sábado, 29 de agosto de 2015


Capítulo 133
El muro

Uno de los mayores problemas que tenían los zooters era enamorarse de un ser humano con una sola naturaleza que es lo que más abundaba en el mundo. Ya había ocurrido con muchos intermedios. Recuerdo la historia de la pobre gaviota que le fascinaba las sorpresas de su galán como aquella que en una gigantografía le decía que la amaba o tal vez las flores que le enviara a su trabajo para sentirse orgullosa del hombre que ella amaba, para terminar con otra después de tanta película barata, al igual que los “realities” donde se dicen que se aman a cada instante y en menos de lo que canta un gallo,-con el respeto de Ludwig- se sacan la vuelta.

Tal vez la mejor medida de Mr. Kanter era recibir en el CENTRADOM solamente a zooters, desde el dueño hasta los porteros, todos eran zooters y abundaban las aves, desde gaviotas, ruiseñores, palomitas, cernícalos, cigüeñas, cotorras; también había ardillas, tejones buenos y malos, perros, chanchos, caballos, lornas, cojinovas, tiburones y tantos otros diabólicos e infames como los licántropos.

Algunos zooters se habían casado. No importaba qué metamorfosis tuvieran, pero también campeaba la infidelidad,  porque no se puede aceptar un paraíso sin serpiente. A pesar de estas situaciones, los intermedios convivían entre ellos, no se acercaban mucho a los asesores, menos a los licans que los acosaban constantemente y miraban desde lejos a las serpientes que tenían buenas relaciones de amistad y connivencia con las autoridades. Lo que las autoridades, incluido Mr. Kanter, no tenían ingerencia,  era en algunos lugares de la Comunidad como la Colina Azul, el bosque de la felicidad, la playa. Solo se atrevían a disfrutar de las aguas algunos metros. Había un temor muy grande alejarse de la playa. Los licans piensan que algunos de sus compinches fueron tragados por las aguas del mar de San Patricio. En cuanto al muro de entrada, no había problemas para los zooters que no necesitaban de alguna expresión cabalística y poder ingresar como sucedía con la Colina. En cambio, los otros que muchas veces han seguido a los zooters para asaltarlos o por otras razones, han quedado sorprendidos cuando ellos desaparecían como por arte de birlibirloque. El simple prurito de averiguar dónde estaban estas personas y sobre todo las mujeres, hizo pensar a algunas pandillas que pululaban por ahí,  que eran brujos, o que estaban muertos o de repente pertenecían a otro planeta y sin querer, cuando los ubicaban, no se acercaban a ellos y ellas. Se alejaban lo más rápido posible. Los mismos fumones que intentaron apoderarse del muro y el espacio antes de entrar a la Comunidad, pensaban que era cuestión de la droga que usaban, pero comprobaron más tarde que no era un buen lugar para ellos. Incluso la policía los atrapó y no pudieron ir a otro lugar porque les estaba vedado.

Los zooters nunca tenían problemas con la policía. No robaban, no estafaban, ni se metían en líos baratos en las discotecas. Evitaban discusiones bizantinas y se retiraban de aquellos lugares. Los únicos que causaban problemas eran los licans, las serpientes y algunas veces,  las vampiras. Ya lo había dicho en una oportunidad que Elisabetta y sus amigas no mataban a sus víctimas, solo les chupaban un poco de sangre, es decir, les robaban la sangre, como hacen en muchos lugares algunas instituciones, con la gente humilde. Las ansias de matar a sus víctimas correspondían a siglos atrás. Solo los licans y la gente de Anulia cometían acciones despreciables y llegaban al asesinato para satisfacer los apetitos de su mundo abyecto.

Los comentarios de la gente sobre el muro y la desaparición de personas llevó a las autoridades de San Patricio a escribir en el muro las palabras “Estado ruinoso. Peligro”. Cuando la policía quiso investigar qué había detrás de ese muro, solo vieron árboles y tierra. Jamás podrían ver toda la Comunidad porque era una entrada mágica. La geografía de esta entrada correspondía a otros lugares que nadie sabía. Si bien es cierto que había otra entrada y muy pocos la conocían, pero también es verdad que estaba muy distante de la Ciudad…a miles de kilómetros.

El muro será para aquellos que no son zooters un enigma del siglo actual y de los anteriores. La policía nunca pudo averiguar, los drogadictos, tampoco. Al final, ambos se olvidaron y el tiempo y la vida continuaba en San Patricio que era una mezcla del siglo XVIII y XXI. No tenían acceso a toda la tecnología pero disfrutaban de los buenos productos que esta tierra les prodigaba, el clima maravilloso y la seguridad mientras no se les cruzara la envidia aviesa e innoble de los licans y serpientes. Para eso estaba el espíritu justiciero de los Dinos y sus aliados. En verdad, el abuso de estos personajes tortuosos se perpetró  en el CENTRADOM y la Ciudad de los Reyes. Cada día se convencían los licans y las serpientes que la maldad no conduce a nada bueno y que cada vez que intentaren hacer algo allí estaría Yasmina, su padre y los demás, ejerciendo la justicia que tanto anhelaban los zooters de la Comunidad de San Patricio.


                                                                                                 Eddy Gamarra T.

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