Capítulo 95
Las
aflicciones de Carmito
Carmito
estaba muy preocupado por el ascenso de Jonathan Squirrel. Mr. Kanter había
prescindido de Alberto de Sajonia como Director adjunto del CENTRADOM y había
encargado la Dirección al señor Squirrel. El pobre de Carmito se levantó temprano
y se dirigió a una iglesia en la Ciudad de los Reyes para pedirle a su santo
preferido explicaciones sobre la actitud del fraile por no haberlo considerado.
De qué sirvió sus penitencias y todas las estaciones que visitó en Semana Santa
representando a Cristo crucificado. Había recibido azotes en esta
representación y los había soportado y todo por ser considerado como el próximo
responsable del cargo de Monsieur Paritt. Sin embargo, nada bueno ocurrió. San
Martín lo miraba desde su altar y no le decía nada. Carmito lloraba a mares y
se preguntaba en que había fallado, si hasta había vestido el hábito en las
fiestas de su santo favorito. En un arranque de ira, amenazó con cambiar al
Santo de la escoba con la virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos-como
dice la canción popular. Parece que el santo se molestó con él, porque de un
momento a otro, Carmito empezó a sudar por todo el cuerpo, sobre todo en las
manos.
Carmito se lamentó de sus exabruptos y rezó
veinte padrenuestros y avemarías y pidió perdón a su santo por atreverse a
cambiarlo por la patrona de los reclusos. Se prometió a sí mismo aumentar el
trabajo de presentación de documentos a
los trabajadores a su cargo y pedirle a Mr. Kanter que se haga penitencia con
los aumentos hasta que logren la certificación requerida.
Los
trabajadores estaban muy molestos cuando se enteraron por boca del mismo
Carmito de la Buena Cruz que el trabajo de documentos iba a aumentar porque
estaba incompleto y que había que demostrar al mundo que no había ninguna
institución como la que ellos manejaban a base de papeles…papeles…papeles. La
sudoración del bueno de Carmito continuaba. Él sentía que su Sanmartincito lo
estaba castigando por tránsfuga e intrépido. Cuando cruzaba el patio del Centro
con la sonrisa farisaica y su mirada de santón, los trabajadores no se le
acercaban y comentaban en los corrillos que Carmito no lograría llegar al cargo
de Monsieur Paritt porque ellos no lo apoyarían. Aunque, a decir verdad, los
trabajadores no tenían vela en ese entierro. Los pobres solo estaban facultados
para trabajar, trabajar, trabajar. Lo más triste del asunto es que los asesores
de Mr. Kanter no lo querían. Cuando se realizaban los almuerzos y las cenas, no
lo invitaban a su mesa. Era difícil para Carmito, buscar una mesa apropiada para sentarse con
comodidad y tranquilidad. La mayoría de las veces, el beato artífice de la
documentación no asistía a las fiestas y visitaba a su santo preferido para
contarle sus cuitas y problemas con la gente que no quería trabajar con el
revolucionario sistema de documentación que él había avalado y se sentía un
precursor de este sistema que había matado la lectura de sus integrantes en
mayoría.
Una
de las tardes que estuvo en la iglesia, le pidió permiso a su santo para
visitar a San Cristóbal y pedirle un pequeño favor. Su hija estaba aún soltera
y quería casarla cuanto antes. Así que le solicitó a través de unos versos que
aprendiera en la escuela y que decía:
“San
Cristobalito
Manitas,
patitas
Carita
de rosa
Dame
un novio
Para
mi hija
Que
la tengo
Moza…
Dicen
las malas lenguas que su bella hija no tuvo suerte con el marido que le tocó.
El hombre era bueno, pero …recordemos los versos que siguen, porque Carmito
visitó otra vez a San Cristóbal-según las beatas de la iglesia- y le reclamó de
la siguiente manera, como lo aprendió en la escuela:
San
Cristobalón
Manazas,
patazas
Cara
de cuerno
Como
tienes la cara
Me
diste el yerno.”
Eddy
Gamarra T.
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