martes, 23 de junio de 2015

Capítulo 95

                                                                       Las aflicciones de Carmito

Carmito estaba muy preocupado por el ascenso de Jonathan Squirrel. Mr. Kanter había prescindido de Alberto de Sajonia como Director adjunto del CENTRADOM y había encargado la Dirección al señor Squirrel. El pobre de Carmito se levantó temprano y se dirigió a una iglesia en la Ciudad de los Reyes para pedirle a su santo preferido explicaciones sobre la actitud del fraile por no haberlo considerado. De qué sirvió sus penitencias y todas las estaciones que visitó en Semana Santa representando a Cristo crucificado. Había recibido azotes en esta representación y los había soportado y todo por ser considerado como el próximo responsable del cargo de Monsieur Paritt. Sin embargo, nada bueno ocurrió. San Martín lo miraba desde su altar y no le decía nada. Carmito lloraba a mares y se preguntaba en que había fallado, si hasta había vestido el hábito en las fiestas de su santo favorito. En un arranque de ira, amenazó con cambiar al Santo de la escoba con la virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos-como dice la canción popular. Parece que el santo se molestó con él, porque de un momento a otro, Carmito empezó a sudar por todo el cuerpo, sobre todo en las manos.

 Carmito se lamentó de sus exabruptos y rezó veinte padrenuestros y avemarías y pidió perdón a su santo por atreverse a cambiarlo por la patrona de los reclusos. Se prometió a sí mismo aumentar el trabajo de presentación de  documentos a los trabajadores a su cargo y pedirle a Mr. Kanter que se haga penitencia con los aumentos hasta que logren la certificación requerida.

Los trabajadores estaban muy molestos cuando se enteraron por boca del mismo Carmito de la Buena Cruz que el trabajo de documentos iba a aumentar porque estaba incompleto y que había que demostrar al mundo que no había ninguna institución como la que ellos manejaban a base de papeles…papeles…papeles. La sudoración del bueno de Carmito continuaba. Él sentía que su Sanmartincito lo estaba castigando por tránsfuga e intrépido. Cuando cruzaba el patio del Centro con la sonrisa farisaica y su mirada de santón, los trabajadores no se le acercaban y comentaban en los corrillos que Carmito no lograría llegar al cargo de Monsieur Paritt porque ellos no lo apoyarían. Aunque, a decir verdad, los trabajadores no tenían vela en ese entierro. Los pobres solo estaban facultados para trabajar, trabajar, trabajar. Lo más triste del asunto es que los asesores de Mr. Kanter no lo querían. Cuando se realizaban los almuerzos y las cenas, no lo invitaban a su mesa. Era difícil para Carmito,  buscar una mesa apropiada para sentarse con comodidad y tranquilidad. La mayoría de las veces, el beato artífice de la documentación no asistía a las fiestas y visitaba a su santo preferido para contarle sus cuitas y problemas con la gente que no quería trabajar con el revolucionario sistema de documentación que él había avalado y se sentía un precursor de este sistema que había matado la lectura de sus integrantes en mayoría.

Una de las tardes que estuvo en la iglesia, le pidió permiso a su santo para visitar a San Cristóbal y pedirle un pequeño favor. Su hija estaba aún soltera y quería casarla cuanto antes. Así que le solicitó a través de unos versos que aprendiera en la escuela y que decía:

                                                               “San Cristobalito
                                                               Manitas, patitas
                                                               Carita de rosa
                                                               Dame un novio
                                                               Para mi hija
                                                               Que la tengo
                                                               Moza…
Dicen las malas lenguas que su bella hija no tuvo suerte con el marido que le tocó. El hombre era bueno, pero …recordemos los versos que siguen, porque Carmito visitó otra vez a San Cristóbal-según las beatas de la iglesia- y le reclamó de la siguiente manera, como lo aprendió en la escuela:
                                                               San Cristobalón
                                                               Manazas, patazas
                                                               Cara de cuerno
                                                               Como tienes la cara
                                                               Me diste el yerno.”


                                                                                                                             Eddy Gamarra T.

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