lunes, 15 de junio de 2015

Capítulo 90
                                                                   Yasmina sola

Stephen no está en casa. Viajó a México para entrevistar a la esposa de un gran escritor que había fallecido recientemente. Tengo la compañía de Micky, Tanger y Collins, además de Nicole y Sandra. Ghara y Harally cuidan el castillo de papá y Andreinha, Maluxa y Janice acompañan a Nella. Todo está en calma. Claro, la tranquilidad a la que me refiero es la seguridad de la gran familia; sin embargo, hace unos días me sentía mareada y arrojaba la comida. Tengo mucho sueño y no siento ganas de leer. Algo me pasa, mis sospechas son leves. No sé si decirle a Nicole y a Sandra de lo que me ocurre. No quiero incomodarlas. Mi interés por la música se ralentiza y solo quiero a Stephen a mi lado. Siento como si no lo hubiera visto en toda una eternidad. Las horas se tornan largas y cuando miro por la ventana de la biblioteca al jardín central del castillo, Micky, Tanger y Collins juegan incansablemente y me pasan la voz. Sandra y Nicole preparan una mazamorra morada y arroz zambito para la tarde. Miro los libros de Stephen y siento tanto cariño por ellos como si fueran el amor de mi vida. En cada libro encuentro el cariño que él me prodiga y lo siento en el corazón. Es por eso que el lugar de la casa donde más felicidad tengo es en la biblioteca y a veces, tomo los alimentos y un café de Chanchamayo que el tío Lapitt trae siempre.

¿y si estoy embarazada? Es una preocupación que llevo conmigo,  y en estos días que hemos tenido enfrentamiento con los licans, me siento desprotegida a pesar de todos los recursos que la naturaleza me ha brindado por ser nieta del Maestro del bosque. Mi naturaleza zooter la he ido descubriendo con el correr de los días y los peligros que entraña vivir en este paraíso e infierno, ha acelerado mi triple metamorfosis. En un principio pensé que era un sueño donde yo me dirigía volando, cual águila real,  por los terrenos de la colina azul. Conversé con Ulrico y Mariana de Portobello. Logré saludar a Rosa María, la organizadora de la sociedad de la Colina Azul. Ella me dijo que yo iba a tener un hijo pronto y que le rezara a la virgen para que me proteja. Le contesté con una sonrisa y me obsequió un durazno. Regresé  a la  biblioteca por la ventana y me posé en el sillón de cuero negro. Cuando desperté en la mañana, vi que en el sillón había un durazno y una pluma de águila. Me quedé pensando en el sueño que tuve y recordaba los versos de Calderón de la Barca:…que toda la vida es sueño/y los sueños, sueños son.”

Al día siguiente, muy temprano, desde la ventana de mi habitación columbraba los pinos del castillo de papá y recordaba que en la copa de los árboles del CENTRADOM, los halcones se posaban en ella,  para esperar a las palomas. Sentí deseos de ir a los pinos y lo hice. Cuando me di cuenta, estaba convertida en un águila y desde la cima miraba la isla lejana de Lorelei. Mi timidez me impedía contarle a papá y a Stephen estas transformaciones. El único que sabía era mi abuelo, aunque nunca me hablaba de mis cambios. Prefería que yo los descubriera por mí misma.

Otras de las sorpresas fue mi ingreso a la colina azul sin necesidad de las palabras mágicas que empleaba mi abuelo. Al principio, no me di cuenta, a pesar de la mirada torva de algunos integrantes de la colina azul, quienes no se explicaban cómo un águila había sobrepasado las fronteras de la Comunidad de San Patricio con la colina azul. Sin embargo, allí estaba Rosa María, la maestra,  quien me recibió con mucho afecto. Su sapiencia y amistad con mi abuelo, le dio autoridad para que no ocurra algún problema. Cuando recuperé mi forma humana, todos reconocieron en mí  a la hija del conde Jorginho y se solucionó el problema.

De todas maneras, iré a la Ciudad de los Reyes, cuando regrese Stephen e iremos a la clínica para que los médicos me digan si estoy realmente embarazada. Mientras tanto, probaré las delicias culinarias que las chicas han preparado. Aunque no soy buena para los postres, siempre preparo la leche asada, que es la que mejor me sale y a todos les gusta. Me la enseñó Marietta, la esposa de Ludwig. Esta tarde me reuniré con Nicole, Sandra y Nella y degustaremos los postres que hemos preparado. Me gustaría invitarle a mi abuelo, pero él es vegetariano y él mismo se prepara sus alimentos.

Parece que va a llover, porque se escuchan los truenos y las brujitas han ingresado a su recinto para protegerse del fuerte aguacero que se avecina. Los duendecillos saltan y se dan volteretas para recibir a la lluvia. Los miro contentos, me pasan la voz y desaparecen para volver a aparecer en el jardín. Ghara y Harally se protegen en el campanario que es la parte más alta del castillo y desde allí vigilan nuestro hogar. Para hacer más placentero el momento, ellas cantan con deleite scarborough fair, una de las preferidas de Stephen y esperan pacientemente que escampe mientras el arcoiris las acompaña con sus colores maravillosos.

                                                                                                              Eddy Gamarra T.

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