sábado, 8 de agosto de 2015

Capítulo 120

El incendio

La luna marcaba en las calles de San Patricio grandes espacios de luz y sombra. Pietro desde el desván observaba la continua llovizna que acariciaba las paredes y los árboles de la Comunidad. Un buen lugar que había escogido en la mansión de Elisabetta para otear la belleza de las casas y árboles que daban un sello nostálgico a este hermoso lugar. Había una incertidumbre que estaba en la conciencia del amante y la noche le servía de compañía. Cuando al cabo de varias horas, cesó la incertidumbre, aún no se habían encendido los faroles a causa de la luna que alumbraba claramente San Patricio.

Mientras miraba las calles desde el desván de la mansión, tres personajes vestidos de negro riguroso se desplazaban por la calle principal a pie. No llevaban paraguas y miraban por todas partes. Pietro se escondió y se comunicó con Elisabetta. En menos de un minuto, ya estaba su prima en el desván y se comunicó con Yasmina. Todos los Dinos estaban enterados y listos para cualquier sorpresa. A través del reloj mágico que me obsequió Ghara, la hadita protectora, ubicamos a los tres sujetos. Varkolak, Libak y Lurok que se dirigían a cualquiera de los tres lugares: aldea, la cabaña del abuelo o las mansiones de la playa. No eran los únicos que se desplazaban porque las brujitas y los duendecillos ubicaron a la vieja cobra y sus comadres que reptaban a través de la noche con la plena seguridad que no eran vistas por nadie. Más atrás se desplazaban los licans que integraban el equipo de seguridad del CENTRADOM, además de Wanda, la cotorra vieja y otros.

¿Qué pretendían todo el ejército de Varkolak? ¿Atacar una vez más al abuelo? Probablemente se imaginaban que el Unicornio blanco descansaba en su tabuco y que no se iban a enfrentar directamente sino incendiar la cabaña. Para esto, Libak se transformó en una bandada de cuervos donde la mayoría de ellos llevaban en su pico gasolina y rociaron el combustible. Cuando Varko se dispuso a encender la casita del abuelo, Un águila gigante le arrebató la tea encendida era el signo de ataque de los Dinos y apareció el troll, cogió a Varko que ya se había convertido en licántropo y lo arrojó por los aires. Los demás licántropos decidieron atacar al troll y cuando estuvieron cerca, una manada de lobos cayó sobre ellos. La lucha fue encarnizada y apareció un enorme caballo al lado de un camello que lanzaban patadas a diestra y siniestra mientras Lurok, escondido entre los árboles se ofrecía como un cobarde testigo de este enfrentamiento entre los licans y los Dinos. Varko se transformó a su vez en múltiples ratas que causó pánico y asco entre las lobas. En ese momento apareció otro personaje, el amigo del Troll, el gigantesco cuy que con un palo de escoba mocha,  como decía el loco Merino-un viejo maestro - se mataba rápidamente a las ratas. El tío Ben que se había recuperado de una enfermedad,  trazó un círculo matemático en toda la cabaña del abuelo con su veneno efectivo que las confundidas serpientes no se atrevieron a cruzar.

Cuando los licans se replegaron para atacar al lobo jefe, Yasmina se convirtió en unicornio blanco y del cuerno mágico lanzó contra los licans y las serpientes una llamarada  contra sus cuerpos  que les quemó la piel y a pesar de los aullidos constantes no regresaron por otro ataque de fuego porque podría ocasionarles la muerte. Jamás les creyeron a las serpientes que Yasmina tenía esa metamorfosis que solo les hizo recordar a aquel unicornio que mucho tiempo atrás venció a los poderosos centauros  negros.

Desde la copa de un árbol, Daniel, el jardinero había observado la batalla entre los licans y los Dinos. Estaba orgulloso de su nieta que era una valiente mujer que se había portado como una loba y que nunca huía de los malditos licántropos. En la fuga de estos recibieron una andanada de golpes propinados por Elisabetta y su séquito. Lurok que esperó la fuga de sus compañeros, dos horas después bajó del árbol y quiso aprovechar la noche y el frío para regresar a su casa. No contaba que los duendecillos, las brujitas y las hadas eran guardianes de toda aquella zona donde vivía Yasmina, su padre y los demás Dinos. El mapache temeroso recibió de los duendes pepas de palta sobre su cabeza y trasero que no pudo sentarse en más de un mes. Los demás integrantes del ejército del mal tuvieron que curar sus heridas fuera de la comunidad de San Patricio y tuvieron que mentir en las clínicas y hospitales que se salvaron de un incendio. La pobre y desdentada cobra fue internada de urgencia por quemaduras de segundo y tercer grado. Ella solo esperaba el momento que le tocaba para cambiar de piel porque no soportaba los dolores que le había ocasionado las llamas  de la nieta del maravilloso unicornio blanco.


                                                                                                  Eddy Gamarra T.

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