Capítulo 100
Las comadres
Tránsito
llegó a su casa con la frescura de siempre y descansó varias horas para cargar
su veneno. Cuando despertó, encontró un papel debajo de su puerta. Era una
invitación de Anulia para tomar el té. Fueron invitadas todo el séquito ofídico
además de Lurok, Wanda y Carmen de Vilanova. Esta última trajo a la casa de
Anulia una docena de tamales que le habían enviado del norte. Anacé trajo los
panes; Dorotea, el queso y Asteris los últimos chismes del CENTRADOM. Carmen
realizaba los comentarios sobre la muerte de Nito, el lorna, en el invernadero. Anulia explicaba un plan
de venganza contra la hija de Jorginho; Anacé y Asteris comían con apetito
desmedido los tamales, mientras Dorotea y Tránsito degustaban una taza de té
con la mayor frescura posible como si la muerte del lorna fuera de lo más
común. Lurok lanzó a la más joven la pregunta de rigor:
- ¿Tú mataste al lorna?
- Sí-contestó Tránsito- le apestaba la boca.
La mayoría se reía y aplaudía a Tránsito.
La
vieja cobra les pidió silencio y exhortó a sus camaradas a no perder el tiempo
matando intermedios. La concentración debe dirigirse primero a los familiares
de los Dinos y después a los Dinos mismos para que ellas puedan vivir en paz.
Igualmente tendrían que preparar un plan de ataque contra las vampiras que hoy
tenían a un nuevo defensor. Asteris, que
se había terminado el tercer tamal, pidió la palabra y sugirió el plan del sexo
que podría traer buenos resultados. Ella y Tránsito se encargarían de ejecutar
este plan debido a su gran experiencia en estas artes amatorias. Las demás
apoyarían con su fuerza y experiencia de lucha en estos menesteres. En cuanto a
Lurok, Wanda y la vieja cotorra, su función sería la de siempre: espionaje
constante pero sin errores.
La
ocasión se presentó cuando Mr. Kanter invitó a todos los habitantes de la
Comunidad a una eucaristía y después, tendrían un almuerzo que se realizaría en
los amplios jardines del CENTRADOM. Los habitantes de la Comunidad de San
Patricio eran religiosos en su mayoría y acudirían con sus mejores galas a la
invitación del religioso. El objetivo de la celebración eucarística y el
almuerzo de camaradería eran las constantes muertes y desapariciones de
personas en la Comunidad que aparentemente vivía en paz y concordia. El fraile
invitó también a las vampiras que no acudirían
a la iglesia, pero confirmaron su
participación para el almuerzo.
El
día sábado estaba un poco nublado, pero no hacía frío. Los aldeanos acudieron
temprano a la iglesia para ganar sitio. Entre ellos estaba Ludwig, Marietta y
su hijo Hans. Todos ellos venían caminando porque según el padre de Marietta,
caminar era bueno para la salud. A Ludwig le incomodaba caminar por cierto
accidente que tuvo en Europa. Hubiera preferido llegar cabalgando con su brioso
caballo que lo compró en Huaral, pero valía la pena el sacrificio porque los
campesinos querían demostrar que eran muy honestos y enemigos de la violencia
que se desparramaba subrepticiamente por los diferentes rincones de San
Patricio y sus barrios.
Ni
bien se acomodaron en la bella iglesia de estilo barroco, Ludwig miró la imagen
del Cristo y en menos de un minuto se quedó profundamente dormido.
Después
de los campesinos, llegaron los intermedios entre lornas, cojinovas, corvinas y
aves. Además estuvieron presentes otros zooters que no eran peces ni aves.
Todos ellos y ellas muy bien vestidos. Los varones solteros miraban a las
bellas campesinas que al ser observadas, se sonrojaban pero que no dejaban de
mirar de soslayo a los jóvenes intermedios. En cuanto a Ludwig que era muy
celoso con las chicas de la aldea, seguía en brazos de morfeo soñando con las
eternas discusiones con su amigo Juan de Aviraneta que todavía no había
llegado. El pequeño Hans miraba a su padre y a su madre mientras Chiara rezaba
en silencio y pedía al Señor que los licans no ataquen la aldea porque ellos
eran buenos cristianos y nunca faltaban a misa.
A
los pocos minutos llegaron Anulia y su séquito infernal. También ingresaron
Varkolak, Libak, Varul, la familia de los jefes de seguridad y los otros licans, que observaban a todos lados y que estaban
muy serios y con cara de pocos amigos.
Una
vez que llegaron los intermedios de la playa, las autoridades del CENTRADOM,
los Dinos y su familia, ingresó, al final, el jardinero, quien en silencio se sentó cerca a Yasmina.
Cuando el sacerdote ingresa acompañado de sus acólitos, las personas se ponen
de pie, pero Ludwig seguía durmiendo, entonces Hans pincha a su padre con un
alfiler y Ludwig se despierta y levanta la voz diciendo “Dos cosas puntuales mi
querido Juan”. Los intermedios se ríen del exabrupto, Marietta se pone roja de
vergüenza y pellizca a su esposo querido y en ese momento Paritt, Squirrel y
sus compañeros voltean y le lanzan una mirada de pocos amigos al infortunado
Ludwig. Este pide disculpas a su mujer y guarda silencio. La misa continúa y
los licans murmuran mirando a los Dinos y su familia. Anulia agradece a su
comadre Carmen de Vilanova por ser tan fiel a los principios de las serpientes
donde ella es la jefa. La vieja cotorra agradece a su comadre y la anima a ser
optimista en la lucha contra los lobos. Promete que será más eficiente en el
espionaje contra la familia del conde Jorginho. Yasmina escucha el diálogo de
las viejas comadres desde lejos y me comenta en silencio la cháchara de las
comadres. El viejo jardinero mira a su nieta y ella voltea y le devuelve la
mirada tierna y con un gesto de los ojos le narra las maquinaciones de Anulia y
la vieja cotorra. Daniel sonríe y mira con ternura a la nieta de sus amores.
Mientras
la eucaristía se desarrolla, en el castillo y las residencias aledañas están
las haditas, Janice y sus hermanas y los duendecillos juguetones que recorren todos esos lugares vigilando si
se presenta alguna incursión de los licántropos o las serpientes. Todo está
tranquilo, sin novedad. Los duendecillos ya han sido perdonados y disfrutan de
unos higos rellenos que Nicole les ha preparado siempre y cuando se comporten
como unos chicos buenos y responsables. De repente, Collins recordó que en su
colegio había sido sacristán y convence a sus hermanos darle una visita a la
vieja iglesia de San Patricio para rezarle a San Martín de Porres y a Santa
Rosa de Lima. Cuando llegan a la iglesia que no estaba tan lejos de su casa,
desaparecen y aparecen vestidos de acólitos y por una puerta llaman a los niños
que estaban ayudando en la misa. La curiosidad de los niños es tan grande que
abandonan el lugar y los gnomos les quitan la campana y se van por la calle
saltando y tocando la campanilla. Los sacristanes regresan al altar mayor y
cuando el curita voltea para indicar que toquen la campanita, los niños le
dicen que no tienen la campana y el religioso no sabe qué hacer. Antonella se
da cuenta y sale un momento de la iglesia
con Juan y ubica a los duendecillos que lanzan la campanilla al aire y
la hacen tocar entre un tris y tras de
sus dedos. Antonella recupera la campanilla y le pide a Juan de Aviraneta que
por favor le entregue la campanilla a los acólitos. Aviraneta le advierte a su
esposa que no puede quedarse sola, así que los dos se van a entregar la
campanita y los duendecillos se retiran llorando a mares y pidiéndole que no
los castigue porque ellos son buenos hijos de la naturaleza y siempre están en
paz con Dios.
Después
de la misa, los campesinos salieron de la comunidad y tomaron colectivos para
dirigirse al CENTRO. Ludwig que ya había despertado fue con su familia cerca al
arco mágico donde estaba su viejo Mercedes Benz y se dirigieron al CENTRO. Todos los demás se movilizaron con
sus vehículos o en ómnibus. Era las tres de la tarde y estaban casi todos en
los jardines del CENTRO. Cerca de nuestra mesa estaba la que correspondía a
Elisabetta y sus amigas. Fueron las últimas en llegar y después de saludar a
Mr. Kanter se acercaron para saludarnos y me presentaron a Pietro, el primo de
Elisabetta, un joven de cabellos rubios y ojos muy azules quien nos saludó con
respeto y se sentó al lado de Agnezka. Ella le prometió enseñarle bien el
español para que se pueda comunicar con los demás. Pietro, además de tener una
librería, era pintor y trabajaría en la Escuela de Arte como profesor. Ya había
trabajado en Roma durante años y ahora, por invitación de Elisabetta, estaría en la comunidad de San Patricio para
proteger a su gente y estar cerca de Agnezka de los Milagros a quien conoció en
Europa. Además le habían comentado de la maravillosa gastronomía de nuestro
país.
Pietro
era observado no solamente por las chicas de los Intermedios sino por Tránsito
y Asteris. Qué guapo que es decía la shushupe. Yo lo vi primero, afirmaba la
mamba negra y se imaginaba acostada con él, haciéndole el amor hasta dejarlo
exhausto y al final de la jornada amorosa entregárselo a la malvada amiga para
que haga de él lo que quisiera.
Elisabetta
captó los intereses lúbricos de las dos serpientes y advirtió a su primo sobre
Tránsito y Anacé. Esta advertencia la hacía debido a la fama de casanova que tenía
Pietro y que podía causarle algunos problemas. A pesar de que Pietro se
destacaba por su velocidad y fuerza en su lucha contra los licans, sin
embargo, su interés por las bellas
mujeres lo debilitaba y era menester estar en guardia contra la mamba negra y
la shushupe. Para olvidar un poco las advertencias de la vampira, Pietro
degustó un tacu tacu con salsa de mariscos que lo devoró con pasión y le dijo a
su amiga Agnezka si podía repetir el plato. Ella sabía que no había repetición,
así que le brindó lo que quedaba de su tacu tacu-que era bastante- porque la
bella vampira no comía mucho y siempre cuidaba la línea. Recibió a cambio un
beso en la mejilla que fue el mejor maquillaje para su rostro porque la puso
colorada y los ojos lascivos de Tránsito miraban con un apetito viperino al
Señor di Siracusa. Él captó el interés de la letal mujer, pero sabía cómo
domarla, y le rogó a Santa Lucía y le
dirigió una mirada impúdica y guiñó los ojos a la serpiente. Tránsito se mordía
los labios de placer y la boca se le hacía agua. A partir de entonces, la
shushupe suspiraba constantemente por el galán italiano Don Pietro di Siracusa,
primo hermano de Elisabetta di Sardegna.
La
vieja cobra y su comadre se habían percatado de las miradas de la joven
serpiente hacia aquel nuevo personaje que tenía encandilado no solo a Tránsito
y Asteris, sino también a Anacé y muchas gaviotas y lornas del grupo
intermedio. La Vilanova como la zorra y las uvas dijo que el tal Pietro no era
tan guapo. Que estaba verde para los gustos exquisitos de una mujer como ellas.
A pesar de sus típicas combinaciones en la ropa, la pobre cotorra, que en
verdad no era tan pobre, pero le fascinaba comprar muchos vestidos y zapatos y
a pesar de su mal gusto trataba de convencer a las intermedias que ella era muy
elegante y ninguna como la vieja cotorra para vestir de acuerdo a la moda. Lo
que no sabía la cotorra era que las gaviotas y muchas personas se reían de su
presentación y sus condecoraciones que aumentaban cada día más a mérito de
nada. Su comadre alababa la ropa de la Vilanova y esta se sentía muy bien y le
traía comida porque Anulia, si bien es cierto,
no vestía bien pero en cosas de comida,
su apetito era tan voraz como el hambre de Asteris. Lo bueno de las serpientes
era que su voracidad gastronómica no se notaba en su cuerpo, pero lograban
evacuarlo a través de un insoportable hedor que las obligaba a salir de las
reuniones y buscar aire para que puedan expulsar los deshechos de su apetitosa
deglución.
Anulia
estaba orgullosa de la compañía de su comadre y se jactaba de ser su amiga. La
vejez de ambas la llevaban con orgullo y su maldita costumbre de figurar y
mandar no la habían dejado de lado. Las serpientes sabían de los defectos de
las comadres y las ponderaban constantemente para tener siempre buena comida,
frutas, bebidas de parte de la vieja cotorra que solía alabarse a cada momento
y la vieja cobra y su séquito le reventaban cohetes de día, tarde y noche. De
ahí que Carmen, que así se llamaba, se sentía feliz de estar cerca de este
grupo ofídico y solía ayudarlas en calidad de espía en su lucha contra los
Dinos. Lamentablemente, siempre eran descubiertos por los duendecillos, las
brujitas y las maravillosas haditas, grupo sagrado y de seguridad de Yasmina y
los suyos.
Eddy Gamarra T.
No hay comentarios:
Publicar un comentario