Capítulo 79
El infierno
Cada
uno tiene su propio infierno. Los católicos tienen el suyo y nuestros padres, cuando éramos niños, nos
decían que si nos portábamos mal, nos iríamos de frente al infierno o iba a
venir el cuco. Carl Grinberg relata que en la época de Carlos V y Felipe II, el
Clero, amenazó a muchos fieles que se portaban mal, y los conminaba a dar sus bienes para no
arder en el infierno. Una buena manera de evitar el pecado y el suicidio. Lo
más curioso es que en nuestro mundo de La Ciudad de Los Reyes, cuando alguien
muere-así sea un desgraciado- la gente suele decir que desde el cielo nos está
esperando o va a interceder por nosotros o Diosito lo está esperando. Al final,
¡Nadie se va al infierno! Solo los personajes de las películas norteamericanas,
cuando se lanzan en paracaídas, ante un peligro inminente, suelen decir: “¡Nos
vemos en el infierno!”
Los griegos también tenían su infierno, aunque
diferente a los nuestros y que fueron visitados por algunos héroes como Odiseo,
Hércules, Orfeo, etc. Todos los que fallecían se iban al infierno, bueno…casi
todos, porque los peores eran enviados al tártaro como Tántalo, Sísifo, en fin.
Dante
Alighieri creó su propio infierno como parte de su obra extraordinaria llamada
COMMEDIA. Él inicia sus versos con “En
medio del camino de la vida/errante me encontré por selva oscura/en que la
recta vía era perdida.” Tenía un poco más de treinta años; en cambio, yo,
sexagenario, me vi envuelto en mi propio infierno por querer jugar con la vida
y esta, me derivó a la muerte.
Permítanme recordar la presencia del
poeta Virgilio, que acompañó a Dante por
el infierno y sus círculos concéntricos. Yo no tuve al “Cisne de Mantua” ,
tampoco a César Vallejo, poeta de mi país; sin embargo, tengo a mi Beatrice di Portinari- Yasmina- que
estuvo siempre presente en mi lecho de enfermo. Los siete últimos días que
estuve en una clínica de la Ciudad de Los Reyes, Yasmina no durmió. Se pasó
toda la noche en vela. Algunas veces tuvo que salir a medianoche en compañía de
Jorginho, su padre, para buscar sangre para una transfusión inmediata.
Los
primeros días, la fiebre alta me llevó al mundo de la alucinación. La
habitación donde estaba era como una discoteca con imágenes grotescas y un
ruido infernal que no soportaba. Mi cuerpo caliente y el sudor me llevaban a
través de un paraje desconocido y me alejaba cada vez más de mi realidad. Perdí
el sentido de lo que es realidad y lo que es ficción. Quería recordar las
páginas de un libro sobre musicoterapia para que me corrija la plana y me
brinde paz como la sonata Claro de luna de Ludwig van Beethoven o aquel famoso
concierto para piano y orquesta de Edvard Grieg. Yo no pedí la otra música. La
sentía como un castigo por los desórdenes gastronómicos y el excesivo licor que
bebía en mis viajes por diferentes ciudades de América y Europa. Sin embargo,
cuando tuve mejoría, mis sueños me llevaron a Firenze donde poseía viñedos y
vivía feliz con Yasmina y mis
hijas…solamente un sueño.
Es
cierto que estaba muy débil y debía obedecer a Yasmina, a pesar de que casi no
comía. Las enfermeras de la clínica tenían miedo de acercarse a mi cuarto entre
la medianoche y las cinco de la mañana porque decían haber visto echada al pie
de la cama a una loba inmensa con cara de pocos amigos. A partir de las cinco
de la mañana, todo estaba normal y las enfermeras entraban con el médico de turno
para ver si era cierto lo que comentaban. Se comentó que algunas de ellas
estaban muy cansadas y las enviaron a descansar a su casa.
El
último día que estuve en la clínica, recibí una visita especial de Los Dinos y
analizaron si había sido mordido por alguna vampira. Nosotros teníamos amistad
con el séquito de Elisabetta y no creímos que pudiera ser cierto, sin embargo
dijo Lapitt, especialista en brujería, magia blanca y negra que uno de los
enemigos encarnizados de las vampiras y Los Dinos, es decir, algún licántropo
se encargó de realizar estos juegos letales por simple venganza: Varul dijeron
todos al unísono.
El
ataque de los Licans empezó por el norte con Libak. De repente, las raspadillas
que probé en Máncora tenían alguna pócima preparada por Varul y ejecutada por
Libak. Todo es posible. Qué se le ocurriría al jefe de ellos. Había que estar
preparados para no ser sorprendidos por los licántropos. Las acciones de Varko
eran silenciosas y no dejaban huellas para evitar los celos de su mujer que a pesar
de ser una zooter insignificante, bella
y fiel, tenía mucha influencia en el CENTRADOM.
Mi
enfermedad permitió una reunión de emergencia donde estuvieron presentes el Tío
Ben, el Conde Nolberto, Lapitt de Sajonia, Juan de Aviraneta, el Auditor Mayor
del Reino, el Conde Jorginho y los demás integrantes de la Orden de Los
Caballeros del Unicornio Blanco. Como invitada estuvo Elisabetta di Sardegna.
No invitaron a Yasmina y su abuelo porque ellos tenían la facultad de escuchar
a distancia. El informe que di sobre el ataque de los cuervos en una playa del
Norte y la probable infección que tuve por obra y gracia de Varul y ejecutada
por el siniestro Libak, puso en advertencia a Los Dinos que solían viajar
constantemente por el país y Europa. El Tío Ben manifestó que en la ciudad de
Roma había una secta temible de licántropos que se habían desplazado desde los
Balcanes a Italia. Elisabetta afirmó lo que decía el Tío Ben y también dijo que
ellas-las vampiras- contaban con una poderosa organización para defenderse de
los salvajes ataques de los Licans.
El
Auditor manifestó que los Licans tenía el apoyo de Mr. Kanter quien por sus
continuos viajes por Bolivia, Panamá, Europa Y La India, no estaba enterado de
los constantes ataques de su Guardia de seguridad y no creía lo que le podían
contar sus fieles. Los intermedios, que eran la mayoría, no se atrevían a
denunciar los abusos y las muertes ocasionadas por Varko y sus secuaces. Mr.
Kanter tenía sus asesores y lo único que le habían informado es que no había
problemas en su empresa y que todo estaba okey. “La Comunidad de San Patricio
bien vale una misa”, decía como uno de los reyes, Mr. Kanter y llamaba a todos
los habitantes de San Patricio, que eran muy religiosos, a la misa dominical y
después de la misa, un almuerzo a todo dar, con ricos potajes y buenos vinos.
Esta
información nos sirvió de mucho y decidimos reforzar nuestras defensas y para
desaparecer a toda esta lacra que tanto daño causaba a los más débiles.
Eddy Gamarra Tirado
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