Capítulo 116
Las travesuras de…
Los duendecillos jugaban con Hasán
y estaban muy amorosos con Yasmina. Triscaban de un lado a otro como si fueran
cabritos y provocaban la risa de Hasán. Sus carantoñas ponían de buen humor a
Yasmina. Collins, en nombre de sus hermanos decidió dar un discurso sobre la
valentía de los duendes en el enfrentamiento con los licans. Había lanzado al
aire las palabras nuevas que le habían enseñado en el colegio pero que no
tenían conexión alguna, pese a decirlo en voz alta y con movimientos de manos y
su “pequeña” cabecita. Este galimatías divertía a Yasmina y también a Micki y
Tanger. A fin de cuentas, lo que interesaba era ver feliz a Yasmina y a su hijo
Hasán. En verdad, el que hablaba mejor era Tanger, pero el objetivo de los
duendes era hacer reír a Yasmina que a pesar de su dulzura y trato tenía un
rostro nostálgico.
Micki le mostró a Yasmina las fotos de su viaje de
Promoción donde ellos se divirtieron y mostraron a sus compañeros sus trusas de
baño de color gualda y púrpura que el tío Nolberto de Paracatú les trajo de la Playa de Ipanema, en Brasil.
Menos mal que no hubo queja de los profesores a pesar de los pescados que
pusieron los duendecillos dentro de las
sábanas de las camas de los profesores. Estos,
no se explicaban cómo pudieron entrar los estudiantes, así que guardaron
el secreto de la broma perpetrada por los duendecillos y continuó el viaje de
Promoción con mucho sol, piscinas, playas y la alegría de los jóvenes quienes
disfrutaron de la comida marina y la música de las discotecas. El más bailarín
fue Collins a quien las chicas bautizaron como “Cubito”. Micki y Tanger se
dedicaron a echar hielo en la espalda de sus compañeros. Aprovechaban que ellos
podían desaparecer, es por eso que no eran sorprendidos por sus amigos. Micki,
el más terrible se atrevió a echar cubitos de hielo sobre la espalda de uno de
sus profesores. Cuando el profesor volteó molesto por esta falta de respeto,
mientras trataba de sacarse los pedacitos de hielo, el gesto que hizo, provocó
una carcajada general entre las chicas y chicos que al final, como no había
culpables, olvidaron este hecho y continuó la fiesta.
Cuando llegaron a Lima, sus
acompañantes no reportaron ningún acto de indisciplina. Los profesores-como siempre-
dijeron que se habían portado maravillosamente. Que eran unos muchachos muy
tranquilos y que no tenían queja de sus compañeros. Yasmina le preguntó a uno
de sus tutores:
-
¿Está Ud. Seguro?
-
El profesor, muy serio, manifestó: Mis años de
experiencia me han enseñado a tratar a
los jóvenes.
-
Gracias profesor -le contestó Yasmina no sin antes
esbozar una sonrisa cómplice con sus engreídos duendecillos.
“Si
supieran”-decía para sus adentros Yasmina. Los tres muchachos empezaron a reír
a mandíbula batiente mientras se retiraban de la oficina del jefe de conducta.
Yasmina tampoco pudo guardar silencio y los cuatro cruzaban el patio con un
ataque de risa que las madres de familia que siempre pululan por allí,
comentaban entre ellas que aquellas cuatro personas habían perdido la razón.
Eddy Gamarra
T.
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