sábado, 6 de junio de 2015

Capítulo 79
El infierno

Cada uno tiene su propio infierno. Los católicos tienen el suyo y  nuestros padres, cuando éramos niños, nos decían que si nos portábamos mal, nos iríamos de frente al infierno o iba a venir el cuco. Carl Grinberg relata que en la época de Carlos V y Felipe II, el Clero, amenazó a muchos fieles que se portaban mal,  y los conminaba a dar sus bienes para no arder en el infierno. Una buena manera de evitar el pecado y el suicidio. Lo más curioso es que en nuestro mundo de La Ciudad de Los Reyes, cuando alguien muere-así sea un desgraciado- la gente suele decir que desde el cielo nos está esperando o va a interceder por nosotros o Diosito lo está esperando. Al final, ¡Nadie se va al infierno! Solo los personajes de las películas norteamericanas, cuando se lanzan en paracaídas, ante un peligro inminente, suelen decir: “¡Nos vemos en el infierno!”

 Los griegos también tenían su infierno, aunque diferente a los nuestros y que fueron visitados por algunos héroes como Odiseo, Hércules, Orfeo, etc. Todos los que fallecían se iban al infierno, bueno…casi todos, porque los peores eran enviados al tártaro como Tántalo, Sísifo, en fin.
Dante Alighieri creó su propio infierno como parte de su obra extraordinaria llamada COMMEDIA. Él inicia sus versos  con “En medio del camino de la vida/errante me encontré por selva oscura/en que la recta vía era perdida.” Tenía un poco más de treinta años; en cambio, yo, sexagenario, me vi envuelto en mi propio infierno por querer jugar con la vida y esta, me derivó a la muerte.

 Permítanme recordar la presencia del poeta  Virgilio, que acompañó a Dante por el infierno y sus círculos concéntricos. Yo no tuve al “Cisne de Mantua” , tampoco a César Vallejo, poeta de mi país; sin embargo,  tengo a mi Beatrice di Portinari- Yasmina- que estuvo siempre presente en mi lecho de enfermo. Los siete últimos días que estuve en una clínica de la Ciudad de Los Reyes, Yasmina no durmió. Se pasó toda la noche en vela. Algunas veces tuvo que salir a medianoche en compañía de Jorginho, su padre, para buscar sangre para una transfusión inmediata.

Los primeros días, la fiebre alta me llevó al mundo de la alucinación. La habitación donde estaba era como una discoteca con imágenes grotescas y un ruido infernal que no soportaba. Mi cuerpo caliente y el sudor me llevaban a través de un paraje desconocido y me alejaba cada vez más de mi realidad. Perdí el sentido de lo que es realidad y lo que es ficción. Quería recordar las páginas de un libro sobre musicoterapia para que me corrija la plana y me brinde paz como la sonata Claro de luna de Ludwig van Beethoven o aquel famoso concierto para piano y orquesta de Edvard Grieg. Yo no pedí la otra música. La sentía como un castigo por los desórdenes gastronómicos y el excesivo licor que bebía en mis viajes por diferentes ciudades de América y Europa. Sin embargo, cuando tuve mejoría, mis sueños me llevaron a Firenze donde poseía viñedos y vivía feliz con  Yasmina y mis hijas…solamente un sueño.

Es cierto que estaba muy débil y debía obedecer a Yasmina, a pesar de que casi no comía. Las enfermeras de la clínica tenían miedo de acercarse a mi cuarto entre la medianoche y las cinco de la mañana porque decían haber visto echada al pie de la cama a una loba inmensa con cara de pocos amigos. A partir de las cinco de la mañana, todo estaba normal y las enfermeras entraban con el médico de turno para ver si era cierto lo que comentaban. Se comentó que algunas de ellas estaban muy cansadas y las enviaron a descansar a su casa.

El último día que estuve en la clínica, recibí una visita especial de Los Dinos y analizaron si había sido mordido por alguna vampira. Nosotros teníamos amistad con el séquito de Elisabetta y no creímos que pudiera ser cierto, sin embargo dijo Lapitt, especialista en brujería, magia blanca y negra que uno de los enemigos encarnizados de las vampiras y Los Dinos, es decir, algún licántropo se encargó de realizar estos juegos letales por simple venganza: Varul dijeron todos al unísono.

El ataque de los Licans empezó por el norte con Libak. De repente, las raspadillas que probé en Máncora tenían alguna pócima preparada por Varul y ejecutada por Libak. Todo es posible. Qué se le ocurriría al jefe de ellos. Había que estar preparados para no ser sorprendidos por los licántropos. Las acciones de Varko eran silenciosas y no dejaban huellas para evitar los celos de su mujer que a pesar de ser una zooter  insignificante, bella y fiel, tenía mucha influencia en el CENTRADOM.

Mi enfermedad permitió una reunión de emergencia donde estuvieron presentes el Tío Ben, el Conde Nolberto, Lapitt de Sajonia, Juan de Aviraneta, el Auditor Mayor del Reino, el Conde Jorginho y los demás integrantes de la Orden de Los Caballeros del Unicornio Blanco. Como invitada estuvo Elisabetta di Sardegna. No invitaron a Yasmina y su abuelo porque ellos tenían la facultad de escuchar a distancia. El informe que di sobre el ataque de los cuervos en una playa del Norte y la probable infección que tuve por obra y gracia de Varul y ejecutada por el siniestro Libak, puso en advertencia a Los Dinos que solían viajar constantemente por el país y Europa. El Tío Ben manifestó que en la ciudad de Roma había una secta temible de licántropos que se habían desplazado desde los Balcanes a Italia. Elisabetta afirmó lo que decía el Tío Ben y también dijo que ellas-las vampiras- contaban con una poderosa organización para defenderse de los salvajes ataques de los Licans.

El Auditor manifestó que los Licans tenía el apoyo de Mr. Kanter quien por sus continuos viajes por Bolivia, Panamá, Europa Y La India, no estaba enterado de los constantes ataques de su Guardia de seguridad y no creía lo que le podían contar sus fieles. Los intermedios, que eran la mayoría, no se atrevían a denunciar los abusos y las muertes ocasionadas por Varko y sus secuaces. Mr. Kanter tenía sus asesores y lo único que le habían informado es que no había problemas en su empresa y que todo estaba okey. “La Comunidad de San Patricio bien vale una misa”, decía como uno de los reyes, Mr. Kanter y llamaba a todos los habitantes de San Patricio, que eran muy religiosos, a la misa dominical y después de la misa, un almuerzo a todo dar, con ricos potajes y buenos vinos.

Esta información nos sirvió de mucho y decidimos reforzar nuestras defensas y para desaparecer a toda esta lacra que tanto daño causaba a los más débiles.


                                                                                                                        Eddy Gamarra Tirado

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