Capítulo 124
Entre chácharas y dulces
Dentro de las visitas programadas
por la hermana Visitación estaba la de
Anulia y sus hermanas de la cofradía serpentaria del árbol de la vida. Así se
hacían llamar cuando venía una persona extraña a conversar con ellas. Dentro de
su ascendencia estaba la serpiente que tentó a los primeros padres y ellas lo
tenían muy presente. Cuando alguien les recordaba su maléfica descendencia,
ellas contestaban que se sentían orgullosas de tener como madre universal a la
serpiente originaria que le dio buenos consejos a nuestro santo Padre Adán y
que el tiempo y la envidia se encargaron de desmentir.
Cada vez que las visitaban personas
extrañas, Anulia y su séquito desbrozaban bondades que podría dejar perplejos y
turulatos a quienes las visitaban. Eso ocurrió con la religiosa de cachetes
purpurinos y sonrisa agradable que venía invitada por el equipo de seguridad de
Mr. Kanter. Saludó con el acostumbrado
“Bendito y alabado sea el santísimo sacramento del altar.” Las serpientes
contestaron “Amén”. Para empezar con pie derecho, la hermanita Visitación le
trajo a la vieja cobra crema volteada y mazamorra cochina para que Anulia no
tenga dificultades para mascar porque su deteriorada dentadura no le permitía.
Anulia estaba contenta por esa deferencia de la hermana porque ella estaba
acostumbrada a invitaciones donde no tenga que gastar nada. Lo mismo hacía
Asteris que tenía la capacidad de convencer a sus amigos para que el desayuno,
almuerzo y comida no le perjudique su cartera y si se trata de alguna cuota donde
ella tenga que pagar, preparaba una tragedia y llegaba hasta las lágrimas y
convencía a gente tan dura y miserable como la vieja y desdentada cobra.
Asteris agradecía con alabanzas
exageradas a la hermana Visitación. Esta, con su rostro de mojigata en una era
crepuscular, les prometió traer para la próxima visita empanadas de queso y
obleas colombianas que son una delicia para un buen paladar. Sin duda, la
hermanita Visitación era digna de ser invitada a la famosa Feria Internacional
Mistura que atraía a cocineros de todo el mundo. El más contento de la
repostería de Visitación era Ludwig, el gran amigo de Morfeo, quien ha mejorado
sus ventas desde que realizó el contrato con la religiosa.
Anulia aprovechó las palabras
halagüeñas de sus amigas para contarle a la hermana Visitación que cuando le toque visitar a la hija del Conde
Jorginho, tenga cuidado con dejarse convencer por ella porque dentro de ese
rostro angelical anidaba un monstruo peligroso y letal que había hecho mucho
daño a la cofradía serpentaria y a los bondadosos hermanos encargados de la
seguridad del CENTRADOM. Que no comente nada al padrecito de Canterbury porque
no querían que su pobre corazón tuviera algún problema y que él siguiera
siempre feliz y contento con el apoyo de los grandes asesores que él tenía y
cuya calidad era reconocida por todos los trabajadores del CENTRO. Además, Mr.
Kanter, perdón, el Padre de Canterbury era tan preparado que la había traído a
este valle de lágrimas para que la apoyara en la iglesia y en las divinas
enseñanzas del catecismo y la confirmación.”
La hermana Visitación estaba muy
emocionada con las palabras de Anulia que le dio hambre y se prometió ir a la
Ciudad… para comprarse un pollito a la brasa y comérselo en la sacristía con
una inca cola bien heladita. En cuanto a la opinión de Anulia sobre Yasmina, no
quiso adelantarse a nada. Solo escuchó y anotó en su libreta y proyectaba una
próxima visita a Yasmina y a mis hijas para comprobar en verdad, las
afirmaciones de la vieja y desdentada cobra.
Para quedar bien con la enviada de
Mr. Kanter, Anulia le invitó unas humitas de sal y azúcar que su comadre, la
cotorra vieja le había traído. Eran exquisitas que nos hacía olvidar la maldad
y el cotorreo de su comadre. Cuando Visitación dio su buena opinión sobre las
humitas, Tránsito se animó a contar unos chistecitos calientes de la selva y la
hermana Visitación, no se quedó atrás y recordaba algunos capítulos de El Decamerón, que le divirtieron mucho cuando leía a
escondidas en el convento benedictino francés. Las que más disfrutaron fueron
las lúbricas Asteris y Tránsito. Igualmente, Dorotea y Anacé. Anulia le
preguntó con una dulzura disimulada para no demostrar con ideas obscenas lo que
recordaba de sus buenas épocas.
-¿Cuál es tu metamorfosis?
-Soy una urraca
parlanchina-contestó la religiosa, desatando su risita de niña ingenua”jajaja…jijiji”, que
hizo reír maliciosamente a las serpientes.
-Mi comadre es una cotorrita que va
a congeniar contigo. Es muy preparada y tiene mucho que contar-le manifestó Anulia.
-¡Claro!-le contestó Visitación-.
Seremos buenas amigas.
La cobra astuta dijo para sus
adentros-La tengo.
Continuaron conversando sobre los
intermedios y su relación laboral con el Jefe. Anulia desparramó elogios y
alabanzas a favor de Mr. Kanter y le dijo a
la hermana Visitación, que nunca
habían tenido a un hombre sabio y bueno como el Padrecito de Canterbury. Era un
misterio su verdadero nombre porque todos los que le temían o estaban de
acuerdo con él lo llamaban de cariño: “Obispo de Canterbury”. No era obispo ni
había nacido en Canterbury. Más parecía un empresario con cara bonachona pero
que explotaba a sus trabajadores. Se sentía feliz porque sus asesores le decían
siempre que “las cosas marchaban a las mil maravillas”…el fraile les creía y con
toda seguridad reiniciaba sus viajes por diferentes lugares de América y del
mundo. Ahora que tenía la ayuda de la hermana Visitación, mejor para él.
Fue un día valioso para Anulia y
sus amigas y la hermana Visitación se retiró con lo de siempre : “ Bendito y alabado sea el santísimo
sacramento del altar.” Las serpientes contestaron “Amén” y Visitación salió con
la sonrisa de siempre y con su caminar bamboleante que le condujo a través de
la calle principal que conducía a la iglesia de San Patricio. Allí abordó su
auto y salió para la Ciudad… y buscar una pollería para disfrutar de su pollito
con papas y ensalada.
Eddy Gamarra T.
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