Capítulo
120
El incendio
La luna
marcaba en las calles de San Patricio grandes espacios de luz y sombra. Pietro
desde el desván observaba la continua llovizna que acariciaba las paredes y los
árboles de la Comunidad. Un buen lugar que había escogido en la mansión de
Elisabetta para otear la belleza de las casas y árboles que daban un sello
nostálgico a este hermoso lugar. Había una incertidumbre que estaba en la
conciencia del amante y la noche le servía de compañía. Cuando al cabo de
varias horas, cesó la incertidumbre, aún no se habían encendido los faroles a
causa de la luna que alumbraba claramente San Patricio.
Mientras
miraba las calles desde el desván de la mansión, tres personajes vestidos de
negro riguroso se desplazaban por la calle principal a pie. No llevaban
paraguas y miraban por todas partes. Pietro se escondió y se comunicó con
Elisabetta. En menos de un minuto, ya estaba su prima en el desván y se
comunicó con Yasmina. Todos los Dinos estaban enterados y listos para cualquier
sorpresa. A través del reloj mágico que me obsequió Ghara, la hadita
protectora, ubicamos a los tres sujetos. Varkolak, Libak y Lurok que se
dirigían a cualquiera de los tres lugares: aldea, la cabaña del abuelo o las
mansiones de la playa. No eran los únicos que se desplazaban porque las brujitas
y los duendecillos ubicaron a la vieja cobra y sus comadres que reptaban a
través de la noche con la plena seguridad que no eran vistas por nadie. Más
atrás se desplazaban los licans que integraban el equipo de seguridad del
CENTRADOM, además de Wanda, la cotorra vieja y otros.
¿Qué
pretendían todo el ejército de Varkolak? ¿Atacar una vez más al abuelo?
Probablemente se imaginaban que el Unicornio blanco descansaba en su tabuco y
que no se iban a enfrentar directamente sino incendiar la cabaña. Para esto,
Libak se transformó en una bandada de cuervos donde la mayoría de ellos
llevaban en su pico gasolina y rociaron el combustible. Cuando Varko se dispuso
a encender la casita del abuelo, Un águila gigante le arrebató la tea encendida
era el signo de ataque de los Dinos y apareció el troll, cogió a Varko que ya
se había convertido en licántropo y lo arrojó por los aires. Los demás
licántropos decidieron atacar al troll y cuando estuvieron cerca, una manada de
lobos cayó sobre ellos. La lucha fue encarnizada y apareció un enorme caballo
al lado de un camello que lanzaban patadas a diestra y siniestra mientras
Lurok, escondido entre los árboles se ofrecía como un cobarde testigo de este
enfrentamiento entre los licans y los Dinos. Varko se transformó a su vez en
múltiples ratas que causó pánico y asco entre las lobas. En ese momento
apareció otro personaje, el amigo del Troll, el gigantesco cuy que con un palo
de escoba mocha, como decía el loco
Merino-un viejo maestro - se mataba rápidamente a las ratas. El tío Ben que se
había recuperado de una enfermedad,
trazó un círculo matemático en toda la cabaña del abuelo con su veneno
efectivo que las confundidas serpientes no se atrevieron a cruzar.
Cuando los
licans se replegaron para atacar al lobo jefe, Yasmina se convirtió en
unicornio blanco y del cuerno mágico lanzó contra los licans y las serpientes
una llamarada contra sus cuerpos que les quemó la piel y a pesar de los
aullidos constantes no regresaron por otro ataque de fuego porque podría
ocasionarles la muerte. Jamás les creyeron a las serpientes que Yasmina tenía
esa metamorfosis que solo les hizo recordar a aquel unicornio que mucho tiempo
atrás venció a los poderosos centauros
negros.
Desde la
copa de un árbol, Daniel, el jardinero había observado la batalla entre los
licans y los Dinos. Estaba orgulloso de su nieta que era una valiente mujer que
se había portado como una loba y que nunca huía de los malditos licántropos. En
la fuga de estos recibieron una andanada de golpes propinados por Elisabetta y
su séquito. Lurok que esperó la fuga de sus compañeros, dos horas después bajó
del árbol y quiso aprovechar la noche y el frío para regresar a su casa. No
contaba que los duendecillos, las brujitas y las hadas eran guardianes de toda
aquella zona donde vivía Yasmina, su padre y los demás Dinos. El mapache
temeroso recibió de los duendes pepas de palta sobre su cabeza y trasero que no
pudo sentarse en más de un mes. Los demás integrantes del ejército del mal
tuvieron que curar sus heridas fuera de la comunidad de San Patricio y tuvieron
que mentir en las clínicas y hospitales que se salvaron de un incendio. La
pobre y desdentada cobra fue internada de urgencia por quemaduras de segundo y
tercer grado. Ella solo esperaba el momento que le tocaba para cambiar de piel
porque no soportaba los dolores que le había ocasionado las llamas de la nieta del maravilloso unicornio blanco.
Eddy Gamarra T.
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