tirios y troyanos. Asistía a las sesiones de Mr. Kanter y sus asesores como a las de Jorginho. Crítico del CENTRADOM hasta cierto límite en el que no se atrevía a arriesgar su puesto. Como toda autoridad, era un candidato más para ocupar la gerencia del Centro de Trámite Documentario.

Su pasión era la gastronomía y siempre invitaba a los Dinos a su famosa “Olla de tierra” o pachamanca. La última vez que asistimos pudimos disfrutar de las humitas saladas y dulces, las habas, papas con una crema de rocoto que preparó Yasmina. También degustamos carne de res, chancho, pollo con un aderezo que solo Hectorius conoce y que lo heredó de su suegro. Todo esta comida maravillosa acompañada de vino, cerveza y chicha de jora, de acuerdo al gusto de los invitados.

Simonal de Mato Grosso amenizó la pachamanca con música de su país y de la sierra. Su guitarra provocó a Jorginho que cantó en portugués, español y quechua como aquella Vicuñita de alta puna, que tan bellos recuerdos le traía. Sandra, Nella y Nicole bailaban música andina mientras Yasmina con su embarazo disfrutaba contenta del espectáculo. En medio de la fiesta, se me ocurrió consultar mi reloj y pude ver en la pantallita circular a Lurok que visitaba a la vieja cobra que tenía gran parte del cuerpo con secreciones que despedían un hedor insoportable. Las otras serpientes no la visitaban a pesar de vivir cerca de Anulia. Asteris no soportaba el olor mefítico de su amiga, así que inventaba uno y otro pretexto para evitar estar cerca de su jefa. Solo cuando la vieja cotorra, comadre de Anulia,  traía abundante comida, la mamba negra llegaba puntual a su casa para no perderse nada de los platos que traía la Vilanova.

Aprovechamos la comilona que nos brindó el conde Hectorius para conversar sobre algún plan que tuvieran los licans contra la seguridad de Yasmina. Lurok y sus otras compañeras ya habían informado a la desdentada cobra sobre el embarazo de Yasmina. Los exabruptos de Anulia estaban dirigidos no solo a las haditas por haberle causado las secreciones con su polvillo dorado, sino contra Yasmina por considerarla  su enemiga principal. Yasmina lo sabía y lo comentó con su padre y conmigo. Jorginho aprovechó esta coyuntura para manifestar sobre sus avances sobre los ungüentos y brebajes que había preparado gracias al maestro del bosque quien le había proporcionado este material extraído de algunos árboles de la isla.

La amistad de los Dinos se mostraba indisoluble y el pacto que teníamos con Elisabetta, Rowina, Alejandra y Agnezka, las bellas vampiras, nos daba más confianza para enfrentarnos a la indiferencia de los asesores e intermedios y a la malhadada organización de los temibles licántropos que atacaban constantemente a las pobres gaviotas que tenían como característica principal su belleza y su miedo aterrador hacia los encargados de seguridad del Centro.


                                                                                                                                 Eddy Gamarra T.

lunes, 15 de junio de 2015

Capítulo 93                                                                                                                                                                                             
                                                                              Tres meses

Había transcurrido tres meses y ya se notaba algo de mi barriga. Stephen me engreía. No permitía que hiciera nada. Marietta trajo a su hermana Chiara para que me ayude. Su hermana menor estudió enfermería y aunque no trabajaba en ninguna empresa todavía, estaba dispuesta a cuidarme.

Papá llegó de su viaje por el Portugal y Holanda. Me trajo muchos regalos y ropita para el bebé. Mi tío Ben se fue de viaje por Londres donde vivía su hijo y me escribió una hermosa carta en francés que papá me la entregó. Lapitt  me trajo juguetes que las campesinas del Pozuzo elaboraban y los vendían a los turistas. Nolberto me trajo del Callejón de Huaylas dulces de Caraz, ya sea de sidra, de membrillo o manjarblanco. Además me trajo un tallado de madera que él mismo había preparado. Era la imagen de un troll y me dijo que cada vez que sienta peligro en el castillo, que frote los pies del tallado y vendría su tío Nolberto lo más rápido posible. Me parecía graciosa su ayuda, aunque original. Le agradecí infinitamente.

Nella me preparaba distintos platos peruanos y los servía con mucho cariño. Cada vez traía un potaje diferente. Esta vez fue una carapulcra chinchana que también le gustó a Stephen y papá. El olor del plato chinchano traspasó las almenas del castillo y llegó al olfato de Lurok y la cotorra Vilanova que siempre nos estaban espiando. Tenía el reloj mágico que Ghara le obsequió a Stephen y es por eso que sabía de la presencia de estos facinerosos. Esta vez, sí funcionó el reloj conmigo. Parece que el reloj me exigía mucho amor por Stephen. Primera vez que Wanda no los acompañó. Parece que todavía está padeciendo las consecuencias del polvillo dorado que esparcieron las haditas por todo el ambiente de la criminal sala de sacrificios del malvado Varkolak.

Sé también que la vieja cobra tiene todo su maléfico cuerpo cubierto de pus y que su curación tiene para rato. Cada vez que  sus hermanas de sangre y veneno la curan, Anulia maldice una y otra vez a las hadas que causaron su mal y reza a la serpiente que hizo pecar a Eva que la ilumine y la cure para poder vengarse de esta infamia que  padece en carne propia.

Las brujitas se encargaron esta vez de expulsar a Lurok y a la Vilanova, comadre de Anulia que ya habían visto lo suficiente. Seguro que informarían a todo el séquito satánico acerca de mi embarazo. No saben que yo estoy protegida y además tengo mis defensas que el abuelo me dijo en una ocasión, no podrían vencerme porque yo era tan poderosa como él y  sería la encargada de expulsar a toda esa maldita raza de licans y serpientes. Las palabras de mi abuelo me dan fuerza y seguridad. Stephen ya no iba a viajar a ningún país y siempre estaba al tanto de cualquier incursión de estos enemigos míos.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Eddy Gamarra T.
Capítulo 92
                                               Las tribulaciones de Squirrel

Ágil y despierto, bajo de estatura, con características de mil oficios era el señor Jonathan  Squirrel. Siempre trataba de demostrar que sabía de todo. Si alguna pregunta iba para una persona, Squirrel se adelantaba y lo contestaba  como si fuera un concurso de quién sabe más y más rápido. En las reuniones del Centro con los trabajadores, no permitía que nadie criticara a su jefe y mucho menos que lo contradijeran a él. En ese instante cambiaba su rostro de sonrisa aprendida y se transformaba de la bella a la bestia. Sus movimientos daban la impresión de que cogía su escudo, desenvainaba su espada y atacaba sin miramientos a sus trabajadores, quienes se quedaban sorprendidos por tal actitud.

Squirrel fungía de ser  una especie de guardia real de Mr. Kanter y estaba dispuesto a dar su vida por el Jefe o por el cargo al cual aspiraba. Esta actitud de sepuku oriental lo obligaba a retirarse unos minutos de la reunión y se dirigía a su oficina donde se transformaba en una ardilla que tenía el rostro rojo de ira o de impaciencia. El único remedio para sus males era el sake. Bebía un trago y se calmaba. Regresaba a su normalidad y volvía a la reunión. Tomaba fotografías a los que estaban dormidos, aunque a veces, sin querer, fotografiaba a otros asesores que por lo avanzado de su edad, se quedaban dormidos. Uno de ellos era el señor Paritt que tenía como cincuenta años de servicio a la Institución y que conocía al derecho y al revés el tejemaneje del Centro de Trámite Documentario.

Cada vez que el veloz Jonathan Squirrel se enfrentaba a los trabajadores, adoptaba un semblante de melancolía a punto de llegar a las lágrimas y mostraba al auditorio sus tristezas como si cargara el mundo con sus problemas al igual que Atlas, el personaje de la Mitología griega. Una vez que terminaba la reunión, acudía presuroso como Gargamel , lanzaba su memorando contra su grupo como si fueran pitufos y él les dijera “Cómo los odio…Cómo los odio” y descargaba su cólera contra los infortunados trabajadores a través de un memo que llegaba también a Mr. Kanter y sus asesores.

Los sicólogos que lo conocían de cerca, decían que Squirrel era bipolar y que había sufrido mucho cuando niño y adolescente y que tuvo fracasos amorosos hasta que conoció a una buena mujer. Tuve la oportunidad de conocerlo y tenía una gran virtud, entre tantos defectos: le gustaba leer. Era uno de los pocos que lo hacían en el CENTRADOM. Siempre estaba al tanto de los últimos libros publicados y se sentía orgulloso de saber un poco más que los otros. Lástima que empleaba sus conocimientos para jactarse con sus hechos de ser más capaz que los demás. Es una pena que utilizara lo aprendido para avalar la presentación de documentos y más papeles que echaron por tierra los últimos intentos de los trabajadores de lograr el hábito de lectura.

Hoy lo vemos con el rostro alicaído, muy serio, trepador y a veces hostil. Siempre con su escudo y su mandoble listo para defenderse de las palabras y comentarios de los trabajadores que no lo quieren como el nuevo Gerente de la empresa de Mr. Kanter. Sin embargo, sonríe a sus compañeros más cercanos y ha establecido barricadas de comentarios negativos contra la arremetida del cucufato Carmito de la Buena Cruz que es un experto en papeles…papeles…papeles y que está logrando su cometido en el nombre del Padre…del Hijo y del Espíritu Santo…


                                                                                                                                  Eddy Gamarra T.
Capítulo 91
                                                                        Una buena noticia

Cuando regresé de México, conversé con Yasmina. Ella me contó las preocupaciones y sospechas de su embarazo. Fuimos a la clínica de mi amigo el Dr. Soiral para que los médicos la observen, revisen y después indiquen o descarten el embarazo. Después de un examen exhaustivo, se confirmó que Yasmina estaba embarazada. Ella al enterarse de los resultados finales, se puso a llorar de emoción. La abracé y la besé. Agradecí al Dr. Soiral por el buen servicio de su clínica y luego de pagar en caja, nos dirigimos a la Comunidad en el Mercedes Benz para contarle a la familia sobre esta buena noticia.

Las normas de la comunidad no permitían el uso de los autos dentro de ella. Solo se permitía para ir a la Ciudad y regresar a San Patricio. Tampoco se permitía electrodomésticos, salvo los equipos musicales. Otras de las prohibiciones eran las armas de fuego. Alguna vez, los licans trataron de ingresar además de pistolas, fusiles AKM y hasta ametralladoras, pero se dieron con la sorpresa que los autos donde traían escondidas las armas, chocaron contra el arco de entrada. Parecía que hubieran tapiado el arco. Intentaron ingresar a una velocidad mínima y otra vez se estrellaron contra el muro de la prohibición. Varko escondió algunas armas dentro de su abrigo e intentó ingresar a pie, pero tampoco pudo pasar por debajo del arco. No solo eran las normas sino el tiempo y la geografía de San Patricio los que rechazaban la presencia de estas armas de fuego. En cambio, las espadas cuchillos, dagas, lanzas, sables, escudos, corazas, hachas, yelmos y otras armas blancas sí estaban permitidas. San Patricio era una comunidad medieval con atisbos de mundo moderno donde el bien y el mal convivían juntos. Los alimentos se podrían traer de fuera, pero la mayoría prefería comprar los productos naturales en la tienda de Ludwig no solo porque eran mejores sino porque los precios eran más cómodos. Además si la Comunidad carecía de algunos productos como resultado de la tecnología y modernidad, sin embargo, tenía unas tierras donde se podía sembrar todo tipo de productos, desde la papa de las alturas hasta las frutas de la selva, igualmente, los frutos secos como árboles de diferente clima y región; ni qué decir de las flores ya sean de la costa, sierra y selva, desde las más comunes como el geranio, margarita hasta las más exóticas como las orquídeas y los tulipanes.

El CENTRADOM quedaba en la Ciudad de los Reyes y tenía una característica singular. Todos los trabajadores pertenecían a la naturaleza zooter. Mucha gente dejaba sus documentos en la secretaría, pero solo los zooters podían trabajar allí. La mayoría de los zooters vivían en San Patricio. Los trabajadores de la institución residían en la Comunidad. Los otros residentes pertenecían a las antiguas familias,  quienes descendían de los primitivos habitantes. Entre ellos se encontraban los Dinos, las vampiras, los aldeanos y los honorables residentes de la colina azul. Además de ellos, mis honorables huéspedes: los duendecillos, las brujitas de Morgana y las haditas no tuvieron problemas para poder vivir en San Patricio. Esta comunidad albergaba a los personajes mágicos como las haditas, además de los elfos y las brujitas de Mato Grosso.

 Los primitivos habitantes procedían de Europa ya sea Italia, Alemania, España, Los Países Bajos, Inglaterra y también Brasil. Entre los nuevos residentes encontramos zooters procedentes de Bulgaria, Albania, Hungría como los licántropos. Saharawis, españoles, africanos, peruanos y otros.
Después de la noticia, los Dinos se reunieron en mi casa, con mi familia y mis huéspedes. El único que faltaba era Jorginho quien estaba de viaje por Holanda y Portugal. Visitaba a sus familiares y después de recibir la gran noticia, prometió volver pronto para abrazar a su hija querida y para brindar con champaña con su familia y sus grandes amigos. En aquellos países logró conversar con integrantes de la naturaleza zooter. Muchos de ellos eran empresarios, científicos, músicos, poetas, amantes de la numismática y novelistas. Ellos se habían agrupado porque la policía de estos países perseguía a los zooters porque los acusaban de crímenes que ellos jamás habían cometido. Probablemente los confundían con los hombres lobos de la literatura y el arte o algún monstruo que el cine se había encargado de difundir. Los únicos peligrosos eran los licántropos, las serpientes y los unicornios negros. Estos últimos fueron exterminados en San Patricio hace mucho tiempo. Los licántropos y serpientes no eran considerados  como zooters por los Dinos, debido a que la mayoría de zooters eran pacíficos. Podrían existir zooters ambiciosos, arribistas, envidiosos, ebrios, cucufatos, holgazanes, apáticos, pero jamás asesinos, malvados como los execrables licans y las serpientes malditas  y sus soplones.


                                                                                                                                                                                                                                                                                         Eddy Gamarra T.
Capítulo 90
                                                                   Yasmina sola

Stephen no está en casa. Viajó a México para entrevistar a la esposa de un gran escritor que había fallecido recientemente. Tengo la compañía de Micky, Tanger y Collins, además de Nicole y Sandra. Ghara y Harally cuidan el castillo de papá y Andreinha, Maluxa y Janice acompañan a Nella. Todo está en calma. Claro, la tranquilidad a la que me refiero es la seguridad de la gran familia; sin embargo, hace unos días me sentía mareada y arrojaba la comida. Tengo mucho sueño y no siento ganas de leer. Algo me pasa, mis sospechas son leves. No sé si decirle a Nicole y a Sandra de lo que me ocurre. No quiero incomodarlas. Mi interés por la música se ralentiza y solo quiero a Stephen a mi lado. Siento como si no lo hubiera visto en toda una eternidad. Las horas se tornan largas y cuando miro por la ventana de la biblioteca al jardín central del castillo, Micky, Tanger y Collins juegan incansablemente y me pasan la voz. Sandra y Nicole preparan una mazamorra morada y arroz zambito para la tarde. Miro los libros de Stephen y siento tanto cariño por ellos como si fueran el amor de mi vida. En cada libro encuentro el cariño que él me prodiga y lo siento en el corazón. Es por eso que el lugar de la casa donde más felicidad tengo es en la biblioteca y a veces, tomo los alimentos y un café de Chanchamayo que el tío Lapitt trae siempre.

¿y si estoy embarazada? Es una preocupación que llevo conmigo,  y en estos días que hemos tenido enfrentamiento con los licans, me siento desprotegida a pesar de todos los recursos que la naturaleza me ha brindado por ser nieta del Maestro del bosque. Mi naturaleza zooter la he ido descubriendo con el correr de los días y los peligros que entraña vivir en este paraíso e infierno, ha acelerado mi triple metamorfosis. En un principio pensé que era un sueño donde yo me dirigía volando, cual águila real,  por los terrenos de la colina azul. Conversé con Ulrico y Mariana de Portobello. Logré saludar a Rosa María, la organizadora de la sociedad de la Colina Azul. Ella me dijo que yo iba a tener un hijo pronto y que le rezara a la virgen para que me proteja. Le contesté con una sonrisa y me obsequió un durazno. Regresé  a la  biblioteca por la ventana y me posé en el sillón de cuero negro. Cuando desperté en la mañana, vi que en el sillón había un durazno y una pluma de águila. Me quedé pensando en el sueño que tuve y recordaba los versos de Calderón de la Barca:…que toda la vida es sueño/y los sueños, sueños son.”

Al día siguiente, muy temprano, desde la ventana de mi habitación columbraba los pinos del castillo de papá y recordaba que en la copa de los árboles del CENTRADOM, los halcones se posaban en ella,  para esperar a las palomas. Sentí deseos de ir a los pinos y lo hice. Cuando me di cuenta, estaba convertida en un águila y desde la cima miraba la isla lejana de Lorelei. Mi timidez me impedía contarle a papá y a Stephen estas transformaciones. El único que sabía era mi abuelo, aunque nunca me hablaba de mis cambios. Prefería que yo los descubriera por mí misma.

Otras de las sorpresas fue mi ingreso a la colina azul sin necesidad de las palabras mágicas que empleaba mi abuelo. Al principio, no me di cuenta, a pesar de la mirada torva de algunos integrantes de la colina azul, quienes no se explicaban cómo un águila había sobrepasado las fronteras de la Comunidad de San Patricio con la colina azul. Sin embargo, allí estaba Rosa María, la maestra,  quien me recibió con mucho afecto. Su sapiencia y amistad con mi abuelo, le dio autoridad para que no ocurra algún problema. Cuando recuperé mi forma humana, todos reconocieron en mí  a la hija del conde Jorginho y se solucionó el problema.

De todas maneras, iré a la Ciudad de los Reyes, cuando regrese Stephen e iremos a la clínica para que los médicos me digan si estoy realmente embarazada. Mientras tanto, probaré las delicias culinarias que las chicas han preparado. Aunque no soy buena para los postres, siempre preparo la leche asada, que es la que mejor me sale y a todos les gusta. Me la enseñó Marietta, la esposa de Ludwig. Esta tarde me reuniré con Nicole, Sandra y Nella y degustaremos los postres que hemos preparado. Me gustaría invitarle a mi abuelo, pero él es vegetariano y él mismo se prepara sus alimentos.

Parece que va a llover, porque se escuchan los truenos y las brujitas han ingresado a su recinto para protegerse del fuerte aguacero que se avecina. Los duendecillos saltan y se dan volteretas para recibir a la lluvia. Los miro contentos, me pasan la voz y desaparecen para volver a aparecer en el jardín. Ghara y Harally se protegen en el campanario que es la parte más alta del castillo y desde allí vigilan nuestro hogar. Para hacer más placentero el momento, ellas cantan con deleite scarborough fair, una de las preferidas de Stephen y esperan pacientemente que escampe mientras el arcoiris las acompaña con sus colores maravillosos.

                                                                                                              Eddy Gamarra T.
Capítulo 89
                                                                                 La isla

Aquella fría mañana de invierno, después de entrar al muelle, subían al yate los Dinos, Yasmina, Juan de Aviraneta, Antonella, Sandra, Nicole y el abuelo de Yasmina. Los duendecillos, las brujitas y mis dos bellas haditas se quedaron en la casa para cuidar las viviendas de los Dinos y la familia. El conde Jorginho manejaba el yate. Las chicas llevaban provisiones y abundante agua. El mar estaba tranquilo y Aviraneta se dedicó a pescar. Lapitt bebía una cerveza en lata además de llevar su eterno cigarrillo en la mano derecha. Nolberto conversaba con el conde, el Tío Ben cantaba en francés mientras mis hijas tomaban fotografías a los delfines que nos acompañaban. El abuelo Daniel observaba en silencio las olas y se frotaba las manos por el frío que hacía. Me acerqué a él y conversamos sobre literatura y arte. En verdad, era como un monólogo. El abuelo hablaba emocionado de Gabo y yo me dedicaba a escucharlo.

La isla no estaba muy lejos. Se podía ver desde la orilla. Tenía forma de sirena. Las gaviotas la llamaban Lorelei como la sirenita danesa, pero también era cierto que los intermedios y todos los demás tenían temor de acercarse a la isla porque cuenta la leyenda que en aquel lugar habitaban los trolls y que su comportamiento era lascivo y salvaje. No respetaban a los demás. Su reacción ante los extraños era mortal. Además, las plantas de la isla eran carnívoras. Ni siquiera los réprobos licántropos se atrevían a  ingresar en los recintos de Lorelei.

El yate se acercaba a la isla. No había muelle, así que emplearon unos botes de goma para dirigirse a la orilla. Como el mar estaba en calma, los Dinos y las chicas llegaron a la playa sin mayores contratiempos. Uno de los primeros en bajar a tierra fue el jardinero y luego los demás. Dejaron los botes en la arena y tomaron las mochilas con las provisiones e ingresaron al bosque de palmeras que les daban la bienvenida. Tomaron un camino rodeado de bellas flores multicolores y avanzaron detrás del abuelo de Yasmina. Los demás se quedaban sorprendidos por las explicaciones del abuelo. Daba la impresión que él vivía en aquellos parajes. No había ningún troll ni plantas carnívoras. Todo lo contrario, abundaban árboles frutales como cocoteros, platanales, papayos y otras frutas exóticas. El canto de las aves ofrecía un concierto de voces que resultaban agradables al oído. Poco a poco iban ascendiendo a una colina donde había una fuente y allí se podían bañar. Es más, desde aquel lugar oteaban el horizonte y divisaban la playa y a lo lejos el castillo del conde Jorginho y otros castillos de los primeros habitantes de San Patricio.

Nicole no se cansaba de fotografiar el paisaje, Sandra bailaba de alegría porque sentía el aire puro y feliz de estar en la casa de Lorelei. Antonella y Juan se dedicaron a investigar por su cuenta otros lugares de la isla. El abuelo nos mostró unos árboles que despedían un zumo parecido a la goma y mostró al conde el poder anestésico de esta planta y que lo podrían utilizar contra los execrables licans. Jorginho se quedó sorprendido de los conocimientos de su suegro y llevó una buena cantidad de ese zumo venenoso en varias botellas para prepararlas,  tenerlas listas y usarlas en su momento.

La isla de Lorelei tenía árboles medicinales y letales. Además de las frutas y aves, era el hábitat de unos monos pequeños que vivían en los árboles y su timidez hizo que con nuestra presencia subieran a los árboles y no bajaran de allí hasta que el abuelo les dio una orden. Una vez que bajaron nos miraban como si nosotros fuéramos los bichos raros. Muy hospitalarios,  nos lanzaban cocos y plátanos para que nos sirviéramos. Había fruta abundante que llevamos para San Patricio. Yo escogí melones, sandías  y papayas; mis hijas, plátanos y maracuyá. Lo más fructífero del viaje fue la lección que nos dio el viejo jardinero acerca de las plantas medicinales y letales como una opción para enfrentarnos a los abominables licántropos.

Era las seis de la tarde y regresamos en nuestros botes de goma para subir al yate de Jorginho y regresar a la comunidad de San Patricio. Estábamos un poco cansados por la caminata hacia la colina, pero también satisfechos por todo lo que vimos y aprendimos de la isla de Lorelei y el viejo jardinero de San Patricio.


                                                                                                                              Eddy Gamarra T.