Capítulo 140
El juicio
El día estaba opaco y la llovizna
castigaba la mañana. Los habitantes de San Patricio se levantaban temprano. Los
intermedios se iban al CENTRADOM a trabajar. Algunos en sus autos; otros, salían a pie para tomar el microbús.
Los licans entraban más tarde y los asesores ingresaban a cualquier hora, pero
era costumbre levantarse temprano para dirigirse al CENTRO. Los aldeanos
madrugaban y se dirigían a los campos para arar la tierra. Yasmina ya estaba
despierta para preparar el desayuno y atender a Hasán.
Muy pocos se quedaban en la
Comunidad. Uno de ellos, Jean Pierre, se dirigía a la Planta para cerciorarse
del buen funcionamiento de la luz eléctrica. Sin duda, las noches en San
Patricio tenían más luz y las calles ya no estaban tan oscuras. Los parques
eran visitados con más frecuencia , en especial aquel donde estaba la imagen
del rey de Gales y donde iban con frecuencia los trasgos y las hadas, además de
Andreínha, Janice y Maluxa.
Uno de los nuevos trabajadores que
había llegado al CENTRO como corrector ortográfico de los documentos en español
había salido con su morral a los servicios higiénicos. A pesar de estar
enterado sobre las normas de tiempo, rezo, peso, uso sin abuso del baño creadas por el
beato Carmito de la Buena Cruz, quien solía decir a sus amigos más cercanos que
era Marqués de Kentucky, aunque después se comprobó que era falso porque había
nacido en Cañete, sacó de su morral un libro sobre la civilización del
espectáculo de MVLL. Como estaba tan interesante este ensayo, continuó con la
lectura y se olvidó del tiempo límite y siguió por más de media hora con el
libro. Para mala suerte del muchacho, Carmito había estado buscando la manera
de recuperar su tiempo perdido y de ganarse la confianza de Mr. Kanter. Había
observado que uno de los baños estaba cerrado y se le ocurrió preguntar al
encargado de los baños que anotaba la relación de los usuarios, el tiempo y el
peso, uso y abuso, si estaba ocupado aquel baño. El hombre de servicio contestó
que hace más de media hora se hallaba encerrado el nuevo corrector de ortografía en español.
Carmito le dio la llave del monitor de todos los baños para que observara in
situ qué estaba pasando en su interior. Cuando el encargado encendió las
pantallas, Carmito observó que el joven contratado estaba leyendo un libro e
inmediatamente envió las imágenes al Departamento de Seguridad y a la Dirección
de asesoría documentaria. A los pocos minutos, mientras el joven seguía leyendo
con pasión el libro de MVLL, Varkolak y sus hombres fuertemente armados,
echaron la puerta a patada limpia y tomaron preso al lector, lo esposaron y se
lo llevaron a las oficinas de Mr. Kanter. El pobre lector atinaba a decir:
“Solo estaba leyendo”. Carmito pidió permiso para retirarse porque tenía que ir
a la capilla para rogar por el alma del hombre que había violado con,
premeditación, maldad y burla los
sagrados principios del Manual de funciones de la higiene, seguridad y salud de
los trabajadores del CENTRADOM. Lo hacía también para purificarse porque el
juicio contra este delincuente se realizará ante la presencia de todos los
trabajadores para que sirva de escarmiento de lo que significa cumplir las
normas en una Institución de alta dirección y calidad como el CENTRO. Los
asesores se miraron y esbozaron una burla fina y disimulada ante las palabras
del pollo, que ellos lo veían como un rival y un hueso duro de roer.
Una vez que Mr. Kanter se enteró,
informó por teléfono que a su regreso se realizaría el juicio sumario contra
ese transgresor de las normas y que tenía que ser castigado con la pena máxima.
Le sonó bien esto de la pena máxima, pero Mr. Paritt se encargó de corregirle y
le informó que si se llevaba el caso al fuero penal de la Ciudad, no pasaría
nada. Por lo menos, la expulsión, dijo Mr. Kanter.
Y así fue. A los pocos días del
regreso del fraile, este exigió que uno de los asesores tenía que ejercer la
defensa del acusado. Todos los jefes señalaron a Jonathan Squirrel para que se
encargara de la defensa del joven corrector. Ellos sabían que Squirrel leía a
escondidas de sus colegas y siempre tenía en su maletín dos o tres obras.
Squirrel se puso colorado y se negó al principio. Sus compañeros le
manifestaron que lo mejor que podía hacer era aceptar esta designación porque
al final, serían dos los acusados. Squirrel se puso a silbar un corrido
mexicano y temía que los asesores lo acusaran de ser lector. Al final aceptó y
estuvo a punto de llorar. Estaba en una encrucijada: Defender a ultranza al
joven lector que Carmito había encontrado leyendo el mismo libro que él había
leído hace algunos meses o hundirlo por haber transgredido las Normas de la
Institución. Estaba de por medio su trabajo. Si lo defendía, lo más probable
era que los asesores, los encargados de seguridad y muchos intermedios
temerosos, pidieran su cabeza. Varkolak comentó con los asesores: “Muerto el
perro, se acabó la rabia”. No sé si fue una casualidad, lo cierto era que el
lector tenía la metamorfosis de un perro labrador y Squirrel que era ardilla
solía jugar con el labrador en sus momentos de descanso en los parques de San
Patricio. Es más, Squirrel le había comentado sobre este maravilloso ensayo del
escritor peruano. Qué pasaría si el acusado señalaba a Squirrel como el
causante del interés por ese título y su complicidad con el acusado. En verdad,
Squirrel estaba tan nervioso y asustado que se le corrió el estómago y casi
viola los principios de uso y abuso de los servicios higiénicos porque el beato
Carmito redobló su vigilancia por los baños de repente, el labrador no era el
único. Este juicio le daría la razón a Carmito y tal vez Mr. Kanter podría
reconsiderar su denuncia anterior sobre la biblioteca.
El bibliotecario Tirreno se
convirtió de la noche a la mañana en enemigo de Carmito Enfisemo. Se encargó de
decirles a los intermedios que este pollo no era Marqués y tampoco americano.
Que había nacido en Cañete. Era de cuna humilde y que siempre fue ambicioso.
Por un tiempo se le dio por ser cura, pero no lo aceptaron porque no tenía
dinero. Además, ”odiaba los libros porque nunca fue lector sino un simple
papeluchero, sobón, trepador, comelón y maricón”. Cuando decía maricón, se
refería a que era cobarde y temeroso de que lo despidan por ambicioso. Era
capaz de acusar a cualquiera si de dinero y poder se trataba. Bueno, esto es lo
que decía Tirreno su nuevo enemigo. Lo real fue
el juicio que le hicieron al pobre labrador. Antes de que se realizara
el juicio, Squirrel se llevó todos sus
libros a la casa de un familiar en la Ciudad…y se preparó para hundir al
labrador que iba a ser juzgado por el simple hecho de leer.
Toda la semana del juicio, Squirrel
tenía pesadillas y se identificaba con el personaje de Fahrenheit 451 de Ray
Bradbury. Había leído el libro y había visto la película. Sus colegas le
jugaron sucio. Sabían que él amaba los libros y ahora tenía que darle la razón
al Tribunal encabezado por el fraile, los asesores, un representante del equipo
de seguridad, probablemente Libak y un representante de los intermedios. Paritt
nombró a su amiga Anulia y el labrador no tenía una sola defensa.
Squirrel se enfermó de los nervios
y del estómago y lo único que tenía que decir era: “Sí, Señor”…”Sí, Señor. Como
el Obispo Chicheñó de una de Las Tradiciones de Ricardo Palma. Su conciencia lo
acusaba constantemente, pero su interés por el cargo que se avecinaba era
mayor. Una vez que se realizó el Juicio sumario, el lector fue condenado a
dejar el CENTRADOM y a ser expulsado de San Patricio. Elisabetta con el poder
que tenía, conversó con Yasmina y su padre. Intercambiaron opiniones sobre la
decisión del fraile de expulsar al lector de San Patricio y sabían que no
procedía simple y llanamente porque el fraile no era dueño de San Patricio.
Llamaron al conde Hectorius de Auseville, Auditor Mayor del Reino y le manifestaron
que informe al dueño de CENTRADOM que no tiene representatividad absoluta
alguna sobre qué zooter tenga que vivir o ser expulsado de la Comunidad porque
lo que es un delito en el CENTRADOM, en San Patricio es una virtud. Es más, el
labrador sería contratado por los Dinos como el nuevo jefe de la biblioteca de
San Patricio. Los libros han sido donados por los Dinos, Elisabetta y sus
amigas y una persona que es la que más libros ha donado, pero se reserva el derecho de su nombre. Esta
vez, los jóvenes de San Patricio no se dedicarán al Centro de Trámite
Documentario sino que tendrán otras opciones propias del mundo moderno. El
local de la biblioteca ha sido donado por la vizcondesa Lynn de Marec. Las
habitantes de la playa como Caterina de Montebianco, la marquesa de Castelforte
e Irascema do Bahía donarán computadoras para la sala de Cómputo que será
dirigida por Tirreno que ha renunciado al CENTRO antes de que lo despidan y
también se ocupará del mantenimiento de las máquinas.
Jonathan Squirrel para no sentirse
mal, donó una buena cantidad de sus libros para la biblioteca de San Patricio,
pero no mencionó su nombre. Tirreno quería averiguar quiénes fueron esas dos
personas que donaron y no dejaron sus nombres. Sabíamos que el mundo mediático
y la chismografía barata podría ocasionar daños y no hubo mayores comentarios.
Pasó el tiempo. Cerraron la biblioteca del CENTRADOM. Carmito se salió con su
gusto pero no lo ascendieron. Los asesores no iban a permitir que el beato
ocupe el nuevo cargo que se avecinaba. Ellos también estaban interesados en ese
puesto. A los Dinos les daba igual que Carmito o cualquiera de los asesores
ocupe el cargo, el CENTRO iba a ser el mismo con la presencia maléfica de los
licans, las serpientes, a pesar de que el poder de los licans ya no era el
mismo; tampoco, el de las serpientes. Sin embargo, les encargaron tomar el
examen de Inglés a los asesores y a Mr. Kanter porque el fraile estaba
interesado en agregar al trámite documentario, la enseñanza del idioma
extranjero. Lo malo es que se lo jalaron al fraile y a la mayoría de los
asesores. Mr. Chang salió muy bien. Al cabo de tres meses, Mr. Kanter ya no
quería saber nada con el Inglés.
Los Dinos conversaron con Lapitt de
Sajonia para que realice un viaje hasta la isla de Pascua y pueda introducir
por la puerta mágica las computadoras que las damas de la playa de San Patricio
habían donado. Sabían muy bien que no podían ingresar por la puerta del arco.
Jorginho les prometió que aquellas computadoras llegarían a buen puerto.
Eddy
Gamarra T.